lunes, 23 de febrero de 2015

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 34

Mar

El garaje de Thiago está abierto cuando llego, vengo de la casa de Simón. Él está lijando un pedazo de madera, debe estar desesperado por terminarlo porque usualmente deja que yo lija.

—¿Terminaste? —pregunta mientras me siento a su lado.

—Por esta noche. ¿Qué será esto que estás haciendo?

—Una repisa de libros. Por el cumpleaños de Melody.

Nos quedamos en silencio, escuchando el sonido de la lija.

—Te cambiaste —dice después de unos minutos.

Miro mis vaqueros y la blusa negra que me puse luego que me dejó en casa de Simón, y me encojo de hombros.

—Probablemente es una buena idea. Simón nunca hubiese podido concentrarse contigo en ese vestido.

—¿Puedes culparlo? Soy muy hermosa —digo para que deje el tema de Simón conmigo, nunca termina bien. Además, el vestido era para Thiago, no para Simón. 

—¿No vas a olvidarte de eso, verdad?

—¿Por qué lo querría? 

Tengo una lista de cosas que me gustaría olvidar pero esto no; lo he repetido en mi cabeza como cientos de veces. Tal vez porque él no dijo maravillosa, o hermosa o cualquier mierda como esa. Él dijo linda, y eso es algo que puedo creer.

—Porque es la cosa más estúpida que he dicho y me gustaría que lo hagas —dice y en mi mente regresa la imagen de él desapareciendo por el pasillo anoche con una de las chicas más hermosas que jamás he visto. 

—Considéralo olvidado —digo, y me levanto. —Es tarde, debería irme.

—¿Te veo mañana? —dice mientras camino hacia mi auto.

Me despido pero no volteo el rostro.

Thiago

Estoy en la acera antes que ella inserte la llave en la puerta. Dejé mi casa apenas ella se fue porque ya no puedo hacer esto.

—¿Puedo entrar?

Abre la puerta y entra, yo la sigo.

—No digas cosas si realmente no las quieres decir. No soy tan patética para necesitar cumplidos vacíos—. Cierra la puerta detrás de mí y lanza su cartera en la mesa junto con una lata de spray de pimienta y su llavero.

—Lo dije en serio. Fue estúpido.

—Caray. Incluso mejor. Sigue.

—¿No vas a ponerlo fácil, verdad?

—Esa fue la cosa más linda que alguien jamás me ha dicho desde que he estado aquí y tú te lo llevaste. Así que no.

—No quise hacerlo.

—Pero lo hiciste.

Sé que lo hice, lo sé. Ella no puede cubrir el dolor en su expresión aunque sé que lo está intentando.

—Sabes que lo quise decir, soy humano. Y hombre. Y no soy ciego. ¿Quieres que lo vuelva a decir? Distraes, y aunque esta no sea una palabra real, eres linda. Eres tan linda que le hice bullying a Rama para que me dibuje una imagen de ti así podía mirarte cuando no estés. Eres tan linda que uno de estos días voy a perder un dedo en mi garaje porque no puedo concentrarme contigo tan cerca de mí. Eres tan linda que desearía que no lo seas así no tendría ganas de golpear a cada chico en la escuela que te mira, especialmente mi mejor amigo—. Me detengo me recuperar el aire. —¿Más? Puedo seguir.

Puedo seguir, pero mientras digo todo esto, sé que no es del todo cierto. Ella no solo distrae y es linda. Es la chica más hermosa que jamás he visto y quiero tocarla con tantas ganas ahora mismo que es casi imposible para mí el mantener alejadas mis manos y hacerlo.

—¿Cómo? —Sus ojos están buscando los míos como si no me creyera y están tan abiertos que creo que voy a caminar directo a ellos si ella me lo permite. —Me he cambiado de ropa en tu casa cientos de veces. Nunca intentaste mirar. Dormí en tu cama, nunca te acercaste.

—No sabía que tenía permiso.

—¿Estabas esperando permiso? —Me mira como si estuviera loco y me pregunto si lo estoy.

—Dije que era hombre, no dije que era un imbécil.

El silencio que solía ser cómodo es una tortura ahora mismo así que lo lleno.

—No soy Simón.

—Realmente Simón no es un imbécil, solo finge —dice, sacudiendo su cabeza y moviendo su llavero.

—Lo siento, ni siquiera eso fue gracioso.

—Ni un poco. —Sonrío. —Pero tienes razón, realmente no es un imbécil. —No sé por qué me pone feliz que ella vea eso sobre él, pero lo hace.

—¿Por qué estamos hablando de Simón?

Buena pregunta Rayito de Sol. Porque es fácil, porque si nos detenemos, vamos a tener que lidiar con qué hacemos aquí y ninguno de los dos sabe por qué. Apestamos en esto.

—¿Cenarías mañana conmigo? —Suelto las palabras antes de pensarlas.

—Es domingo. Siempre cenamos juntos.

—No. Solo nosotros.

—¿No quieres ir donde Simón? —Se ve confundida.

—No. —Definitivamente no quiero ir donde Simón.

—¿Por qué no? ¿Aún sigues enojado sobre la cosa del sexo? Él dijo que te dijo que no era cierto.

—Estoy intentando invitarte a salir y tú estás haciendo esto realmente imposible.

Deja de mover su llavero. —¿Por qué me invitarías a salir?

—¿Eso no es lo que hace la gente? ¿Ir a citas? —La gente aún hace eso, ¿verdad? Luna esperó películas y cenas, así que realmente no tengo idea.

—No lo sé, nunca he tenido una cita.

—¿Nunca?

—Lo siento, no. Realmente nunca tuve la oportunidad. Mi vida no ha sido exactamente lo que tú clasificas como normal. ¿Cuántas citas has tenido tú?

—Ninguna. Supongo que ambos somos raros.

—Creo que eso lo definimos hace un tiempo.

—Así que pretendamos. Una noche. Saldremos y pretenderemos que somos normales.

Ella se ve asustada. Como si pensara que esta es una mala idea y en cualquier segundo va a decir que no. Coloco mis manos a cada lado de su rostro así ella tiene que mirarme.

—Una noche —repito, no dándole la oportunidad de formular una excusa. —Te recogeré mañana—. Presiono mis labios contra su frente, aunque no es así donde quiero colocarlos.

—¿Aún estás con ella? —susurra, y no puedo creer que no pensara en contarle. De hecho, puedo, porque nunca discutí con ella de Luna. Me pregunto si ha estado pensando en esta conversación todo el tiempo.

—No —digo.

—Ni siquiera solo para… —se detiene y se ve incómoda y de algún modo quiero reír porque algunas de las conversaciones que ella tiene con Simón haría que un artista porno se sonroje, pero ella no puede decirlo. Mirándola ahora, estoy forzado a admitir esa vulnerabilidad que ella siempre ha estado escondiendo detrás de cada insinuación sexual y debajo de cada vestido negro apretado.

—No por nada. Lo prometo.

Trazo mi pulgar debajo de su labio inferior y me aparto antes que vaya a besarla, porque he estado esperando besarla por meses y no quiero hacerlo aquí en la entrada mientras ella tiene un arma en su mano y acabamos de terminar de hablar sobre Luna.

Ella asiente y se ve avergonzada por preguntar, pero no debería. 

—Así que, mañana. Tú y yo. Normal. ¿De acuerdo?

—De acuerdo—. Sonríe, pero ni siquiera es una sonrisa real, solo una vaga idea de la misma.

Me volteo hacia la puerta, pero ella me detiene.

—¿Qué se supone que debo usar?

Me encojo de hombros porque ni siquiera sé a dónde iremos aún.

—Usa algo normal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario