domingo, 26 de octubre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 01

Mar

Morir no es tan malo después de que ya lo has hecho.

Y lo he hecho.

Ya no le temo más a la muerte.

Le temo a todo lo demás.


***


Agosto significa tres cosas: calor, humedad opresiva, y escuela. No he estado ahí desde hace dos años. Al menos que cuentes como enseñanza el estar sentada en la mesa de la cocina de tu casa, con tu mamá siendo tu profesora. Es viernes y mi último año comienza el lunes, pero no me he ido a inscribir. Si no voy hoy, no tendré horario el lunes por la mañana, y tendré que esperar en la oficina central por uno.

Mi tía entra al estacionamiento de la escuela Mandalay conmigo a cuestas. Mandalay es horrible, tiene colores por todas las paredes incluso en el nombre del letrero. Cielo, no quiere que la llame tía porque la hace sentir vieja, baja el volumen de la radio ya que lo tenía muy alto; por suerte, fue un paseo corto así que no sufrí con el sonido fuerte. Los sonidos fuertes hacen imposible escuchar los sonidos suaves, aquellos a los que debes de temer. En el auto me siento segura, pero afuera, nunca.

Tú mamá espera que la llames cuando terminemos aquí —me dice Cielo. —Al menos puedes mandarle un mensaje con cuatro palabras: Inscrita. Todo está bien. Si te sientes de buen humor, incluso puedes ponerle una de esas caritas felices al final.

La miro de reojo desde mi asiento. Cielo es la hermana más joven de mi madre por unos diez años. Es lo opuesto a ella en casi todas las formas posibles. Ni siquiera luce como ella, lo que significa que tampoco luce como yo, porque yo soy la copia de mi madre. Cielo tiene cabello rubio con ojos claros y un perfecto bronceado que maneja trabajando en las noches y durmiendo siesta en la piscina durante el día; aunque es enfermera y sabe que no debe. Yo tengo la piel morocha, ojos marrones y un largo cabello lacio y marrón. Las personas tendrían que ser estúpidas para creer que somos familia, incluso si es una de las pocas cosas acerca de mí que es verdad.

Cuando entro, la oficina central es una conmoción masiva. Los teléfonos suenan, las fotocopiadoras están siendo utilizadas, las voces se escuchan en todos lados. Hay tres filas en el mostrador principal; no sé en cual meterme así que elijo la más cercana a la puerta y espero lo mejor. Cielo se arrastra detrás de mí, y de inmediato me tira a un lado, más allá de todas las filas, hasta la recepcionista. Tiene suerte de que la haya visto, sino ya la hubiera lanzado contra el piso.

Tenemos una cita con el Sr. Nicolás Bauer, el director —dice Cielo con autoridad, la adulta responsable. Está interpretando el papel de mamá ahora.

La recepcionista, una cincuentona, nos señala un par de sillas cerca de una puerta de madera oscura. Solo tenemos que esperar unos minutos y nadie se da cuenta ni me reconoce en absoluto. Me pregunto cuánto durará. Estoy usando unos vaqueros y una camisa en cuello “v” negra, los dos un poco, quizás un montón, más apretados de lo que necesitan ser. Con los zapatos hice un esfuerzo: tacones de aguja negros. Once centímetros de locura. No los uso mucho, pero necesito practicar y mi equilibrio con ellos ha mejorado.

Unos pocos minutos después, los cuales parecen una hora, la pesada puerta de madera se abre y somos conducidas adentro por un hombre con una mal ajustada camisa y corbata. Quitando la vestimenta, no es un hombre feo; de hecho, es demasiado guapo para ser director. Sonríe cálidamente antes de caer de nuevo detrás de su mesa, en una silla de cuero de gran tamaño. Me instalo en una de las dos sillas opuestas al escritorio del Sr. Bauer. Cielo se hunde en su silla a mi lado y se lanza con su discurso. Escucho por unos minutos mientras explica mi “situación única”. Veo que él me observa, sus ojos se amplían un poco mientras me mira de cerca y veo un brillo de reconocimiento en él. Sí, esa soy yo. Me recuerda. Mis padres se pelearon cuando decidí mudarme con Cielo, pero finalmente tuvieron que aceptarlo.

¿En lo absoluto? —la voz del director me saca de mis pensamientos.

En lo absoluto —confirma Cielo.

Ya veo. Bien, haremos lo que se pueda. Me aseguraré que sus profesores estén informados antes del lunes. ¿Ya llenaron una petición de clases?

Cielo le entrega el formulario y él lo chequea rápidamente.

Voy a llevar esto al departamento de orientación para que puedan tener una programación elaborada el lunes por la mañana. No puedo prometer que vaya a recibir estos cursos electivos. La mayoría de clases ya están llenas.

Lo entendemos. Estoy segura que hará lo que se pueda. Apreciamos su cooperación y por supuesto, su discreción —añade Cielo, y es una advertencia.

El Sr. Bauer nos acompaña a la puerta, estrechando la mano de Cielo y asintiendo con la cabeza hacia mí, con una sonrisa forzada que creo que podría ser compasión o tal vez desdén. Luego, mira hacia otro lado. Nos sigue de nuevo en el caso de la oficina y nos pide que esperemos un momento mientras se dirige por el pasillo a la oficina de orientación con el papeleo. No hay sillas desocupadas ahora así que nos toca estar de pie. Miro al frente de la fila donde un muñeco Ken de cabello oscuro está lanzando una sonrisa matadora en dirección de una Srta. Tonta, la cual le brilla la cara por el coqueteo. No la culpo. Logro entender algo sobre una posición de ayudante de oficina. Él ladea la cabeza a un lado y dice algo que hace reír a la Srta. Tonta. Gana lo que vino a conseguir aquí. De pronto, la puerta se abre de nuevo y una niña psicóticamente linda entra y explora la habitación hasta que aterriza sus ojos en él. Es la representación de Barbie.

¡Simón! —grita por encima de la conmoción y todo el mundo voltea. —¡No voy a esperar en el auto todo el día! ¡Vamos!

Debe ser su novia. El Ken se completa con la Apresurada Barbie Princesa. Él levanta un dedo para dar a entender que sólo será un minuto. Si fuera él, escogería un dedo diferente. Sonrío al pensarlo y miro hacia arriba para verlo sonriendo hacia mí, con los ojos brillantes de malicia. Detrás de él, la Srta. Tonta garabatea algo rápidamente y se lo entrega a él para que firme. Pero él sigue mirándome. Señalo hacia ella y levanto mis cejas, como diciendo: ¿No vas a conseguir lo que buscabas? Se voltea y firma, le da las gracias y le guiña el ojo. Ella niega con la cabeza y lo manda hacia la puerta. Bien jugado Ken, bien jugado.

Si bien he estado divirtiéndome con el drama de oficina, Cielo ha estado susurrando con una mujer que supongo es la consejera. Simón, quien desesperadamente quiere seguir siendo llamado Ken, sigue de pie junto a la puerta, hablando con un par de chicos que están esperando en la parte trasera de la línea. Parecería que estuviera tratando de molestar a Barbie.

¡Vamos! —Cielo vuelve a hablar, dirigiéndome hacia las puertas delanteras.

¡Disculpe! —Una mujer alza su voz estridentemente, antes de llegar a la salida.

Todos voltean al mismo tiempo, viendo a la mujer sostener una carpeta.

¿Cómo pronuncias este nombre?

Nah-stee-ya —anuncia Cielo, y me estremezco por dentro, muy consciente de la audiencia que nos rodea—. Nastya Kashnikov. Es ruso. Pero ella prefiere que le digan Mar.



(Traducido y corregido por Bookzinga. Adaptado por Mais020291).

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