domingo, 4 de mayo de 2014

Sin Límites: Trece III

En cualquier otro momento donde busqué la gloria, realmente buscado, la luz siempre ha venido a mí. Ese día en el bosque con mi mamá, cuando luché contra Sam; la noche del accidente de auto después de la fiesta de promoción. Pero ahora no hay ninguna gloria dentro de mí, y si la hay, no la puedo sentir. No puedo acceder a ella.
Todo lo que siento es oscuridad. Porque voy a perder esta batalla. Thiago lo ha visto. Voy a morir.
No —es la voz de Thiago en mi mente—. No morirás.
Lágrimas saltan a mis ojos.
No estás muerto —digo estúpidamente.
Necesito que hagas lo que te digo, exactamente lo que digo. ¿De acuerdo?
De acuerdo.
Escucho el sonido de sirenas a la distancia.
—Danos. Al. Bebé. —Olivia está lo suficientemente cerca para poder matarme. Alza el cuchillo.
—Ándate. Al. Diablo —le digo con los dientes apretados.
¡Alza a Joaco sobre tu cabeza! ¡Ahora! —grita Thiago en mi mente, y no lo pienso, simplemente hago como me dice.
Alzo al bebé y Thiago se levanta con su espada de gloria en la mano, la cual la inserta a través de mi ropa. Pero cuando toca mi piel, sólo siento calidez.
—No —grita alguien.
Mareada, bajo a Joaco hasta mis hombros y es ahí donde veo a Martina de pie a unos cuantos pasos de mí, con una máscara de rabia e incredulidad, gritando.
Y Olivia cae a mis pies, muerta. Cortada por la mitad por la espada de Thiago.
—¡Te mataré! —grita Martin, mirándome con sus ojos llenos de furia.
Pero Thiago está conmigo ahora, a mi lado, con su espalda en mano, y las sirenas se están acercando. En cualquier minuto este lugar estará lleno de bomberos.
—Te juro que te mataré, Mar —dice, mirando hacia la puerta—. Y me aseguraré que sufras primero. —Una lágrima cae por su rostro antes de voltearse y correr entre la oscuridad, el humo y hacia la calle.
No miro a Olivia, no puedo. Me volteo, sintiendo la bilis en mi garganta al darme cuenta que estoy cubierta de su sangre, mi camisa mojada de ésta.
—¿Estás bien? —dice Thiago, sacudiendo mis hombros—. ¿Te hice daño?
—No —respondo a ambas preguntas, luego veo su sangrado—. Tienes una herida.
—Sobreviviré —dice.
Al mismo tiempo, escuchamos gritos.
—Tenemos que salir de aquí. Ahora.
Corremos hacia la salida, hacia el callejón. La noche fría golpea mi piel, mis pulmones, y puedo respirar de nuevo.
***
La mano de Thiago tiembla mientras coloca las llaves en el encendido. Luego su mandíbula se tensa y la camioneta se enciende. Ninguno de los dos dice nada por un rato, sólo se escucha el sonido del motor mientras el auto avanza.
—¿A dónde vamos? —pregunto mientras sale a la carretera que nos llevará fuera de la ciudad.
—No lo sé —dice—. La chica, la que no. —Deja de hablar por un minuto y toma un gran respiro, como si estuviera evitando no vomitar—. Probablemente llame a refuerzos. No sé cuánto tiempo le llevará ir al infierno y regresar.
—Martina —murmuro.
Me mira bruscamente.
—¿Cómo sabías su nombre?
—Es la novia de Stefano.
—¿Y sabe que tú lo eres? ¿Sabe tu nombre?
—Sí.
—Entonces no podemos ir a casa.
—¿Por qué? Es tierra santificada, tu casa y la mía.
Sacude su cabeza.
—Eso sólo funciona con las Alas Negras, no con los Triplare. —Toma un gran respiro—. Tenemos que irnos —dice, lentamente, porque sabe que esto me va a enojar e entristecer—. Te estarán cazando. Irán tras el bebé, también. Tenemos que irnos lejos de aquí.
—Pero Ángela…
—Ángela querría que cuidemos de Joaco —dice.
Sé que tiene razón, pero hay una finalidad que siento en este momento, como si en el momento en que abandone este lugar, nunca más volveré. Siempre estaremos escapando, siempre estaremos asustados.
—Mar, por favor —dice suavemente—. Lo resolveremos juntos. Pero ahora mismo necesito que confíes en mí. Te necesito segura.
Trago con fuerza y asiento. Thiago baja su cabeza por un segundo, aliviado, luego busca un mapa en el asiento trasero. Lo abre, mostrando el mapa de Estados Unidos.
—Cierra tus ojos y coloca tu dedo en un punto —dice—. Y es ahí dónde iremos.
Lo hago.
Me pregunto si alguna vez volveré a ver a Peter.

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