jueves, 3 de enero de 2013

Ángeles Caídos #2: Capítulo 18

Me quedé mirando el anillo, con la mente en blanco.

¿Dos anillos? No sabía lo que significaba. Sin duda, Mano Negra tenía más de un anillo, pero, ¿por qué Benjamín tenía uno? ¿Y por qué se había dado la molestia de esconderlo en un compartimiento secreto en su pared? ¿Y, por qué, si estaba tan avergonzado de su marca en el pecho, guardaba un anillo que presumidamente él le había dado?

Cuando se hizo las doce, me metí a la cama y me empecé a pintar las uñas de azul. Luego, prendí mi iPod, para empezar a leer varios capítulos de química. Sabía que no podía evitar dormir para siempre, pero tendría que soportar lo máximo que podía. Estaba aterrada que Peter me estuviera esperando al otro lado. 

No me había dado cuenta que me había dormido, hasta que me desperté ante un sonido extraño. Me quedé recostada en la cama, congelada, esperando escuchar el sonido de nuevo. Salí de la cama y empecé a mirar por la ventana. El garaje estaba intacto, pacífico. 

Un sonido bajo se escuché en la primera planta. Cogí mi celular y abrí la puerta lo suficiente para mirar de reojo. El pasillo estaba vacío, y caminé hacia éste, mi corazón latía tan fuerte contra mis costillas que pensé que mi pecho se rompería. Había llegado a lo alto de las escaleras cuando el suave sonido me alertó que la puerta principal se estaba abriendo.

La puerta se abrió y una figura entró cautelosamente. Benjamín estaba en mi casa, de pie a unos pasos de mí, en la base de las escaleras. Me quedé ahí, agarrando mi celular, que recostaba contra el sudor de mis palmas.

-¿Qué estás haciendo aquí? – dije.

Alzó la cabeza, sorprendido. Alzó sus manos al nivel de sus hombros, mostrando que no iba a hacerme daño.

-Necesitamos hablar.
-La puerta tenía llave. ¿Cómo entraste? – mi voz temblaba.

No respondió, pero no necesitó hacerlo. Él era un Nephil, uno fuerte. 

-Entrar a una casa así es ilegal – dije.
-También robar. Tú me robaste algo que me pertenece.
-Tú tienes uno de los anillos de la Mano Negra.
-No es mío. Yo…yo lo robé – mi ligera duda me dijo que estaba mintiendo – Devuélveme el anillo, Lali.
-No hasta que me digas todo.
-Podemos hacer esto de la manera difícil, si quieres – subió el primer escalón.
-¡No te muevas! – ordené – Si avanzas, llamaré a la policía.
-Le tomará veinte minutos a la policía llegar aquí.
-No es cierto – ambos sabíamos que lo era.

Avanzó otro paso más.

-Detente – dije – Haré la llamada, juro que la haré.
-¿Y decirles qué? ¿Qué entraste a mi habitación? ¿Qué robaste una joya de gran valor?
-Tu mamá me dejó entrar – dije, con nerviosismo.
-Ella no lo habría hecho si hubiese sabido que ibas a robarme – tomó otro paso.
-Me mentiste sobre la Mano Negra. La noche en tu habitación, un buen acto. Las lágrimas fueron casi convincentes.
-Sí mentí – dijo – Estaba intentando mantenerte fuera de las cosas. No quieres involucrarte con la Mano Negra.
-Muy tarde. Él asesinó a mi padre.
-Tu padre no es el único que la Mano Negra quiere muerto. Él me quiere muerto, Lali. Necesito el anillo.

De pronto, ya estaba en el quinto escalón.

¿Muerto? La Mano Negra no podía matar a Benjamín, él era inmortal. ¿Acaso no sabía que yo ya estaba al tanto? ¿Y por qué quería el anillo? 

-¿La Mano Negra no te forzó a obtener la marca, verdad? – dije – Tú la querías, querías unirte a la sociedad. Querías jurar alianza. Por eso mantuviste el anillo. ¿La Mano Negra te la dio después que terminó marcándote?
-No, fui forzado.
-No te creo.

Entrecerró los ojos.

-¿Crees que dejaría que un psicópata coloque un metal caliente con forma de anillo en mi pecho? Sí estoy tan orgulloso de ello, ¿por qué siempre me lo estoy cubriendo?
-Porque es una sociedad secreta. Estoy segura que pensaste que la marca era el pequeño precio por pagar por los beneficios que vendrían por ser parte de una sociedad poderosa.
-¿Beneficios? ¿Crees que la Mano Negra ha hecho algo por mí? – su tono era corto, lleno de enojo – Él es un asesino. No puedo escapar de él, y créeme, lo he intentando. Más veces de las que he contado. 
-Él regresó – dije – Después que te marcó. Me mentiste cuando dijiste que nunca lo volviste a ver.
-¡Claro que volvió! – espetó – Me llamaba en la noche o me encontraba en mi camino a casa después del trabajo, usando una máscara. Siempre estaba ahí.
-¿Qué quería? 
-Si hablo, ¿me devolverás el anillo?
-Depende de si creo que me estás diciendo la verdad.
-La primera vez que lo vi fue en mi cumpleaños número catorce. Me dijo que no era humano, me dijo que yo era un Nephil, como él. Me dijo que tenía que unirme a su grupo, que todos los Nephil estaban juntos. Dijo que no había otra forma de liberarnos de los ángeles caídos – alzó la mirada hacia mí, sus ojos con una sombra de preocupación, como si pensara que yo creía que estaba loco – Pensé que él estaba loco, pensé que estaba alucinando. Mantuve evadiéndolo, pero él seguía regresando. Empezó a amenazarme, me dijo que los ángeles caídos me encontrarían cuando cumpliera dieciséis. Me seguía por todas partes, después del colegio y trabajo, me dijo que estaba cuidando mi espalda, y yo debía de agradecerle. Luego descubrió sobre mis deudas. Las pagó, pensando que yo lo vería como un favor y querría unirme a su grupo. Él no lo entendía, quería que se fuera. Cuando le dije que iba a ir donde mi padre para decirle que lo arreste, él me encerró, me ató y me marcó. Dijo que era la única manera de mantenerme a salvo, que algún día entendería y le agradecería.
-Suena a que estaba obsesionado contigo.

Sacudió su cabeza.

-Él cree que lo traicioné. Mi mamá y yo nos mudamos aquí para alejarnos de él. Ella no sabe sobre las cosas Nephil, o la marca, simplemente cree que es un acosador. Nos mudamos, pero él no quiere que arriesgue y abra la boca, contando sobre su secreto.
-¿Sabe que estás aquí?
-No lo sé. Es por eso que necesito el anillo. Cuando terminó de marcarme, me dio el anillo. Dijo que tenía que guardarlo y encontrar otros miembros para reclutar. Me dijo que no lo perdiera, que algo malo sucedería si lo hacía. Está loco, Lali. 
-Tienes que ayudarme a encontrarlo.

Avanzó más pasos.

-Olvídalo. No voy a buscarlo. Ahora, dame el anillo. 

Por ninguna razón más que por instinto, me volteé y corrí. Cerré la puerta del baño con fuerza y le puse pestillo.

-Esto se está volviendo denso – dijo Benjamín, detrás de la puerta – Ábrela.

Esperó.

-¿Crees que esta puerta va a detenerme? –agregó.

No lo haría, pero no sabía qué más hacer. Estaba presionada contra la pared del baño, y fue ahí cuando vi el cuchillo. Lo tenía en el baño para abrir paquetes de cosméticos o sacar etiquetas fácilmente de mis prendas. Lo cogí. 

Benjamín golpeó su cuerpo contra la puerta y ésta se abrió, golpeando contra la pared. Estábamos cara a cara y alcé el cuchillo hacia él. Benjamín caminó hacia mí, me quitó el cuchillo y lo direccionó hacia mí.

-¿Quién está a cargo ahora? – dijo.

El pasillo detrás de él estaba oscuro, la luz del baño iluminando el color de la pared en el pasillo. La sombra se movió tan deprisa sobre la pared, que casi la pierdo. Rixon apareció detrás de Benjamín, sosteniendo una lámpara contra el cráneo de Benjamín y golpeando.

-¡Auuu! – gritó Benjamín, volteando para ver qué lo había golpeado. 

Benjamín intentó golpear con el cuchillo, pero falló, y Rixon golpeó la lámpara contra el brazo de Benjamín, causando que el cuchillo caiga. Luego, lanzó su puño contra su rostro. Rixon lanzó otro golpe y Benjamín calló contra la pared. Rixon se acercó y empezó a golpearlo sin parar. Los ojos del herido rodaron hacia atrás.

-¡Rixon!

Salté ante el sonido de voz de Cande. Ella subió las escaleras.

-¡Detente, Rixon! ¡Vas a matarlo!

Rixon soltó a Benjamín y se alejó. 

-Peter me matará si no lo hago – volvió mi atención hacia mí - ¿Estás bien?

El rostro de Benjamín estaba lleno de sangre, e hizo que mi estómago se retuerce. 

-Estoy bien – dije. 
-¿Segura ¿Necesitas algo de tomar? ¿Una sábana? ¿Quieres recostarte?
-¿Qué haremos ahora? –dije, mirándolos.
-Voy a llamar a Peter – dijo Rixon, cogiendo su celular – Él va a querer estar aquí para esto.

Estaba muy aturdida como para argumentar.

-Deberíamos de llamar a la policía – dijo Cande - ¿Deberíamos de atarlo? ¿Qué pasa si se despierta e intenta escapar?
-Lo ataré en la parte de atrás de la camioneta apenas termine con la llamada – dijo Rixon.
-Ven aquí, bebé – dijo Cande, envolviéndome en sus brazos - ¿Estás bien?
-Sí – respondí automáticamente, aún mareada - ¿Cómo llegaste aquí?
-Rixon vino a casa y estábamos en mi habitación cuando tuve esos sentimientos extraños de que algo andaba mal contigo. Cuando llegamos, vimos el auto de Benjamín. Me imaginé que no estaba bien que él estuviera aquí, especialmente desde que estuviste rebuscando en su habitación. Le dije a Rixon que algo andaba mal y fue él quien entró primero a revisar.
-Le dejé un mensaje a Peter – dijo Rixon, interrumpiéndonos – Debería de estar aquí pronto. También llamé a la policía.

Veinte minutos después, el Policía Basso estaba en mi casa. Benjamín estaba recuperando lentamente la consciencia, gruñendo en la camioneta de Rixon. 

-No hice nada – protestó Benjamín.
-¿Entrando ilegalmente es nada? – dijo el policía – Gracioso.
-Ella me robó. Pregúntale – dijo, en mi dirección – Estuvo anoche en mi habitación.
-¿Qué robó?
-No..no puedo hablar de ello.
-Ella ha estado con nosotros toda la noche – dijo Cande - ¿Verdad Rixon?
-Absolutamente.
-Hablemos del cuchillo que sacaste – dijo el policía.
-¡Ella lo sacó primero.
-Entraste a mi casa – dije – Auto defensa.
-Quiero un abogado – dijo Benjamín.
-¿Un abogado? – dijo el policía, sonriendo – Suenas culpable, Benjamín. ¿Por qué intentaste hacerle daño?
-No quería, le quité el cuchillo de su mano. Ella intentaba hacerme daño.
-Es un buen mentiroso – dijo Rixon.
-Estás bajo arresto, Benjamín Amadeo – dijo el policía, llevándolo a su auto – Tienes el derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que digas será usada en tu contra.

Benjamín mantuvo su expresión hostil, pero debajo de todos los cortes y heridas, se veía muy pálido.

-Estás cometiendo un gran error – me dijo, mirándome – Si voy a la cárcel, soy como una rata en una jaula. Él me encontrará y asesinará. La Mano Negra lo hará.

Sonaba aterrado, y estuve por felicitarlo por tan buen acto…y pensando que tal vez realmente no tenía idea de lo que era capaz como Nephil. Pero, ¿cómo podía ser marcado como un integrante de la sociedad de sangre Nephil y no tener idea de que era inmortal? 

-Esto es, Lali. Si me voy, estoy muerto – agregó.
-Sí, sí – dijo el policía, cerrando la puerta con fuerza.

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