domingo, 4 de mayo de 2014

Sin Límites: Veintiuno I

El Profeta

Me despierto en mi habitación. Por un minuto considero si es que todo fue un mal sueño. Se siente como uno. Pero luego la realidad se sitúa. Gruño y me volteo a un lado, curvándome en posición fetal, presionando mis manos contra mi frente hasta que duele, y empiezo a balancearme hacia adelante y hacia atrás, porque sé que Peter se ha ido.
—No —dice una voz—. No llores.
Hay un ángel sentado al borde de mi cama, puedo sentir que me ama. Está agradecido de que esté bien. En casa.
Me volteo para mirarlo.
—¿Papá?
No es papá. Es un hombre con un cabello recién cortado, los ojos del color del cielo. Sonríe.
—Tu padre no pudo venir esta vez, pero te manda su amor —dice—. Yo soy Uriel.
Uriel. Lo he visto antes. En alguna parte de mi cerebro tengo una imagen de él al lado de mi padre. Me siento y de ponto me veo aturdida por toda mi debilidad, un hueco en mi estómago, como si no hubiese dormido por días. Uriel asiente, mientras me vuelvo a hundir en las almohadas.
—Tuviste una gran aventura, ¿verdad? —dice—. Lo hiciste bien. Hiciste lo que tenías que hacer. Y tal vez más de lo que debías.
Pero no lo suficientemente bien, pienso, porque Peter está muerto. Nunca más lo volveré a ver.
Uriel sacude su cabeza.
—El chico está bien. De hecho, está más que bien. Por eso he venido a verte.
Todo mi cuerpo se siente tan aliviado al escuchar sus palabras.
—¿Está vivo?
—Sí.
—¿Estoy en problemas? ¿Se supone que no debía salvarlo?
Uriel ríe.
—No estás en problemas. Pero lo que hiciste por él, la forma en que te purificaste con él, lo salvó, pero también lo ha cambiado. Necesitas entender.
—¿Lo cambió? —repito, sintiendo un nudo en la garganta—. ¿Cómo?
Suspira.
—En la antigüedad, llamábamos a un persona con tanta gloria, con tanto poder dentro de sí, como un profeta.
—¿Qué significa eso?
—Él será ligeramente más que humano. Los profetas del pasado a veces han sido capaces de curar a los enfermos, o conjurar fuego o tormentas, o tener visiones del futuro. Afecta las pequeñas cosas su sensibilidad a parte del mundo que los humanos usualmente no ven, su comprensión del bien y del mal, la fuerza de tanto su cuerpo como espíritu. A veces también afecta su longevidad.
Me tomo un minuto para digerir esta información. Me pregunto qué significará la palabra longevidad en este caso.
—Deberás mantener un ojo en él. Asegurarte que no se meta en problemas.
Lo miro directamente e intento tragar.
—¿Y J. Cruz? ¿Va a venir por nosotros?
—Lidiaste con él bastante bien —dice, con un tono de orgullo en su voz.
—¿Yo…lo maté?
—No —responde—, él ha retornado al cielo. Sus alas son blancas otra vez.
—No lo entiendo.
—Una espada de gloria no es sólo un arma. Es el poder de Dios, y tú la insertaste justo en el centro del ser de Juan Cruz. Lo llenaste de luz.
—Todo lo que hice fue usar la espada una vez —digo, avergonzada por la idea.
—¿Eso fue todo? —pregunta ligeramente, como si me estuviera bromeando, pero no estoy segura.
—¿Y los otros Observadores? ¿Vendrán?
—Cuando Juan Cruz cayó, el liderazgo de los Observadores cayó en Sam. Y por alguna razón misteriosa, no creo que él venga a atacarte.
Eso funcionó bien, pienso. Parece que todo es muy bueno para ser cierto, siendo honesta. Tengo que cuidar de Peter, estoy a salvo de las Alas Negras. No estoy, por una vez, en problemas. Estoy esperando a que me lancen la noticia mala.
—No estás a salvo de las Alas Negras —dice Uriel—. Los Observadores sólo son una pequeña fracción de los caídos, quienes aún estarán buscando a los Nephils y haciendo de las suyas por todo el mundo.
—¿Y cuál es su agenda?
—Ganar la guerra, querida. Vamos a tener que estar vigilando nuestro trabajo, estar al tanto, estar preparados, todos. Hay tanto por hacer, muchas batallas.
—¿De eso se trata mi propósito? ¿Pelear? —pregunto.
—¿Eso es lo que piensas que es?
—No. No me veo a mí como una luchadora. Pero, ¿entonces qué soy? ¿Cuál es mi propósito? —Alzo mis ojos hacia los de Uriel, y él me da una sonrisa simpática. —Oh, claro. No vas a decírmelo.
—No puedo —dice—. Eres la única que puede decidir cuál es tu propósito Mar.
¿Yo decido? ¿Ahora dice que yo puedo decidir? Hola, nuevas noticias…
—Pero las visiones…
—Las visiones te llevan hacia las bifurcaciones del camino que los llevará a ser lo que deben ser.
Sacudo mi cabeza.
—Espera. ¿Así que, bajo que camino debo ir? ¿Yo decido las cosas o finalmente es algo que está en el destino?
—Ambas.
De acuerdo, esa es una respuesta frustrante.
—¿Cuál es tu propósito Mar?
Thiago, pienso inmediatamente. En cada visión, está él. Está presente en cada camino. ¿Pero eso significa que él es mi propósito? ¿Una persona puede ser un propósito?
—No lo sé —admito—. Quiero ser buena. Quiero hacer buenas cosas. Quiero ayudar.
Él asiente.
—Entonces debes decidir lo que deba ayudarte a hacer eso.
—¿Habrán más visiones?
—¿Crees que habrán más bifurcaciones en tu camino? —pregunta, con otra pregunta como respuesta.

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