martes, 7 de octubre de 2014

Ángeles Caídos #4: Cuarentaiuno

Me rendí al sueño. Sueños donde podía alcanzar a Peter. Sosteniéndome a una memoria fantasmal de él era mejor que vivir sin él. Curvada en su cama, rodeada de un olor que sin duda era de él, me sumergí en su memoria que me cazaba.

Nunca debí confiar en que Pepper se encargue de las plumas. Debí saber que él lo arruinaría. No debí subestimar a Maximiliano. Si tan solo hubiese llegado al estudio de Peter diez minutos antes. Si tan solo hubiese detenido a Paula de encender….

—Lali, despierta.

Cande se inclina sobre mí, su voz apresurada. —Debes alistarte para el duelo. Benja me contó todo. Uno de los mensajeros de Lisa vino mientras estabas durmiendo. El duelo es cuando salga el sol en el cementerio. Debemos enviar a Maximiliano a Júpiter. Te quitó a Peter, y ahora él te busca a ti. Así que no hay manera que te vaya a encontrar.

Maximiliano ya tenía mi título ganado. Cada ángel caído había sido encadenado al infierno. Los Nephils habían ganado la guerra. Maximiliano y Paula se llevarían el crédito, explicando cómo habían logrado el plan. Ya no era necesario ningún duelo. Pero sin duda Maximiliano no había terminado conmigo; él querría arrestarme, o aún peor, ejecutarme por traición.

—Es casi la salida del sol. Levántate —dijo Cande—. No vas a permitir que Maximiliano se salga con la suya.

Abracé la almohada de Peter, respirando su olor antes que se vaya para siempre. Recordé los contornos de su cama. Cerré mis ojos e imaginé que él estaba aquí. A mi lado. Tocándome. Imaginé sus ojos negros suavizándose mientras acaricia mi mejilla, sus manos calientes.

—Lali —me advirtió Cande.

La ignoré, escogiendo quedarme con Peter. Él sonrió y deslizó sus manos debajo de mí, haciéndome rodar encima de él. Estás fría, Ángel. Déjame calentarte.

Pensé que te había perdido, Peter.

Estoy justo aquí. Te prometí que estaríamos juntos, ¿verdad?

Pero tu pluma…

Shh… —Su dedo selló mis labios—. Quiero estar contigo, Ángel. Quédate aquí conmigo. Olvídate de Maximiliano y el duelo. No dejaré que te haga daño. Te mantendré a salvo.

Lágrimas quemaban en la parte de atrás de mis ojos. Llévame lejos. Como me prometiste. Llévame muy lejos, para ser solo los dos.

—Peter odiaría verte así —chilló Cande.

Jalé las sábanas por encima de mí para formar como una pequeña cueva, donde estuviéramos Peter y yo, y reí en su oreja. Ella no sabe que tú estás aquí.

Nuestro truco secreto.

No te dejaré, Peter.

No te permitiré hacerlo. En un suave movimiento, cambió nuestras posiciones, colocándome contra el colchón. Se inclinó sobre mí. Intenta escapar ahora.

Fruncí el ceño ante el destello de hielo azul que parecía verse debajo de la superficie de sus ojos. Parpadeé para aclarar mi mente, pero cuando sus ojos se enfocaron, estaba apenas al tanto del azul que colgaba por su iris.

Tragando, dije: Necesito un vaso de agua.

Lo traeré por ti. No te muevas. Quédate en la cama.

Sólo será un segundo —dije, intentando escapar de él.

Peter sostuvo mis muñecas. Me dijiste que no te irías.

Sólo iré por una bebida.

No te dejaré ir, Lali. Las palabras sonaron como un gruñido. Sus rasgos empezaron a cambiar, hasta que vi destellos de otro hombre. Maximiliano. Rodé a un lado, pero no lo suficientemente rápido. Los dedos de Maximiliano se hundieron dolorosamente en mis hombros, haciendo que regrese debajo de él. Su respiración se sentía caliente en mi mejilla.

Se ha terminado. Ríndete. He ganado.

—Aléjate de mí —siseé.

Su toque se disolvió, su rostro colgando brevemente sobre el mío como una neblina azul, antes de desaparecer.

Agua helada chocó contra mi rostro, y me levanté con un jadeo. El sueño se destrozó. Cande estaba a un paso de mí, con un vaso vacío en su mano.

—Hora de irnos —dijo.

—No quiero —dije, con mi voz quebrándose.

Me sentía muy miserable como para enojarme por el agua. Mi garganta estaba apretada. Tenía miedo de llorar. Solo quería una cosa, y se había ido. Peter no volvería. Nada de lo que hiciera haría cambiar eso. Las cosas por las que quería luchar en un principio ya no tenían sentido ahora.

—¿Y Peter? —demandó Cande—. Te has rendido por ti misma, ¿pero también te has rendido a él?

—Peter se ha ido—. Presioné mis dedos contra mis ojos hasta que eliminé las ganas de llorar.

—Ido, no muerto.

—No puedo hacer esto sin él —dije.

—Entonces encuentra una manera de hacerlo volver.

—Está en el infierno —solté.

—Mejor que en la tumba.

Alcé mis rodillas y coloqué mi cabeza contra éstas. —Maté a Hank, Cande. Peter y yo lo hicimos, juntos. Maximiliano lo sabe, y ahora va a arrestarme en el duelo. Va a ejecutarme por traición. Por eso no puedo ir al duelo.

—Es la palabra de Maximiliano contra la tuya.

—De eso me preocupo.

—Aún eres la líder de los Nephils. Aún tienes algo de credibilidad. Si intenta arrestarte, rétalo. Pelea contra él hasta el final. Puedes dejárselo fácil o puedes hacerlo luchas por ello.

—Tengo miedo Cande. Tanto miedo.

—Lo sé, bebé. Pero también sé que si hay alguien que puede hacerlo, eres tú. No te digo esto con regularidad, y tal vez nunca te lo he dicho, pero cuando crezca, quiero ser como tú. Ahora, sal de la cama antes que te moje de nuevo. Vas a ir al cementerio. Y vas a darle a Maximiliano, la pelea de su vida.

***

En el cementerio, repasé mi plan. Cuando Maximiliano me diera por traidora, no podía dar un paso a un lado. Cande tenía razón, lo haría pelear.

—Benja y yo estaremos contigo, entre la multitud —me dijo Cande, presionando mi mano—. Sólo…ten cuidado, Lali.

Lágrimas se acumularon en mis ojos. Esas eran las palabras de Peter. Lo necesitaba aquí ahora, asegurándome que podía hacer esto. Caminé entre las tumbas, con el cielo aún oscuro. Un ángel con alas estiradas se situaba frente a mí. Un sollozo quiso escapar de mi garganta. Cerré mis ojos, viendo los rasgos hermosos de Peter. Dolía imaginarlo, sabiendo que nunca lo volvería a ver, pero no podía llorar ahora.

Cientos de Nephils estaban reunidos en el cementerio. La mayoría eran jóvenes, pero también vi varios mayores y mujeres entre ellos. Sus rostros estaban brillantes con la expectativa. Los niños jugaban entre las piernas de sus padres, antes que los detengan para que se comporten. Niños. Como si este fuera un entretenimiento familiar.

Mientras me acercaba, noté que doce Nephils llevaban túnicas negras y largas, con las capuchas puestas. Tenían que ser los mismos Nephils poderosos que había conocido la mañana de la muerte de Hank. No sabía qué significaban esas túnicas, pero seguro era posición y poder. Uno de los Nephils, se retiró la capucha. Era la misma Lisa. Su expresión era solemne, sus ojos tensos con anticipación. Me entregó una túnica negra, como si fuera más una cuestión de obligación que de aceptación. La túnica pesaba más de lo que esperaba.

—¿Has visto a Maxi? —me preguntó.

Coloqué la túnica sobre mis hombros pero no respondí.

Mis ojos cayeron en Benja y Cande, y mi pecho se aflojó. Respiré profundamente, primera vez desde que dejé la casa de Peter. Luego vi que estaban sostenidos de la mano, y una profunda soledad me llenó. Mi propia mano vacía colgaba en la briza. Tuve que hacer un puño para evitar que tiemble. Peter no vendría. Nunca más entrelazaría sus dedos con los míos, y un suave gemido se escapó de mi garganta ante la realización.

Salida del sol.

Un haz de oro iluminó el horizonte gris. En minutos, rayos de luz se filtrarían entre los árboles y la neblina. Maximiliano vendría, y los Nephils conocerían su victoria.

Lisa caminó al centro de la reunión. Amplificó su voz para decir: —Estoy segura que Maximiliano llegará pronto. Él sabe que el duelo está estrictamente programado para la salida del sol. No es usual en él llegar tarde, pero en cualquier caso, tendremos que retrasarlo un par…

Su oración fue interrumpida por un retumbo que pareció ondular a través del suelo. Vibró a través de la suela de mis pies, creciendo. Sentí un vacío en el estómago. Alguien estaba viniendo. Y no solo alguien, sino varios.

—Ángeles Caídos —susurró un Nephil, con miedo en su voz.

Tenía razón. Su poder perceptible, incluso a distancia, hizo que cada nervio terminando en mi cuerpo, tiemble. Se me erizó la piel. Adivinaba que eran cientos. ¿Pero, cómo? Paula había quemado sus plumas….la vi.

—¿Cómo nos encontraron? —preguntó otro Nephil, con voz aterradora.

—Así que finalmente vinieron —siseó Lisa—. ¡Rápido! Escondan a sus hijos y cojan sus armas. Iremos contra ellos, con o sin Maxi. La batalla final termina aquí.

Su orden se expandió entre la multitud. Los Nephils se apresuraron, desordenados. Algunos tenían cuchillos, pero los que no, cogieron rocas, botellas rotas, y cualquier otra cosa que servía de arma para ellos. Yo corrí hacia Benja y Cande.

—Saca a Cande fuera de aquí. Vayan a algún lugar seguro. Los encontraré cuando esto termine.

—Estás loca si piensas que nos iremos sin ti —dijo Cande, firmemente—. Dile, Benja. Cárgala y sácala de aquí si tenemos que hacerlo.

—¿Cómo están aquí los ángeles caídos? —me preguntó Benja, buscando mi rostro para alguna explicación. Ambos vimos cómo se quemaban las plumas.

—No lo sé. Pero planeo descubrirlo.

—Crees que Peter está ahí. ¿De eso se trata, verdad? —dijo Cande, mirando en la dirección del sonido.

Encontré sus ojos. —Benja y yo vimos que las plumas se quemaron. O fue un truco o alguien ha abierto las puertas del infierno. El instinto me dice que lo último debe ser la verdad. Si los ángeles caídos están escapando del infierno, tengo que asegurarme que Peter salga de ahí. Y luego tengo que cerrar las puertas antes que sea demasiado tarde. Si no termino esto ahora, no habrá otra oportunidad. Es el último día en que ángeles caídos pueden poseer los cuerpos de los Nephils, pero no creo que ello signifique algo para los ángeles caídos. Creo que ellos tienen la intención de esclavizarnos infinitivamente, si es que no nos matan primero.

Cande asintió lentamente, digiriendo el peso de mis palabras. —Entonces te ayudaremos. Estamos en esto, juntos. Esta es tanta la pelea de Benja y mía como la tuya.

—Cande…

—Si realmente es la pelea de tu vida, sabes que estaré aquí. Así lo quieras o no. No he dejado de comer unos donuts para llegar aquí a tiempo, para que solo me voltee y me vaya —me dijo Cande en broma, pero en el fondo sus palabras estaban llenas de significado. Estábamos en esto, juntas.


—De acuerdo —dije finalmente, muy emocionada como para hablar bien—. Vamos a cerrar de un golpe las puertas del infierno de una vez por todas.


***

¡Quedan tres capítulos!

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