lunes, 16 de marzo de 2015

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 43

Mar

Ahora todo es un infierno y me lo merezco, pero puedo lidiar con el dolor si esto es algo que yo escogí sentir.

***

Simón revolotea a mi alrededor ahora y lo evado. No lo colocaré en medio de esto. Él pertenece a Thiago. Paso la mayor parte del tiempo con Rama. O solas. Estar sola sería mejor si me gustara a mí misma. Pero, ahora mismo, no lo hago, ni siquiera un poco.

El cuarto y quinto periodo son los peores porque es ahí donde tengo que verlo y no puedo pretender que él no existe, como lo hago en el resto del día. Como si eso ayudara. Como si cualquier cosa pudiese ayudar. Podría pretender que no lo veo, que tengo suficiente por resolver. Todos los días digo que no lo miraré, pero lo hago. Lo único Bueno es que él nunca me atrapa mirando. Porque no ha vuelto a mirarme. Y no debería, no lo merezco.

El mundo debería estar lleno de Thiago Bedoya. Peo no lo hace, yo tuve al único y lo eché.

***

Un día Cielo se sienta en la mesa de la cocina conmigo mientras yo pretendo estar concentrada en un poema que no he comprendido ni una palabra. 

—No se me ha escapado que aparentemente vives aquí de nuevo —dice.

Sigo mirando fijamente el poema como si de pronto las palabras van a empezar a insertarse en mi cerebro.

—Te preguntaría si quieres hablar de ello—. Apenas sonríe. 

Incluso empiezo a ir a casa los fines de semana así nadie me espera en una cena de domingo. Y tal vez es la única cosa que hago que vale la pena. Nadie me pregunta por qué estoy yendo de pronto, solo me dejan entrar.

Obtengo otro regalo de cumpleaños un fin de semana cuando llego a casa. Desde que no acepté el celular, mi madre me da una cámara. Es más simple que la que ella tiene, pero no creo que me esté dando el objeto en sí de todos modos. Me está dando una parte de ella. Intentando reemplazarme. No sé si es una buena o mala idea porque estoy empezando a cansarme de juzgar a todo el mundo y adivinar los motivos de los demás, porque estoy empezando a darme cuenta que el problema real soy yo. Ya no tengo a Thiago y de algún modo he perdido a Simón.

Necesito a mi mamá. Quiero tanto la calidez de ese amor incondicional que estoy deseando ignorar el precio, y por primera vez en casi tres años, tal vez puedo admitir eso, incluso solo si está en mi cabeza. Aún no hablamos, pero tal vez suceda.

Mi madre me enseña a usar la cámara y vamos por ahí tomando fotos de nada y todo a la vez. Ella ni siquiera me habla sobre el formato y la composición. A veces mi mano tiembla y arruina alguna fotografía pero lo ignoramos.

Los domingos, trabajo en enseñarle a mi papá cómo preparar panqueques porque es algo que puedo hacer.

Nada es perfecto. Ni siquiera es bueno aún, pero tal vez sí.

***

Lo extraño hoy. Todos los días lo extraño. Esta noche fui a la tienda de herramientas que siempre vamos y me puse a caminar por ahí, intentando respirar.

He regresado a esconderme en los baños durante el almuerzo. Rama me abre la puerta para mí de nuevo, pero pretendemos que no significa nada.

Mis manos se están volviendo suaves de nuevo.

Thiago cumplirá dieciocho la próxima semana.

Thiago

—¿De quién es? —pregunto cuando la mamá de Simón me entrega el último regalo en la mesa. Hemos cenado y hecho toda la cosa de la torta. Me pasé la parte del deseo. Nada en mí quiere estar aquí.

—Estaba en el porche esta tarde. Tenía un pedazo de papel pegado, pero solo decía tu nombre, ninguna tarjeta. 

Rompo el papel y ahora quiero desaparecer así puedo estar a solas en este momento. Quiero ser capaz de ver esto a solas.

El marco que estoy sosteniendo en mis manos es un marco simple de una tienda. No tiene nada de especial. Pero la foto que está puesta es lo que me golpea y me lanza contra el suelo y me patea un poco.

Cuando quito el resto del papel de envoltura, una fotografía que había estado atorada al frente del marco cae al suelo. Simón la recoja y la ve antes de entregármela y puedo decir que quiere seguir sosteniéndola.

Reconozco la foto. Estaba en un álbum de fotos en la repisa en mi sala de estar. Es mi madre con mi hermana en su regazo, y no están mirando a la cámara. Están sonriéndose una a la otra, pero aún puedes ver sus rostros. Ambas son hermosas y me doy cuenta que me he olvidado cómo eran; como todo lo que he perdido y he olvidado, porque no hay nadie que me quede por recordar.

Hay fotos por toda mi casa, en todos lados. No retiré de mi vida a toda la gente que amé, aún están colgadas en las paredes, en su mayoría porque siempre han estado ahí. Yo no las puse ahí, pero tampoco las quité. Las dejé donde siempre han estado como si nada hubiese sucedido. Pero esta foto no. Esta ha estado en un álbum de fotos por años. Amo esta foto. Me había olvidado que lo hacía. Aunque está a blanco y negro, observe los ojos de mi madre curvarse con su sonrisa y veo a mi hermana respirar, y por un momento, creo que están vivas. Es el trabajo de Rama. Y solo hay una persona quién me podría haber dado esta foto. Pero tampoco está aquí, porque ella también me dejó.

No tiene derecho a hacer esto. Hacerme más difícil el odiarla porque necesito odiarla ahora más que cualquier cosa.

***

Han pasado cinco semanas desde que se fue de mi casa. Empecé a contar desde el segundo en que la puerta se cerró. Me pregunto cuándo me detendré.

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