domingo, 21 de diciembre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 17

Thiago

—Mar no podrá llegar a la cena. Me pidió que te deje esto en mi camino al trabajo.

La rubia en la puerta me entrega una torta helada alta y muy elaborada.

—¿Ella te lo pidió? —pregunto. ¿Acaso ella le habla a otras personas y me ha estado mintiendo? No sé por qué, pero me molesta. Bastante.

—Ella escribió esta dirección debajo de las palabras: Dejar esto, el domingo a las 5:45. Por favor. Es la mejor comunicación que he tenido de ella en años.

—De acuerdo. Gracias.

Tomo el postre y ella me mira como si estuviera esperando algo.

—¿Quién eres? —pregunta.

—Thiago Bedoya-Agüero—. ¿Y tú quién eres?, me pregunto por dentro.

—¿Puedo pasar?


Dudo de la respuesta pero no quiero ser rudo. La miro de nuevo. Realmente es delgada, está algo bronceada y es rubia y no parece ser ninguna asesina serial. Pero tampoco se parece a Mar, pero debo asumir que es la tía de la que me ha hablado Simón, así que abro más la puerta y la dejo entrar. Realmente no sé qué quiere de mí, a menos que Mar esté jugando conmigo de muchas más formas y esta mujer sepa cosas que yo no sé.

—Cielo. Mar vive conmigo. Escucha, no voy a darle muchas vueltas a esto porque tengo que estar pronto en el trabajo, y francamente, no es mi estilo. Incluso si no hubiese tenido que raer la torta, hubiese estado aquí esta semana para descubrir qué está sucediendo. Hay un rastreador en el celular de Mar—. Se detiene un segundo. Supongo que me está dando un minuto para reaccionar. No lo hago. —Lo reviso periódicamente, y hace unas cuantas semanas, esta dirección saltó, así que empecé a revisarlo con mayor frecuencia y ¿sabes qué encontré? —Por supuesto que lo sé. —Esta dirección saltó una y otra vez, a las nueve, diez, once de la noche. A veces, a medianoche.

No digo nada, dejo que ella continúe hablando hasta que me hace la siguiente pregunta:

—¿Hay algo que quieres decirme?

—¿Hay algo que quieras saber?

—¿Qué sucede?

—¿Por qué no le preguntas a ella?

Me mira como diciendo sí, claro. —Ella no me habla.

—¿Entonces por qué yo sí? —respondo, porque me siento como un niño.

Pero luego me doy cuenta qué está preguntando realmente, lo que realmente quiere saber. Esta mujer quiere saber si su sobrina está viniendo aquí para tener sexo conmigo. Quiere saber si me está hablando. Tomo un respiro, porque quiero que esto termine, y si le doy una especie de respuesta, tal vez será suficiente para que se quede contenta. Además, tengo el presentimiento que ella va a empezar a poner reglas o amenazas y realmente no me manejo bien con eso. Puede que no sepa si quiero que Mar siga viniendo aquí todo el tiempo o no, pero no me gusta la idea de alguien más tomando decisiones por mí. Puedo darle una respuesta, pero lo haré por mi propio beneficio, no el de ella.

—Ella está en mi clase de taller. Realmente está más atrasada que los demás, así que viene aquí por las noches cuando se pone a correr y me observa trabajar.

Me mira lo suficiente para hacerme preguntar cómo va a responder.

—¿Eso es? —suena decepcionada. Sus ojos se entrecierran de nuevo. —¿A tus padres no les importa que ella esté aquí todo el tiempo?

—No les importa para nada.

Realmente no es una mentira.

***

—¿En dónde está Mar? —Me pregunta el papá de Simón apenas entro a su casa para la cena.

—¿No viene Mar? —pregunta la mamá de Simón, tomando la torta. —¿Entonces, de dónde viene esto?

—Su tía lo dejó esta tarde y dijo que quería que te lo diera.

—¡Es la cosa más dulce! —exclama, llevándolo a la cocina.

La cena en casa de Simón termina con nosotros cinco, como siempre. No hablamos de Mar para nada hasta que llega el postre.

—Ella es una loca —dice Melody, mirándome y aparta la mirada cuando se da cuenta que me está enojando.

—Mel, no todos tienen una vida tan fácil. Algunas personas tienen problemas y tú necesitas aprender a ser empática, no a juzgar —dice su mamá.

—¿Es por eso que la invitas? —digo, y, mierda, me pregunto si mi voz sonó muy enojada.

—No, realmente nos gusta —responde ella, sorprendida.

—Habla por ti sola, mamá.

—Cállate Melody —se mete Simón.

—¡Simón! —le grita su mamá.

—¿Qué? ¿Ella puede ser una perra y no puedo decirle que se calle? —Simón se levanta y arrastra con él la silla.

—Siéntate, Simón —dice su mamá, con voz fuerte y de advertencia.

—¿Cómo puede gustarte? Ni siquiera la conoces —sigo, y sé que debería detenerme. Pero no lo entiendo, es como si Mar fuera una mascota o una novedad. Mira a la chica revoltosa y muda que tenemos. ¿Acaso no somos generosos y comprensivos? Siento que eso es lo que piensan sus papás y lo odio.

—No entiendo cómo puedes realmente conocer a una chica que no puede hablar —dice ella.

No habla, la corrijo mentalmente. Ella puede hacerlo, solo que no quiere.

La mamá de Simón me está mirando y está intentando explicármelo a mí como a ella misma. Ella quiere convencerme, pero no necesita hacerlo. Ya lo sé. La respuesta es que no puedes. No puedes conocerla del todo, al menos no a Mar, porque ella no te dará nada, y lo que te da no es real. Puede que me hable, pero yo tampoco la conozco.

—¿Entonces cómo puedes decir que te gusta? —insisto.

—Obviamente es una linda chica. Tiene modales. Nunca viene a las cenas con las manos vacías. Claramente hay algo que pasa en su vida y no podemos juzgar…

—¿Entonces, qué es? ¿La invitas porque sientes pena por ella o porque la estás usando para enseñarle a Melody cómo ser una mejor persona?

—Thiago —dice ella. Es como si me llamara la atención, me juzgara, me cuestionara y me resondrara al mismo tiempo.

Todos me están mirando y no puedo culparlos. Yo lo logré al convertirme en el estúpido bastardo que no pudo cerrar su boca. No alcé mi voz y creo que tampoco cambié mi tono, pero ellos no están acostumbrados a esta clase de razonamiento o cuestionamiento.

—Lo siento —dice la mamá de Simón.

—Ella no es un espectáculo —la corto, porque no quiero sus disculpas.

—Ella se viste como una —dice Melody.

—Me gusta la forma en que se viste —dice Simón, y ya no sé si es un idiota o se hace.

—Menos trabajo para ti —dice Melody.

—¿Cuál es tu problema Melody? —demando.

—¿Cuál es el tuyo? Mis padres no tienen permiso a ser lindos con ella y yo tampoco. Tú eres el que tiene el problema.

La peor parte es que ella tiene razón. Yo soy el del problema y ni siquiera sé cuál es. No sé cómo esta cena se volvió en este desastre pero tengo el presentimiento que soy el culpable. Pude haber cerrado la boca. Pero no lo hice.

***

La mamá de Simón se acerca a mi auto antes que me vaya, y desearía que me deje a solas como los demás.

—¿Quién de ustedes está saliendo con esta chica?

—No creo que sea uno de nosotros. Simón, supongo.

—Dudo eso —me mira, conocedora.

—¿Entonces, por qué preguntar?

—Thiago—. Desearía que deje de decir mi nombre de esa manera, suave y tentador. —Mira la forma en que se viste, la forma en que se cubre su rostro con ese maquillaje y el hecho de que no habla. Puede que sea silenciosa, pero está gritando ayuda.

—¿Entonces, por qué alguien no se lo da?

—Tal vez nadie sabe cómo. A veces es más fácil pretender que nada está mal que enfrentar el hecho que todo está mal, pero no tienes poder para hacer nada—. Me pregunto si está hablando de mí.

—¿Por qué me está diciendo esto? ¿No deberías estar hablando con Simón?

—A Simón no le importa.

Su acusación es clara.

—Y a mí tampoco. 

1 comentario:

  1. MASmasMAS ......................MAS ....esas es mi petición de hoy si no a quedado clara estoy rogando por MAS

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