viernes, 13 de marzo de 2015

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 41

Thiago

Esperado, en eso se ha convertido y es más aterrador que cualquier cosa.

Pasamos el tiempo en el patio de la escuela durante el almuerzo todos los días. No nos tocamos o reímos, y por supuesto, no hablamos, pero estamos juntos. Nadie nos molesta. Además de visitas ocasionales de Rama, el campo de fuerza se mantiene intacto.

Estoy intentando terminar de leer la historia que nos asignaron en una de las clases porque tenemos un examen en la quinta hora, pero me es difícil. Ella se inclina para ver qué estoy leyendo y mueve su cabeza lo suficiente para que apenas roce mi hombro, e incluso el contacto más ligero me hace sentir en casa. Me volteo hacia ella y beso su cabello antes de darme cuenta que lo he hecho en el patio lleno de gente. Para nosotros, es una versión de no apto para menores donde nos arrancamos la ropa y hacemos un espectáculo de sexo en frente de todos.

Espero a que el mundo explote, o al menos que comiencen las miradas o los comentarios, pero no hay nada. La atmósfera no cambia para nada. Y me pregunto si lo imposible ha sucedido.

Eso es, nosotros, ella y yo, nos hemos vuelto normales. Apenas la palabra entra a mi mente, sé que es la equivocada. No nos hemos vuelto normales, nos hemos vueltos esperados. Y no solo por todos en la escuela. Yo también nos he esperado. La espero. La espero en casa, en mi vida.

Y es aterrador.

Mar

—¿Siempre has dormido con camiseta puesta? ¿Antes de mí? —le pregunto a Thiago cuando estamos en la cama. Mi hermano odia dormir con camiseta.

—Antes de ti, no dormía con nada puesto —dice, y puedo escuchar la sonrisa en su voz, incluso si no puedo verla.

—Oh—. Siento que mi cara quema. —Lo siento.

—No lo hagas—. Se ríe. 

Su mano encuentra su camino hacia mi mejilla. Se inclina hacia abajo y me besa y sus labios son una invitación que voy a tener que aceptar tarde o temprano. 

—Si no te conociera mejor, pensaría que te estabas sonrojando—. Pero el hecho es que no me conoce. Realmente no me conoce para nada.

***

Por primera vez en semanas, no estamos pasando la mitad de la noche en el garaje. Aún es temprano, pero le digo que estoy cansada y quiero r a la cama. No estoy cansada, solo espero que él me siga. Después de quince minutos, lo escucho salir de la ducha y luego sube a la cama, a mi lado. Besa el lado de mi cabeza y dice buenas noches y luego entrelaza sus dedos con los míos como siempre hace; como si estuviera haciéndome recordar que él aún está aquí, o tal vez vice-versa.

Deslizo mi mano debajo de la tela de su camiseta, por su estómago, hasta que está contra su piel sobre su pecho y puedo sentir su corazón latiendo contra mi palma. Siento su respiración cortarse porque no lo ve venir- Está cálido y sólido y quiero tocar cada parte de él. Debería detener esto porque sé hacia dónde está yendo. Pero soy la que lo empezó, y realmente, solo quiero hacerlo.

—Rayito de Sol —es todo lo que dice.

Recuesta su mano encima de la mía a través de la tela de su camiseta. —Puedes quitártela si quieres —le digo.

—Prefiero quitarte la tuya —bromea.

—Eso también —digo, pero no estoy bromeando. Lo siento tensarse debajo de mi mano pero no se mueve, y nos quedamos recostados por un minuto, solo respirando e intentando encontrar los pensamientos del otro.

—Tienes mi permiso —susurro.

No es como si nunca lo hubiese tocado y él tampoco. Es solo que nunca lo hemos hecho en todos lados al mismo tiempo. Yo estoy con una de sus camisetas, como siempre, y él la saca por encima de mi cabeza y yo se lo permito porque eso es lo que quiero. Quiero que me toque. Aquí. Ahora. En todos lados. Siempre.

—Desearía poder verte —dice.

—Agradezco que no puedas —admito. Muchas cicatrices. Puedo culparlas incluso si es que no son la razón verdadera por la que no quiero que me vea.

Estoy más en paz con Thiago que en ningún otro lado en el mundo y quiero escaparme antes que nos arruine a los dos. Pero luego también se ha ido su camiseta, y su cuerpo está presionado contra el mío así no hay ningún espacio entre los dos. Él empuja a un lado mi cabello, murmurando algo sobre “estúpido cabello siempre en tu rostro”, pero mantiene su mano enredada, y luego me besa, y nos quedamos así por bastante tiempo.

De alguna manera él deja mi cuerpo lo suficiente para alcanzar su mesa de noche y coger un condón, aunque estoy por decirle que no lo necesita. Luego se está inclinando sobre mí y besándome de nuevo y me permito enfocarme en eso. Porque es real, es verdadero. Algo realmente real e increíble. Y luego su rodilla se desliza entre la mía gentilmente abriéndolas y un momento después puedo sentir la presión de él. Sé el momento exacto cuando él se da cuenta una de las cientos de cosas que nunca le he dicho. Porque él se detiene ahí, de pronto totalmente rígido. Ya no me está besando. Me está mirando fijamente y su rostro está tan cerca del mío que creo que puede leer mi mente. Sé que va a decir algo, pero no quiero que lo haga porque hará que él me diga cosas. Me hará sentir segura y seguridad es algo que nunca más debería de sentir.

Hay cientos de palabras en sus ojos pero todo lo que dice es: —¿Rayito de Sol? 

No es mi nombre, es una pregunta. O tal vez es más que una, pero no dejaré que diga nada más.

Aunque no sé si va a funcionar, alzo mis caderas hacia arriba y lo jalo hacia mí. Y por un segundo, algo se rasga y hay quemazón, pero luego está hecho. Cierro mis ojos porque el dolor es familiar. Estoy acostumbrada al dolor y esto realmente no es tan malo; es la mirada en su rostro a lo que no estoy acostumbrada – temor, confusión, duda, y por favor, por favor, que no sea amor. 

—¿Estás bien? —Está dentro de mi pero aún no se mueve. Sus manos están a cada lado de mi rostro y parece que me tuviera miedo.

—Sí —susurro, pero no sé si sale. No sé si estoy bien. No debería ser posible estar tan cerca a otra persona. Permitir que se inserten dentro de ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario