Mar
Caminamos hacia la entrada que nos abre
hacia una sala exquisitamente llena de muebles. Me siento como si debiera
quitarme los zapatos así mis tacos no destrozan la alfombra hermosa, pero sin
duda eso sería raro. Además, por más que mis zapatos hacen doler mis pies, me
dan consuelo. Solía hacer espectáculos en frente de audiencias, ahora me
escondo detrás de una torta y tacos altos. Simón me lleva hacia una sala
comedor formal. La mesa debe ser para aproximadamente diez personas. Ya está
lista con servilletas pequeñas que están dobladas como pequeños cisnes.
—Te dije que a mamá le gusta pretender
que somos gente civilizada una vez a la semana. Usualmente no es tan malo, creo
que se emocionó mucho porque le dije que te estaba trayendo. Usualmente somos
nosotros y Thiago. Y no cuenta como compañía.
¿Qué diablos? No estoy segura de con cuál
de las dos cosas entrar en pánico: sobre la parte en que su madre parecer
haberse preparado para que venga la reina (por mí) o la parte donde Thiago está
invitado. No tengo más tiempo a acostumbrarme a la idea porque suena la
campana, luego se abre antes que alguien pueda acercarse a saludar. Thiago no
es compañía aquí, por supuesto que no espera a que lo hagan entrar.
Antes de saber qué está sucediendo, la
mamá de Simón está caminando hacia mí, llevándose la torta fuera de mis manos.
—¡Tú debes ser Mar!
Su sonrisa se coloca en todo su rostro y
es hermosa. Luego se va a la cocina a mover cosas en el refrigerador para
hacerle espacio a mi torta.
—Cariño, es tan dulce de tu parte que
hayas traído el postre. Es hermoso —dice, cerrando la puerta del refrigerador y
volteándose hacia mí. Cierra el espacio entre nosotras un momento después y antes
que pueda entender qué está haciendo, me abraza. Yo no soy de las que abraza,
no me gusta que la gente me toque incluso cuando hay algún tipo de amenaza. Es
tan íntimo y me molesta. Ella parece no notar lo duros que se ponen mis brazos,
y me deja ir un segundo después cuando Simón empieza a hablar.
—¿Cómo es que la llamas cariño a ella y
nunca usaste esa clase de términos para mí? —finge estar dolido.
—Lo hago —dice su mamá, golpeando
suavemente su mejilla. —Es solo que la semana pasada te llamé la perdición de
mi existencia.
—Correcto —dice—. Ese fue un buen día.
Es difícil no querer sonreír al verlos.
Ha pasado tanto tiempo que no recuerdo lo que era cuando mi familia también era
feliz.
Pasan apenas segundos hasta que Thiago
nos encuentra. Juzgando su mirada, él no sabía que yo iba a estar aquí, así
como yo tampoco lo esperaba a él. La mamá de Simón se coloca entre nosotros
justo a tiempo antes que se sitúe un momento incómodo. Ella lo abraza y él
también le devuelve el abrazo. Se ve todo mal para mí porque estoy acostumbrada
a ver a Thiago separado de todo contacto humano, y verlo aquí, viéndose
tranquilo, vivo, con la mamá de Simón, me toma un minuto de procesar.
Melody está en la cocina un momento
después. Sí, Melody es la hermana de Simón. Obviamente ella sí sabía que yo
venía porque no hay sorpresa en su rostro, solo desdén.
—Supongo que ya se conocen —dice la mamá
de Simón. —La comida estará lista en diez minutos. Melody, sirve las bebidas.
Simón, llévate a Thiago y vean a tu padre en la parrilla. Asegúrense que no
cocine de más la comida de nuevo. Mar, tú puedes ayudarme a traer la comida de
la cocina.
Asiento, agradecida que me haya dado algo
que hacer así no tengo que quedarme por ahí, sintiéndome fuera de lugar. La
sigo hacia el horno y me entrega un par de rejillas para colocar en la mesa.
La cena es de hecho la cosa más divertida
que he hecho en meses. A pesar de todo, los padres de Simón son muy divertidos.
Y, Simón, dejó de lado el chico coqueto y encantador y se convirtió en un chico
bueno y divertido. Él se sentó a mi lado y Thiago al otro lado de él, así que
realmente no puedo ver mucho a Thiago en toda la cena. Melody está sentada al
frente de mí así que no puedo evitar mirarla. No me dice nada y apenas a los
demás, pero con todo lo que están hablando, parece pasar desapercibida. Pero sí
la atrapo mirándome un montón y no puedo descubrir si está enojada o incomoda.
Tal vez tiene miedo de que se descubra cómo me trató en la escuela y ella no
quiere que sus padres descubran que es una puta estereotipada.
Una vez que la cena se ha terminado y
hemos ayudado a limpiar los platos, la mamá de Simón trae la torta junto con un
pie de manzana. Melody la sigue por detrás con un conjunto de platos y
tenedores y un contenedor de helado de vainilla.
—Esto está delicioso, Mar. ¿De dónde lo
pediste? Necesito postre para una fiesta en un par de semanas y amaría llevar
uno de estos.
Sacudo mi cabeza y apunto hacia mí misma.
—¿Tú? —Suena más intrigada que
sorprendida. Yo asiento. —¿Completo? —Asiento de nuevo. —Yo no puedo cocinar
nada. Thiago conoce a alguien que puede cocinar, ¿verdad? —Lo mira y siento que
la pregunta no es totalmente inocente. Miro hacia abajo y empujo la torta
alrededor de mi plato, junto a una piscina de helado.
—Solo alguien de la escuela —suena
incómodo mientras lo dice.
Mentalmente quiero que dejen de hablar de
ello así como él. Realmente no quiero que él tenga que explicar las circunstancias
que dieron origen a que él obtuviera esas galletas en su casa. Obviamente él no
tuvo ninguna dificultad en descubrir que eran de mi parte.
—¿Quién? —pregunta Simón con su boca
llena de torta de chocolate.
Thiago espera un poco más para responder
y veo que la mamá de Simón nos mira a los dos, a mí y a Thiago. Se ve
satisfecha, ya obtuvo su respuesta.
—Simón, hablas con tu boca llena de nuevo
y servirás en mi próxima fiesta. —Lo apunta con un tenedor hacia su dirección.
Obviamente es una amenaza inocente. Así
que él alza sus manos y se rinde ante su madre.
Una vez que terminamos de lavar los
platos del postre, la mamá de Simón hace un poco de café y todos nos sentamos
en los sillones enormes en la sala de estar. Yo no acepto el café, no lo tomo;
no solo porque no me gusta sino porque mi mano no podría coger una taza de
café, tal vez pierdo el equilibrio y arruinaría todo. Melody tampoco toma así
que supongo que no se ve extraño. Thiago toma tres tazas, no es que esté
llevándole la cuenta.
Escucho a todos hablar hasta que la
conversación decae y la tetera de café está vacía. El teléfono suena, dándole a
Melody un escape que seguramente ha estado buscando, porque apenas suena salta
corriendo ante el sonido. Simón camina hacia su madre y recoge su taza vacía.
Thiago, se va con la mamá de Simón y sigue a Simón hacia la cocina. Yo me quedo
en silencio e incómoda, esperando que no se queden mucho tiempo en la cocina.
Estudio la mesa de café, realmente no queriendo mirar a los padres de Simón. Se
ve tan familiar la mesa. Inclino mi cabeza para estudiar las patas y me doy
cuenta que es casi el mismo estilo del que vi en la sala de estar de Thiago en
la mañana que no debo de mencionar. Las similitudes en el diseño son claras,
pero esta mesa obviamente es más nueva. La superficie de la madera y el trabajo
son increíbles. Ni siquiera me doy cuenta que me estoy inclinando hacia
adelante y corriendo mis dedos por la curva de la madera de la pata de la mesa,
cuando el padre de Simón habla.
—¿Hermoso, verdad? Thiago lo hizo.
Se me queda mirando, con orgullo, a la
mesa, y por suerte, no a mi rostro. Mi mano se deja de mover pero no aparto la
mirada de la mesa. Regreso a mi posición a tiempo para ver a Thiago de pie en
la puerta desde la cocina, observándonos. Las manos de Thiago están metidas en
sus bolsillos y está mirando más allá de nosotros. No avanza más hasta que
Simón viene detrás de él, forzándolo a moverse.
—Tu enorme trasero está bloqueándome —dice,
golpeando a Thiago en la espalda. —Lo siento, mamá —dice, por su lenguaje. —¿Por
favor, te puedes mover así puedo llevar a Mar a casa?
—¿No dijiste que vivía por la casa de
Thiago? —pregunta la mamá de Simón.
Oh no. No. No. No. No. Por favor, no.
—¿Thiago, puedes dejarla? Es tonto que
ambos vayan en la misma dirección cuando Thiago está yendo para allá de todos
modos.
Entre Thiago y yo, no sé cuál de los dos
se ve más mortificado.
Thiago asiente en resignación y yo
intento verme como si esto fuera un buen plan.
Los padres de Simón y él, nos acompañan a
la puerta. Melody nunca regresa desde el llamado, lo que está bien para mí. Una
vez que estamos en el auto, la mamá de Simón se acerca, y a pesar de estar
agradecida que no me haya abrazado de nuevo, lo que dice es peor.
—Gracias por venir. Fue lindo conocerte.
¿Te veremos el próximo domingo a las seis? —Es una pregunta sin mucha
respuesta. Luego se voltea a mirar a Thiago. —¿La puedes recoger en el camino,
verdad? —Lo hace de nuevo.
—No hay problema. Gracias por la cena.
Esa noche, luego de pensar en todo lo que
ha pasado, me doy cuenta que cada día estoy más tentada a hablar. Encuentro
cosas de las que estoy desesperada por decir, por hablar. Constantemente
bombardean mi mente y debo decirles que se detengan. Es exhausto. Y por primera
vez, después de dos semanas, no estoy segura si quiero correr…y no lo hago.
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