De regreso a la casa encontré a Peter en la
sala de estar, sobre el cuerpo de Baruch. Alivió pasó a través de mí al verlo. —¡Peter!
—exclamé, corriendo hacia él.
—Ángel—. Su rostro estaba cubierto de
preocupación. Se puso de pie, abriendo sus brazos mientras corrí hacia ellos.
Me apretó fuerte.
Asentí para aliviar cualquier preocupación
que podría tener sobre mí, y tragué el nudo en mi garganta. —Estoy bien. No
estoy herida. Le hice un truco mental para que piense que vino un ejército de
Nephils. Y le hice creer que lo golpeé con un atizador en sus cicatrices—.
Solté un suspiro tembloroso. —¿Cómo supiste que los ángeles caídos
interrumpieron la fiesta?
—Tu mamá me botó, pero no iba a dejarte
desprotegida. Tomé guardia a unas cuantas casas de aquí. Había un montón de
tráfico dirigiéndose hacia tu casa, pero asumí que era por la fiesta. Cuando vi
a la gente corriendo y saliendo de la puerta de tu casa, asustados, vine tan rápido
como pude. Había un ángel caído haciendo guardia afuera. Sin más que decir, lo
tuve que golpear, y a unos cuantos otros, en las cicatrices de sus alas. Espero
que tu mamá no note que rompí un par de ramas del árbol de afuera. Funcionan
perfectamente como estacas—. Su boca se torció maliciosamente.
—Ella llegará a casa en cualquier momento.
Peter asintió. —Me encargaré del cuerpo.
¿Puedes hacer que funcione la electricidad? El encendedor está en el garaje.
Revisa si alguno de los interruptores está caído. Si cortaron los cables, vamos
a tener un montón de trabajo por hacer.
—Lo haré—. Me detuve a mitad de camino y me
volteé. —Agustina vino. Me ofreció una fantasiosa historia, diciendo que tú le
dijiste que me saque. ¿Crees que ella pueda haber estado ayudándoles?
Para mi sorpresa, él dijo: —La llamé. Estaba
por acá. Fui detrás de los ángeles caídos y le dije que te saque.
Me quedé sin habla, tanto por el
desconcierto como por irritación. No sabía si estaba enojada porque Agustina
había estado diciendo la verdad, o que claramente ella estaba siguiente a
Peter, desde que “cerca” era bastante vago. Probablemente tenga un dispositivo
de rastreo en él. Cuando él la llamó, probablemente ella había estacionado a
cien cuadras atrás, con un par de binoculares.
No dudada que Peter fuera fiel a mi.
Asimismo, no dudaba que Agustina esperaba cambiar eso.
Dándome cuenta que no era el momento de
convertir esto en discusión, dije: —¿Qué le vamos a decir a mi mamá?
—Yo…yo me encargaré de ello.
Peter y yo nos volteamos hacia el pequeño
chirrido que vino desde la puerta. Paula estaba ahí, retorciendo sus manos.
Como si hubiese sentido lo débil que la hacía ver, soltó sus manos a los lados
de su cuerpo. Retirando el cabello de sus hombros, alzó su mentón.
—La fiesta fue mi idea, lo que hace que esto
sea tanto mi desastre como el de ustedes. Le diré a tu mamá que algunos
perdedores llegaron para malograr la fiesta y empezaron a destruir los muebles.
Hicimos la única cosa responsable: cancelar la fiesta.
Parecía como si Paula estaba haciendo todo
lo posible para evitar mirar el cuerpo de Baruch recostado boca abajo en la
alfombra.
—Gracias Paula —dije, sinceramente.
—No suenes tan sorprendida Yo también estoy
en esto, sabes. No soy…quiero decir…soy una no… —respiró profundo—, soy una
como tú—. Abrió su boca para decir más, luego abruptamente la cerró. No la
culpaba, “No-humana” era una palabra difícil de decir, en voz alta sobre todo.
Un golpe en la puerta hizo que Paula y yo
saltemos. Intercambios una breve mirada de incertidumbre antes que Peter hable.
—Pretendan que nunca estuvimos aquí —dijo,
colgando a Baruch sobre sus hombros y llevándolo hacia la puerta trasera—. ¿Y Ángel? —agregó en mi mente—. Borra la memoria de Paula, el hecho de
haberme visto aquí esta noche. Necesitamos mantener nuestro secreto.
—Considéralo
hecho —le respondí.
Paula y yo fuimos a responder la puerta.
Recién había cogido la manija cuando Cande entró, empujando a Benja con ella,
sus dedos entrelazados.
—Siento estar tarde —anunció Cande—. Tuvimos
una pequeña…em… —Compartía un secreto, su mirada se cruzó con la de Benja, y
ambos explotaron en risas.
—Distracción —terminó Benja por ella,
sonriendo.
Cande se hizo aire con la mano. —Puedes
decir eso de nuevo.
Cuando Paula y yo simplemente los miramos en
silencio sombrío, Cande miro alrededor, dándose cuenta de lo vacía y desastrosa
que estaba la casa.
—Espera. ¿Dónde están todos? La fiesta no
puede terminar todavía.
—Nos arruinaron la fiesta —dijo Paula.
—Estaban usando máscaras de Halloween —expliqué—.
Podría haber sido cualquiera.
—Empezaron a destruir los muebles.
—Mandamos a todos a casa —agregué.
Cande examinó a casa con sorpresa, sin
palabras.
—¿Arruinaron?
—Benja habló en mi mente, claramente no comprándose mis habilidades de
actuación e intuyendo que había más historia.
—Ángeles
Caídos —respondí—. Uno en particular
intentó lo mejor que pudo en hacerme jurar lealtad. Está todo bien —agregué
rápidamente cuando vi su rostro lleno de ansiedad—. No tuvo éxito. Necesito que saques a Cande fuera de aquí. Si da
vueltas, solo va a empezar a hacer preguntas que no puedo responder. Y necesito
limpiar todo antes que llegue mi mamá.
—¿Cuándo
vas a decírselo?
Salté, la pregunta de Benja me atrapó fuera
de guardia.
—No
puedo contarle a Cande. No si quiero mantenerla a salvo. Ella es mi mejor
amiga, Benja. Nada puede sucederle.
—Ella
merece la verdad.
—Merece
mucho más, pero ahora mismo, su seguridad me importa más.
—¿Qué
crees que le importa más a ella? Ella se preocupa y confía en ti. Muéstrale el
mismo respeto.
No tenía tiempo para discutir. —Por favor, Benja —le rogué.
Me dio una mirada larga y considerada. Podía
decir que no estaba satisfecho, pero también podía decir que me iba a dejar
ganar esta batalla…por ahora.
—Déjame decirte algo —le dijo a Cande—. Te
lo recompensaré. Vayamos a ver una película. Tú escoges. No es por condicionar
tu opinión, pero hay una nueva película de superhéroes. Comentarios malos, lo
que siempre es una señal que va a ser dulce.
—Deberíamos quedarnos y ayudar a Lali a
arreglar este desastre —dijo Cande—. Voy a descubrir quién hizo esto y
enseñarles algunos modales. Y más les vale mantener un ojo en sus llantas
porque tengo un cuchillo que quiere ser usado.
—Tómense la noche —le dije a Cande—. Paula
me ayudará a limpiar, ¿verdad, Paula? —Colgué mi brazo sobre su hombro y lo
dije lo suficientemente dulce, pero había una nota de arrogancia bajo mis
palabras.
Cande atrapó mi mirada, y compartimos un
momento de entendimiento.
—Bueno, eso no es mucho para ti —Cande le
dijo a Paula—. El recogedor está bajo el lavadero de la cocina. Las bolsas de
basura también. —Le dio un apretón a su hombro—. Diviértete y no te rompas
muchas uñas.
Después que la puerta se cerró tras de
ellos, Paula y yo nos caímos contra la pared. Al mismo tiempo, soltamos un
suspiro de alivio.
Paula sonrió primero. —Duendecilla.
Aclaré mi garganta. —Gracias por la ayuda
esta noche —dije, y honestamente lo sentía. Por una vez en la vida, Paula había
sido…
De ayuda, me di cuenta. E iba a pagarle
borrándole su memoria.
Se levantó del suelo, desempolvando sus
manos. —La noche no se ha terminado todavía. ¿El recogedor está debajo del
lavadero?