sábado, 16 de febrero de 2013

Ángeles Caídos #3: Treinta (Parte I)

Estaba agolpada en la maletera de un audi negro, con mis manos atadas y a ciegas. Grité, aunque nadie mi hiciera caso.

No sabía dónde estaba Benjamín. Los hombres de Hank nos habían rodeado en la playa, arrastrándonos en diferentes direcciones. Me imaginé a Benja encadenado en una prisión subterránea, a merced del enojo de Hank…

Golpeé mis zapatos contra el techo. Rodé a un lado. Grité y grité, luego me disolví en sollozos.

Finalmente, el auto bajó la velocidad y se cortó el motor. Se escucharon pasos y una llave en el maletero antes de que éste sea abierto. Dos manos me sacaron, colocándome duramente sobre el suelo. Mis piernas se habían dormido en el camino y sentía como si algo me estuviera hincando.

-¿Dónde quieres a este, Blakely? –preguntó uno de mis secuestradores.
-Adentro – un hombre, seguramente Blakely, respondió.

Fui subida por una rampa y luego a través de una puerta. El espacio adentro era frío y silencioso. El aire olía a gasolina. Me preguntaba si estaba en uno de los almacenes de Hank.

-Me estás haciendo daño – le dije al hombre a mi lado – Obviamente no voy a ir a ningún lado. ¿Al menos puedes desatar mis manos?

Sin decir nada, me subieron por unas escaleras y hacia un segundo piso. Me forzaron a sentarme en una silla de metal desplegable, asegurando mis tobillos. Minutos después que se fueron, la puerta se abrió de nuevo. Sabía que era Hank antes que hablara. El olor de su colonia me llenó de pánico y repulsión.

Sus dedos quitaron lo que cubría mis ojos, y cayó contra mi cuello. Parpadeé, dándole sentido a la habitación. Además de una mesa, y una segunda silla desplegable, la habitación estaba vacía.

-¿Qué quieres? – demandé, mi voz temblando ligeramente.
-Hablar – dijo, sentándose en la otra silla.
-No estoy de humor, gracias de todos modos – dije, cortamente.

Se inclinó hacia mí, las duras líneas de sus ojos profundizándose mientras entrecerraba sus ojos.

-¿Sabes quién soy, Lali?
-Eres un  pequeño puerco, mentiroso, manipulador, que….

Su mano golpeó mi mejilla con fuerza. Retrocedí, muy aturdida para llorar.

-¿Sabes que soy tu padre biológico? – preguntó.
-Padre es una palabra arbitraria. 
-Entonces déjame preguntarte, ¿hay alguna manera de hablarle a tu padre?

Lágrimas se juntaron en mis ojos.

-Nada de lo que has hecho te da el derecho de llamarte mi padre.
-Como quieras que sea, tú tienes mi sangre, mi marca. No puedo negarlo por más tiempo, Lali, y tampoco tú puedes negar tu destino.
-Mi destino no tiene nada que ver con el tuyo. Cuando me dejaste siendo una bebé, dejaste también tu derecho de tener palabra en mi vida.
-A pesar de lo que crees, he estado activamente involucrado en cada aspecto de tu vida desde que naciste. Te dejé cuando eras bebé para protegerte. Por los ángeles caídos. Tuve que sacrificar a mi familia…
-No empieces con esa rutina de consuelo – dije, cortándolo y riéndome – Deja de culpar tus decisiones en los ángeles caídos. Tú tomaste la decisión de dejarme, tal vez te preocupabas por mí en ese entonces, pero tu sociedad de sangre Nephil es la única cosa de la que te preocupas ahora. 

Su boca se adelgazó. 

-Debería matarte ahora mismo por burlarte de mí, de mi sociedad, de toda la raza Nephil.
-Entonces hazlo – espeté.

Alcanzando su abrigo, sacó una larga pluma negra que se veía similar a la que había puesto en mi cajón.

-Uno de mis consejeros encontró esto en tu habitación. Es la pluma de un ángel. Imagina mi sorpresa cuando me di cuenta que alguien de mi propia carne y sangre está en compañía con el enemigo. Tú te has burlado de mí. Salir con ángeles caídos  hace que aprendas a mentir. ¿El ángel caído es Peter?
-Tu paranoia es increíble. Encontraste una pluma entre mis cajones, ¿y qué? ¿Qué prueba? ¿Qué eres un pervertido?

Se sentó de nuevo, cruzando sus piernas.

-¿Realmente vas a actuar así? No tengo duda que el ángel es Peter. Lo sentí en tu habitación la otra noche. Lo he sentido en ti por un tiempo.

-Irónico que me estés interrogando cuando sabes más que yo. ¿Tal vez deberíamos cambiar de asiento? – sugerí.
-¿Y de quién esperabas que pensara que era la pluma? – inquirió Hank.
-Tu adivinanza es tan buena como la mía – dije – Encontré la pluma en el cementerio justo después que me dejaste ahí.

Una débil sonrisa se expandió por su cara. 

-Mis hombres le arrancaron las alas a Peter en el mismo cementerio. Debo decir que es su pluma.

Tragué discretamente. Hank tenía la pluma de Peter. No sabía si él sabía el poder que le daba esa pluma sobre Peter. Sólo podía rogar que no lo supiera. 

2 comentarios:

  1. ay no q cagada por terca puso en peligro a peter, NO ES JUSTO.

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  2. Noo!!! Esto se complico más!! Es la pluma de peter??? Más me encanta!

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