viernes, 20 de febrero de 2015

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 33

Thiago

Acompaño a Luna hasta la puerta y regreso a la sala de estar, deseando estar borracho o drogado como todos aquí. Solo Simón está aquí, los demás están esparcidos por la toda la casa. Simón no disimula mientras observa a Valeria reírse con Rama, la está mirando fijamente. Solo alza la mirada cuando me escucha y puedo ver el disgusto en su rostro. No necesito esto, ya tengo suficiente con lo mío. 

—¿En dónde está ella? —pregunto.

—¿Te importa? —Se está asegurando que yo sepa que soy un idiota.

—¿Qué? —Estoy cansado y quiero irme a casa y mi tolerancia por las estupideces de Simón está cayendo bajo.

—Es una pregunta simple —continúa.

Mi puño se está apretando con cada palabra y me fuerzo a mí mismo a relajarla. —¿Te importa en dónde está? ¿Te importó cuando estuviste en la habitación de invitados tirándote a otra chica? —No puedo creer que tenga las bolas para decirme todo esto a mi. No es como si Rayito de Sol y yo estuviéramos juntos y obviamente él sabe más que cualquiera.

—No aquí, Simón.

—Bien, afuera entonces.

Se pone de pie y sorprendentemente está sobrio y me doy cuenta que no lo he visto tocar nada desde la cena. Él nunca tomó el shot que Valeria preparó cuando él se rehusó a decirme si Rayito de Sol estaba borracha o no cuando tuvieron sexo.

—Responde a mi pregunta—. Me inclino contra el lado de mi auto e inserto mis manos en mis bolsillos porque necesito hacer algo con ellas.

—La llevé a casa —dice. —Ahora responda la mía.

Está enojado.

—Esa no es la pregunta que hice.

—Lo sé. Responde la mía primero.

—Sí. Me preocupa en dónde esté —me burlo de su tono.

—¿Eso fue lo que estuviste haciendo en la habitación con Luna? ¿Preocupándote?

—Lo estaba terminando —le digo, aunque no le debo una explicación. Y todo el tiempo me estuve preguntando qué diablos estaba haciendo. Me senté en la cama y la miré a los ojos y su cuerpo perfecto que era mío cuando yo quisiera, sin ninguna atadura. Era simple, conveniente y no complicado. Y ya no lo quería más. De acuerdo, lo quería, pero quererlo nunca había implicado una decisión antes de hoy.

Me incliné y la besé, esperando que eso hiciera que el pensamiento se vaya. Cerré mis ojos y por primera vez desde que había estado con Luna, no fue su rostro el que estaba imaginando. No ve su cabello ni sus ojos, ni simple ni no complicado. Vi cabello castaño, ojos oscuros, complicaciones, frustraciones, todo desordenado. Y en el momento en que me aparté y abrí los ojos para ver a la chica que estaba alzándome la camisa sobre mi cabeza, supe que perdería si hacía esto. Nunca antes hubo un precio, pero ahora lo había y no valía la pena.

Ella ni siquiera estuvo triste. Ningún drama. Ninguna pregunta o lágrimas. Solo lo mismo que hubiese sido si hubiera sido al revés. Terminar las cosas con Luna fue justo como todo lo demás había sido con Luna, fácil. Incluso cuando la acompañé afuera, seguí pensando lo simple que hubiese sido cambiar de idea y regresar el tiempo. Y luego tirármela en la parte trasera de su auto así hacía imposible para mí el retroceder el tiempo. 

—Eso cambia las cosas.

Realmente no sabía qué cambiaba para Simón. Solo sé que terminé de tener sexo porque me sentía culpable por una chica que ni siquiera tengo.

—¿Por qué no me dijiste que te acostaste con ella? —pregunto, y aun quiero saber si él esperó hasta que estaba borracha, porque si lo hizo, en serio le haría daño.

—Porque no lo hice. —No era la respuesta que esperaba.

—Dijiste que lo hiciste. 

—Supongo que no me tomé en serio la palabra verdad en el juego verdad o castigo, literalmente hablando—. Se encoge de hombros.

—Ella no estuvo en desacuerdo. —Pienso en el intercambio de miradas entre los dos. Él estaba pidiéndole permiso pero no entiendo por qué ella lo aceptó.

—Tenemos un acuerdo.

—Rómpelo —le digo, aunque no tengo derecho.

—¿Por qué?

—Porque estás encima de ella todo el tiempo. La haces ver como una puta.

—Primero que nada, creo que soy el que menos la hace sentir como una puta. Segundo, si ella me pide que me detenga, lo haré. De otro modo, ¿por qué debería hacerlo?

—Porque yo te estoy pidiendo que te detengas. 

—Ella y yo tenemos una relación que es mutuamente beneficiosa. Como tú y Luna, solo que no tenemos sexo. Funciona. ¿Por qué dejaría eso?

—Porque no significa nada para ti.

—¿Y por qué sí significa algo para ti?

—Porque ella es mía y no quiero que la toques.

Tengo cinco años y estoy peleando por un juguete. Me siento como un idiota apenas lo digo, pero está dicho y es cierto.

—Lo sé —dice, arrogante.

—¿Ya sabes?

—No soy estúpido Thiago. Los dos han estado mirándose desde el inicio de la escuela. No iba a hacerle nada a ella y ella nunca haría nada conmigo.

—¿Entonces por qué toda esta mierda ahora?

—Sólo quería escucharte decirlo—. Sonríe.

***

Estoy en casa de Rayito de Sol a las nueve de la noche a la mañana siguiente. Se supone que tenemos planes, pero después de anoche no estoy segura que aún los tengamos. Espero afuera porque probablemente Cielo acaba de irse a dormir y no quiero despertarla si toco la puerta.

Cuando la puerta se abre, Mar sale usando un vestido rosado, con sandalias blancas y me pregunto quién es ella el día de hoy. Entra al auto y cierra la puerta.

—Cállate. Fue un regalo de cumpleaños —dice antes que yo pueda comentar algo.

—No significa que tienes que usarlo.

Pero estoy contento de que lo hagas.

—Pensé que debería sacar algo de la intervención desde que no utilicé el celular. Además, paso mucho tiempo en tu lavandería y no he tenido tiempo de ver lo mío.

Se coloca su cinturón de seguridad y salimos sin hablar nada de anoche. Mar me acompaña a hacer las compras para llenar mi inventario en mi garaje. Al inicio se ve interesada pero luego se nota impaciente así que empieza a hacer preguntas; termino contándole que realmente tengo mucho dinero y no lo he utilizado. Al principio no me cree, pero finalmente tiene fe en mí. 

—Tengo que estar en casa a las cinco —dice, como advirtiéndome.

—¿Por qué a las cinco?

—Tengo que terminar un proyecto con Simón.

Hablando de Simón, no hablo con él desde anoche…

—Sobre anoche —empiezo y me doy cuenta de lo cliché que suena. —Le dije a Simón que mantenga sus manos fuera de ti.

—¿Por qué harías eso? 

—Porque todos hablan mierda de ti por eso.

Y porque estoy celoso, que es la verdadera razón, porque a ninguno de nosotros realmente le importe lo que diga la gente estúpida.

—Pero no es mi problema así que lo siento. 

—¿Y él estuvo de acuerdo? —Se ve sorprendida.

—No sin persuasion. 

—¿Qué clase de métodos utilizaste para que Simón te haga caso? —Se ríe.

—Mentí —digo, aunque ahora es que estoy mintiendo. —Le dije que tú eras mía.

No hay respuesta así que sigo hablando.

—Lo siento. No quise actuar como si tú fueras una figura o algo.

Espero por una clase de reacción pero no hay ninguna. Ella sigue mirando cosas, como si estuviera distrayéndose.

—Mientras me veas como Lara Croft, no hay problema.

—Por supuesto. —Sonrío, pero es débil.

—Vamos —dice, dirigiéndose a la entrada de la tienda. —Si no me vas a comprar una lámpara de trescientos dólares, necesitamos irnos. Me prometiste helado.

Después del helado, la llevó a una última tienda antigua y luego regresamos. La imagen de un gato de cerámica que ella insistió que le comprara, está entre nosotros en el asiento y no puedo esperar llegar a casa porque me está asustando mucho. Creo que ella vio el miedo en mis ojos cuando lo cogió en la tienda, y después de eso, no hubo manera de salirse sin eso. Le dije que prefería comprarle su brazalete perdido en la fuente porque realmente me sentí mal sobre eso, pero ella dice que no. Dijo que sería inapropiado, lo que sea que eso signifique. Supongo que le gusta mucho más los gatos en cerámica, cada vez que lo mira sonríe y vale diez veces lo que he pagado.

—Gracias por venir —digo, solo por tener algo que decir mientras ella saca las llaves de su cartera.

—Gracias por el gato.

Sonríe de Nuevo, cogiéndolo. —Lo llamé Voldemort. —Lo pone en su regazo como si fuera un gato real y por un minuto realmente tengo miedo de que la muerda.

—Mi placer —digo, en serio, aunque suene tonto.

Acaricia el gato debajo de su brazo y busca la manija de la puerta, deteniéndose para mirarme antes de salir.

—Solo para que sepas —dice, su sonrisa desvaneciéndose mientras sus ojos se fijan en los míos. —No mentiste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario