Mi abuelo falleció esta mañana. Nada cambió. Pensé que, cuando falleciera, empezaría a llorar y me emborracharía y vomitaría mierda porque todo había acabado, porque él era el último. Pero no lo hice. No me rompí, no hice huecos en la pared, no empecé peleas en la escuela. Solo continué como si nada hubiese sucedido, porque todo era increíblemente normal.
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—¿A dónde vamos? —pregunta Rayito de Sol cuando sube a mi auto.
No me siento bien en mi garaje, a pesar que mi lugar de trabajo es todo para mí, no me ofrece nada hoy. Prefiero irme por un rato así no tengo miedo de haber perdido ese escape también. Realmente no sé a dónde iremos, solo quiero irme.
Conducimos por un largo rato. No he dicho nada desde que nos subimos al auto. Ni siquiera respondí la pregunta. Rayito de Sol es buena con el silencio. Inclina su cabeza contra la ventana y mira hacia afuera y solo me deja conducir.