miércoles, 18 de febrero de 2015

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 32

Thiago

Acompaño a Luna hasta la puerta y regreso a la sala de estar, deseando estar borracho o drogado como todos aquí. Solo Simón está aquí, los demás están esparcidos por la toda la casa. Simón no disimula mientras observa a Valeria reírse con Rama, la está mirando fijamente. Solo alza la mirada cuando me escucha y puedo ver el disgusto en su rostro. No necesito esto, ya tengo suficiente con lo mío. 

—¿En dónde está ella? —pregunto.

—¿Te importa? —Se está asegurando que yo sepa que soy un idiota.

—¿Qué? —Estoy cansado y quiero irme a casa y mi tolerancia por las estupideces de Simón está cayendo bajo.

—Es una pregunta simple —continúa.

Mi puño se está apretando con cada palabra y me fuerzo a mí mismo a relajarla. —¿Te importa en dónde está? ¿Te importó cuando estuviste en la habitación de invitados tirándote a otra chica? —No puedo creer que tenga las bolas para decirme todo esto a mi. No es como si Rayito de Sol y yo estuviéramos juntos y obviamente él sabe más que cualquiera.

—No aquí, Simón.

—Bien, afuera entonces.

Se pone de pie y sorprendentemente está sobrio y me doy cuenta que no lo he visto tocar nada desde la cena. Él nunca tomó el shot que Valeria preparó cuando él se rehusó a decirme si Rayito de Sol estaba borracha o no cuando tuvieron sexo.

—Responde a mi pregunta—. Me inclino contra el lado de mi auto e inserto mis manos en mis bolsillos porque necesito hacer algo con ellas.

—La llevé a casa —dice. —Ahora responda la mía.

Está enojado.

—Esa no es la pregunta que hice.

—Lo sé. Responde la mía primero.

—Sí. Me preocupa en dónde esté —me burlo de su tono.

—¿Eso fue lo que estuviste haciendo en la habitación con Luna? ¿Preocupándote?

—Lo estaba terminando —le digo, aunque no le debo una explicación. Y todo el tiempo me estuve preguntando qué diablos estaba haciendo. Me senté en la cama y la miré a los ojos y su cuerpo perfecto que era mío cuando yo quisiera, sin ninguna atadura. Era simple, conveniente y no complicado. Y ya no lo quería más. De acuerdo, lo quería, pero quererlo nunca había implicado una decisión antes de hoy.

Me incliné y la besé, esperando que eso hiciera que el pensamiento se vaya. Cerré mis ojos y por primera vez desde que había estado con Luna, no fue su rostro el que estaba imaginando. No ve su cabello ni sus ojos, ni simple ni no complicado. Vi cabello castaño, ojos oscuros, complicaciones, frustraciones, todo desordenado. Y en el momento en que me aparté y abrí los ojos para ver a la chica que estaba alzándome la camisa sobre mi cabeza, supe que perdería si hacía esto. Nunca antes hubo un precio, pero ahora lo había y no valía la pena.

Ella ni siquiera estuvo triste. Ningún drama. Ninguna pregunta o lágrimas. Solo lo mismo que hubiese sido si hubiera sido al revés. Terminar las cosas con Luna fue justo como todo lo demás había sido con Luna, fácil. Incluso cuando la acompañé afuera, seguí pensando lo simple que hubiese sido cambiar de idea y regresar el tiempo. Y luego tirármela en la parte trasera de su auto así hacía imposible para mí el retroceder el tiempo. 

—Eso cambia las cosas.

Realmente no sabía qué cambiaba para Simón. Solo sé que terminé de tener sexo porque me sentía culpable por una chica que ni siquiera tengo.

—¿Por qué no me dijiste que te acostaste con ella? —pregunto, y aun quiero saber si él esperó hasta que estaba borracha, porque si lo hizo, en serio le haría daño.

—Porque no lo hice. —No era la respuesta que esperaba.

—Dijiste que lo hiciste. 

—Supongo que no me tomé en serio la palabra verdad en el juego verdad o castigo, literalmente hablando—. Se encoge de hombros.

—Ella no estuvo en desacuerdo. —Pienso en el intercambio de miradas entre los dos. Él estaba pidiéndole permiso pero no entiendo por qué ella lo aceptó.

—Tenemos un acuerdo.

—Rómpelo —le digo, aunque no tengo derecho.

—¿Por qué?

—Porque estás encima de ella todo el tiempo. La haces ver como una puta.

—Primero que nada, creo que soy el que menos la hace sentir como una puta. Segundo, si ella me pide que me detenga, lo haré. De otro modo, ¿por qué debería hacerlo?

—Porque yo te estoy pidiendo que te detengas. 

—Ella y yo tenemos una relación que es mutuamente beneficiosa. Como tú y Luna, solo que no tenemos sexo. Funciona. ¿Por qué dejaría eso?

—Porque no significa nada para ti.

—¿Y por qué sí significa algo para ti?

—Porque ella es mía y no quiero que la toques.

Tengo cinco años y estoy peleando por un juguete. Me siento como un idiota apenas lo digo, pero está dicho y es cierto.

—Lo sé —dice, arrogante.

—¿Ya sabes?

—No soy estúpido Thiago. Los dos han estado mirándose desde el inicio de la escuela. No iba a hacerle nada a ella y ella nunca haría nada conmigo.

—¿Entonces por qué toda esta mierda ahora?

—Sólo quería escucharte decirlo—. Sonríe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario