miércoles, 23 de enero de 2013

Ángeles Caídos #3: Catorce (Parte 1)

Después del almuerzo, subí a mi auto y empecé a conducir hacia la playa. Necesita tiempo a solas para relajarme. No sólo tenía que soportar la idea de mamá y Hank juntos, sino que resulta que parece que mamá cambiaría de trabajo y eso implicaba mudarnos de ciudad. ¿Por qué?

Estacioné el auto por la acera. Por el espejo retrovisor, un auto rojo brillaba detrás de mí. Vagamente recordaba haberlo visto en la carretera, siempre detrás de unos cuantos autos. El conductor probablemente quería hacer un paseo a la playa antes que el clima cambie por completo. Bajé del auto y sentí el aire chocar contra mí. Empecé a caminar entre las rocas, paralela al océano. Pero, pronto me tropecé con una roca y caí incómodamente hacia un lado. Murmurando, intenté a volverme parar y fue ahí cuando vi una sombra. 

Sorprendida, volteé. Reconocí al conductor del auto rojo. Era más alto del promedio y tenía uno o dos años más que yo. Su cabello estaba corto, con cejas castañas y ojos celestes. 

-Por fin saliste de casa – dijo, mirando alrededor – He estado tratando de comunicarme contigo por días.

Me puse de pie, balanceándome en una roca. Busqué familiaridad en su rostro, pero no encontraba nada.

-Lo siento, ¿nos conocemos?
-¿Crees que te han seguido? – sus ojos seguían mirando alrededor – Intenté mirar todos los autos, pero puede que me haya perdido de alguno. Hubiese sido mejor si dabas la vuelta a la manzana antes de estacionar.
-Honestamente, no tengo idea de quién eres.
-Eso es algo extraño de decirle al chico que te compró el auto con el que has venido.
-Espera. ¿Tú eres Benjamín?
-Escuché sobre tu amnesia. ¿Los rumores son ciertos, entonces? Se ve más malo de lo que decían.

¡Dios, qué optimista era! Crucé mis brazos sobre mi pecho.

-Ya que estamos en el tema, tal vez ahora es un buen momento para que me digas por qué dejaste el auto en mi casa la noche que desaparecí. Si sabes sobre mi amnesia, debes haber escuchado que fui secuestrada.
-El auto formaba parte de la disculpa por haber sido un idiota.
-Hablemos sobre esa noche – dije – Parece que ambos recibimos un disparo de Rixon esa misma noche. Eso fue lo que le dije a la policía. Tú, yo, y Rixon a solas en la casa de la risa. Si Rixon existe de verdad. No sé cómo lo hiciste, porque empiezo a creer que tú lo inventaste. Tú me disparaste y necesitabas a alguien más a quién echarle la culpa. ¿Me forzaste a decirle a la policía el nombre de Rixon? Y, siguiente pregunta, ¿me disparaste tú, Benjamín?
-Rixon está en el infierno ahora, Lali.

Temblé. Lo dijo sin ninguna duda. Si estaba mintiendo, merecía recibir un premio.

-¿Rixon está muerto?
-Está quemándose en el infierno, pero sí, es la misma idea. 
-¿Cómo sabes? ¿Le has dicho a la policía? ¿Quién lo asesinó?
-No sé a quién tenemos que agradecerle, pero sé que ya no está. 
-Vas a tener que mejorar con eso. Puede que al resto del mundo siempre lo convenzas, pero a mí. Dejaste un auto en mi casa la noche en que fui secuestrada. Luego te escondiste en otra ciudad. Perdóname si lo último que pienso de ti es que eres inocente. Creo que lo mejor que va contigo es “no confío en ti”

Suspiró.

-Antes que Rixon nos dispare, me convenciste que realmente era un Nephil. Tú fuiste la que me dijiste que yo no podía morir. Eres parte de la razón por la que escapé. Tenías razón, nunca iba a terminar como la Mano Negra. No había manera de ayudarlo a reclutar más Nephil para su armada.

Nephil. Esa palabra de nuevo. Siguiéndome a todos lados.

-¿Te dije que eras un Nephil? – pregunté nerviosa.

Cerré los ojos, queriendo que todo esto fuera una mentira. Pero en el fondo sabía que él estaba diciendo la verdad.

-Lo que quiero saber es por qué no recuerdas nada de esto – dijo – pensé que la amnesia no era así de permanente. 
-¡No sé por qué no puedo recordar! – espeté - ¿De acuerdo? No lo sé. Me desperté hace unas cuantas noches en un cementerio con nada. No podía recordar cómo había llegado ahí – empecé a sentir lágrimas formándose detrás de mis ojos – La policía me encontró y me llevó al hospital. Dijeron que había estado desaparecida por tres meses. Dijeron que tenía amnesia porque mi mente estaba bloqueando el trauma de protegerme a mí misma. ¿Pero quieres saber qué es lo loco? Estoy empezando a creer que no estoy bloqueando nada. Obtuve una nota. Alguien entró a mi casa y la dejó en mi almohada. Decía que aunque esté en casa, no estoy a salvo. Alguien está detrás de esto. Ellos saben lo que yo no sé. Saben lo que me pasó.

Por más que mi madre había insistido en que formaba parte de imaginación, estaba convencida que esa nota sí había estado ahí. 

Benjamín me estudió frunciendo el ceño.

-¿Ellos?

Alcé mis manos.

-Olvídalo.
-¿La nota decía algo más?
-Dije que lo dejes. ¿Tienes un pañuelo? – pequeñas lágrimas ya estaban cayendo.
-Ey – Benjamín dijo con gentileza, cogiéndome por los hombros – Va a estar bien. No llores, ¿de acuerdo? Estoy de tu lado. Te ayudaré a arreglar este desastre.

Cuando no me resistí, me jaló contra su pecho y golpeó suavemente mi espalda. Al principio fue incómodo, y luego se convirtió en un ritmo suave.

-La noche que desapareciste, yo me fui a esconder. No es seguro para mí el estar aquí, pero cuando vi en las noticias que habías vuelto y no podías recordar nada, tenía que venir. Tenía que encontrarte. Te debo mucho eso.

Sabía que debía apartarme. Sólo porque quería creerle a Benjamín no significaba que debía confiar en él por completo. O bajar la guardia. Pero estaba cansada de construir paredes, así que solté mis defensas. No podía recordar la última vez que me había sentido tan bien al ser sostenida. En su abrazo, casi podía hacerme creer que no estaba sola en esto. Benjamín me había prometido que atravesaríamos esto juntos, y quería creerle. Además, él me conocía y era un link a mi pasado y significaba mucho. 

-¿Por qué no es seguro que estés aquí? – finalmente pregunté.

-La Mano Negra está aquí. Sólo para asegurarme que estamos bien, ¿no recuerdas nada de esto? Quiero decir, ¿nada de nada?
-Nada.
-Apesta ser tú – dijo – La Mano Negra es el sobrenombre de un poderoso Nephil. Él está construyendo un ejército, y yo solía ser uno de sus soldados. Ahora soy un desertor, y si me atrapa no será nada bonito.
-Espera. ¿Qué es un Nephil?

Sonrió.

-Prepárate para sentir que tu mente explota, Esposito. Un Nephil – explicó pacientemente – es un inmortal. No puedo morir. Ninguno de nosotros.
-¿Cuál es el truco? – pregunté.

La palabra inmortal no podía ser literal. 

-Si salto – dijo, mostrando el choque de las olas con las rocas – Sobreviviré.

Bien, tal vez había sido un estúpido una vez para saltar. Y sobrevivir. Eso no probaba nada. Él no era inmortal, simplemente lo creía.

-No me crees – dijo, alzando las cejas – Anoche pasé dos horas en el océano, en busca de peces, y no me congelé. Puedo aguantar la respiración por ocho, nueve minutos. A veces me desmayo, pero cuando vuelvo, siempre floto y mis signos vitales funcionan.
-Eso no tiene sentido.

Tiene sentido para un inmortal.

Antes que pueda detenerlo, sacó un cuchillo y lo clavó en su muslo. Yo di un grito, insegura de qué hacer. Pero, rápidamente él sacó el cuchillo y maldijo por el dolor. Su jean llenándose de sangre.

-¡Benjamín! – grité.
-Regresa mañana – dijo – Estará como si nunca hubiese pasado nada.
-¿En serio? – espeté, ¿estaba loco?
-No es la primera vez que lo hago. He intentado quemarme vivo. Mi piel se quemó y se peló….unos días después estaba como nuevo.

Incluso ahora, la sangre en su jean estaba secando. La herida había dejado de sangrar. Él estaba…curándose. No quería confiar en mis ojos, pero verlo era creer. Fue ahí cuando recordé, Jev había jurado que Gabe no moriría.

-Bien… - susurré.
-¿Estás convencida? Todavía puedo hacer que un auto me atropelle…
-Creo que te creo – dije, intentando procesarlo - ¿Sabemos quién es la Mano Negra? – pregunté.
-La última vez que hablamos, los dos queríamos saber eso. Pasé el verano siguiendo pistas, que no fue fácil, dado que estoy viviendo a escondidas, sin dinero, trabajando solo, y la Mano Negra es cuidadoso. Pero he llegado a un hombre – sus ojos se enfocaron en los míos - ¿Estás lista? La Mano Negra es Hank Recca.

5 comentarios: