domingo, 4 de mayo de 2014

Sin Límites: Deiciséis

Dos minutos para la medianoche

En la visión, estoy esperando a alguien. Estoy al lado de una banca de metal larga, estoy de pie porque estoy muy nerviosa como para sentarme. Tomo unos cuantos pasos en una dirección. Me detengo. Camino hacia la otra dirección. Miro alrededor. Reviso mi reloj.
Dos minutos para la medianoche.
Mi cabeza está llena de miedo, mi pecho apretado, mi corazón latiendo rápido. Esto es una locura, pienso. Temeraria, me diría mi mamá. Loca. Pero aquí estoy de todos modos.
Detrás de mí algo sisea, fuerte y mecánico, y me volteo para mirar. Hay un tren, rueda lentamente hacia mí.
Tal vez se supone que deba ir algún lado.
El tren pasa, sonando con un ritmo pesado como mi corazón. Los frenos suenan mientras se detiene, y la puerta de pasajeros se abre. Doy un paso hacia adelante y miro hacia la plataforma vacía. Después que las puertas se han cerrado, suena el motor y el tren continúa.
Reviso mi reloj. Un minuto antes de la medianoche.
Cuando alzo la mirada de nuevo, veo a un ave volar desde el techo del tren, oscuro como una sombra. Aterriza en una farola al otro lado de los rieles, inclina su cabeza hacia mí y hace un sonido. Es un cuervo. Mi corazón empieza a latir aún más rápido.
—Caw —dice el cuervo, tentándome, llamándome a unirme a él.
Empiezo a caminar hacia él, y no miro atrás. Porque conozco a esta ave, y él será mi guía.
***
Estoy de vuelta en la Iglesia, al medio del círculo, mi rostro alzado. Aturdida, me alejo de ahí, hasta sentarme debajo de un árbol donde siempre estudio. Pienso en el nombre de Sam, una y otra vez, llamándolo de la única forma que sé, esperando que esté ahí para mí.
Y espero.
Siento su presencia antes de verlo. Sale de los árboles hacia el borde del campis, sus ojos llenos de curiosidad.
—Me llamaste —dice.
—Sí, lo hice.
—No esperaba verte aquí de nuevo —dice—. Estás en grandes problemas con Gran Hermano.
Así que ya lo sabe. Por supuesto que lo hace, seguro que el chisme es algo básico en el infierno.
—Podrías decirlo. Estoy lista para contarte una historia —digo—. Pero, quiero algo a cambio.
Sonríe, sorprendido, satisfecho e incluso más curioso ahora. Abre sus brazos, sus palmas hacia arriba, y retrocede, haciendo una reverencia.
—¿Qué puedo hacer por ti, pequeña ave? —dice.
—Los Alas Negras se llevaron a mi amiga Ángela. ¿Sabes dónde está?
—Sí. Juan Cruz la tiene.
—¿En el infierno?
—Naturalmente.
Trago.
—¿La has visto?
Asiente.
—¿Está bien?
—Nadie está bien en ese lugar —dice, con una mueca cruel en su boca.
—¿Ella….está viva?
—Físicamente hablando, sí, su corazón estaba latiendo la última vez que la vi.
—¿Y cuándo fue eso?
—Hace un buen tiempo —responde con una risa.
Muerdo mi labio.
—Ya te dije lo que sé sobre tu amiga. Ahora cuéntame la historia.
—Aún no. Necesito algo más. —Tomo un gran respiro.
Sé valiente, mi querida, me dijo una vez mi madre. Eres más fuerte de lo que crees.
—Necesito que me lleves donde Ángela —digo entonces—, al infierno.
Suelta una risa.
—¿Para qué?
—Así puedo sacarla de ahí.
Sus ojos se amplían.
—Hablas en serio.
Asiento.
—Imposible —dice.
—¿Por qué? —pregunto, cruzando mis brazos sobre mi pecho—. ¿No tienes los poderes para hacerlo? Me llevaste antes ahí.
Lo provoco, y él lo sabe. Aún así, sonríe.
—Podría llevarte ahí fácilmente. Sacarte de ahí será mucho más difícil. Las posibilidades son que te pierdas a ti misma en pocos minutos y te quedes atrapada como tu amiga.
—Soy fuerte.
—Sí, ¿y qué? ¿Por qué eres tan fuerte?
Sonrío vagamente.
—Estarías bajo la nariz de Juan Cruz y llevándote algo que le pertenece a él —dice.
—Sí. ¿Me ayudarás
—¿Y todo eso por una simple historia? ¿Me tomas de tono?
—Entonces supongo que esta es una historia sin sentido. —Me encojo de hombros y me pongo de pie—. Bueno, valió el intento.
—Espera —dice, todo humor abandonó su voz—. No he dicho que no exactamente.
Esperanza y terror brillan simultáneamente en mi pecho.
—¿Entonces me llevarás?
Él duda.
—Es muy peligroso, para ambos, pero especialmente para ti. Es bastante probable que seas atrapada…
—Por favor —digo—, tengo que intentarlo.
Sacude su cabeza.
—No entiendes la naturaleza del infierno. Te tragará. A menos… —Empieza a caminar, tiene una idea, una muy buena—. Muy bien, si no puedo convencerte, te llevaré.
—¿Qué tan rápido podemos ir?
—Esta noche. Eso te dará suficiente tiempo para reconsiderarlo. —Se inclina sobre mí—. Esto es demasiado arriesgado, pequeña ave, no importa lo fuerte que creas que eres.
—¿Cuándo debo encontrarme contigo? ¿Dónde?
—¿Dónde está la estación de tren más cercana?
—A unas cuantas cuadras de aquí. Palo Alto.
—Encuéntrame en esa estación entonces —dice—. Medianoche.
Ya sabía el lugar y la hora, de la visión, pero escucharlo de su boca, sabiendo de que todo esto es verdad, me aturde. Esta noche iré al infierno.
—Usa negro o gris, nada conspirador o brillante, y cubre tu cabello—dice—. También, debes traer a un amigo, otro Nephil, o no puedo llevarte.
Se voltea como si se fuera a ir.
—¿Un amigo? No puedes hablar en serio —jadeo.
—Si quieres tener éxito en esta pequeña excursión, necesitas a alguien que te baje a tierra. Alguien que te ayude a alejar las penas de los condenados. De otro modo, tu regalo de sentir lo que otro sienten, te derrotará. No durarás dos minutos.
—Muy bien —digo como puedo.
Se convierte en un ave. Mis ojos no son lo suficientemente rápidos para ver la transición, pero un segundo es un hombre, y al siguiente un cuervo.
Medianoche, dice en mi mente. Y no te olvides, me debes una historia.

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