domingo, 19 de octubre de 2014

Ángeles Caídos #4: Cuarentaidós (Parte II)

Me deslicé por la colina. Justo a tiempo me escondí detrás de una tumba; la espada de Maximiliano se deslizó por el jardín donde yo había aterrizado. Me empezó a buscar entre las tumbas, moviendo su espada en cada oportunidad.

Corrí detrás del primer árbol que vi, colocándolo entre nosotros. Estaba con fuego, crujiendo mientras las llamas lo devoraban. Ignorando el calor contra mi rostro, hice el intento de ir hacia la izquierda pero Maxi no estaba para jugos. Me persiguió alrededor del árbol, sosteniendo su espada sobre su cabeza como si quisiera deslizarme por la mitad, de la cabeza a los pies. Corrí de nuevo, escuchando a Peter en mi cabeza.

Utiliza su altura para tu ventaja. Expón sus piernas. Un golpe duro a cualquier de sus rodillas, luego roba su espada.

Me escondí detrás de un mausoleo, colocándome contra la pared. El momento en que Maximiliano se movió hacia mí línea de visión, yo salí de mi escondite, lanzando mi espada hacia la carne de tu muslo. Sangre azul saltó desde la herida. Había consumido tanto Devilcraft que sus venas literalmente estaban llenas de la bebida.

Antes que pueda reaccionar, Maximiliano lanzó su espada contra mí. Logré esquivarla, pero al hacerlo, tuve que enterrar mi espada en su pierna. El vacío en mis manos de pronto se sintió real, y tragué fuerte, sintiendo el pánico.

—Te olvidaste de algo —dijo él, chocando sus dientes mientras sacaba la espada de su pierna.

Corrí, sabiendo que su pierna herida lo haría más lento, hasta que sanara. No logré correr mucho hasta que sentí un dolor agonizante en mi hombro izquierdo. Caí de rodillas con un llanto. Miré hacia atrás, solo para ver la espada de Pepper enterrada en mi hombro. Paula debió habérsela dado a Maximiliano la noche anterior. Él estaba cojeando hacia mí.

Sus ojos estaban azules, llenos de Devilcraft. Sudor azul corría por su frente. Los prototipos que él le había robado a Blakely estaban dentro de él. Los había consumido todos, y de alguna forma había transformado su cuerpo en una fábrica de Devilcraft. Un plan perfecto, excepto por un pequeño detalle. Si podía matarlo, cada prototipo en la Tierra se iría con él.

Si pudiera matarlo.

—Tu estúpido amigo arcángel confesó haber encantado la daga especialmente para matarme —dijo él—. Falló, igual que Peter.

Sus labios se curvaron en una asquerosa sonrisa.

Arranqué un pedazo de lápida de la tierra y se la lancé, pero él la apartó como si fuera una pelota de béisbol.

Retrocedí, recayendo en mi brazo bueno para arrastrarme. Muy lenta.

Intenté hacer un truco mental. ¡Suelta la espada y congélate! Grité en la subconsciencia de Maximiliano.

Dolor se sentía por todas partes.

—¿Te atreves a hacerme un truco mental? —Antes que pueda responder, me alzó por el cuello y me lanzó salvajemente contra un árbol. El impacto envió niebla sobre mi visión y se robó mi aliento. Intenté balancearme, pero el suelo se movía.

—Déjala ir.

Era la voz de Benja. ¿Qué hacía aquí?

—Benja —advertí—. Sal de aquí ahora.

—Le hice un juramento a tu padre de protegerte —dijo, nunca bajando su mirada hacia Maximiliano.

El aludido inclinó su cabeza hacia atrás, riendo. —¿Un juramento a un hombre muerto? ¿Cómo funciona eso?

—Si tocas de nuevo a Lali, estarás muerto. Ese es mi juramento.

—Hazte a un lado, Benjamín —ladró Maxi—. Esto no se trata de ti.

—Ahí es cuando estás equivocado.

Benja se lanzó contra Maxi, los dos golpeándose con rápidos golpes. Benja relajó sus hombros, recostándose en su cuerpo bien trabajado y atlético, versus la experiencia de Maximiliano y su habilidad desarrollada por el Devilcraft. Un arco brutal desde la espada de Benja cortó el brazo izquierdo de Maxi.

—Cortaré tantas piezas como se requiera.

Maximiliano maldijo, deslizando su espada hacia Benja con el único brazo que le quedaba. Maximiliano forzó a Benja a retroceder hacia atrás, hacia una cruz de piedra, y lancé mi advertencia a través de la mente.

¡Lápida directamente detrás de ti!

Benja se hizo a un lado, fácilmente evadiendo una caída mientras al mismo tiempo bloqueaba un ataque. Maximiliano se notaba cansado, pero no dejaba verlo. Sus golpes se empezaron a volver desesperados. Vi mi oportunidad para rodearlo, atrapándolo entre Benja y yo, donde uno de nosotros terminaría con él.

Un llanto me detuvo. Me volteé justo a tiempo para ver a Benja en el húmedo jardín, cayendo sobre una rodilla. Sus piernas se abrieron de forma extraña mientras intentaba recuperar su posición. Rodó lejos de la espada de Maxi, pero no tuvo tiempo de levantarse antes que Maximiliano atacara de nuevo, esta vez llevando su espada profundamente hacia el pecho de Benjamín.

Las manos de Benja se curvaron débilmente alrededor de la espada de Maximiliano, en su corazón, intentando sin éxito, matarlo. Devilcraft azul empezó a salir de la espada hacia su cuerpo; su pie empezó a oscurecerse. ¿Lali?

Grité. Paralizada por el asombro y la pena, observé mientras Maximilino terminaba su ataque con un movimiento limpio de su espada, clavándola en el corazón de Benjamín.

Cambié toda mi atención hacia Maximiliano, temblando con tanto odio, aquel que nunca había conocido. Una ola de violencia me atravesó. El veneno llenó mis venas. Mis manos se curvaron en puños de rocas, y una voz de furia y venganza gritaba en mi cabeza.

Llena de este profundo enojo, me lancé hacia mi poder interior. Recogí cada gota de coraje y determinación que poseía y lo lancé hacia él. No dejaría que él gane. No de esta forma. No con Devilcraft. No al haber matado a Benjamín.

Con toda la fuerza de mi convicción mental, invadí su mente. Así de rápido, emití un comando: Deja la espada. Suelta la espada, tú, hombre sin valor y retorcido.

Oí el golpe de la espada con el suelo.

Miré a Maximiliano. Su expresión vacía miraba hacia el espacio distante, como si estuviera perdido.

—¿Irónico, verdad? ¿Fuiste tú quién logró hacer relucir mi fuerza mayor? —dije.

Juré que nunca más usaría Devilcraft, pero esta era una circunstancia donde con gusto violaría las reglas. Si mataba a Maxi, también haría que el Devilcraft desaparezca.

La tentación de robar el Devilcraft para mí misma cruzó mi mente, pero alejé la idea. Era más fuerte que Hank, más fuerte que Maximiliano. Incluso más fuerte que Devilcraft. Lo enviaría al infierno por Benja, quién había dado su vida para salvar la mía. Recogí la espada de Maxi cuando su pierna se alzó, quitándola de mis manos.

Maximiliano se lanzó encima de mí, sus manos atacaron mi cuello. Clavé mis uñas en sus ojos. En su rostro.

Abrí mi boca. No había aire.

Su mirada helada brillaba con triunfo.

Mi mandíbula se abrió y cerró, sin uso. El rostro de Maximiliano, se volvió gris, como una antigua imagen de televisión. Sobre su hombro, un ángel de piedra me observaba con interés.

Quería reír, quería llorar. Así que esto significaba morir. Darse por vencida.

No quería rendirme.

Maximiliano se estiró a un lado para recoger su espada, lo que me dio un poco de aire. La punta estaba sobre mi corazón.

Poséelo, el ángel de piedra parecía estar ordenándome. Poséelo y mátalo.

¿Peter? Me pregunté, casi en sueños.

Aferrándome a la fuerza que vino al creer que Peter estaba cerca, observándome, me detuve de resistir a Maximiliano. Bajé mis dedos y relajé mis piernas. Me sucumbí hacia él, aunque se sentía como algo cobarde. Enfoqué mis pensamientos en gravitar hacia él.

Una frialdad extraña se sintió sobre mi cuerpo.

Parpadeé, mirando al mundo a través de los ojos de mi oponente. Miré hacia abajo. Su espada estaba en mis manos, Algo quemaba dentro de mí, sabía que Maximiliano estaba rechinando sus dientes, haciendo sonidos de sangre, gritando como un animal miserable.

Volteé la espada frente a mí. La apunté hacia mi corazón. Y luego hice una cosa sorprendente.


Caí sobre la espada.

***

¡Regresé!
Aquí les traigo otro capi más. Solo queda uno y el Epílogo.
¡Disfruten!

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