martes, 26 de mayo de 2015

Existence: Capítulo Uno

No lo mires y se irá, dije en mi cabeza, mientras caminaba hacia mi casillero. Me tomó una cantidad extrema de voluntad el no mirar hacia atrás sobre mi hombro. No solo el alertarle que podía verlo sería inútil, sino también estúpido. Los pasillos estaban ya llenos de estudiantes. Aunque, si él me seguía dentro de la escuela lo hubiese visto fácilmente entre la multitud de gente. Él se hubiese quedado ahí como siempre, sin moverse y observando.

—¡Ey! ¿Has visto a Pablo? En serio, ¿puede ser más guapo? Oh, sí que puede —Candela Vetrano, mi mejor amiga desde inicial, suspiró mientras cogía mi brazo.

—No, no lo he visto —repliqué, forzando una sonrisa. No me importaba lo guapo que se veía Pablo Martinez. Candela rodó sus ojos y abrió el casillero a mi lado.

—Honestamente Lali, no entiendo cómo puedes ser tan inmune a tanta calentura intensa.

Me las ingenié con una risa genuina y deslicé mi mochila sobre mi hombro. 

—¿Calentura? No acabas de decir eso. 

Candela se encogió de hombros.

—No soy muy buena con las palabras, como tú.

Robé una mirada sobre mi hombro. Los pasillos estaban llenos de gente normal, personas vivientes. Estaban hablando, riendo, y leyendo sus calendarios. Todo era muy real. Solté un suspiro de alivio. Este era el primer día de mi último año. Quería disfrutarlo.

—Así que, ¿qué clase tienes primero? —pregunté, relajándome por primera vez desde que vi al chico muerto afuera en la mesa de picnic, mirándome directamente.

—Tengo Álgebra II. También disfruté de Geometría el año pasado. Odié Álgebra en mi primer año y ya puedo sentir las vibras negativas viniendo de mi libro de texto.

Sonreí.

—Yo tengo Literatura Inglesa. 

—Bueno, todos sabemos que ambas eso. Oh, mira, mira, mira, ahí está —Candela habló con un tono bajo mientras señalaba con su cabeza hacia donde estaba Pablo, hablando con otros jugadores de fútbol.

—Odio no poder quedarme y admirar esa presencia de grandeza contigo, pero aquí me detengo. —Candela me miró de vuelta, rodó sus grandes ojos marrones y me dio una despedida con su mano antes de hacer su camino hacia Pablo.

Salones vacíos eran lugares que evitaba a toda costa. 

Dado el hecho de que la campana no sonaría en cinco minutos más, este salón sin duda seguiría vacío durante los cuatro minutos siguientes. Si me hubiese quedado en el pasillo, hubiese sido arrastrada por Candela hacia donde estaba Pablo, rodeado de sus elegidos. Sabía sin duda que él no estaba interesado en hablar con Candela. Habíamos estado asistiendo a la escuela con Pablo desde que teníamos once. Desde que se mudó desde algún lugar del norte hacia la costa de Florida, nunca nos había mostrado interés a ninguna de nosotras. No es que me importara. Él no era mi tipo. Caminé hacia la carpeta más cercana a la ventana y dejé mi mochila.

Un movimiento, por el rabillo del ojo, causó que los vellos de mis brazos se ericen. Sabía que era mejor no quedarme en este salón vacío, pero ahora estaba aquí y correr sería peor. Me volteé para enfrentar la misma alma de afuera, sentado en una silla en el fondo de la clase con sus pies encima de la carpeta en frente de él y sus brazos cruzados casualmente sobre su pecho. ¿Cómo sabía que lo veía?

No le había dado ningún indicio afuera. Normalmente los fantasmas necesitaban un poco de idea por parte de mí para darse cuenta que yo no era tan ciega como el resto del mundo. Algo era diferente de este. Bajé mi mirada y empecé a voltearme. Tal vez debía irme y unirme a Candela en el pasillo. Si actuaba como si no lo veía y casualmente hacia mi camino de regreso hacia el pasillo, entonces de repente él pensaba que había cometido un error y se iría o caminaría a través de una pared o algo.

—¿No quieres relacionarte con una compañía tan sin sentido, verdad? —una voz fría y suave rompió el silencio.

Apreté el duro plástico de la silla a mi lado, tan fuerte que mis nudillos se pusieron blancos. Luché contra un pequeño llanto…casi un grito, en la parte trasera de mi garganta. ¿Debía de ignorarlo? ¿Debía de responder? Alertarle que su suposición era correcta podría no terminar bien, pero ignorarlo era algo que sería imposible. Él podía hablar. Las almas nunca me hablaban. Para el momento en que me di cuenta que los extraños que frecuentemente me observaban o aparecían en mi casa y deambulaban por los pasillos no eran visibles para nadie más que a mí, empecé a ignorarlos. Ver personas muertas no era algo nuevo para mí, pero tenerlos hablándome definitivamente era un cambio nuevo.

—Pensé que tenías más agallas. ¿Vas a decepcionarme también? —Su tono se suavizó.

—Puedes hablar —dije, mirándolo directamente. Necesitaba que sepa que no tenía miedo. He estado lidiando con diversas almas, toda mi vida.

No me asustaban pero me gustaba ignorarlas así se podían ir. Si pensaban que podía verlas, me seguían. Él continuó mirándome con una expresión de sorpresa en su rostro. Noté su sonrisa producir un solo hoyuelo. El hoyuelo no pareció encajar con su fría y arrogante conducta. Por más que su presencia me enojaba, no pude evitar admitir que esta alma podía ser sólo catalogada como ridículamente guapa.

—Sí, hablo. ¿Esperabas que fuera mudo? 

Incliné mi cadera contra la carpeta. —Sí, de hecho sí lo esperaba. Tú eres el primero que me ha hablado.

Un fruncido cruzó su frente. —¿El primero? —Se vio aparentemente sorprendido que no fuera la primera persona muerta que podía ver. Definitivamente era un alma única que nunca había visto. Ignorar un alma que podía hablar iba a ser difícil. Sin embargo, necesitaba superar su habilidad y deshacerme de él. Hablar con amigos invisibles podía arruinar mi vida social. Terminaría viéndome como una chica loca que hablaba sola.

—Lali Esposito, este debe ser mi día de suerte. —Ante el sonido de mi nombre, me volteé para ver a Gastón Dalmau entrando al salón.

Forcé una sonrisa como si no hubiese estado hablando a un salón vacío. —Supongo que sí. —Volteé mi cabeza para encontrar sus ojos—. ¿Sigues creciendo, no?

—Parece que no se detiene. —Me guiñó el ojo y luego lanzó una pierna sobre la silla al otro lado de la mía antes de sentarse—. ¿Qué has estado haciendo este verano? No te he visto mucho.

Miré atrás, hacia el alma pero encontré una silla vacía. Una mezcla de alivio y decepción me cruzó. Querer hacerle más preguntas no era exactamente una buena idea, pero no pude evitarlo. Le he hecho preguntas a otras almas antes como: “¿Por qué me estás siguiendo? o, “¿Por qué puedo verte?”, y siempre se quedan callados. A veces desaparecen cuando empiezo a hacerles preguntas.

Regresando mi atención a Gastón, fuerzo una sonrisa antes de responder. —Me quedé en el Norte de California todo el verano en el rancho de mi tía. 

Gastón se inclinó hacia atrás en su silla y sacudió su cabeza. —Solo no entiendo por qué las personas querrían irse todo el verano cuando vivimos en una de las playas más hermosas en el mundo. 

Para mí, no había sido realmente una opción pero no quería explicarle la razón a Gastón y a nadie más. Más estudiantes empezaron a entrar al salón, seguidos de nuestro profesor de Literatura Inglesa, el Sr. Nicolás Vásquez.

—Gastón, qué hay amigo —le dijo Victorio D´Alessandro, mientras entraba. Colocó su mochila en la carpeta al otro lado de Gastón. 

Por ahora, la atención de Gastón se fue de mí gracias a la interrupción de Victorio. Mientras me volteaba hacia el frente de la clase, mis ojos una vez más encontraron el alma. Inclinando contra la pared directamente diagonal a mi escritorio, estaba de pie, observándome. Lo miré y él pareció encontrar mi obvio disgusto entretenedor. Su hoyuelo apareció y odiaba el hecho que lo encontré sexy. Este no era un humano, bueno, ya no. Me tomó una voluntad extrema voltear mi mirada lejos de él y enfocar mi atención en la pizarra donde el Sr. Vásquez había escrito nuestra tarea. Siempre he ignorado estas almas antes y se van. Solo debo superar el hecho que esta puede hablarme. Si no lo ignoro estaré atrapada con él acosándome. 

****

—Lo odio, quiero decir, lo odio a lo grande —Candela renegaba mientras soltaba tu bandeja del almuerzo en la mesa con un ruido—. Si debo sentarme durante Álgebra y Química toda la mañana, creerías que al menos tendría a un lindo caramelo en una de mis clases. ¡Pero noooo! Tengo a Daniela con sus sorbidos y a Mario con sus problemas de gases.

Me atoré con mi sándwich y cogí mi botella de agua para tomar un gran trago apara poder aliviar la comida. Una vez que me sentí segura que no iba a atorarme hasta la muerte, alcé la mirada hacia el rostro preocupado de Candela. —¿Tienes que decir esas cosas cuando tengo la boca llena de comida? —pregunté.

Se encogió de hombros. —Lo siento, solo estoy contándote todo. No quise que te olvides de masticar tu comida. —Se estira y aprieta mi brazo—. Ahora va su perfección. ¿Crees que va a volver a meterse con María del Cerro este año? Quiero decir, realmente rompieron el año pasado con toda ese engaño y cosas. Sin duda él va a seguir adelante. 

Tomo otro mordisco de mi sándwich, no queriendo responder su pregunta. No me importaba con quién se metió Pablo Martinez pero sí, sin duda él volvería con María. Parecían ser la «pareja dorada». Todos lo sabían y lo esperaban. 

—Devuelve tu lengua a tu boca, Cande. Te ves como un perro en necesidad de agua —dijo Gastón, al otro lado de nosotras, riéndose ante su propio chiste mientras Candela le gritaba.

—No tengo mi lengua colgando, muchas gracias.

Gastón me guiñó el ojo y se encogió de hombros. —Me pareció que sí a mí. ¿Qué piensas Lali, estaba babeando o qué? 

Di otro mordisco. No iba a meterme en medio de esto. Gastón empezó a reírse mientras apuntaba hacia mi boca rellena. Candela me codeó a un lado.

—No vayas a irte a su lado. Él es solo pesado. —Con un largo trago de agua, limpié mi comida, y luego miré fijamente a Candela—. Ustedes dos pueden pelearse todo lo que quieran pero yo no voy a meterme en esto. Desde que decidieron tomar su amistad un paso más allá el año pasado y vino a destruirse, todo lo que quiero hacer es observar. No es mi pelea. Déjenme en paz. 

Rápidamente di otro mordisco así no tendría que ser cuestionada de decir otra cosa. 

Cuando los dos se dieran cuenta que se volvían loco el uno por el otro porque no se habían superado, haría mi vida más fácil. Entonces, de nuevo, estaría sola. Mi novio, Benjamín Amadeo, se había mudado meses atrás y no le había hablado desde antes de irme por mi tía este verano. 

—¡De esto no se trata! No me importa que no haya podido apartar su lengua de la garganta de Daniela cuando no estaba mirando —dijo Candela, enojada.

—No tenía mi lengua sobre ninguna garganta más que la tuya, Cande, pero no quieres creerme y estoy cansado de defenderme a mí mismo. —Gastón se puso de pie y lanzó su bandeja con la comida sin tocar antes de irse.

—Huevón —murmuró ella, observándolo recolocarse en otra mesa. 

Odiaba verlos así. Los tres habíamos sido amigos desde tercer grado. Entonces, Gastón era chiquito. Ahora, era más alto que todos, con su cuerpo grande y musculoso. Candela no era inmune a sus cualidades el año pasado, ahora, no lo soporta.

—Escucha, Cande, estaba pensando que tal vez si los dos hablan de lo que sucedió sin que lo acuses, las cosas podrían funcionar. —He intentado esto antes y siempre me ignora.

Sin duda, ella empezó a sacudir su cabeza, causando que sus rulos marrones se balanceen adelante y hacia atrás.

—Se lo que sucedió Lali. No quiero hablar de ello con ello. Él es un gran mentiroso. 

Dio un gran mordisco a su manzana y continuó mirando en dirección de Gastón.

—Míralo, actuando como si encajara sobre esa mesa. Quiero decir, realmente, ¿quién cree que es? 

Seguí su mirada. Gastón estaba sentando contra la silla, riéndose con otro jugador de básquetbol. Todos parecían estar contentos con la presencia de Gastón. Normalmente se sentaba con nosotros. Este año las cosas serían diferentes. Suspiré, deseando que él no sea el que apunte lo obvio hacia Candela.

—Él es el único chico en esta escuela que tiene amigos viniendo a sus partidos de básquetbol para verlo jugar. Así es cómo es él. Pablo puede ser el gran maestro en el campo de fútbol pero no veo ningún amigo tocando su puerta. Puedes estar molesta con Gastón, pero él pertenece a esa mesa más que nadie.

Candela volteó su mirada hacia mí e instantáneamente se convirtió en un fruncido. 

—Bueno, él puede ir a la universidad con una beca de básquetbol y hacerle trampa a todas las animadoras, entonces. Debería advertirle a todas —Su voz había adquirido un tono de derrota mientras se levantaba y caminaba hacia los tachos de basura. La observé, deseando poder encontrar una manera de arreglar las cosas entre los dos.

Alguien se sentó a mi lado en la silla que Candela acababa de dejar vacante. Me volteé en mi sitio, medio esperando ver el alma. Imagina mi sorpresa cuando no era el alma no querida, sino el arrogante Pablo.

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