domingo, 9 de agosto de 2015

Predestinado: Capítulo Uno

Lali

Acababa de voltearme para ver los hermosos globos. Me gustaba más el rosado. Me recordaba a la goma de mascar. Había estado tratando de pensar en algo que podía prometerle a mami que haría así ella me compraba uno. Tal vez limpiar debajo de mi cama u ordenar sus zapatos del ropero. Pero solo había sido un segundo en el que me había detenido y había pensado en ello. Ahora, mi mamá se había ido. Lágrimas nublaron mi visión y solté un sollozo de pánico. Ella me había advertido que podía perderme entre la multitud si no estaba atenta. Normalmente sostenía su mano cuando estábamos en sitios llenos pero hoy ella estaba cargando un montón de libros en sus brazos. Había sido mi responsabilidad no perderla. Pero lo había hecho. ¿En dónde dormiría? Miré alrededor nerviosamente ante la gente cubriendo las calles llenas. El Festival de Artes y Entretenimiento había traído gente a nuestro pequeño pueblo. Estirándome para poder buscar a un policía para que me ayude, traté de ver y por un segundo me olvidé de mi crisis cuando el olor a torta llegó a mí.

—No llores, yo te ayudaré.

Frunciendo el ceño, estudié al niño en frente de mí, su cabello estaba corto y sus ojos grandes se veían preocupados. Nunca lo había visto antes. Él no iba a mi escuela. Tal vez era un turista. Quien sea que fuera, supe que no podía ayudarme. También era solo un niño.

—Perdí a mi mamá —murmuré, sintiéndome avergonzada que él me haya atrapado llorando.

Él asintió con la cabeza y estiró su mano.

—Lo sé. Voy a regresarte con ella. Estará bien, lo prometo.

Tragando el nudo en mi garganta, pensé sobre su oferta. ¿Podría ayudarme? Dos pares de ojos buscando a un oficial de policía serían mejor que un par, supongo.

—Eh, si solo pudieses ayudarme a buscar a un policía así él puede encontrarla sería lindo.

Me sonrió como si pensara que yo era graciosa. No había estado bromeando y nada sobre esto daba pie a sonreír.

—Realmente sé en dónde está ella. Confía en mí.

Su mano aún seguía estrechada hacia mí. Frunciendo el ceño, pensé sobre todas las razones de que esto era una mala idea. Él no podía ser mucho mayor que yo. Tal vez tenía siete a lo mucho. Pero parecía tan seguro de sí mismo. Además, no era un extraño adulto. No me secuestraría.

—De acuerdo —repliqué finalmente, deslizando mi mano contra la de él. 

Su rostro pareció relajarse. Sin duda esperaba que él no nos haga perder a los dos.

—¿En dónde están tus padres? —pregunté, de pronto dándome cuenta que tal vez ellos podían ayudar.

—Por aquí, en algún lugar —replicó un pequeño fruncido tocó su frente—. Ven conmigo —su voz fue gentil pero firme. Me recordaba a un adulto—. Ahí está —dijo el niño mientras detenía nuestra búsqueda y apuntaba con el dedo hacia una acera más allá.

Sin duda, ahí estaba mi mami y estaba realmente triste. Una mirada asustada estaba en su rostro mientras cogía los brazos de la gente pasando y les hablaba frenéticamente. Me di cuenta que me estaba buscando. Necesitando tranquilizarla, retiré la mano de la del niño y corrí hacia su dirección.

Sus ojos grandes, redondos y aterrados me encontraron y soltó un sollozo para luego gritar mi nombre.

—¡Lali, Lali, Lali!

Mis ojos se abrieron y el ventilador del techo me saludó, el sol insertándose por mi ventana y mi madre frustrada golpeando mi puerta.

—Vas a llegar tarde a la escuela. Levántate ahora mismo.

—Estoy despierta. Tranquila —grité con voz ronca del sueño y me forcé a mí misma a sentarme.

—Finalmente. Te juro chica que se está volviendo cada vez más difícil para ti levantarte. Hice panqueques de desayuno.

—De acuerdo, de acuerdo —murmuré y sobé mis ojos de sueño.

Había tenido otro de esos sueños. ¿Por qué estaba soñando con imágenes de mi infancia y por qué justo ahora me estaba dando cuenta que ese mismo niño me ayudó en cada una de mis experiencias traumáticas? Me había olvidado sobre ese día en el festival, perdiéndome. Pero había sucedido. Lo recordaba ahora. Y ese niño…había estado ahí. ¿Por qué era tan familiar?

La puerta de mi habitación se abrió suavemente y mis preocupaciones se desvanecieron ante la vista de Peter entrando a mi habitación. Había estado empezando a usar mi puerta en lugar de solo aparecer de la nada y asustarme. Era una pequeña petición que él siempre había tratado de honorar.

—Ella está haciendo panqueques…¿crees que me dejará tener unos cuantos cuando llegue a recogerte para la escuela?

Su voz era profunda e hipnótica. Incluso ahora, quería suspirar y hundirme en la calidez que enviaba a través de mí. Me puse de pie y cerré la corta distancia entre nosotros. Deteniéndome justo delante de él coloqué ambas manos en su pecho y sonreí hacia sus ojos brillantes y verdes.

—Hasta que Pablo regrese tú no eres exactamente su persona favorita. Ya lo sabes.

Frunció el ceño y odiaba que mi madre sea tan difícil. No me gustaba hacerlo fruncir. Pero desafortunadamente, con mi ex novio de pronto desaparecido, mi madre me estaba culpando por terminar con él por otro chico. No era como si pudiera decirle la verdad. Ella pensaría que estaba loca de verdad esta vez y nunca sería retirada de la casa mental.

—Oye —dijo Peter, alzando su mano para ahuecar mi rostro—, detente. Esto no es tu culpa. Además, ambos sabemos que no necesito comida. Sus panqueques solo huelen increíble.

A veces puede ser perfecto que pueda leer mis emociones. Otras veces me enoja.

—Bueno, tal vez si me explicaras exactamente a qué te refieres con “Pablo no es humano”, entonces no me sentiría tan culpable.

Peter suspiró y se hundió en mi cama, jalándome contra su regazo. Sus ojos verdes aún sostenían un trazo del brillo que se prendía en ellos cuando tomaba un alma en el momento de muerte del cuerpo. Envolví mis brazos alrededor de su cuello intentando mantener la expresión seria en mi rostro. Cuando estaba así de cerca era difícil pensar coherentemente.

—Te dije que no estoy completamente seguro de qué es Pablo exactamente. Todo lo que sé es que no tiene alma. Esa es la única cosa que sé con seguridad.

Coloqué un mechón de su cabello detrás de su oreja y decidí intentarlo.

—Bueno, ¿qué crees que es?

Peter alzó sus cejas y un hoyuelo sensual produciendo una sonrisa apareció en su rostro.

—¿Coqueteando Lali? ¿En serio? Esperaba más de ti que eso. ¿Cuándo mi chica se puso toda actriz conmigo…ehhh?

Acaricié su pecho y le saqué la lengua.

—Eso no es actuar.

Su risa de sorpresa envió temblores de placer por mi espina dorsal.

—Sí Lali, lo es. No me gusta que coquetees. Ya lo sabes.

—¡LALI, BAJA Y COME! VAS A LLEGAR TARDE —la voz de mi madre se escuchó con fuerza.

—Anda come. Estaré afuera en veinte minutos para recogerte —susurró en mi oído antes de besar mi cabeza y ponerme de pie. 

Coloqué mis manos en mis caderas para discutir pero él se desvaneció antes que pueda soltar una palabra.

—Solo porque eres la Muerte no significa que puedes irte siendo rudo —siseé al espacio vacío solo en caso él estuviera lo suficientemente cerca para escucharme.

Con un bufido de enojo, me dirigí al baño para alistarme.



—No vas a tener tiempo de sentarte y tomar desayuno si tienes la intención de llegar al primer periodo antes de la campana —dijo mi mamá, frunciendo el ceño mientras yo entraba a la cocina.

—Lo sé. Solo llevaré el panqueque conmigo.

Cogí uno de los panqueques que ella había apilado en el plato en el centro de la mesa e instantáneamente sentí culpa por demorarme tanto en alistarme. Ella obviamente había hecho un desayuno rico para mí para empezar mi día y yo solo había tenido tiempo de coger el panqueque y comerlo en mi camino en el auto de Peter.

—Lo siento, Mamá. Dormí más de la cuenta. Gracias por esto —dije, inclinándome para besarla en su mejilla antes de tomar mi mochila de la mesa de la cocina.

—Necesito comprarte una alarma —murmuró y retiró una silla para sentarse.

—Te prometo que mañana me levantaré treinta minutos más temprano para disfrutar el desayuno, juntas.

Ella no sonrió sino que frunció el ceño hacia su taza de café. Maldita sea, sabía cómo hacerme sentir mal.

Retirando una silla, me senté sabiendo que me levantaría en menos de tres minutos pero quería hacerla feliz y quería preguntarle sobre mi sueño.

—¿Recuerdas cuando era una niña y me perdí en la Feria de Artes y Entretenimiento?

Dejó su taza de café y su frente se arrugó con el recuerdo. Esperaba que mi frente no se arrugue así cuando fuera mayor. Más allá de ello, no me importaría verme como mi mamá a su edad. Su cabello brillaba y sus piernas eran sensuales para una mujer mayor.

—Eh…creo que sí. ¡OH! Sí, ese día que tenía mis manos llenas de libros y se supone que tú tenías que agarrarte de mi falda. Dios, eso fue aterrador. Recuerdo el momento en que me di cuenta que tu agarre se había ido y luego me volteé y ya no estabas ahí. Mi corazón se detuvo. Probablemente te comiste cinco años de mi vida ese día.

Así que había sido real. Los ojos de mamá miraron por encima de su taza de café mientras tomaba un sorbo. Quería preguntarle más pero el fruncido en su rostro me detuvo. Su atención fue derivada sobre mi hombro hacia la ventana. Peter estaba aquí. Odiaba que piense que mi relación con él tenía algo que ver con la desaparición de Pablo. El hecho de que nunca había tenido la oportunidad de terminar con Pablo. Él se había ido antes que yo pudiera hacerlo. Pero decirle eso solo empeoraría las cosas. Si no supiera que Pablo no era humano entonces también estaría preocupada, pero conocía la verdad.

—Debo irme Mamá. Te amo —dije, mientras me dirigía hacia la puerta. No quería escuchar su discurso en mí sobre ser más preocupada por el hecho que Pablo se había ido.

—Es casi la hora.

Me detuve y me quedé congelada en la entrada de mi casa. Conocía esa voz.

—Lali.

Peter estuvo en frente de mí inmediatamente. Alzando mis ojos para encontrar los suyos, sacudí mi cabeza para aclararla.

—¿Tú…tú viste a alguien o…eh, algo? —tartamudeé las palabras, aun asustada por la voz que había hablado directamente en mi oído.

El color verde de los ojos de Peter cambiaron del brillante normal a órbitas destellantes. 

—Lali, tus ojos.

Ahuecó mi rostro con sus manos mientras me estudiaba. La Muerte no debería temer nada; aun así, podía verlo en cada fruncido. El hecho que sus ojos se veían como llamas verdes significaba algo.

—¿Qué tienen mis ojos? —pregunté con un susurro lleno de pánico.

Peter me jaló contra él, con fuerza.

—Vamos, nos tenemos que ir.

Lo dejé llevarme hacia el auto y luego me sentó y me colocó el cinturón de seguridad.

—Peter, dime qué anda mal —rogué mientras me besaba suavemente en los labios.

—Nada. Nada que no pueda arreglar —me aseguró y presionó su frente contra la mía—. Escúchame Lali, no tienes motivo para preocuparte. Yo tengo esto bajo control. Recuerda lo que te dije. Lo que la Muerte protege no puede ser dañado y bebé —la punta de su pulgar acarició mi mejilla—, tú eres la única cosa que yo protejo.

Los temblores que nunca había sido capaz de controlar cuando su voz bajaba una octava y se ponía toda suave y sensual pareció ponerlo feliz. Siempre me daba una sonrisa sensual cuando yo temblaba.

—De acuerdo, pero escuché una voz. En mi oído. Como cuando me hablas pero estás lejos.

Peter se tensó y tomó una respiración profunda.

—¿Lo hiciste?

Asentí con la cabeza y observé mientras cerraba sus ojos apretadamente y un gruñido de enojo vibró contra su pecho.

—Nadie se acerca así de ti. Ninguna cosa se acerca así de ti.

Besó la punta de mi nariz y luego cerró la puerta antes de aparecer en el asiento del piloto a mi lado. Sin duda esperaba que él no estuviera ocupado y se olvidara de prestar atención a lo que estaba haciendo mi madre. Si estaba mirando por la ventana justo ahora, las cosas podían ponerse complicadas.

—Ella ya se encerró en su escritorio para escribir —dijo Peter mientras encendía el auto y salía hacia la pista. 

No le pregunté cómo sabía lo que yo estaba pensando. Ya me había acostumbrado a eso ahora. No podía preocuparme de nada sin que él lo sepa. Estaba obsesionado con arreglar todos mis problemas. Normalmente eso me frustraría pero ahora mismo con los problemas que tenía, lo necesitaba.

—¿Qué dijo la voz? —Su voz estaba tensa y pude decir que estaba intentando controlar el siseo enojado que me asombraba cuando salía por celos. Ahora mismo no era asombroso. Para nada.

—Es casi la hora —repliqué, estudiando su reacción.

Su mano izquierda se apretó en el timón mientras estiraba su mano para colocarla en mi muslo.

—Lidiaré con esto inmediatamente. No vi nada pero lo sentí. El momento en que te congelaste, lo sentí. No es un alma. Es una deidad. No es nada con lo que esté familiarizado pero eso solo nos deja unas cuantas cosas que puede ser. Y te prometo Lali que ninguna de esas cosas es igual a mí. Así que deja de preocuparte. Soy la Muerte, bebé. Recuerda eso.

Solté un suspiro y cubrí su mano con la mía.

—Lo sé —repliqué y empecé a trazar corazones en su mano con la punta de mi dedo.

—Te extrañé anoche —susurró con voz ronca.

Sonreí ante sus manos mientras la volteaba y envolvía mi mano contra la suya. Me gustaba saber que él me había extrañado.

—Bien.

Una risa divertida fue su respuesta.

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