martes, 10 de febrero de 2015

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 30

Thiago

—Hay toallas limpias en el baño de invitados. Yo tomaré una ducha en mi habitación.

—Espero tengas una terma con bastante agua caliente porque tal vez nunca salga —grita Rayito de Sol desde el pasillo. Aún sigue temblando porque apenas tiene grasa en el cuerpo y me siento algo culpable por todo el tema de lanzarla a la fuente.

—Voy a poner agua caliente para un té. ¿Deseas? —grito desde la cocina donde estoy llenando la tetera.

—¿Tomas té caliente?

—¿Y?

—Así que no eres viejo…cuenta con los dedos la cantidad de adolescentes que toman té caliente.

—Solía prepararlo para mi abuelo así que me acostumbré. Cállate.

Termino de llenar la tetera y la coloco en la hornilla antes de dirigirme hacia el baño.

—¿Quieres o no?

—No. El té apesta. Saldré en una hora, tal vez dos.

La puerta del baño se cierra con un golpe. Yo salgo de la ducha diez minutos después y el agua aún correo en el baño de visitas así que supongo que ella no estaba mintiendo. Lanzo mi ropa mojada en la secadora y me dirijo a la cocina para prender la hornilla. Tal vez el té apeste, pero caliento el agua de todos modos. Ella no rechazará chocolate caliente.

El timbre suena e intuyo que es Simón porque, además de la chica usando el agua caliente en mi baño, él es la única persona que vendría aquí. Tiene llave así que no sé porque simplemente no entra.

—¿Qué? —Abro la puerta, listo para escuchar lo que sea que él ha venido a decirme a esta casa, pero no es Simón. Es un chico que nunca he visto antes y me está mirando con tanta intensidad que siento que me está observando por todos lados. No como si me quisiera, sino como si quisiera saber quién diablos soy, excepto que él es quién tocó mi puerta. —¿Puedo ayudarte? —pregunto finalmente porque el chico no habla.

—¿Está aquí mi hermana? 

¿Hermana?

—Cielo dijo que probablemente ella estaría aquí. Mar.

—¿Ella es tu hermana?

Realmente no se parecen mucho salvo que mires fijamente. De hecho él se parece a Cielo.

—Sí. Se fue. ¿Ella está aquí?

Abro la puerta y lo dejo entrar.

El agua en la ducha sigue corriendo y no hay manera de ignorarlo. Diablos, Rayito de Sol. Él no está nada aliviado y puedo adivinar porqué, sobre todo cuando estoy en frente de él con una camiseta y pantalones sueltos, aún mojado por la ducha, mientras escuchamos el agua seguir corriendo.

—Ella está en la ducha —digo, porque no es como si pudiese esconder el hecho. —Le iré a decir que estás aquí.

—¿Por qué mi hermana se está duchando en tu casa? —demanda antes que pueda escaparme.

Está enojado, se está poniendo al estilo hermano protector y lo respeto pero, no me gusta la forma en que me habla, en mi propia casa. Es exactamente lo mismo que Cielo hizo cuando vino. No creo que esté amenazándola ni nada.

—Tu hermana tiene dieciocho años. Ella puede hacer más que ducharse si es que lo desea.

—Mi hermana quedó emocionalmente herida a los quince.

Nivela sus ojos con los míos. Realmente esta no es una conversación.

—¿Así que estás diciendo que ella es inmadura?

—Digo que ella está en mal estado—. Exhala y se ve cansado, como si lo hubiese dicho muchas veces antes y no quiere estar aquí, diciéndolo de nuevo.

—No estoy de acuerdo.

En verdad si estoy de acuerdo, porque a veces ella se ve mayor que todos y otras, se porta como una niña pequeña, pero no sé qué decir.

—Conozco a mi hermana.

—Conozco a tu hermana. —Sé lo que ella me cuenta, los fragmentos de una vida que me da.

—¿Acaso sabías que hoy era su cumpleaños? —pregunta y yo no respondo. —No lo creía. Por la mirada en tu rostro hace un rato, tampoco sabías que tenía un hermano. ¿Te preguntas qué otras cosas no sabes? —Siempre. —Tiene problemas y no necesita otro más. Déjala en paz.

No me gusta que me digan que soy un problema.

—Si hay algo que quieres que sepa, ¿por qué no me lo dices? De lo contrario, puedes irte con esta actitud y salir de mi casa.

No responde. No la traicionará, y por más que quiero saber qué diablos está sucediendo, puedo respetar eso. Aun así, no voy a permitir que él me vuelva el villano. Quiero que me guste este chico, pero él está comenzando a enojarme. 

—¿Te gusta tomar ventaja de chicas en mal estado? ¿Eso es lo tuyo? —pregunta.

—¿Cuál es el tuyo? ¿Acusaciones puntuales e intimidación?

El agua deja de correr y estoy lista para ir por el pasillo a interceptarla antes que ella salga, pero la puerta se abre antes que pueda llegar ahí. Ni siquiera tengo la oportunidad de dejarle ropa seca. Ella sale al pasillo, totalmente mojada con una toalla envuelta alrededor de ella y toda la sangre se desvanece de mi cerebro y mi estúpido pene se retuerce porque eso es lo que hace cuando una chica hermosa, mojada y envuelta en toalla sale de la ducha. Desearía poder disfrutar de la vista, en serio. Pero este no es el momento, y por suerte, mi pene obtiene el mensaje que su hermano extremadamente enojado está a mi lado, y se calma.

Ella abre su boca pero lo ve a él antes que salgan las palabras. No sé qué ojos están más abiertos. Algo en silencio corre entre los dos. No puedo decir si ella se ve asustada o avergonzada, pero parece que se ha vuelto más joven con tan solo verlo. La tetera suena y estamos tan al borde que creo que todos nos vamos a orinar aquí mismo.

—Tienes compañía Rayito de Sol —le digo a Mar. —¿Quieres té?

***

Eventualmente su hermano se va una vez que acepta que ella no regresará con él.

Me pregunto cuánta mierda ella obtendrá por eso. Responderle a la gente no es algo de lo que me he tenido que preocupar así que nunca se ha cruzado por mi mente, pero ella tiene una familia y no sé cómo logra no ir a casa, incluso si tiene dieciocho. Una vez hizo un comentario que sus padres tenían miedo de disciplinarla pero ella no elaboró más. Me pregunto si ellos también le tienen miedo a ella. Ella pasa la mayor parte de su tiempo aquí, pero no sé qué tanta de esa información regresa a sus padres; si su familia no pensaba que nosotros estábamos teniendo sexo antes, ahora sí lo hacen.

—No dormirás en el sofá —le digo cuando ella saca la almohada y la sábana que ha usado antes.

—De acuerdo. Lo siento.

Las guarda y empieza a mirar alrededor, en busca de sus llaves.

—No tienes que irte.

—Pero dijiste…

—Solo quise decir que el sofá es bastante incómodo. Puedes usar mi cama y yo dormiré en el sofá.

—No tomaré tu cama. No me importa el sofá, ya he dormido ahí antes.

—Así que sabes que apesta.

—Es mejor que regresar a la casa de Cielo y estar sola. No quiero que dejes tu cama.

Se sienta en el sillón y aprieta la almohada en su regazo.

—Entonces, duerme conmigo.

—¿Qué? —Sus ojos se amplían y yo río.

—No dormir en el sentido que estás pensando. Solo dormir. Es una cama bastante grande así que no notarás que estoy ahí. 

—De algún modo, dudo de eso. —Mira alrededor intentando descifrar algo. —¿De todos modos, cómo es posible que solo tengas una cama en tu casa?

—Hay un camarote en la habitación de mi hermana pero ya no la encontrarás ahí porque empecé a guardar de todo ahí y está debajo de un montón de basura. Me deshice de mi antigua habitación cuando necesitaron traer la cama de hospital para mi abuelo. Así que ahora solo tengo la de la habitación principal.

No me mira como si se sintiera mal por mí, solo como si me entendiera.

—No puede ser tan malo —dice, caminando hacia la habitación de mi hermana. La puerta siempre está cerrada y ella nunca ha ido ahí antes, pero ahora lo hace.

Entra a la habitación casi inexistente y escanea la habitación. Hay cajas y pilas de ropa vieja doblada en la cama. Un par de piezas aleatorias de muebles que construí pero que no me gustaron mucho, está ahí; cosas que tendría en mi garaje pero no lo hago porque necesito espacio afuera.

—De acuerdo, si está mal. —Se ríe, antes que sus ojos se entrecierren con curiosidad. —Tienes un piano —dice suavemente, acercándose. —¿Por qué está aquí?

—Mi hermana tomaba clases, yo nunca lo hice. Lo dejé aquí hace un par de años atrás cuando necesitaba espacio en la sala de estar para una de las mesas.

Corre sus dedos por encima de las teclas tan ligeramente que no estoy seguro si realmente las está tocando. Hay como una reverencia por la forma en que lo está haciendo.

—¿Tocas? —pregunto, porque ella nunca lo ha mencionado.

—No —dice. Le toma un segundo alzar su mirada porque aún está con su mirada fija en las teclas. —Ni un poco.

***

Cuando me acurruco en la cama con ella más tarde, no importa lo grande que sea el colchón. Mi cerebro está prendido. Sé que está es una mala idea por donde lo veas, pero ella tiene razón. Es lindo no sentirse solo y el sofá es incómodo.

—¿Es sólo yo o esto es realmente extraño? —finalmente pregunta después de veinte minutos de silencio incómodo, porque ninguno de los dos está durmiendo.

—No solo eres tú —acuerdo.

—¿Quieres que me vaya? —pregunta.

—No.

Ni siquiera tengo que hacer algo con ella. No es que no quiera, porque quiero tocarla más de lo que debería. Pero realmente no es eso. Es solo que me gusta que ella esté aquí. 

Ella se estira y encuentra mi brazo, justo debajo de mi hombro, y lo sigue hasta que alcanza mi mano. Me recuerda de la forma en que tocó las teclas del piano más temprano y puedo sentir el trazo de sus dedos correr por todo mi brazo. Hay una comodidad que no estaba ahí antes. Luego, sin decir nada, se curva a mi lado y es así cómo nos quedamos dormidos. Su mano en la mía. Juntos.

***

El miércoles en clase de arte, Rama me muestra los dibujos que ha estado haciendo y solo quiero golpearlo. Siempre está modificando, agregando o arreglando cosas para la competencia en la que está participando en la universidad a la que está postulando; siempre me muestra su material aunque yo nunca le pido hacerlo, encima que no sé nada de arte. No quiero golpearlo por eso, sino por mostrármelo aquí en clase, donde es casi imposible mantener mi rostro en blanco. Creo que es una prueba. Miro a Rama mirándome y sé que es una prueba.

Cada dibujo es de Rayito de Sol, desde cada ángulo. Lo perdono por cada minuto que me la ha robado de mi garaje.

—Dibuja una para mí.

Las palabras salen de mi boca antes que pueda golpearme a mí mismo.

—¿Quieres que te dibuje? 

—No. Quiero que la dibujes a ella. Para mí.

—¿Cómo? —pregunta.

—¿Cómo que cómo? —Estoy enojado. Acabo de vender mi orgullo aquí y él quiere que lo siga haciendo.

—¿Cómo la ves? Si quieres que la dibuje para ti, debería ser como la ves tú. No cómo la veo yo.

—Has hecho cientos de dibujos de ella. Sólo haz otro dibujo más y dame uno de esos.

—¿Cuándo la miras qué ves?

—¿Estás hablando en serio? Olvídalo.

Puede besar mi trasero si quiere empezar a hablar de sentimientos conmigo.

—Obviamente la quieres por una razón.

—¿Qué te importa?

—¿Felicidad, miedo, frustración, añoranza, amistad, enojo, necesidad, desesperación, amor, deseo?

—Sí.

—¿Sí, qué?

—Todo eso —contesto, porque ya me metí en el juego, lo quiera o no.

—Puedo tener el dibujo en un par de días.

***

Fiel a su palabra, Rama entra a clase dos días después y me entrega un sobre grande y me dice que lo abra cuando llegue a casa. Había una parte de mí que deseaba que él se hubiese olvidado o que todo fuese un sueño y realmente no le hubiese pedido. Luego me muestra otro dibujo que ha agregado a sus cosas y ya sé en dónde ha estado Rayito de Sol en los últimos dos días.

—Estás obsesionado —le digo.

—¿Soy el único?

—Sí. —Me mira y sé que este fue un gran error, pero ya no puedo volver atrás. —Solo quería un dibujo. No te lo hubiese pedido si hubiese sabido que ibas a hacer tan pesado con todo el tema.

—No te preocupes, no le diré.

Lo acepto y no hablamos durante un minuto.

—¿Qué harás esta noche? —le pregunto.

—¿Me estás invitando a salir?

—Hay una cena en casa de Simón a las seis. 

Estoy loco, creo que me quedé sin cerebro luego de decirle esto a Rama.

—Estás loco —acuerda él. —¿Primero un dibujo y ahora esto? No seré víctima de la auto-destrucción que estás planeando.

—Podrás acosar más a tu objeto de obsesión —bromeo.

—¿Seis de la tarde?

—Seis de la tarde.

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