Mar
Morir no es tan
malo después de que ya lo has hecho.
Y lo he hecho.
Ya no le temo
más a la muerte.
Le temo a todo
lo demás.
***
Agosto significa
tres cosas: calor, humedad opresiva, y escuela. No he estado ahí desde hace dos
años. Al menos que cuentes como enseñanza el estar sentada en la mesa de la
cocina de tu casa, con tu mamá siendo tu profesora. Es viernes y mi último año
comienza el lunes, pero no me he ido a inscribir. Si no voy hoy, no tendré
horario el lunes por la mañana, y tendré que esperar en la oficina central por
uno.
Mi tía entra al
estacionamiento de la escuela Mandalay conmigo a cuestas. Mandalay es horrible,
tiene colores por todas las paredes incluso en el nombre del letrero. Cielo, no
quiere que la llame tía porque la hace sentir vieja, baja el volumen de la
radio ya que lo tenía muy alto; por suerte, fue un paseo corto así que no sufrí
con el sonido fuerte. Los sonidos fuertes hacen imposible escuchar los sonidos
suaves, aquellos a los que debes de temer. En el auto me siento segura, pero
afuera, nunca.
—Tú mamá
espera que la llames cuando terminemos aquí —me dice Cielo. —Al
menos puedes mandarle un mensaje con cuatro palabras: Inscrita. Todo está bien. Si te sientes de buen humor, incluso
puedes ponerle una de esas caritas felices al final.
La miro de reojo
desde mi asiento. Cielo es la hermana más joven de mi madre por unos diez años.
Es lo opuesto a ella en casi todas las formas posibles. Ni siquiera luce como
ella, lo que significa que tampoco luce como yo, porque yo soy la copia de mi
madre. Cielo tiene cabello rubio con ojos claros y un perfecto bronceado que
maneja trabajando en las noches y durmiendo siesta en la piscina durante el
día; aunque es enfermera y sabe que no debe. Yo tengo la piel morocha, ojos
marrones y un largo cabello lacio y marrón. Las personas tendrían que ser
estúpidas para creer que somos familia, incluso si es una de las pocas cosas
acerca de mí que es verdad.
Cuando entro, la
oficina central es una conmoción masiva. Los teléfonos suenan, las
fotocopiadoras están siendo utilizadas, las voces se escuchan en todos lados.
Hay tres filas en el mostrador principal; no sé en cual meterme así que elijo
la más cercana a la puerta y espero lo mejor. Cielo se arrastra detrás de mí, y
de inmediato me tira a un lado, más allá de todas las filas, hasta la
recepcionista. Tiene suerte de que la haya visto, sino ya la hubiera lanzado
contra el piso.
—Tenemos
una cita con el Sr. Nicolás Bauer, el director —dice Cielo con
autoridad, la adulta responsable. Está interpretando el papel de mamá ahora.
La
recepcionista, una cincuentona, nos señala un par de sillas cerca de una puerta
de madera oscura. Solo tenemos que esperar unos minutos y nadie se da cuenta ni
me reconoce en absoluto. Me pregunto cuánto durará. Estoy usando unos vaqueros
y una camisa en cuello “v” negra, los dos un poco, quizás un montón, más
apretados de lo que necesitan ser. Con los zapatos hice un esfuerzo: tacones de
aguja negros. Once centímetros de locura. No los uso mucho, pero necesito
practicar y mi equilibrio con ellos ha mejorado.
Unos pocos
minutos después, los cuales parecen una hora, la pesada puerta de madera se
abre y somos conducidas adentro por un hombre con una mal ajustada camisa y
corbata. Quitando la vestimenta, no es un hombre feo; de hecho, es demasiado
guapo para ser director. Sonríe cálidamente antes de caer de nuevo detrás de su
mesa, en una silla de cuero de gran tamaño. Me instalo en una de las dos sillas
opuestas al escritorio del Sr. Bauer. Cielo se hunde en su silla a mi lado y se
lanza con su discurso. Escucho por unos minutos mientras explica mi “situación
única”. Veo que él me observa, sus ojos se amplían un poco mientras me mira de
cerca y veo un brillo de reconocimiento en él. Sí, esa soy yo. Me recuerda. Mis
padres se pelearon cuando decidí mudarme con Cielo, pero finalmente tuvieron
que aceptarlo.
—¿En lo
absoluto? —la voz del director me saca de mis pensamientos.
—En lo
absoluto —confirma Cielo.
—Ya veo.
Bien, haremos lo que se pueda. Me aseguraré que sus profesores estén informados
antes del lunes. ¿Ya llenaron una petición de clases?
Cielo le entrega
el formulario y él lo chequea rápidamente.
—Voy a
llevar esto al departamento de orientación para que puedan tener una
programación elaborada el lunes por la mañana. No puedo prometer que vaya a
recibir estos cursos electivos. La mayoría de clases ya están llenas.
—Lo
entendemos. Estoy segura que hará lo que se pueda. Apreciamos su cooperación y
por supuesto, su discreción —añade Cielo, y es una advertencia.
El Sr. Bauer nos
acompaña a la puerta, estrechando la mano de Cielo y asintiendo con la cabeza
hacia mí, con una sonrisa forzada que creo que podría ser compasión o tal vez
desdén. Luego, mira hacia otro lado. Nos sigue de nuevo en el caso de la
oficina y nos pide que esperemos un momento mientras se dirige por el pasillo a
la oficina de orientación con el papeleo. No hay sillas desocupadas ahora así que
nos toca estar de pie. Miro al frente de la fila donde un muñeco Ken de cabello
oscuro está lanzando una sonrisa matadora en dirección de una Srta. Tonta, la
cual le brilla la cara por el coqueteo. No la culpo. Logro entender algo sobre
una posición de ayudante de oficina. Él ladea la cabeza a un lado y dice algo
que hace reír a la Srta. Tonta. Gana lo que vino a conseguir aquí. De pronto,
la puerta se abre de nuevo y una niña psicóticamente linda entra y explora la
habitación hasta que aterriza sus ojos en él. Es la representación de Barbie.
—¡Simón! —grita
por encima de la conmoción y todo el mundo voltea. —¡No voy a esperar en
el auto todo el día! ¡Vamos!
Debe ser su
novia. El Ken se completa con la Apresurada Barbie Princesa. Él levanta un dedo
para dar a entender que sólo será un minuto. Si fuera él, escogería un dedo
diferente. Sonrío al pensarlo y miro hacia arriba para verlo sonriendo hacia
mí, con los ojos brillantes de malicia. Detrás de él, la Srta. Tonta garabatea
algo rápidamente y se lo entrega a él para que firme. Pero él sigue mirándome.
Señalo hacia ella y levanto mis cejas, como diciendo: ¿No vas a conseguir lo que buscabas? Se voltea y firma, le da las
gracias y le guiña el ojo. Ella niega con la cabeza y lo manda hacia la puerta.
Bien jugado Ken, bien jugado.
Si bien he
estado divirtiéndome con el drama de oficina, Cielo ha estado susurrando con
una mujer que supongo es la consejera. Simón, quien desesperadamente quiere
seguir siendo llamado Ken, sigue de pie junto a la puerta, hablando con un par
de chicos que están esperando en la parte trasera de la línea. Parecería que
estuviera tratando de molestar a Barbie.
—¡Vamos! —Cielo
vuelve a hablar, dirigiéndome hacia las puertas delanteras.
—¡Disculpe!
—Una mujer alza su voz estridentemente, antes de llegar a la salida.
Todos voltean al
mismo tiempo, viendo a la mujer sostener una carpeta.
—¿Cómo
pronuncias este nombre?
—Nah-stee-ya
—anuncia Cielo, y me estremezco por dentro, muy consciente de la audiencia
que nos rodea—. Nastya Kashnikov. Es ruso. Pero ella prefiere que le
digan Mar.
(Traducido y corregido por Bookzinga.
Adaptado por Mais020291).
Más me encanta!!
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