jueves, 14 de febrero de 2013

Ángeles Caídos #3: Veintinueve

Caminé alrededor de la casa de Peter, evitando correr detrás de él. Me había prometido que no destrozaría a Hank por su cuenta; esta también era mi pelea. Yo también quería mandarlo a la otra vida. Coloqué mis manos en el sofá de Peter, respirando profundamente, tratando de calmarme.

Mi celular sonó y lo saqué de mi mochila para contestar.

-¿Dónde estás?
-Estás encima de mí, Esposito – dijo Benjamín, con una voz corta y dura – Los vi en el bar. A los hombres de Hank. Salí disparado.
-¡Benjamín! ¿Dónde estás?
-No quiero decirlo por aquí. Necesito salir de la ciudad. Cuando fui a la estación del bus, Hank tenía a sus hombres ahí, los tiene en todas partes. Tiene amigos en la fuerza policial y creo que les ha dado mi foto. Dos policías me persiguieron, pero logré escaparme. Tuve que dejar el auto, estoy a pie y necesito dinero, nuevas prendas. Te pagaré apenas pueda. ¿Puedes encontrarme en treinta minutos en mi escondite?

¿Qué podía decir? Peter me había dicho que me quede aquí. Pero no podía quedarme sentada y no hacer nada mientras el tiempo corría para Benjamín. Hank estaba ocupado en su almacén y era la mejor oportunidad para sacar a Benjamín de la ciudad. Rogaré por perdón después, pensé.

-Estaré ahí en treinta – dije.
-¿Recuerdas cómo llegar?
-Sí – en realidad, más o menos.

Apenas colgué, corrí dentro de la casa de Peter, abriendo y cerrando cajones, cogiendo lo que sea que sería útil para Benjamín. Jeans, camisas, medias, zapatos. En el baño, cogí una rasuradora, jabón y una crema de afeitar. Luego un sombrero, guantes, y lentes de sol. En los cajones de la cocina, encontré varias tarjetas de identificación falsas y un rollo de dinero con más de cinco mil dólares. 

No tenía auto, pero la cueva de Benjamín no podía estar tan lejos, así que empecé a trotar. Traté de no atraer mucha atención, colocándome la capucha que me había prestado de Peter sobre mi rostro. Mientras las luces del parque se empezaron a hacer más pequeñas, y el camino se curvaba hacia la carretera, salté la barandilla y me dirigí hacia la playa. Saqué mi linterna y empecé a buscar entre las rocas, cerca a dónde Benjamín me había llevado, hasta que lo encontré.

-¡Apaga la luz! – siseó.
-Siento llegar tarde – dije, soltando el equipaje y tratando de recuperar el aliento – Estaba en el parque de atracciones cuando llamaste. No tengo mi auto, pero sí ropa y un sombrero de invierno para cubrir tu cabello. Hay cinco mil dólares también. Es lo mejor que pude conseguir.
-Gracias Esposito – dijo, en mi oído, mientras me abrazaba.
-¿Vas a estar bien? – susurré.
-Las cosas que trajiste ayudarán. Tal vez pueda pedirle a alguien en la carretera que me saque de la ciudad.
-Si te pidiera que hagas algo por mí primero, ¿lo considerarías? Deja el anillo de La Mano Negra. Lánzalo en el océano. Creo que el anillo te está llevando hacia Hank. Él le ha puesto una especie de maldición y cuando lo usas, le da un poder sobre ti – estaba segura que estaba encantando con devilcraft – Es la única explicación. Piénsalo. Hank quiere encontrarte, quiere que te dirijas hacia él y ese anillo está haciendo un trabajo estelar.

Esperaba que protestara, pero su expresión me dijo que en el fondo, él había llegado a la misma conclusión. Sólo no quería admitirlo. 

-¿Y los poderes?
-No valen la pena. Estuviste tres meses bajo tus propias fuerzas. Cualquiera sea la maldición que Hank haya puesto en el anillo, no es buena.
-¿Es importante para ti? – preguntó silenciosamente.
-Tú eres importante para mí.
-¿Si digo que no?
-Haré lo que sea posible para sacarlo de tu mano. No puedo ganarte en una pelea, pero no puedo vivir conmigo misma si al menos no lo intento.
-¿Pelearías conmigo, Esposito?
-No me hagas probarlo.

Para mi sorpresa, Benjamín se quitó el anillo. Lo sostuvo entre sus dedos, mirándolo.

- Aquí está tu momento Kodak – dijo, luego lo lanzó al océano.

Solté un largo aliento.

-Gracias, Benja.
-¿Algún otro pedido?
-Sí, vete – le dije, intentando no sonar tan triste como me sentía.
-¿Puedes estar al tanto de mi mamá de vez en cuando, asegurarte que está bien?
-Por supuesto.
-No puedes contarle de mí. La Mano Negra la dejará en paz mientras ella no sepa nada de esto.
-Me aseguraré que esté a salvo – le di un ligero empujón – Ahora vete de aquí antes que me hagas llorar.

Benja se quedó ahí por un momento, una mirada extraña cruzando sus ojos. Era nerviosa, pero no del todo. Más de expectativa, menos ansiedad. Se inclinó y me besó, su boca cerrándose sobre la mía gentilmente. Estaba muy atónita como para hacer algo más que dejarlo terminar.

-Has sido una buena amiga – dijo – Gracias por cuidarme.

Había tanto por decir, pero las palabras correctas se esfumaron. Ya no estaba mirando a Benja, sino detrás de él. A la línea de Nephils subiendo por las rocas, con sus armas, sus ojos enfocados y endurecidos.

-¡Manos arriba, manos arriba! – gritaron.

Las palabras sonaron complejas en mis oídos, casi como si fueran dichas en cámara lenta. Un extraño zumbido llenó mis oídos, escalando a un rugido. Vi sus labios enojados moviéndose, sus armas brillando en la luz de la luna. Volaron en todas direcciones, atrapándome a mí y a Benja en un pequeño círculo.

El brillo de esperanza se drenó de los ojos de Benjamín, reemplazado por terror.

Soltó el equipaje, colocando sus manos detrás de su cabeza. Un objeto sólido, tal vez un codo, o un puño, salió en el aire de la noche, golpeando contra su cráneo. Cuando Benja colapsó, yo todavía estaba buscando las palabras. Incluso un grito no podía cortar mi horror.

Al final, lo único entre los dos era el silencio.

4 comentarios:

  1. ay no!! pobre benja y lali :(

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  2. pero porque no se fueron antes!! :(

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  3. Por bruta y no hacerle caso a peter. Solo se q peter se va re enojar, como le gusta complicar las cosas a esta mina

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  4. No!!! Y ahora? Que le hacen a ella? A benjamín lo matan?? Más me encanta!

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