lunes, 8 de diciembre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 14

Thiago

—Fiesta en casa de Tefi el viernes por la noche. ¿Te apuntas?

Miro a Simón como si esta fuese una pregunta retórica. Debería serlo.

—En algún momento lograré que vengas conmigo. Bien. Tengo un plan de rescate. Y ahí está.

Alzo la mirada para ver a Mar caminando por el pasillo hacia nosotros. Aún está usando esos zapatos; empezaremos a trabajar pronto y el profesor no la dejará acercarse al taller a menos que use zapatos decentes que protejan sus pies. Obviamente a ella no le importa.

—¿No debí ser yo el plan de rescate?

—Probablemente no deberías ser ningún plan, pero eventualmente te corromperé.

—La vuelves a dejar ebria y vomitará en tu sillón.

—¿Nunca lo superarás?


—No.

—¡Ey, Mar! —Simón camina hacia ella antes que Mar llegue a la puerta del taller.

Diferente a lo que esperaba, ella le sonríe. Pero la sonrisa se va en segundos, y ella entra al salón, dejando a Simón en el pasillo. Ni siquiera tuvo la oportunidad de preguntarle sobre la fiesta. Aprovecho para acercarme de nuevo a Simón.

—Eso funcionó bastante bien.

—No me hirió —sonríe, viéndose satisfecho.

—Debería.

En la noche, me enfoco en trabajar en una de mis tareas de taller en mi garaje. A las diez y media de la noche, aprovecho para buscar una de mis herramientas que no logro encontrar; rebusco en todos lados, pero no hay y es demasiado tarde para ir a comprar una. Sin embargo, ya que no tengo sueño y no hay nada que hacer, no estaría mal ir a dar una vuelta. Pero algo me interrumpe, cuando me pongo de pie y volteo, ella está ahí, justo fuera de mi garaje. Ella se ve casi exactamente como la primera vez que vino aquí, excepto que ya no está perdida o asustada. Vino aquí a propósito. Nos miramos uno al otro por un minuto y me doy cuenta que estoy esperando que ella diga algo, lo que obviamente no va a suceder. No estoy seguro de lo que se supone que deba decirle, así que no hago nada. Me volteo y continuo buscando mi herramienta que sé que no está aquí. Pretendo que no me importa lo que ella esté haciendo pero estoy muy atento a cada respiración que da. Puedo decir el segundo en que decidió moverse de posición.

Solo que no se voltea y se va como esperaba; ella entra al garaje.

Está mirando alrededor, como lo hizo la noche en que se presentó toda sudada, perdida e increíble. No me está mirando, está más interesada en las cosas alrededor. Es solo un garaje con un montón de madera y herramientas. No sé qué puede ser tan interesante en eso, pero no me importa, porque mientras ella estudia alrededor, yo puedo estudiarla a ella. Ya no lleva maquillaje y su cabello está atado de tal forma que puedo ver su rostro. Incluso cuando fue a la casa de Simón, aún tenía puesto el maquillaje negro. Es horrible y no tiene sentido cuando ves lo que hay debajo.

No está sin aliento como la otra vez, pero aun así debe de haber corrido. Me pregunto si corre todas las noches. Sus piernas son puro músculo, justo como sus brazos. Aun no se ve bien con su rostro. Su rostro me recuerda a las muñecas de porcelana que tienen las niñas. Suaves, duras, perfectas y frágiles.

Camina alrededor, corriendo sus manos por las encimeras, deteniéndose al final de una de bancas de trabajo. La mira de cerca, antes de deslizar su mano entre uno de los tornillos. Ni siquiera me puedo mover porque me pregunto qué está sucediendo, pero veo que empieza a apretar su mano alrededor de uno de los tornillos. Y me pregunto si está loca, porque parece que quisiera destruir su mano. Pero luego se detiene, suelta el tornillo y luego continúa observando la habitación.

Mis ojos se apartan de ella antes que ella me vea mirándola y yo empiezo a buscar entre los cajones que ya busqué dos veces esta noche. La banca de trabajo que mi padre y yo construimos hace años atrás, alinea el perímetro del garaje. Así que construimos casi todo lo que tiene este garaje.

La siento moverse mientras le doy la espalda, y cuando me volteo, ella está sentada en la banca al otro lado del garaje. Simplemente se ha sentado ahí y se ha puesto cómoda. De acuerdo. Me está volviendo loco tenerla sentada en mi garaje, observándome. Porque eso es lo que está haciendo ahora. Me está observando y ni siquiera intenta cambiar la situación. Quiero gritarle que se vaya, pero también quiero que se quede. Lo que me hace más tonto de lo soy.

Eventualmente me siento y trabajo en revisar unas medidas que necesito. Es un trabajo que necesita silencio, así que lo hago de noche, además me tengo que mantener ocupado o voy a terminar en un concurso de miradas con esta chica, en un intento tonto de leer su mente.

A la medianoche, ella se levanta y se dirige hacia la pista sin decir ni una palabra.

***

El día siguiente en la escuela, todo sigue raro de nuevo. Mar no me mira y hace como si nunca hubiese sucedido nada anoche. ¿Acaso cree que puede venir cuando quiere a mi casa? Me la paso la clase de taller mirándola o estando al pendiente de ella, y eso me cuesta enfocarme en mis cosas.

Los minutos pasan y observo a Mar trabajando con dos chicos de la clase, quienes intentan explicarle como hacer lo que el profesor ha asignado; aunque a ella no la noto muy entusiasta y prácticamente no hace nada. Todo transcurre casi a la normalidad hasta que sucede.

Uno de los chicos de la clase, insulta a otro por haber arrugado su papel y botado a la basura. Es realmente una estupidez, pero a veces los chicos somos unos tontos y nos enojamos por lo que sea. El que botó el papel, golpea la espalda del otro, burlándose y lo que sucede a continuación pasa en apenas segundos. Mientras la espalda es golpeada con fuerza, la mano del chico empieza a caer hacia abajo, junto con el martillo que llevaba en la mano. El martillo debería caer encima de la mesa de trabajo, golpeando la madera, sin embargo no lo hace. El martillo golpea el dedo anular de la mano izquierda de Mar, que había estado extendida contra la mesa.

Me enfoco en su cara. Veo como sus ojos se abren con la impresión del dolor antes de volver a estrecharlos. Sus ojos se vuelven vidriosos por las lágrimas que no derrama. ¿Cómo diablos no llora? Vi lo fuerte que le golpeó el martillo. Y ni siquiera se mueve, nadie se mueve. Todo el mundo la mira y nadie hace nada. Alguien debería darle algo de hielo, si nadie lo hace pronto, tendré que hacerlo yo. En realidad debí haberlo hecho, pero también estoy congelado. ¿Por qué no llora?

Uno de los chicos que causó el accidente finalmente reacciona y va al congelador que el profesor mantiene en la zona de taller para tener hielo a la mano. Camilo ya está en la mesa comprobando sus dedos pero ella apenas se inmuta. La miro mientras su rostro es una piedra, o mejor, de porcelana. El chico vuelve con la bolsa de hielo y se la ofrece pero parece que ella la va a rechazar; luego, veo que cambia de opinión, y la acepta sin decir nada.

Cuando ella se va a la enfermería, me doy cuenta que ni siquiera por el dolor que debió causarle el martillo, ella ha emitido sonido alguno.

***

Tienes que estar bromeando, es mi primer pensamiento cuando la veo de nuevo en mi garaje esa noche. Mis ojos van a su mano inmediatamente y veo que dos de sus dedos están juntos en una férula. Esta vez, ella se hunde hacia abajo, con las piernas cruzadas en el suelo y apoya su espalda contra los armarios detrás de ella.

Regreso a hacer lo que estaba haciendo y así nos quedamos durante media hora por lo menos, en silencio. Yo trabajando, ella observando.

—¿Dolió? —pregunto finalmente, porque quiero saber aunque ella no me responda.

Ella voltea su mano en frente de ella como si estuviera tratando de decidir si le dolió o no. Se encoje de hombros. Espero un momento más antes de seguir hablando.

—¿Qué quieres? —sale más brusco de lo que quería pero probablemente sea lo mejor. Me vuelve loco no saber qué hace viniendo aquí. Es como si tuviera a un fantasma en mi garaje.

A las diez y media, la chica fantasma se levanta, se sacude el polvo del suelo, y luego se va.

No hay comentarios:

Publicar un comentario