martes, 23 de diciembre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 18

Thiago

Estoy en mi garaje, tratando de terminar mi silla. El silencio aquí afuera es extraño. No debería serlo. Estoy acostumbrado al silencio, pero sólo me tomó dos días sin ella para sentirlo. Años trabajando aquí por mí mismo para que sea deshecho en menos de dos meses por su compañía. Y ahora ella no ha estado aquí por días. Tal vez es algo bueno, porque obviamente necesito una revisión de la realidad. Intento trabajar con la puerta del garaje cerrada, así puedo probarme a mí mismo que todo saldrá bien. No voy a dejar que me usen de nuevo. Ella puede venir acá de nuevo. Puede sentarse en mi garaje, entregarme herramientas, hacerme preguntas. Puede usarme para empezar a hablar. Puedo soportar esto mientras no espere mucho de esto. Y no lo haré. No sé cuándo volverá ella, pero me pregunto cuánto tiempo puedo mantener cerrado el garaje antes de empezar a sofocarme.


Mar

He estado corriendo más kilómetros esta semana desde los últimos días. Un montón de mi tiempo de correr ha sido detenido por haber estado en un garaje y ahora tengo que recuperarlo. Pero lo extraño. No es como dejar de ver a un amigo por unos cuántos días. Él ha sido toda la amistad que he tenido hasta ahora. Tengo a Simón, y de algún modo parece que ahora tengo a Rama (quién pidió dibujarme), pero Thiago es mi escape. Es mi escondite.

Han pasado días desde que estuve en la casa de Thiago. He pasado toda la semana sentada en una silla en la casa de Rama, dejando que él me dibuje, sintiéndome ansiosa y ridícula y solo queriendo levantarme y moverme. Odio quedarme quieta. Cuando has pasado meses en una cama, dejando que tu cuerpo sane y luego sentada en una silla, intentando que tu mano funcione, te enfermas rápido y quieres escapar. Así que cada día, después de terminar con Rama, tengo que correr. Es lo único que hace que mi locura se mantenga intacta.

Para el viernes por la noche, no puedo soportarlo más. Ni siquiera sé si él estará en casa, pero mis pies me llevan ahí de todos modos. Me pregunto si él también me extraña. Y ahí está, ajustando una de sus sierras; miro alrededor para ver en dónde puedo colocarme, pero no hay nada. Cada pedazo de espacio en la banca de trabajo está ocupado. Pilas de maderas, herramientas, y cajas que cubren todo. Nunca ha estado así. Thiago es meticuloso, lo que se significa que esto está hecho al propósito, y me pregunto si es un mensaje. Tal vez se ha dado cuenta lo mucho que disfruta el no tenerme para nada en su casa.

No estoy lista para irme. Si voy a ser rechazada, me gustaría que se de completa la humillación. Espero que él deje esa sierra y venga a decirme algo, pero no parece verse como apurado. Por el rabillo del ojo, en frente de la puerta de al lado donde termina la banca de trabajo, es la silla que él ha estado trabajando desde la semana pasada. Es exquisita y me hace sentir algo celosa.

Corro mis manos por el arco del respaldar y me arrodillo para examinar las patas. El lugar para colocar los brazos es amplio y curvo para emparejarse con las líneas del respaldar. Mis dedos aún están trazando su camino por el otro lado, y antes de pensarlo mejor, me deslizo en el asiento, y es ahí donde la perfección de este objeto me choca. Porque esta silla no debería ser cómoda, pero al parecer nunca querré dejarla. Mis brazos están recostados a los lados y me inclino hacia atrás, cuando alzo la mirada encuentro a Thiago mirándome. Es incómodo la forma en que me está mirando, no importa lo mucho que me haya acostumbrado a él, porque sigue viéndose guapo y es difícil apartar la mirada.

La expresión en su rostro es casi ansioso pero también hay algo travieso. Es la misma mirada que Rama tuvo cuando me mostro el dibujo que había hecho de mí. Él está esperando una reacción. Miro debajo a la silla en la que estoy sentada y luego alzo la mirada de nuevo hacia él, pero él ya no me está mirando. Ha regresado a ajustar la sierra como si todo hubiese regresado a cómo debería ser y es ahí cuando me golpea. Él ha hecho todo esto a propósito. Se aseguró que no hubiese lugar para mí en mi sitio de siempre así podía ser forzada a notarlo. Porque la silla está hecha para mí.

La realidad es suficiente para que mi trasero salte de un golpe. Él alza la mirada, atraído por el repentino movimiento y por un momento solo nos miramos. Me debo ver como un animal salvaje, listo para retirarse como la primera noche que vine aquí. Puedo decir lo que estoy pensando, pero no es necesario. Él ya lo sabe.

—Es solo una silla —dice.

—No puedo llevármela.

—¿Por qué no?

—Deberías venderla.

—No necesito.

—No me la llevaré. Dásela a alguien más.

—Necesitas un sitio en dónde sentarte. Estoy cansado que te muevas alrededor y que te pongas en mi camino cuando estoy trabajando. Ahora tienes un sitio en donde sentarte. Así que siéntate.

Hace un gesto hacia la silla con una inclinación de su cabeza y yo me siento y se siete más perfecto que hace unos segundos. Él se inclina sobre mí y coloca sus manos encima de las mías, y mira directamente en mis ojos, lo que me hace volar un poco.

—Es una silla. Deja de analizarlo. No la voy a vender y no se la voy a dar a nadie más. La hice para ti. Es tuya.

Se aparta y se pone recto. Cuando sus manos dejan las mías, me doy cuenta que es la primera vez que realmente él me ha tocado, y desearía que las vuelva a poner ahí.

—Además, ya tiene tu nombre.

—¿En dónde?

—Mira debajo. Iba a colocarlo en la parte de atrás donde de hecho podías verlo, pero no funcionó.

Bajo la cabeza para mirar abajo y retuerzo la misma para ver de lo que está hablando. Y es cierto, ahí, a un lado del asiento, hay un dibujo de un sol.

En ese momento sé que él no me ha dado una silla. Es una invitación, una bienvenida, el conocimiento de que soy aceptada aquí. Él no me ha dado un lugar en donde sentarme. Me ha dado un lugar al cual pertenecer. 

2 comentarios:

  1. Ay es un amor le creo una silla para que se sienta mas cómoda eso significa que ya la acepto .................MASmasMAS

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