domingo, 10 de febrero de 2013

Ángeles Caídos #3: Veintiséis (Parte I)

Después que el doctor me dio el permiso para irme, entré al ascensor para ir hacia la recepción. En el camino, llamé a Cande. No tenía cómo ir a casa y esperaba que ella pudiese recogerme. El ascesnro se detuvo y las puertas se abrieron.

-Hola Lali – dijo Hank, de pie en frente de mí.

Tres segundos pasaron antes de encontrar mi voz.

-¿Subes? – pregunté, esperando sonar calmada.
-De hecho, te estaba buscando.
-Estoy apresurada – dije, disculpándome.
-Pensé que necesitarías que alguien te lleve. Tengo a uno de mis hombres disponible.
-Gracias, pero ya he llamado a una amiga.

Su sonrisa era plástica.

-Al menos déjame llevarte hasta la puerta.
-Necesito ir al baño primero – fui por la tangente – Por favor, no esperes. En serio, estoy bien. Estoy segura que Paula está ansiosa por verte.
-Tú madre querrá verte llegar a salvo a casa.

Sus ojos estaban inyectados de sangre, toda su expresión cautelosa, pero no pensé en ningún momento que era porque estuviera preocupado. El Doctor había insistido en que Hank había llegado al hospital sin heridas, pero yo sabía la verdad. Él había resultado peor. Estaba exhausto porque había combatido con un grupo de ángeles caídos ahora. Al menos, esa era mi teoría. Él los había maldecido justo antes que chocáramos. Él no había planeado encontrarse con ellos, ¿pero entonces, qué había planeado hacer conmigo? ¿Y si Hank había establecido los eventos? ¿Podría haber empujado a mi mamá por las escaleras? El doctor Howlett había dicho que mi madre no recordaba al principio, Hank podría haber usado sus poderes para lograr eso. Luego me había recogido del colegio…¿Para qué? ¿Qué me estaba perdiendo?

-Huelo caucho quemándose – dijo Hank – Estás pensando mucho en algo.

Su voz me trajo al presente. Lo miré, deseando poder entender sus motivos. Fue ahí cuando me di cuenta que sus ojos estaban enfocados en mí. Su mirada era muy intensa. Cualquier conclusión que había estado sacando, se esfumó. De pronto, mis pensamientos estaban en desorden y no podía recordar lo que había estado pensando. Sentía algo pesado, no podía ser capaz de controlar mis propios pensamientos.

-¿Tú amiga acordó recogerte, Lali? – preguntó.

Muy dentro de mí, sabía que no debía decirle la verdad a Hank. Sabía que debía decirle que Cande estaba viniendo por mí. ¿Pero qué razón tenía para mentirle?

-Llamé a Cande, pero no respondió – admití.
-Estaré contento de llevarte a casa, Lali.

Asentí.

-Sí, gracias.

Caminé por el pasillo al lado de Hank, mis manos frías y temblando. ¿Por qué estaba temblando? Era lindo que Hank me llevara. Él se preocupaba por mi madre lo suficiente, así como también por mí, ¿verdad? Cuando llegamos a casa, Hank me siguió adentro. 

-¿Qué estás haciendo? – dije, deteniéndome dentro de la puerta.
-A tu madre le hubiese gustado que esté pendiente de ti después de esta noche.
-¿Te quedarás toda la noche?  - mis manos empezaron a temblar de nuevo y sabía que tenía que buscar una forma que él se vaya. 
-Estás dejando que entre aire frío – dijo Hank, sacando mis manos de la puerta – Déjame ayudarte.

Cierto, pensé con una sonrisa, completamente entumecida. Él quiere ayudar. 

-¿Quieres ver algo en la tele? – preguntó, mirando el sofá.
-Estoy cansada – dije.
-Tuviste un largo día. Puede que dormir te ayude.
-¿Hank? – pregunté - ¿Cuál es la verdadera razón por la que quieres quedarte?

Se rió.

-Te ves bastante asustada, Lali. Sé una buena chica y anda a la cama. No te voy a estrangular mientras duermes.

En mi habitación, coloqué el aparador en frente de la puerta. No sabía por qué lo estaba haciendo, no tenía razón de temerle a Hank. Él estaba manteniéndole una promesa a mi madre, quería protegerme. Si él tocaba, colocaría el aparador a un lado y abriría la puerta. Me metí a la cama y cerré los ojos. El cansancio atravesó mi cuerpo y ya estaba temblando violentamente. Me preguntaba si me iba a enfermar. Cuando mi mente empezó a sentirse muy pesada, no luché contra ella. Mis pensamientos se deslizaron en la profundidad de mi subconsciencia. Hank tenía razón, había sido un largo día. Necesitaba dormir.

No fue hasta que me encontré en la casa de Peter que empecé a sentir que algo no andaba bien. La neblina se desvaneció de mi cerebro y me di cuenta que Hank me había hecho un truco mental. Abriendo la puerta de Peter y entrando con rapidez, grité su nombre. Lo encontré en la cocina, encorvado sobre un taburete de la barra. Una mirada hacía mí y se puso de pie.

-¿Lali? ¿Cómo llegaste aquí? Estás dentro de mi cabeza – dijo con sorpresa - ¿Estás soñando? – sus ojos me inspeccionaron, buscando una respuesta.
-No lo sé, eso creo. Me metí a la cama sintiendo una necesidad desesperada de hablar contigo….y aquí estoy. ¿Estás dormido?

Sacudió su cabeza.

-Estoy despierto, pero tú estás eclipsando mis pensamientos. No sé cómo lo hiciste. Sólo un Nephil poderoso o ángel caído podría lograr algo así.
-Algo terrible sucedió – me lancé a sus brazos, intentando disipar los temblores – Primero mi madre se cayó por las escaleras, y en nuestro camino a visitarla, Hank y yo fuimos golpeados. Antes de desmayarme, creo que Hank dijo que el otro auto estaba lleno de ángeles caídos. Hank me trajo a casa desde el hospital, y le dije que se fuera, ¡pero no se iba!

Los ojos de Peter brillaron con ansiedad.

-Relájate. ¿Hank está a solas contigo?

Asentí.

-Despierta. Iré a verte.

1 comentario:

  1. Que quiere hank?? Busca llegar a peter??? Es todo muy raro! Más me encanta!

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