martes, 24 de febrero de 2015

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 35

Thiago

Me estaciono en casa justo a tiempo para ver a Rama caminando hacia su auto. Se ve nervioso cuando me mira.

—¿Qué sucede? —pregunto. Ni siquiera sabía que sabía en donde vivía.

—Nunca me dijiste lo que piensas de la imagen.

Buen intento Rama, pero ese no es el motivo por el que estás aquí.

—La imagen estuvo perfecta, Rama. Tú sabes que lo fue. ¿Qué quieres?

—¿Por qué me hiciste dibujarla?

Siento que cada persona que conozco quiere una confesión de mí está noche.

—Voy a entrar a mi casa y devolverte la maldita foto así nunca voy a tener que volver a escuchar una maldita palabra sobre eso.

Empiezo a caminar hacia la entrada y los sensores de luz se encienden.

—No viste su rostro—. Ya no está hablando de la foto. Está hablando de lo que hice en casa de Simón, que me fui con Luna. Pero está equivocado, si vi su rostro y fue horrible y sería lindo si todos me dejan olvidarlo.

—¿Qué hay con esa chica que hace que todos sientan una especie de poder u obligación de protegerla? En caso no lo hayas notado, ella probablemente debería ser la que nos proteja a todos.

—Simón y yo tal vez. No estoy seguro de ti.

—Bien Rama. Dime qué hacer.

—¿Me estás preguntando?

—Sí. Nunca he hecho esto antes.

—¿Nunca has hecho esto antes? —pregunta con desconcierto.

Lo miro como el idiota que es, especialmente en vista de lo que cree que estuve haciendo con Luna. 

—Ya he hecho eso antes, es solo que esto no lo he hecho.

—¿Simplemente nunca has salido con una chica? —Se ríe pero no lo entiendo y me esfuerzo en hacérselo notar. —De acuerdo, no es gracioso. En serio, ¿por qué no le pides a Simón consejo? —Lo piensa un momento. —Olvídalo, no importa.

Camina y se inclina contra la puerta de su auto.

—De acuerdo, entonces. ¿Qué le gusta?

—Correr y el helado. Y golpear cosas. Y los nombres.

—¿Nombres?

—No preguntes.

—Bueno, todo el sudor y la adrenalina por correr puede ser lindo para jugar algo, pero no creo que juegue bien en la primera cita. Mejor anda con el helado. Bastante casto, como ella —bromea.

—Pensé que ibas a hablar en serio.

—Hablaba en serio. ¿Por qué sabes tanto de ella, de todos modos? Ni siquiera habla.

—Yah ice la cosa del helado —ignore su pregunta.

—Entonces parece que vas a tener que buscar golpear cosas.

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