Thiago
No es una torta de café lo que Mar está
cargando cuando entra a mi garaje justo después de las ocho. Aunque si lo
fuera, estoy seguro que hubiese sido hecha en casa, cubierta con canela e
increíblemente buena. Está cargando dos bolsas plásticas con comestibles.
Camina más allá de mí y estira su mano para abrir la puerta hacia la casa, sin
dejar la bolsa.
—¿Rayito de sol? —No responde, así que la
sigo y la encuentro abriendo el refrigerador e insertando nada más que cuatro
contenedores de helado. —¿Qué estás haciendo?
—¿Qué te parece? —espeta.
—¿Te embarazaste?
Se voltea hacia mí. —¿Qué?
—Lo siento, es solo… —Señalo la puerta abierta
del refrigerador, su mano aún dentro de uno de los contenedores—, es un montón
de helado.
—Claro, porque tengo que estar embarazada
para querer helado. Lo siguiente que dirás es que debo tener mi periodo porque
esa es la única razón por la que las chicas están enojadas, pero por supuesto
que desde que eres un chico, no dirás periodo, sino algo similar.
Cierra la puerta del refrigerador con un
golpe. Ahora debe ser el momento para jurar que no tengo intención de hablar de
su periodo para nada, pero prefiero dejar mi boca cerrada, así me mantengo
seguro.
Con cualquier otra chica, probablemente
podría hacer la caminata clásica de ir hacia ella y envolver mis brazos a su
alrededor, y dejar que coloque su cabeza en mi hombro. Es barato, pero
funciona. Pero tengo miedo que en esta instancia particular, resultaría en: un
golpe innovador de su rodilla en mis bolas.
—Me gusta el helado. Tú nunca tienes
nada. Las cosa malas suceden cuando estoy mucho tiempo sin helado —dice,
sonando ligeramente más calmada.
—¿Estás segura que obtuviste suficiente?
—Vete a la mierda.
—Tal vez deberías abrir uno de esos —sugiero.
Así que, eso es lo que hacemos. Excepto
que no abrimos uno, abrimos los cuatro y comemos directamente de los
contenedores en frente de mi sofá.
Mar no come desde la mitad del contenedor
como una persona normal. Una persona normal que no come directamente de un
plato, eso es. Espera hasta que empieza a derretirse y recoge esa parte del
borde del contenedor. De acuerdo a ella, el helado medio derretido sabe mejor
que el helado congelado. No puedo decir si está en lo cierto porque ella me
hace comer lo más helado del centro y me amenaza si intento comer desde el
borde. Definitivamente se vuelve más Rayito de Sol y menos Mar-Soy-Una-Rebelde.
Hago una nota mental para la próxima vez que ella se enoje, helado relajará su
humor.
***
Ambos estamos con el nivel de azúcar alto
después de todo el helado y terminamos en el garaje porque tengo una lista de
proyectos que terminar. Me imagino que ella se irá a correr porque usualmente
ese su estilo cuando está cargada, pero no se va.
—Dame algo que hacer —dice.
—¿Qué quieres hacer? —le pregunto.
—Nada con herramientas o algo así. Algo
que pueda hacer con mi mano derecha.
—¿Quieres lijar? —ofrezco. —Apesta, pero…
—Lijaré. Sólo muéstrame cómo hacerlo.
Cojo un pedazo de papel de lijar y le
demuestro cómo atraerlo al bloque de lijado.
—Tenemos que lijar así—. Cojo sus manos y
le muestro cuánta presión debe usar, y sus manos son tan suaves que odio
colocar papel de lijar cerca de estas.
—¿Cómo sé cuándo está listo? —pregunta,
empezando a trabajar.
—La regla de mi papá era que siempre que
piensas que has terminado, probablemente estás a mitad de camino.
Inclina su cabeza y me mira como si fuera
inútil. —Así que, ¿cuándo sé cuándo está listo?
Sonrío. —Sólo muéstramelo cuando creas
que está listo. Empezarás a saber después de haberlo hecho un par de veces.
Mantiene sus ojos en mí por un segundo
más largo de lo normal antes de regresar a su trabajo. Sé que las preguntas
están ahí. Las vi en sus ojos apenas mencioné a mi padre. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Qué sucedió?
Pero no pregunta. Solo sigue lijando y no la detendré.
Es pasada la medianoche cuando
terminamos. No sé cómo sus manos han resistido tanto. Lijó todo lo que le di.
Nunca le pregunté qué andaba mal con ella más temprano.
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