viernes, 14 de agosto de 2015

Predestinado: Capítulo Dos (Parte 2)

Peter

Observé mientras Lali iba con Candela hacia la biblioteca. Ella estaría ocupada por un tiempo y yo tenía que estar en un lugar. Había un alma que no quería dejar esperando por mí. Necesitaba estar ahí por esta muerte. Una vez que Lali entró a la biblioteca y supe que estaba segura mientras tanto, me fui.

Antes de Lali, no había entendido el amor. Antes de Lali, llevarse almas había sido fácil. Ahora, conocía la emoción. Conocía el dolor y la sensación de pérdida y eso hacía más difícil mi propósito. Especialmente con los más pequeños. Aunque sabía que tendrían otra vida pronto, entendía el dolor de su familia al perder a alguien querido. Porque aunque el alma de ese niño volvería no sería lo mismo. Ellos no sabrían que el niño que amaron una vez estaba una vez más con ellos cuando el alma volviera a una nueva vida.

—Es la hora, ¿verdad?

El niño alzó la mirada hacia mí mientras entraba a su habitación en el hospital. Había hablado con él antes. Varias veces de hecho. Quería que entendiera que moriría pronto pero si seguía mis instrucciones, le darían otra vida. Su vida seguiría viviendo. Esta vida simplemente terminaría. Su labio inferior temblaba mientras me miraba.

—Sí, es la hora.

—¿Dolerá?

Sacudí mi cabeza.

—Te prometí que no lo haría, ¿verdad?

Asintió con la cabeza y presionó el dinosaurio verde oscuro contra su pecho y por debajo de su mentón. Había pasado una semana desde la última vez que estuve ahí. Sus rostro estaba más hundido y los círculos debajo de sus ojos más oscuros. La enfermedad lo estaba afectando.

—Mami cree que voy a estar mejor. Intenté decirle que no es así.

Mi pecho se apretó. Estoy solía ser tan fácil.

—Aquellos que te aman no quieren aceptar que tu cuerpo en esta vida se ha puesto tan enfermo para continuar. Pero recuerda: volverás. Renacerás en un nuevo cuerpo y volverás a esta familia. Tal vez no mañana o al día siguiente pero un día volverás.

Sollozó y limpió su nariz contra el peluche que obviamente amaba.

—Sí, pero tú dijiste que no recordaré esta vida. Que me olvidaré de quién fui. No quiero olvidar a mami o papi. No quiero olvidar a Jessi, incluso si ella es mala conmigo a veces, ella es mi hermana mayor.

Este era el motivo por el la Muerte no podía sentir emoción. Quería abrazar al niño en mis brazos y darle falsas promesas. Cualquier cosa para aliviar su miedo pero este era su destino. Él volvería pronto. Ya le había preguntado sobre su alma después de conocerlo la primera vez. Su hermana tenía dieciséis. En seis años daría a luz a un niño que llamaría igual que su hermano y su alma volvería.

—Lo sé, pero debes de confiar en mí. Es así cómo funciona la vida. Puede que no recuerdes esta vida pero tu alma siempre estará atada a los que amas. Tu alma será feliz y aunque no lo recuerdes, tu alma sentirá como que ha llegado a casa.

El pequeño niño asintió y dejó el dinosaurio. 

—Mami acaba de irse para traerme algo de helado. ¿Podemos esperar hasta que regrese? Quiero despedirme. —Se trabó en la última palabra.

Asentí con la cabeza y retrocedí mientras la puerta de su habitación se abrió. Entró su madre. Ella estaba más delgada que la última visita y la pena y el miedo en ella te quitaba el aliento. Círculos negros debajo de sus ojos se veían casi como si ella fuera la que estaba muriendo hoy.

—Siento haberme tardado bebé. Tuve que ir al piso de arriba para encontrar el helado que te gusta —dijo, apresurándose a su lado.

Ella ya estaba sufriendo. Ella lo sabía. Ella podría haberle dicho a su hijo que iba a ponerse mejor pero ya sabía.

—Mami —su débil voz dijo con más fuerza de lo que esperaba.

Observé mientras el niño tomaba la mano de su mamá. Iba a consolarla. Su cuerpo podía ser joven pero su alma no. Tenía un alma vieja. Una que había visto muchas vidas. En el momento de la muerte, el alma empezó a apoderarse. Aunque su mente era de la de un niño de cinco años, su alma sabía que su madre lo necesitaba que sea fuerte ahora mismo.

—Te amo —dijo él y un sollozo rompió el cuerpo de su madre. 

Quería abrazarla, ayudarla a aliviar el dolor pero no podía. La Muerte no estaba hecha para consolar.

—Te amo dulce niño —susurró, apretando su pequeña mano entre la de ella.

—Realmente nunca me iré, ¿de acuerdo? No estés triste.

Él intentó como muchos otros explicar que él volvería. Pero como todos los humanos, ella empezó a llorar y sacudir su cabeza en negación. Enfrentar la muerte de su pequeño era mucho para que una mente lo comprenda.

—No hables así bebé. Vamos a pelear esto —dijo con una fuerza que solo una madre desesperada puede musitar en un momento como este.

—No mami. Necesito irme ahora pero te prometo, siempre estaré ahí.

Me puse a su lado mientras su madre cubría su pequeño cuerpo con el de ella. Su mano pequeña buscó la mía y la apretó. Él asintió y yo tomé su alma.

—Siempre me buscas para los más difíciles. ¿Por qué es eso? ¿Mmmm? ¿Por qué le gusto a tu novia así que estás volviendo a mí? —gruñó Rochi mientras entraba a la habitación.

—Esto no se trata de ti Rochi. Se trata del niño. Toma su alma ahora. Él no necesita ver el resto. Necesita ir arriba.

Rochi miró hacia la madre llorando sobre el cuerpo que una vez había cuidado su alma. Sus sollozos se estaban volviendo más intensos y las enfermeras empezaron a entrar apresuradamente a la habitación, gritando. Inmediatamente Rochi tomó la mano del alma y se fue sin decir otra palabra. Podía ser un dolor en el culo pero tenía corazón. Es por eso que siempre la enviaba cuando era una muerte como esta. Con una última mirada hacia atrás hacia la madre llena de dolor, me fui de la habitación. Ella amaría a su nieto un día y lo sostendría cerca de ella mientras le contaba sobre su tío. El alma tal vez no recordaría esa vida pero sabría lo luchador que fue su tío y que la vida que él solo había experimentado por un corto tiempo nunca sería olvidada. En su próxima vida él envejecería con sus propios nietos a los que les contaría historias.

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