jueves, 1 de enero de 2015

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 21

Mar

Cuando llego a su casa a las 7:40, Thiago está en la pista, inclinado contra un lado de su auto. Apenas me ve, le quita el seguro a las puertas y camina alrededor para abrir mi puerta.

—Sobre el tiempo, Rayito de Sol —dice—, estaba por rendirme.

—No sabía que tenías un viaje de campo planeado —respondo, una vez que me sitúo en el auto y cierro la puerta.

—Debo llegar a la tienda de venta de cosas para la casa antes que cierren.

—No tenías que esperar por mí.

—No. Pero sabía que vendrías tarde o temprano y mi garaje estaría cerrado y te sentirías abandonada y luego me sentiría culpable y odio ese sentimiento. Así que era más fácil esperar.


Alza un lado de su boca.

—Tu vida es tan difícil —digo, secamente.

—Eres la única persona que siquiera pensaría decirme algo así como eso.

—El campo de fuerza aun no me ha mantenido fuera.

—¿Qué se supone que significa eso?

Le doy una mirada fija porque estoy segura que él puede descubrirlo. Me sigue mirando, así que finalmente me encojo de hombros y luego suelto un suspiro así él sabe que me exaspera al tener que explicarle esto a él.

—En la escuela, nadie se te acerca. Cuando te vi por primera vez en la banca del patio, me preguntaba si estabas rodeado de alguna clase de campo de fuerza. De algún modo quería obtener uno para mí mismo. Puedes esconderte a simple vista. Es bastante sorprendente.

—Campo de fuerza —repite, de algún modo sorprendido. —También puede ser. La gente solía llamarlo la zona muerta —agrega, pero no explica. —Tal vez tú tienes poderes especiales.

Asumo que se refiere a mi habilidad a romper su campo de fuerza, pero no respondo.

No tengo ningún poder especial. Estoy segura de eso porque he pasado mucho tiempo lamentando mi falta de éstos.

Cuando llegamos a la tienda, yo lo sigo por todos los pasillos. Él se ve tan cómodo aquí como en su garaje. Debe pasar la mitad de su vida aquí.

—Compraré la madera la próxima vez —dice. —No me siento con ganas de lidiar con ella esta noche. Además, creo que vamos a tener que revisar el almacén de madera para lo que necesito de todos modos.

Él menciona vamos y eso se queda en mi cabeza.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto.

—Tengo un trabajo para uno de los profesores de la escuela. Luego debo hacer dos sillas.

—¿Vendes todo lo que construyes?

—Algunas cosas sí. Es cómo pago por la madera y las herramientas.

—¿Es por eso que no has aplicado a la universidad?

—¿Eh? —dice.

—Escuché que una profesora te habló. No has aplicado aún. ¿No quieres ir?

—Realmente nunca me involucré en todo ese tema.

—¿Tus padres querían que vayas?

—No lo sé. Nunca hablamos de ello.

—¿Entonces, qué harás?

—Probablemente la misma cosa que estoy haciendo ahora. Solo que más.

Nos dirigimos a la caja y empiezo a sacar las cosas de la carretilla y entregándoselas a él mientras él las pasa. Él podría haber venido aquí sin mí porque realmente yo no he hecho nada aquí. Podría haber usado este tiempo para correr que probablemente es lo que debería haber estado haciendo. Es lo que hubiese hecho si hubiese ido a su casa y él no estaba. Él tiene razón sobre una cosa y me pregunto si él sabía lo correcto que estaba y si es por eso que él me esperó. Si yo hubiese llegado a su casa y veía el garaje cerrado, me hubiese sentido abandonada y tal vez nunca hubiese regresado.

***

Cuando todo está guardado, él cierra la puerta de su garaje y entra a su casa, esperándome a seguirlo antes de cerrar la puerta.

—¿Comes? —pregunta.

—Sí, ya comí antes de venir. ¿Tú?

—Sí. Te hubiese calentado algo si tenías hambre. Así qué, ¿cocinaste esta noche?

Bufo. —No.

—¿Qué comiste de cena?

—Galletas de mantequilla de maní.

—No necesito preguntarte si hablas en serio, ¿verdad? No sé cómo puedes ejercitarte tanto por la forma en que comes.

—La mantequilla de maní tienes proteínas —digo. —Además, me estaba saliendo mal la receta así que tuve que comer varias para ver cuándo salía bien.

—¿Y te salieron? —pregunta, sacando una botella de agua del refrigerado y toma la mitad antes de entregármela.

—No lo sé. Te traeré unas cuantas y podrás decirme si salieron bien.

—Comeré tus galletas pero tú me dejas alimentarte con comida real primero.

—¿Vas a cocinar para mí? —Casi me atraganto con el agua.

—De todos modos cocino. ¿Cuál es la diferencia si tú estás aquí?

—No te agrandes.

—No lo haré.

Sonríe mientras camino alrededor de la encimera y recojo el reproductor de mp3 que está al lado de su celular.

—¿Qué estás escuchando? —pregunto, prendiéndolo.

—Nada. Lo saqué para ti. Pensé que querrías usarlo cuando corras.

Oh. Lo apago sin mirar y lo regreso a su sitio. —Está bien. No necesito uno, pero gracias.

—¿Cómo así? Eres la única persona que he visto corriendo sin música. ¿No se vuelve aburrido? —pregunta.

Me encojo de hombros.

—No realmente. Escuché que tú y mi tía tuvieron una linda charla —digo sarcásticamente, moviéndome al sofá. Me quito los zapatos y me siento estilo indio.

—Me preguntaba si ella lo había mencionado.

—¿Por qué tú no lo hiciste?

Se encoje de hombros.

—¿Qué dijo ella? —pregunta, sentándose a mi lado.

—Dijo que no era estúpida y que no debería tratarla como si ella fuera tonta.

—¿Entonces se supone que no deberías de estar aquí?
—No. Ella está bien. Solo espera que le diga en dónde estaré de ahora en adelante. Mientras le mande un mensaje de texto, estará todo bien. 

1 comentario: