domingo, 4 de mayo de 2014

Sin Límites: Trece II

Se mueven hacia la puerta, dándole a Thiago unos cuantos segundos para que me jale por las escaleras antes de ser vistos. No hay suficiente tiempo para hacer nuestro camino hasta la calle, así que me empuja dentro de la amplia sala, moviéndonos ciegamente en la oscuridad.
Ana está muerta. Ángela está siendo llevada al infierno. Y no hay nada que pueda hacer.
El grupo baja las escaleras, primero Camilo, después Ángela, siendo empujada por dos chicas idénticamente vestidas. No veo sus rostros, pero sé que son jóvenes, tal vez de mi edad, o menores. Luego viene un chico, y finalmente otro en un traje negro, que debe ser J. Cruz. Él alza una mano, y todos se detienen.
—Ustedes dos —dice—quiero que se queden y limpien todo.
—¿Limpiar? —repite una de las chicas—. Pero Padre….
—Quemen el lugar —dice él.
—¿Pero cómo vamos a regresar? —pregunta la otra.
—Sólo encárguense de esto —dice él, irritable. Luego se dirige a Ángela—. Aquí, mi niña, es donde debes abandonar toda esperanza.
Y con eso, se desvanecen.
Las gemelas discuten por unos minutos entre ellas, enojadas por tener que quedarse siempre con el trabajo aburrido. Hasta que finalmente obedecen a su padre y empiezo a oler el humo.
Sé cómo sucederá todo esto, sé que ésta es mi visión. Ésta es la habitación, aquí está el humo, las dos sombras. Sólo que aún espero que ellas se vayan y todo regrese a la normalidad. Aún tengo esperanzas de encontrar a Joaco y salvar a Ana.
Pero luego, de pronto, hay un sonido estridente, es un llanto, uno aterrado. Y recuerdo: Joaco está con nosotros. En algún lugar en la oscuridad.
—¿Qué fue eso? —dice una de las gemelas—. Shh. Cállate.
De pronto, el llanto cesa. Sostengo mi aliento.
—Hay algo ahí. Consigue luz —dice una de ellas.
—No puedo encontrar el interruptor.
—Mira esto —dice la otra, riendo.
La bola de fuego se arquea sobre mi cabeza y golpea la pared. Estoy cegada por la luz.
—¡Agáchate! —grita, su espada de gloria como una llama en su mano.
Me intento esconder y me golpeo el mentón mientras Thiago me sobrepasa, golpeando a una de las gemelas con su espada. Ella reacciona inmediatamente e intenta darle en sus piernas, pero él se hace a un lado. La otra chica sisea e intenta atacarlo también.
—¿Quién eres? —espeta.
—Un ciudadano —dice como puede.
Aún no me ven a mí. Me escondo aún más mientras observo a Thiago esquivando otro golpe de la otra gemela, moviéndose más rápido de lo que jamás lo había visto.
El fuego está llenando la habitación con humo negro, que empieza a quemar. El bebé empieza a llorar de nuevo, más fuerte esta vez, más enojado. Las gemelas se dirigen hacia el sonido. Pero Thiago las obstaculiza, colocándose entre las dos. Evita que sigan avanzando. Lo veo con fiereza, dispuesto a todo, pero también lo veo cansado.
Necesito levantarme, pienso. Necesito sacar mi espada y ayudarlo.
Intento recoger mi cuerpo y me pongo de pie temblando.
No, retrocede —dice Thiago en mi mente—. Las sostendré. Encuentra el bebé.
Me muevo de la sala a la pequeña oficina que tiene Ángela, buscando a Joaco. Llamo su nombre aunque sé que es inútil porque él no va a responder. Tengo que encontrarlo. La sala ya está casi completamente en llamas y Thiago está ahí, debo apurarme. No puedo irme sin Joaco.
Y luego recuerdo el escondite detrás de la mesa de la oficina, bastante pequeño para que entre…un bebé. Ángela solía esconderse ahí cuando era pequeña y ése era su secreto. Sólo Thiago y yo lo sabíamos.
Corro hacia el lugar y luego encuentro el escondite, tratando de respirar y luchar contra el humo creciente. Meto mis manos y toco algo suave, cálido y vivo. Saco un bulto envuelto en una sábana. Joaco.
Lo amarro bien a mi cuerpo y me dirijo hacia una puerta trasera, que me llevaría a un callejón detrás de la casa.
Thiago, pienso. Lo tengo. Estoy saliendo.
Pero antes de tomar tres pasos, encuentro mi camino bloqueado por las gemelas.
Retrocedo un paso. Son las novias de mi hermano. Al menos una de ellas.
—Martina —digo, parpadeando en confusión.
—Mar —dice una de ella—. Oh por Dios. —Sonríe—. Qué coincidencia, yo encontrándome contigo aquí, de todos los lugares posibles. Mar, me gustaría introducirte a mi hermana Olivia —dice, como si nos hubiéramos encontrado en un club.
—Danos el bebé —dice Olivia—. Se ha terminado.
Miro sobre mi hombro, hacia la sala. ¿Dónde está Thiago?
—Oh, nos encargamos de tu amigo, aunque luchó bastante —dice Martina—. Ahora, danos al bebé. Si nos lo da ahora, prometo que será rápido cuando te mate.
Mi garganta se cierra ante la idea de Thiago en la oscuridad en algún lado, muerto o muriendo, su alma desnuda. Aprieto a Joaco contra mi pecho. Está muy callada, demasiado, pienso, pero no me puedo preocupar por eso en este momento.
—Dame al bebé —dice Martina.
Sacudo mi cabeza.
Ella suspira y realmente estoy malogrando su día.
—Voy a disfrutar matándote.
Una cuchilla negra aparece en su mano. Se acerca a mí.
—Sólo adoro a tu hermano, ya sabes. —Se ríe—. Es el mejor novio que he tenido. Tan atento, tan sexy. Va a ser horrible cuando se entere que su hermana murió. Tan trágicamente, en un incendio.
Necesito llamar a la gloria, no hay otra salida. Sólo que no sé si las alejará como a los Alas Negras. Tengo que intentarlo.
Cierro mis ojos e intento enfocarme.

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