miércoles, 8 de octubre de 2014

Ángeles Caídos #4: Cuarentaidos (Parte I)

El sol figuraba arriba del horizonte, oscureciendo la silueta de cientos de ángeles caídos, ubicados a través del suelo del cementerio. Un hombre, un Nephil, corrió al frente del ejército, con una espada con brillo azul. Una espada creada para asesinarme. Incluso a esa distancia, los ojos de Maximiliano parecían cortar a través de toda distracción, cazándome.

Me preguntaba cómo las puertas del infierno habían sido abiertas, y ahora tenía mi respuesta. El halo azul oscuro colgando encima de los ángeles caídos me dijo que Maximiliano había utilizado Devilcraft.

Pero porqué él había permitido que Paula queme las plumas, sólo para liberar a los ángeles caídos…eso no lo sabía.

—Necesito llegar donde Maximiliano, a solas —les dije a Benja y Cande—. Él también me está buscando. Si pueden, llévenlo hacia el estacionamiento que está arriba del cementerio.

—No tienes un arma —me dijo Benja.

Apunté hacia adelante. Cada ángel caído llevaba una espada que parecía lanzarse desde su mano como una llama azul brillante. —No, pero ellos sí. Solo tengo que convencer a uno de ellos en hacerme una donación.

—Se están expandiendo —dijo Benja—. Van a matar a cada Nephil en este cementerio, y luego invadirán la ciudad.

Cogí sus manos, luego las de Cande. Por un momento, formamos un círculo inquebrantable, y medio fuerza. Estaría a solas cuando me enfrente a Maximiliano, pero ellos no estarían lejos…lo recordaría. —Sea lo que suceda, nunca olvidaré nuestra amistad.

Benja atrajo mi cabeza contra su pecho, sosteniéndome con fuerza, luego besó mi frene con ternura. Cande lanzó sus brazos a mí alrededor, abrazándome por tanto tiempo que pensé que derramaría más lágrimas de las que ya había soltado.

Apartándome, corrí.

El terreno del cementerio ofrecía múltiples sitios para esconderse, y ascendí suavemente entre las ramas de un árbol creciendo en la colina, que llevaba hacia el estacionamiento. Desde ahí, tenía una enorme vista, observando a Nephils sin armas, hombres y mujeres, sobrepasados por ángeles caídos. En cuestión de segundos, ángeles caídos descendieron hacia ellos como una nube, golpeándolos como si no fueran nada más que maleza. Encontré a la mamá de Paula, a Benja y Cande peleando, e incluso a Agustina, pero no habían signos de Paula por ningún lado. 

Hasta que uno de los ángeles caídos alzó la mirada hacia la colina, sus ojos alertas. Tenía que creer que me había sentido. Su espada radiaba un fuego azul. A pesar de ello, era una presa fácil para mí. Se acercó al árbol, mirando entre los espacios oscuros entre las ramas. En cinco segundos, estaría directamente debajo de mí.

Cuatro, tres, dos…

Salté del árbol. Lo golpeé, y el peso del impacto hizo que nos fuéramos hacia adelante. Su espada cayó de su mano antes que pueda robarla. Rodamos varios centímetros, pero yo tenía la ventaja de haberlo sorprendido. Poniéndome de pie rápidamente, me coloqué tras su espalda, lanzando varios golpes a sus cicatrices antes que me golpee con su pie, haciendo que mis piernas se balanceen debajo de mí. Rodé, por suerte salvándome de un cuchillo que había extraído de su bota.

—¿Rixon? —dije, sorprendida de reconocer el rostro pálido y los rasgos fuertes del ex mejor amigo de Peter.

Peter había encadenado a Rixon al infierno después que él había atentado sacrificarme para obtener un cuerpo humano.

—Tú —dijo.

Nos enfrentamos, con las rodillas inclinadas, listos para atacar. —¿Dónde está Peter? —pregunté.

Sus ojos se enfocaron en los míos, entrecerrados y fríos. —Ese nombre no significa nada para mí. Ese hombre está muerto para mí.

—¿Por qué los ángeles caídos están dejando que Maximiliano los lidere?

—Nos forzó a hacer un juramento de lealtad a él —dijo—. Era eso o quedarnos en el infierno. No muchos se quedaron.

Peter no se quedaría atrás. No si había una forma de regresar a mí. 

—Iré tras Maximiliano —le dije a Rixon.

Él rió, un siseo entre sus dientes. —Aclamo un precio por cada Nephil que lleve a Maxi. Fallé en matarte antes, ahora lo haré apropiadamente.

Al mismo tiempo, buscamos su espada, a varios pasos de distancia. Rixon la alcanzó primero, rodando ágilmente en sus rodillas y deslizando la espada hacia mí. Yo la esquivé, precipitándome antes que pueda lanzarla de nuevo. Lo golpeé contra el suelo, contra sus cicatrices. Tomando ventaja de su breve inmovilidad, lo desarmé; le quité su espada y su cuchillo.

Luego golpeé su cuerpo y hundí el cuchillo en sus cicatrices. —Mataste a mi padre —le dije—. No me he olvidado.

Corrí arriba, hacia el estacionamiento, mirando hacia atrás para ver que no me estaban siguiendo. Tenía una espada, pero necesitaba una mejor. Recordando mi entrenamiento con Peter, repasé cada maniobra que habíamos practicado, juntos. Cuando Maximiliano se encontrara conmigo en el estacionamiento, yo le robaría su espada. Y lo mataría con ella.

Cuando rodeé la colina, Maximiliano estaba esperando. Me observó, deslizando su dedo hacia adelante y atrás en la punta de su espada.

—Linda espada —dije—. Escuché que la volviste especial para mí.

Su labio inferior se curvó. —Solo lo mejor para ti.

—Mataste a Blakely. Una forma bastante fría de decirle gracias por todos los prototipos que desarrolló para ti.

—Y tú mataste a Hank. Tu propia carne y sangre. 

Me encogí de hombros. —Suelo ser subestimada.

—Te entrené. Sé exactamente de lo que eres capaz.

—¿Por qué liberaste a los ángeles caídos? —pregunté, desde que parecía estar con ganas de compartir secretos—. Los tenías en el infierno. Podrías haber desertado y liderar a los Nephils. Ellos nunca hubiesen sabido la verdad sobre tus cambiantes lealtades.

Maximiliano sonrió, sus dientes afilados y blancos. Se veía más como un animal que un humano, como una bestia. —Me he elevado por encima de ambas razas —dijo con una voz tran práctica que era difícil pensar que él no lo creía realmente—. Les daré a los Nephils la posibilidad de sobrevivir, así como se las di a los ángeles caídos: jurar lealtad a mí o morir. Un líder. Con poder y juicio sobre todos. ¿Deseas haberlo pensado antes?

Sostuve la espada de Rixon cerca a mi cuerpo. —Oh, hay varias cosas que deseo ahora mismo, pero esa no es una de lascosas. ¿Por qué los ángeles caídos no han poseído a los Nephils en este Chesvan? Me imagino que tú lo sabes.

—Les ordené que no lo hicieran. Hasta que matara a Blakely, no quería que él no haga caso a mis órdenes y distribuya el Devilcraft a los Nephils. Lo hubiese hecho si es que los ángeles caídos hubiesen atacado a los Nephils—. Otra vez habló con voz práctica. Tan superior. No le tenía miedo a nada.

—¿Dónde está Peter?

—En el infierno. Me aseguré que su rostro nunca pase las puertas. Se quedará en el infierno. Y solo cuando me sienta demasiado abusador y atormentador, él logrará tener un visitante.

Me lancé hacia él, moviendo mi espada letalmente hacia su cabeza. Él logró evitarla, golpeándola con la suya explosivamente. Con cada bloque defensivo, mi espada vibraba hasta mis hombros. Apreté mis dientes para combatir el dolor. Él era demasiado fuerte; no podría soportar su fuerza para siempre. Tenía que encontrar una forma de evadir su espada y golpear su corazón.

—¿Cuándo fue la última vez que tomaste Devilcraft? —preguntó, usando su espada como machete para atacarme.

—He terminado con el Devilcraft—. Bloqueé sus ataques, pero si no dejaba de jugar a la defensiva, me acorralaría contra la reja. 

Agresivamente, me lancé para golpear su muslo. Él dio un paso al lado, mi espada golpeando el aire y casi desbalanceándome.

Mientras más te inclines o estires, más fácil será para Maximiliano para golpearte. Las palabras de Peter sonaron en mi cabeza, como si las hubiese dicho ayer. Asentí para mí misma. Eso es, Peter. Sigue hablándome.

—Se nota —dijo Maxi—. Esperaba que tomaras lo suficiente para que destruyas tu cerebro.

Así que había sido su plan: hacerme adicta al Devilcraft para que silenciosamente me mate. —¿Dónde estás guardando el resto de prototipos?

—Donde pueda aprovechar su poder cuando quiera —respondió con aire de suficiencia.

—Espero que los hayas escondido bien, porque si hay algo que haré antes de morir es destruir tu laboratorio.

—El nuevo laboratorio está dentro de mi. Los prototipos están ahí, Lali, replicándose una y otra vez. Yo soy el Devilcraft. ¿Tienes alguna idea de lo que se siente ser el hombre más poderoso en el planeta?

Me escapé justo a tiempo para evitar un golpe en mi cuello. Apresurando mis pasos y lanzando mi espada hacia adelante, busqué su estómago, pero él se hizo a un lado de nuevo, y la espada cortó la carne por encima de su cadera. Líquido azul salió de la herida, manchando su camisa blanca.

Con un gruñido, Maximiliano se lanzó hacia mí. Corrí, saltando la pared de piedra que encasillaba el estacionamiento.


***

Gracias por comentar y leer.

Les cuento que me estoy yendo de viaje así que no podré traerles nuevo capi hasta que regrese. Este es el último por ahora; ya no he tenido tiempo para traer más :(

Espero lo disfruten y nos vemos la próxima semana :)

3 comentarios: