- Así que una emergencia – digo
Ángela nos ha citado con urgencia
en su casa, a todo el club: Stefano, Thiago y yo.
- He estado investigando acerca de
la duración de la vida de los ángeles de sangre – dice mi amiga
- ¿Esto tiene algo que ver con la
edad del profesor de historia? – pregunto
- Sí. Después de verlo en la
congregación la semana pasada, me dio curiosidad. El profesor es un Quartarius,
estoy casi segura, pero se ve más viejo que tu madre, que es un Dimidius. Así
que por eso estoy confundida. O el profesor es mucho mayor que tu madre –
continúa con la explicación – o tu madre tiene una edad distinta. Lo que me
hace pensar que los Quartarius deben vivir alrededor de doscientos y veinte y
cinco años…
- Continúa – digo, cuando se
detiene a pensar
- Pensé que los Dimidius, que eran
mitad humanos, podían vivir al menos el doble, entre doscientos y doscientos
cincuenta y cinco años. Así que tu madre estaría a la mitad de esa edad –
continúa sin mirarme a los ojos
- Suena como si supieras todo –
dice Thiago
- Pensé que sí – dice, tragando
fuerte – pero luego leí esto – sostiene su libro entre sus manos y empieza a
leer – “Cuando los hombres empezaron a
aumentar en número en la tierra, y sus hijas nacieron, los hijos de Dios vieron
que las hijas de los hombres eran hermosas, y se casaron con las que
escogieron. El señor dijo, Mi espíritu no se quedará en el hombre para siempre,
porque es mortal, sus días serán ciento y veinte años….”
Luego continúa leyendo todo el
pasaje hasta que finalmente lo comprendo.
- Dios quiere que seamos mortales –
digo
- No importa si somos capaces de
vivir cientos de años. No vivimos más de ciento y veinte – concluye Ángela – he
estado investigando toda la noche y no he encontrado ningún ángel de sangre que
haya vivido más de eso
- Estás loca Ángela – dice Stefano,
levantándose de pronto
- Stefano.. – dice mi amiga
- No es verdad – dice él - ¿cómo
puede ser posible? Está completamente sana
- Está bien – digo lentamente –
hay que calmarnos todos. Así que tenemos ciento y veinte años. ¿No hay
problema, verdad?
- Mar – susurra Thiago
Ahí lo entiendo. He sido una
estúpida. ¿Cómo pude no haberme dado cuenta? Aquí estoy, pensando que todo
estará bien, que ciento y veinte años están bien, porque al menos podemos ser
jóvenes y fuertes. Como mi madre. Mi madre que nació en 1890, aquella que
cumplió ciento y veinte años hace unas semanas.
Me empiezo a marear.
- Me tengo que ir – digo,
poniéndome de pie tan rápido que casi lanzo la silla
- ¡Mar! – me llama Ángela –
Stefano..¡esperen!
- Déjalos ir – escucho que dice
Thiago – tienen que ir a casa
No recuerdo cómo es que
conducimos de regreso. Sólo sé que estaba de pronto ahí, estacionada en la
entrada, con mis manos apretando fuerte el timón del auto. Parte de mi quiere
irse de aquí, no quiero entrar. Pero tengo que hacerlo, tengo que saber la
verdad. Ángela no está mal, no está loca. No es el funeral de Peter en mi
sueño, es el de mi madre.
Por un lado tengo el alivio que
Peter no va a morir, pero al mismo tiempo, quiero llorar, vomitar, lanzarme al
vacío y dejar de sentir el dolor en el pecho. Mi madre va a morir.
Salgo del auto y camino
lentamente hacia la entrada de la casa. Stefano está a mi lado y entra primero,
pasando la cocina y hacia la oficina de mi madre. Cuando abro la puerta, veo a
mi madre leyendo algo en la computadora, su rostro en plena concentración.
- Hola, mi amor – dice cuando me
ve – estoy feliz de que hayas vuelto. Realmente necesito hablar contigo…
- ¿Los ángeles de sangre sólo
viven ciento y veinte años? – suelto de pronto
Su sonrisa se esfuma. Me mira a
mí y a Stefano, que está detrás. Luego regresa a su computadora y la apaga.
- ¿Ángela? – pregunta
- ¿Qué importa cómo lo sé? ¿Es
verdad? – suelto
- Entren – dice – siéntense
Me siento en una de las sillas.
Stefano cruza sus brazos sobre su pecho.
- Así que te estás muriendo – dice
Stefano, con voz monótona
- Sí
Stefano suelta sus brazos,
dolido. Creo que esperaba que le negara la afirmación.
- ¿O sea que, vas a morir porque
Dios decidió que no deberías vivir tanto tiempo?
- Es más complicado que eso – dice
– pero en resumen es eso
- Pero no es justo. Aún eres joven
- Stefano – dice mi madre –
cálmate
- ¿Cómo es que sucede? – pregunto
- No estoy segura. Varía de
acuerdo a la persona. Pero me he estado poniendo más débil conforme pasan los
días, desde el invierno pasado
Los dolores de cabeza que ha estado
teniendo. La fatiga que decía que era por problemas en el trabajo. La frialdad
en sus manos y pies. Las ojeras debajo de sus ojos. No puedo creer que no me
haya dado cuenta antes.
- Así que te estás poniendo más
débil – digo – y, ¿luego qué, desaparecerás?
- Mi espíritu dejará este cuerpo
- ¿Cuándo? – pregunta Stefano
- No lo sé – nos dice con tristeza
- Invierno – digo, es lo único que
sé - ¿cuándo planeabas decirlo?
- Tenías que enfocarte en tu
propósito no en mí – sacude su cabeza – y supuse que estaba siendo muy egoísta.
No quería morirme todavía, te iba a decir ahora. Intenté decírtelo esta mañana….
- Pero hay algo que podemos hacer –
interrumpe Stefano – algún poder superior al que podamos acudir, ¿verdad?
- No, mi amor – responde,
gentilmente
- Podemos rezar o algo – insiste
- Todos morimos, incluso los
ángeles de sangre – se levanta y coloca sus manos encima de las de Stefano – es
mi turno ahora
- Pero te necesitamos – suelta -
¿qué nos va a pasar?
- He estado pensando mucho en eso –
dice mi madre – creo que lo mejor para ustedes es que se queden aquí, que
terminen el colegio. Así que le diré a Emi que los cuide, ella está de acuerdo.
Si es que está bien para ustedes
- ¿Y papá? – pregunta Stefano -
¿Papá sabe?
- Tu padre, él no…él no tiene los
recursos para cuidar de ustedes
- No tiene tiempo, querrás decir –
agrego
- No puedes morirte, mamá – dice Stefano
– no puedes
Ella lo abraza y por un segundo,
él se resiste pero luego se deja caer, temblando mientras ella lo mima. Siento
un nudo en la garganta, pero no lloro. Quiero estar molesta con ella, acusarla
por ser una mentirosa durante toda mi vida, gritarle que nos está abandonando,
pero no lo hago. Me acuerdo de lo que me dijo esta mañana sobre la muerte.
Pensé que estaba hablando de mí y Peter, pero ahora entiendo que estaba
hablando de nosotras.
Me muevo de mi silla, hacia
Stefano. Mi madre me mira, sus ojos brillando con lágrimas. Abre sus brazos
para que entre y me estrecho contra su cuerpo, junto a Stefano. No puedo sentir
nada, es como si estuviera flotando, de alguna manera, desconectada. No puedo
respirar.
- Los amo – dice mi madre, contra
mi pelo – han hecho que mi vida sea extraordinaria. Vamos a hacer esto, juntos.
Todos vamos a estar bien
En la noche, sin poder contener
más mi angustia y aquellos pensamientos de no ver más a mi madre, llamo a
Peter.
- Necesito hablar con Peter –
digo, cuando Cande contesta
- Eh…digamos que ha perdido sus
privilegios con el teléfono
- Can, por favor – digo y mi voz
se quiebra – necesito hablar con Peter
- Está bien
Escucho que corre hacia Peter y
que le dice que algo anda mal conmigo.
- Hola, Zanahoria – dice cuando
contesta - ¿qué pasó?
- Es mi madre – susurro – es mi
madre
Hay un movimiento afuera en mi
ventana. Thiago. Puedo sentir su preocupación, quiere decirme que lo entiende. Él
también perdió a su madre, no estoy sola. Pero está intentando no decirlo,
porque sabe que últimamente aquellas palabras son inútiles en momentos como
éste. Él sólo quiere sentarse conmigo por horas, si es lo que necesito. Él me
va a escuchar, me va a abrazar. Peter no dejó de decir que lo sentía, una y
otra vez, y supe que no sabía que más decir; así que le dije que tenía que
irme.
Me levanto y me acerco a la
ventana, mirando por un instante a Thiago. Él está aquí para mí, siempre ha
estado, de alguna u otra manera. Tengo la urgencia de llamarlo, pero luego me
alejo de la ventana. Me digo a mí misma que no quiero sentirme mejor. No
debería de haber felicidad o consolación en todo eso, quiero está devastada.
Así que me alejo de Thiago hacia el baño para ponerme la ropa de dormir. Ignoro
la presencia de Thiago cuando salgo del baño y él sigue ahí. Se debe de estar
congelando ahí afuera, con la nieve cayendo; pero alejo aquel pensamiento.
Me recuesto en la cama, mi
espalda contra la ventana, y las lágrimas finalmente llegan, corriendo por mi
rostro, en mis ojos, en mi almohada. Me recuesto por un rato largo, tal vez por
horas, y cuando estoy a punto de quedarme dormida, escucho el aleteo de las
alas de Thiago, mientras se va volando.
Muy triste el capitulo!! Pobre q feo lo q le toca pasar! Más!
ResponderEliminarQue triste el cap =/
ResponderEliminarlali deberia haber dejado que thiago la ayudeeee
sube mas :D
Nunca consigue interpretar bien sus sueños.Me dió pena Thiago ,estuvo mucho tiempo para consolarla ,y Lali no quiso su ayuda.
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