domingo, 4 de mayo de 2014

Sin Límites: Once I

El camino Perdido y Correcto

Al día siguiente, Ángela oficialmente deja la Universidad de Stanford. Su mamá aparece dos días después y la ayuda a recoger sus cosas y colocarlas en el auto, mientras yo me quedo en la acera, viéndolas irse.
Las visiones empiezan a venir con mayor frecuencia durante todo Febrero e inicios de Marzo. Divido mi tiempo entre estudiar para la universidad y prepararme para lo que vendrá en la habitación oscura.
Las cosas entre Thiago y yo están tensas, pero hemos vuelto a vernos cada mañana, para caminar y hablar un poco. Sobre todo en general.
En Marzo llego a ver a mi hermano, después de mucho. Lo extraño. Lo miro medio a escondidas por la ventana de la pizzería. Se ve infeliz, moviéndose entre las mesas y recogiendo los platos, sin alzar la mirada, haciendo una tarea muy monótona.
Justo entonces, cuando ya había decidido que era momento de irme, una chica con cabello largo, de color negro oscuro, entra al restaurante, y algo sobre ella me hace detenerme. Dice el nombre de Stefano y él alza la mirada antes de sonreír. Dios mío, realmente sonríe, algo que no lo he visto hacer desde que Mamá admitió que estaba muriendo.
Ella debe ser Martina, la chica que se ha robado el corazón herido de mi hermanito.
Por supuesto que ahora me tengo que quedar y observarlos.
Ella de desliza a un asiento vacío y se recuesta. Stefano inmediatamente acelera el paso y termina de limpiar las mesas restantes. Luego desaparece en la cocina por un minuto y regresa con un vaso de lo que parece ser té helado. Ella le sonríe. Él se limpia su mano en su mandil y se sienta al frente de ella.
De pronto, se están sosteniendo las manos por encima de la mesa. Stefano está riendo, realmente riendo, su rostro completamente encendido, sus ojos brillantes. Ella lo hace feliz.
Él está bien. Debería irme.
Pero, como la mala suerte me acompaña, justo en ese momento, una familia en el restaurante se levanta y Stefano se acerca a ellos. En ese instante, sus ojos me ven y es imposible que me esconda. Su boca se abre y luego Martina se voltea hacia mí y se queda mirándome.
Inmediatamente me alejo, caminando hacia mi auto.
—¡Mar! —grita Stefano—. ¿Qué estás haciendo?
Me volteo de un envión.
—Quería asegurarme que estuvieras bien. No has llamado en meses.
Se detiene y cruza sus brazos sobre su pecho.
—Te lo sigo diciendo, estoy bien. ¿Quieres regresar conmigo? Puedo darte un poco de pizza gratis.
—Bueno, ya sabes que no puedo negarme a eso.
—Mi novia está ahí —dice, mientras regresamos al restaurante.
—¿Lo está? No lo noté —digo, con inocencia.
Rueda sus ojos.
—¿No me humilles, de acuerdo? Ninguna historia de cuando era pequeño. Promételo.
—De acuerdo —digo—. Ninguna historia de cuando tenías tres años y te hiciste popó en el jardín del vecino.
—¡Mar!
—De acuerdo, seré buena.
Abre la puerta para mí. Martina aún sigue donde estaba, sus ojos curiosos. Sonríe cuando nos acercamos.
—Marti, ella es mi hermana, Mar —balbucea Stefano, con una introducción formal—. Mar, Marti.
—Hola —digo, y la saludo.
—Stefano me ha hablado bastante de ti —dice ella, mientras Stefano y yo nos deslizamos en el asiento.
—Buenas cosas, espero.
Alza una ceja y sonríe.
—La mayor parte —dice.
—Oye, debo ir a trabajar —dice mi hermano y se levanta—. ¿Pizza con vegetales? —pregunta, mirando a Martina.
—Ya sabes lo que me gusta —responde ella.
Él sonríe, y se va hacia la cocina.
—Stefano me dijo que tú vas a Stanford —dice.
—Sip.
—Debe ser difícil. Nunca me gustó la universidad. Fui tan feliz cuando me gradué.
—¿Graduaste? —Me es imposible evitar la sorpresa en mi voz—. ¿Cuándo te graduaste?
—Hace dos años. —Se encoge de hombros—. Estoy contenta de haber salido de ese agujero.
¿Cuántos años tenía, veinte?
—Así qué….¿vives por aquí? —pregunto.
—Sí y no —dice—. Mi padre tiene un sitio de tatuajes no tan cerca de aquí, pero los chicos que trabajan ahí les gusta comer aquí. Así que paso por aquí regularmente.
—Espera, pensé que tu papá tenía un club.
—Eso también. —Sonríe.
Stefano regresa a nuestra y se sienta con nosotros, escanea nuestros rostros.
—¿De qué hablaban?
—Le estaba contado sobre la tienda de tatuajes de mi padre —dice Martina.
—Ese lugar es increíble —dice él, mirándola con adoración.
—Muéstrale lo que te hiciste.
Él sacude su cabeza.
—No.
—¿Te hiciste un tatuaje? —digo, mi voz un poco fuerte.
—Muéstrale —urge Martina.
Él gruñe y se alza la manga de su camisa para revelar unos símbolos en su antebrazo.
—Eso es caliente —dice Martina—. Dice…
—Controlo mi destino —leo su piel y luego cierro mis ojos lentamente. Probablemente ella me cree loca.
—Las palabras fueron su idea —dice Stefano—. Estoy ahorrando para el próximo.
—¿Próximo? —Intento sonar calmada.
—Sí, estoy pensando en un ave en mi hombro.
—Tal vez un cuervo —sugiere ella.
Hago como que reviso mi reloj. Hora de irme.
—Chicos…debo irme. Tengo que estudiar para los exámenes.
Me pongo de pie y salgo del banco. Le extiendo mi mano a Martina.
—Fue un placer conocerte.
—Igualmente —dice ella.
Su mano es fría y suave, con manicure perfecta, y su mente es alegre. Está disfrutando haberme visto fuera de balance.
Aparto mi mano.
—¿Me acompañas al auto? —le pregunto a Stefano.
—Realmente no debería…
—Tomará dos minutos —insisto.
Caminamos en silencio hasta que llegamos al auto. Me volteo para enfrentarlo. Mantente calmada, me digo a mí misma. No enloquezcas.
—Mar, no estés enojada.
—¿Te hiciste un tatuaje?
—Está bien.
—Dios, odio esa palabra. Esto no está nada bien. Estás yendo a discotecas, colocándote tatuajes, tomando, y saliendo con una chica mayor.
—No es tan mayor —protesta.
—¡Es ilegal! —Cierro mis ojos y acaricio mi frente, tomo un respiro—. De acuerdo, Stefano. Esto es suficiente. Deberías venir a casa ahora.
—¿No has escuchado nada de lo que te dicho, verdad? Donde estaba no era mi casa, nunca.
Lo miro, sin palabras. Su casa no es donde estoy yo.
—Estoy en casa —dice—. Aquí.
—¿Le dijiste a Martina que eres….? —Mi voz tiembla.
—Le he dicho todo —dice, alzando su mentón—. Está bien. Puedo confiar en ella.
Le empiezo a gritar de nuevo.
—¿No aprendiste nada de tu ex?
Sacude su cabeza.
—Martina no es como ella. Ella lleva bien todo lo paranormal. Me acepta por lo que soy. Incluso hemos hablado sobre la religión. Es tan inteligente, y lee todos estos libros. Si dejaras de juzgarla, vería que es la chica perfecta para mí.
—¡Eres un tonto! Nos están poniendo a todos en peligro. ¿No lo entiendes? ¿No entiendes que gente podría quedar herida, incluso asesinada, si no mantienes lo que somos en secreto?
Sus ojos brillan de una forma que me recuerda a Papá.
—Tú no eres imi madre.
—¿No crees que lo sé? Mamá enloquecería y…
—Así que deja de actuar como ella —me interrumpe—. Tengo que regresar.
Se voltea para volver.
—¡Oye! ¡No hemos terminado de hablar!
—Es mi vida —ruge—. ¡Por última vez, aléjate de mi vida!
Se aleja dando pisotones y desaparece en el restaurante. Yo entro al auto y lanzo mis manos contra el volante.
Extraño tanto a Mamá que no puedo respirar. Mis ojos se nublan.
Nada en mi vida está saliendo bien.
Temblando, busco mi teléfono. Suspiro y marco su número.
—Soy yo —digo, cuando Thiago contesta—. Te necesito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario