sábado, 2 de mayo de 2015

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 58

Mar

Thiago me dejó ir. O tal vez yo lo dejé ir.

No estoy segura si importa. Él se fue un día después que Simón. Me dijo que me amaba, pero no me permitió decirle lo mismo, porque él no quería escucharlo si es que era cierto. Luego besó la palma de mi mano izquierda, regresó a su auto y se fue.

Creo que el adiós fue más difícil para él porque él está acostumbrado a perder a las personas que mueren, pero no está acostumbrado a perder gente que se va, y eso es lo que yo estaba haciendo. No sé por cuánto tiempo me quedaré. Ni siquiera sé si voy a volver. Todo lo que sé es que es el momento. Es el momento para un montón de cosas, incluso si no puedo hacer que pase todo al mismo tiempo. Y me gustaría, porque la paciencia nunca ha sido algo mío.

Me acurruco en los brazos de mi mamá en una disculpa silenciosa porque no sé qué palabras decir para que sea suficiente. Y cuando hablo, le digo todo lo que sé que es verdad: que me odio a mí misma, que no estoy bien y que tengo miedo de sentirme así para siempre y no sé qué hacer. Y luego le digo que haga la llamada. Iré. 

Voy a terapia casi todos los días al inicio. Y hablo. Y hablo. Y hablo. Y luego hablo más. Y luego lloro. Y cuando termino de llorar, mis padres vienen y luego mi hermano e intentamos encontrar una manera de salir de este hueco, juntos.

Finalmente encontramos una terapista para mí que no tiene mucha paciencia tampoco, y no tiene tolerancia para mi mierda. De algún modo la amo. Porque enfrentémoslo, cuando se trata de terapia, no necesito una profesora de inicial; se necesita un sargento. Ella me da tarea, que de hecho hago, y cuando me voy, tenemos un calendario para hablar por teléfono y citas durante la semana. Sé que realmente no hay un final a la vista para mí con la terapia. Al menos por un tiempo.

Incluso traté la terapia de grupo de nuevo, pero solo una vez, porque aún no me gusta. Aún no me siento mejor el solo saber que cosas de mierda también le pasa a las otras personas, así que no lo vuelvo a hacer. Y no me siento mal por ello.

Ayer, me senté en el piano, pero no toqué las teclas. Creo que me gusta mantener eso cerrado. Me gusta recordar que la última pieza de música que toqué fue hermosa y perfecta, aunque no lo haya sido. Ni siquiera intentaré actuar como que aún no me mata, mis habilidades de mentira no han mejorado lo suficiente para eso.

Las pesadillas no han regresado, pero las espero todas las noches. Todos los secretos e historias están fuera de mi cabeza ahora. Todos saben todo, así que supongo que los recuerdos no tienen nada que sostener ya. Aún anhelo los libros como una píldora para el sueño, antes de la cama todas las noches, pero ya se han ido Mi padre me ayudó a quemarlos. Nunca olvidaré las palabras, pero no las escribiré de nuevo tampoco.

No tengo la cámara que me dio mi mamá, pero usamos la de ella, y tomamos más fotos que jamás necesitaremos e intentamos hacer nuevos recuerdos. Expandimos las fotos por toda la mesa de la cocina y yo le muestro a ella mi favorita y ella me muestra la suya y las imprimimos y empezamos una nueva pared, juntas.

Juan Cruz está en la cárcel, pero ninguno de los abogados me permite hablarle, aunque él ya confesó. Y tal vez, realmente no queda nada por decir. He aprendido un montón sobre el porqué de él. Sobre el porqué de lo que sucedió ese día. Cómo vino a casa. Cómo encontró el cuerpo de su hermano. Cómo la realidad se volvió tan insoportable en ese momento que su mente simplemente se destruyó. Dicen que tuvo un quiebre psicótico. Sé que esa es la defensa, pero no quiero escucharla. No quiero obtenerla. Porque no puedo excusarlo. No puedo perdonarlo. No lo haré. Juan Cruz no estaba preparado para la vida de mierda que fue lanzada hacia él, y yo tampoco. Él solo se rompió de otra manera. Siento como que todo lo que he creído durante los últimos tres años no ha sido muy verdadero como pensé que era. 

Nunca lo volví a ver después de ese día en la galería. Nunca logré que él escuche. Tendré permiso de hablar en su sentencia, cuando sea. No he decidido si lo haré. Sé que aún hay cosas por decir, pero ya no sé qué son, y hay días cuando extraño el silencio.

A veces, me pregunto qué pasó con la chica rusa que se supone que debería haber estado ese día. Me pregunto si ella escuchó lo que sucedió y si sabe qué parte jugó por tan solo existir. 


***

¡Quedan dos capítulos!

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