domingo, 10 de febrero de 2013

Ángeles Caídos #3: Veinticinco

Era viernes y la votación para saber los ganadores del evento anual sería durante el almuerzo. Pero en lugar de preocuparme por ello, estaba preocupada por Benjamín. Tenía que lograr que él vuelva a hablarme y me haga caso; el anillo que estaba usando no lo estaba ayudando, tenía que convencerlo.

En medio de mis pensamientos, el altavoz se prendió y la voz de la secretaria se escuchó. Me llamaba para la dirección. Aturdida, cogí mis cosas y me dirigí hacia la oficina. Normalmente, te llamaban por haberte portado mal en clase o por alguna ausencia sin justificar. Pero hasta donde sabía, ninguna tenía relación conmigo. 

En la oficina, apenas entré, lo vi. Hank estaba sentado en frente de la directora, sus ojos mirando en blanco hacia adelante.

-¿Qué sucede? – pregunté.
-Ha habido un accidente – dijo, sin mirarme – Tu madre se cayó de las escaleras. Estaba usando tacos y perdió el equilibrio. Tiene una contusión.

Pánico surgió a través de mí. No, esto no podía estar pasando. Necesitaba ver a mi madre ahora. De pronto, me arrepentiría de haberle hablado mal en las últimas semanas. Mis peores miedos vinieron hacia mí, ya había perdido a mi papá…si perdía a mi mamá….

-¿Qué tan grave es? – mi voz tembló. 
-Cuando dejé el hospital, no pudieron decirme nada. Vine directamente aquí. Ya he firmado el permiso para que salgas – explicó Hank – Te llevaré al hospital.

Sostuvo la puerta para mí y mecánicamente salí. Sentí mis pies llevándome por el pasillo. Afuera, el sol estaba muy brillante y me pregunté si recordaría este día para siempre. Me pregunté si tendría alguna razón para mirar hacia atrás y sentir las mismas emociones intolerables que había sentido cuando aprendí que mi padre había sido asesinado: confusión, amargura, impotencia, abandono. 

Hank desactivó la alarma de su auto sin decir palabra. Alzó una vez su mano, dándole un apretón de consuelo a mi hombro, luego hizo un puño y lo soltó. Y ahí fue cuando me golpeó. Tal vez era mi natural aversión a Hank, pero se me cruzó por la mente que él podía estar mintiéndome para hacerme entrar al auto.

-Quiero llamar al hospital – dije abruptamente – Quiero ver si tienen alguna actualización sobre su salud.
Hank frunció el ceño.
-Estamos en nuestro camino ahora. En diez minutos, podrás hablar con el doctor en persona.
-Discúlpame si estoy un poco preocupada, pero estamos hablando de mi madre – dije suavemente, pero con firmeza.

Hank marcó un número en su celular y me lo entregó. El sistema automático del hospital sonó, pidiéndome escuchar cuidadosamente las opciones, o quedarme en línea y esperar a la operadora. Un minuto después, estaba conectada con la operadora.

-¿Puede decirme si María José Esposito fue admitida hoy? – le pregunté a la mujer, evadiendo la mirada de Hank.
-Sí, la tenemos aquí.

Exhalé. Sólo porque Hank no había mentido sobre el accidente de mi madre no significaba que él era inocente. Todos estos años viviendo en esa casa y ella nunca se había caído por las escaleras.

-Habla su hija. ¿Me puede dar alguna actualización de su condición?
-Puedo dejarle un mensaje a su doctor, para que te llame.
-Gracias – dije, dándole el número de mi celular.
-¿Noticias? – preguntó Hank.
-¿Cómo sabes que se cayó de las escaleras? – lo interrogué - ¿La viste caer?
-Acordamos encontrarnos para el almuerzo. Cuando no respondió el timbre, entré. Ahí fue cuando la encontré al final de las escaleras. Si algo le pasa a ella… - murmuró para sí mismo, pero no terminó la oración - Deberíamos ir.

Entra al auto, ordenó una voz dentro de mi cabeza. Así de simple, mi mente se vació de toda sospecha. Sólo tenía un pensamiento, tenía que ir con Hank. Había algo extraño en esa voz, pero no podía saber qué. Todo mi razonamiento parecía haberse ido. Miré a Hank. Tenía el impulso de acusarlo de algo, ¿pero por qué? Él estaba ahí para ayudarme, se preocupaba por mi madre…

Obedientemente, me deslicé dentro del auto.

-Quiero que sepas que ella está en las mejores manos – dijo Hank, mientras conducía – Pedí que un Dr. Howlett la trate. Él y yo fuimos compañeros de habitación en la universidad.

Dr. Howlett, él era el doctor que me había cuidado cuando regresé a casa. ¿Y ahora resulta que era amigo de Hank? Cualquier entumecimiento que había sentido fue reemplazado por la ansiedad. 

Estaba considerando la conexión entre los dos, cuando un auto se estacionó al lado de Hank. Por un segundo, no vi nada malo en esta escena, y luego el auto golpeó el de Hank. Nuestro auto se hizo a un lado, rozando contra la acera. Apenas tuve tiempo de gritar cuando fuimos golpeados de nuevo.

-¡Están tratando de sacarnos de la pista! – gritó Hank - ¡Ponte el cinturón de seguridad!
-¿Quiénes son? – chillé, volviendo a revisar que mi cinturón estuviera bien asegurado.

Hank tiró del timón para evadir otro golpe y ese movimiento brusco devolvió mi atención a la pista; ésta se estaba curvando hacia la izquierda mientras nos acercábamos a un barranco. Hank pisó el freno, intentando ganarle la carrera al otro auto. El otro aceleró, desviándose bruscamente de la pista. Tres cabezas se podían ver y parecían hombres. 

Una imagen de Gabe y sus dos amigos volaron a mi mente. Era pura especulación, desde que no podía ver sus caras, pero solo eso me hizo gritar.

-¡Detén el auto! – grité – Es una trampa. ¡Pon el auto en reversa!
-¡Destruyeron mi auto! – gruñó Hank, acelerando.

El otro auto chirrió alrededor de la curva, derrapando al otro lado de la sólida línea blanca. Hank siguió, virando peligrosamente hasta la barandilla de protección. Mi estómago se retorcía y me agarré del apoyabrazos. Las luces de la parte trasera del otro auto, brillaron de color rojo.

-¡Cuidado! – grité.

Coloqué una mano en la ventana y la otra contra el hombro de Hank, intentando detener lo inevitable. Hank tiró del volante con fuerza. Fui lanzada hacia adelante, el cinturón de seguridad haciéndome herida, mi cabeza golpeándose contra la ventana. Mi visión se nubló y sonidos fuertes parecieron descender hacia mí de toda dirección. Ruidos crujientes, aplastantes y penetrantes explotaron en mis oídos.

Escuché a Hank gruñir algo…¡Malditos ángeles caídos!, pero luego yo estaba volando. No, no volando. Estaba cayendo. No recuerdo haber aterrizado, pero cuando registré mi mente de nuevo, estaba de espaldas, No dentro del auto, en algún otro lugar. Suciedad. Hojas. Rocas filudas mordiendo mi piel.

Frío, dolor, duro. Frío, dolor, duro. Mi mente no podía moverse más allá de esas palabras. Las vi deslizarse a través de mi visión.

-¡Lali! – gritó Hank, su voz a lo lejos.

Estaba segura que mis ojos estaban abiertos, pero no podía ver nada. Manos cogieron mis tobillos primero, luego mis muñecas. Mi cuerpo se deslizó a través de las hojas y la suciedad, haciendo un sonido extraño. Me lamí los labios, intentando llamar a Hank, pero cuando mi boca se abrió, las palabras equivocadas salieron.

Frío, dolor, duro. Frío, dolor, duro.

Quería salir del estupor. ¡No!, grité dentro de mi cabeza. ¡No, no, no! ¡Peter! ¡Ayuda¡ ¡Peter, Peter, Peter!

-Frío, dolor, duro – murmuró incoherentemente.

Antes que pueda corregirme, era muy arde. Mi boca estaba cosida, así como mis ojos.

***

Manos sólidas me agarraron de los hombros, sacudiéndome.

-¿Puedes escucharme Lali? No intentes levantarte. Quédate así. Voy a llevarte al hospital.

Mis ojos se abrieron. Los árboles se movían más allá. El sol se expandía a través de sus hojas, derramando sombras que alteraban el mundo de la luz a la oscuridad y viceversa. Hank estaba inclinado hacia mí. Su rostro estaba cortado, sangre cayendo por sus mejillas, en su cabello. Sus labios se estaban moviendo, pero dolía demasiado para darle sentido a sus palabras.

Me volteé. Frío, dolor, duro.

***

Me desperté en un hospital, mi cama detrás de una cortina blanca. La habitación estaba en paz, pero demasiado silenciosa. Mis dedos del pie y de la mano dolían, y mi cabeza también. Drogas, pensé.

Una cara diferente se inclinó sobre mí. El Dr. Howlett sonrió, pero no lo suficiente para mostrar sus dientes. 

-Te golpeaste severamente, jovencita. Bastantes heridas, pero nada roto. La enfermera te ha dado ibuprofeno, y yo te daré una receta antes que te vayas. 
-¿Hank? – me las arreglé decir, con mis labios secos.

El doctor sacudió su cabeza.

-Vas a odiar escuchar esto, pero él salió ileso. Apenas se ve justo lo que sucedió.

A través del tumulto, intenté razonar. Algo no andaba bien. Y luego mi memoria se abrió.

-No, él tenía cortes. Estaba sangrando.
-Estás equivocada, Hank vino manchado con más sangre tuya que la suya. Tú te llevaste lo peor.
-Pero lo vi…
-Hank está en perfecto estado – me interrumpió – Y apenas las enfermeras terminen de revisar estos vendajes, tú también estarás bien.

Debajo de todo, sabía que debía entrar en pánico. Había muchas preguntas, pocas respuestas.

-Esto ayudará – dijo el doctor, sorprendiéndome con un pinche en mi brazo, algo fluido ingresó a mi sangre.
-Pero acabo de recuperar la consciencia – murmuré - ¿Cómo puedo estar bien? No me siento bien.
-Te recuperarás rápidamente en casa – rió – Acá tendrás a enfermeras molestándote toda la noche.

¿Toda la noche?

-¿Ya estamos de noche? Pero apenas era hora de almuerzo. Antes que Hank…nunca almorcé.
-Ha sido un día duro – dijo el doctor. 

Coloqué una mano en mi estómago.

-Me siento graciosa.
-Me confirmaron que no tienes sangrado interno. Anda a la ligera en estos próximos días y estarás bien – apretó mi hombro – Pero no puedo prometerte que sentirás bien al subirte a otro auto pronto.

En medio de la neblina, recordé a mi madre.

-¿Hank está con mamá? ¿Ella está bien? ¿Puedo verla? ¿Ella sabe sobre el accidente?
-Tu madre está recuperándose rápidamente – me aseguró – Aún está en revisión y no puede tener visitantes, pero debería poder moverse por sí misma para la mañana. Podrás regresar y verla entonces – se inclinó hacia mí – Entre nosotros, si no fuera porque nos están grabando, te dejaría entrar para que la veas ahora. Tiene una contusión bastante fuerte, al principio tuvo una pérdida de memoria, pero se recuperará – dio golpecitos en mi mejilla – la suerte debe correr en la familia.
-Suerte – repetí letárgicamente.

Pero tenía una alarma dentro de mí, indicándome que la suerte no tenía nada que ver con nuestras recuperaciones. 

Y tal vez tampoco nuestros accidentes.

1 comentario:

  1. Quien la hizo accidentar? Hank para probar algo? Paula? Benjamín???Más!!!

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