Thiago
—Fiesta en casa de Tefi el viernes por la
noche. ¿Te apuntas?
Miro a Simón como si esta fuese una
pregunta retórica. Debería serlo.
—En algún momento lograré que vengas
conmigo. Bien. Tengo un plan de rescate. Y ahí está.
Alzo la mirada para ver a Mar caminando
por el pasillo hacia nosotros. Aún está usando esos zapatos; empezaremos a
trabajar pronto y el profesor no la dejará acercarse al taller a menos que use
zapatos decentes que protejan sus pies. Obviamente a ella no le importa.
—¿No debí ser yo el plan de rescate?
—Probablemente no deberías ser ningún
plan, pero eventualmente te corromperé.
—La vuelves a dejar ebria y vomitará en
tu sillón.
—¿Nunca lo superarás?
—No.
—¡Ey, Mar! —Simón camina hacia ella antes
que Mar llegue a la puerta del taller.
Diferente a lo que esperaba, ella le
sonríe. Pero la sonrisa se va en segundos, y ella entra al salón, dejando a
Simón en el pasillo. Ni siquiera tuvo la oportunidad de preguntarle sobre la
fiesta. Aprovecho para acercarme de nuevo a Simón.
—Eso funcionó bastante bien.
—No me hirió —sonríe, viéndose
satisfecho.
—Debería.
En la noche, me enfoco en trabajar en una
de mis tareas de taller en mi garaje. A las diez y media de la noche, aprovecho
para buscar una de mis herramientas que no logro encontrar; rebusco en todos
lados, pero no hay y es demasiado tarde para ir a comprar una. Sin embargo, ya
que no tengo sueño y no hay nada que hacer, no estaría mal ir a dar una vuelta.
Pero algo me interrumpe, cuando me pongo de pie y volteo, ella está ahí, justo
fuera de mi garaje. Ella se ve casi exactamente como la primera vez que vino
aquí, excepto que ya no está perdida o asustada. Vino aquí a propósito. Nos
miramos uno al otro por un minuto y me doy cuenta que estoy esperando que ella
diga algo, lo que obviamente no va a suceder. No estoy seguro de lo que se
supone que deba decirle, así que no hago nada. Me volteo y continuo buscando mi
herramienta que sé que no está aquí. Pretendo que no me importa lo que ella
esté haciendo pero estoy muy atento a cada respiración que da. Puedo decir el
segundo en que decidió moverse de posición.
Solo que no se voltea y se va como
esperaba; ella entra al garaje.
Está mirando alrededor, como lo hizo la
noche en que se presentó toda sudada, perdida e increíble. No me está mirando,
está más interesada en las cosas alrededor. Es solo un garaje con un montón de
madera y herramientas. No sé qué puede ser tan interesante en eso, pero no me
importa, porque mientras ella estudia alrededor, yo puedo estudiarla a ella. Ya
no lleva maquillaje y su cabello está atado de tal forma que puedo ver su
rostro. Incluso cuando fue a la casa de Simón, aún tenía puesto el maquillaje
negro. Es horrible y no tiene sentido cuando ves lo que hay debajo.
No está sin aliento como la otra vez,
pero aun así debe de haber corrido. Me pregunto si corre todas las noches. Sus
piernas son puro músculo, justo como sus brazos. Aun no se ve bien con su
rostro. Su rostro me recuerda a las muñecas de porcelana que tienen las niñas.
Suaves, duras, perfectas y frágiles.
Camina alrededor, corriendo sus manos por
las encimeras, deteniéndose al final de una de bancas de trabajo. La mira de
cerca, antes de deslizar su mano entre uno de los tornillos. Ni siquiera me
puedo mover porque me pregunto qué está sucediendo, pero veo que empieza a
apretar su mano alrededor de uno de los tornillos. Y me pregunto si está loca,
porque parece que quisiera destruir su mano. Pero luego se detiene, suelta el
tornillo y luego continúa observando la habitación.
Mis ojos se apartan de ella antes que
ella me vea mirándola y yo empiezo a buscar entre los cajones que ya busqué dos
veces esta noche. La banca de trabajo que mi padre y yo construimos hace años
atrás, alinea el perímetro del garaje. Así que construimos casi todo lo que
tiene este garaje.
La siento moverse mientras le doy la
espalda, y cuando me volteo, ella está sentada en la banca al otro lado del
garaje. Simplemente se ha sentado ahí y se ha puesto cómoda. De acuerdo. Me
está volviendo loco tenerla sentada en mi garaje, observándome. Porque eso es
lo que está haciendo ahora. Me está observando y ni siquiera intenta cambiar la
situación. Quiero gritarle que se vaya, pero también quiero que se quede. Lo
que me hace más tonto de lo soy.
Eventualmente me siento y trabajo en
revisar unas medidas que necesito. Es un trabajo que necesita silencio, así que
lo hago de noche, además me tengo que mantener ocupado o voy a terminar en un
concurso de miradas con esta chica, en un intento tonto de leer su mente.
A la medianoche, ella se levanta y se
dirige hacia la pista sin decir ni una palabra.
***
El día siguiente en la escuela, todo
sigue raro de nuevo. Mar no me mira y hace como si nunca hubiese sucedido nada
anoche. ¿Acaso cree que puede venir cuando quiere a mi casa? Me la paso la
clase de taller mirándola o estando al pendiente de ella, y eso me cuesta
enfocarme en mis cosas.
Los minutos pasan y observo a Mar
trabajando con dos chicos de la clase, quienes intentan explicarle como hacer
lo que el profesor ha asignado; aunque a ella no la noto muy entusiasta y
prácticamente no hace nada. Todo transcurre casi a la normalidad hasta que
sucede.
Uno de los chicos de la clase, insulta a
otro por haber arrugado su papel y botado a la basura. Es realmente una
estupidez, pero a veces los chicos somos unos tontos y nos enojamos por lo que
sea. El que botó el papel, golpea la espalda del otro, burlándose y lo que
sucede a continuación pasa en apenas segundos. Mientras la espalda es golpeada
con fuerza, la mano del chico empieza a caer hacia abajo, junto con el martillo
que llevaba en la mano. El martillo debería caer encima de la mesa de trabajo,
golpeando la madera, sin embargo no lo hace. El martillo golpea el dedo anular
de la mano izquierda de Mar, que había estado extendida contra la mesa.
Me enfoco en su cara. Veo como sus ojos
se abren con la impresión del dolor antes de volver a estrecharlos. Sus ojos se
vuelven vidriosos por las lágrimas que no derrama. ¿Cómo diablos no llora? Vi
lo fuerte que le golpeó el martillo. Y ni siquiera se mueve, nadie se mueve.
Todo el mundo la mira y nadie hace nada. Alguien debería darle algo de hielo,
si nadie lo hace pronto, tendré que hacerlo yo. En realidad debí haberlo hecho,
pero también estoy congelado. ¿Por qué no llora?
Uno de los chicos que causó el accidente
finalmente reacciona y va al congelador que el profesor mantiene en la zona de
taller para tener hielo a la mano. Camilo ya está en la mesa comprobando sus
dedos pero ella apenas se inmuta. La miro mientras su rostro es una piedra, o
mejor, de porcelana. El chico vuelve con la bolsa de hielo y se la ofrece pero
parece que ella la va a rechazar; luego, veo que cambia de opinión, y la acepta
sin decir nada.
Cuando ella se va a la enfermería, me doy
cuenta que ni siquiera por el dolor que debió causarle el martillo, ella ha
emitido sonido alguno.
***
Tienes que estar
bromeando, es
mi primer pensamiento cuando la veo de nuevo en mi garaje esa noche. Mis ojos
van a su mano inmediatamente y veo que dos de sus dedos están juntos en una
férula. Esta vez, ella se hunde hacia abajo, con las piernas cruzadas en el
suelo y apoya su espalda contra los armarios detrás de ella.
Regreso a hacer lo que estaba haciendo y
así nos quedamos durante media hora por lo menos, en silencio. Yo trabajando,
ella observando.
—¿Dolió? —pregunto finalmente, porque
quiero saber aunque ella no me responda.
Ella voltea su mano en frente de ella
como si estuviera tratando de decidir si le dolió o no. Se encoje de hombros.
Espero un momento más antes de seguir hablando.
—¿Qué quieres? —sale más brusco de lo que
quería pero probablemente sea lo mejor. Me vuelve loco no saber qué hace
viniendo aquí. Es como si tuviera a un fantasma en mi garaje.
A las diez y media, la chica fantasma se
levanta, se sacude el polvo del suelo, y luego se va.
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