lunes, 30 de marzo de 2015

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 46

Thiago

—¿Qué diablos Simón? Son las dos de la mañana.

Veo su auto en la pista y está vacío. Al principio, sospeché que estaba trayendo a Rayito de Sol porque ella estaba borracha, pero no hay nadie en el auto.

—¿Ya dejaste a Mar? —le pregunto mientras me sigue a la sala de estar.

—Está en casa.

—¿Entonces, qué sucede? ¿No se supone que ya deberías de estar en casa hace una hora? —Hasta ahora no entiendo por qué está aquí.

—Melody me está cubriendo.

Sé que algo no me está diciendo y eso me está haciendo enojar. Y su mirada está vacía.

—¿Por qué? ¿Qué sucedió? —No responde y tengo que volverle a preguntar. —¿Qué sucedió Simón?

—Realmente no sé—. Sus ojos están rojos y se ve como la mierda. 

—En un segundo, voy a subirme al auto y conducir hasta allá si no empiezas a darme respuestas que tengan sentido.

—Nada tiene sentido, Thiago. 

—Suenas como ella, con todo el misterio. ¿Ella está bien?

—Ella dijo que sí. Su rostro está arruinado, pero se ve bien.

—¿Qué le pasó a su rostro? —Mis palabras son lentas y mi voz sale más baja de lo que esperaba.

—Matt.

—¿Matt? —Tengo ganas de golpearlo, al menos hasta que consiga a Matt y ni siquiera sé aun qué sucedió. —¿Qué le hizo? —Estoy luchando por controlar mi enojo lo suficiente para descubrir de qué va esto, pero no sé cuánto tiempo dure.

—No lo sé. La golpeó. Creo que él le estaba intentando quitarle la ropa. Realmente no me dijo nada—. Simón corre sus manos por su cabello de nuevo y noto que sus nudillos están sangrando y hay sangre en su camisa.

—¿Cómo terminó con él en primer lugar? ¿No estuviste con ella todo el tiempo? ¿No es por eso que le dijiste que vaya contigo?

Simón estudia su mano derecha pero no responde.

—¿En dónde diablos estabas? ¿La llevas a esas fiestas para emborracharla y luego la dejas sola?

—Ella no es discapacitada, Thiago. En caso no te hayas dado cuenta, de algún modo hace lo que quiere. Yo no la llevé a ningún lado y no la he emborrachado desde esa primera noche. Ahora ella se emborracha sola.

—Ella odia estar sola en todas esas cosas. Ella no se hubiese apartado de ti.

—No lo hizo—. Culpa. Él la abandonó. —Me envió un mensaje pero no lo oí ni vi. Estaba arriba donde había silencio así podía llamarte para que la recojas. Cuando llegué ahí, ella estaba en el suelo y él encima de ella—. Me cuenta que su rostro estaba con moretones y sangrando, y cuando llega a la parte sobre la ropa interior por sus tobillos, no puede seguir hablando porque está intentando no llorar, y si no estuviéramos tan disgustados con todo el mundo, también podría estar llorando.

—La dejaste sola—. Quiero matarlo. Quiero culparlo así no me culpo a mí mismo. Ni siquiera puedo pensar sobre la llamada.

—¡Sí, Thiago! ¡Eso es exactamente lo que hice! Hice que me acompañara y luego la dejé sola porque soy egoísta y eso es lo que hago. ¿Crees que no lo sé? Creéme. No necesito que me recuerdes que soy un idiota. Toda la noche ha sido un recordatorio sobre eso, por su rostro y su sangre y… —Corre su mano de nuevo por su cabello mientras su voz se rompe de nuevo, y espero que no explote—. Solo confía en mí. Lo sé. ¿De acuerdo? Lo sé. 

Ahora está recostado contra la encimera de mi cocina y yo contra la pared al frente de él. Ninguno dice nada por lo que parece una hora aunque probablemente ha sido menos de un minuto.

—¿No te contó nada?

—Realmente no. Lo peor es que ella no se veía sorprendida. Es como si lo esperaba.

—¿Por qué no la trajiste acá? —pregunto.

—Lo hice—. Alza sus ojos hacia mí y se detiene para dejar que procese eso porque al estar pensando en lo que le pasó a Rayito de Sol, me había olvidado lo que yo estaba haciendo mientras ella estaba a solas en una habitación con Matt. —Piensa bien, Thiago. Conducimos directamente hacia aquí hace como dos horas atrás, el garaje estaba cerrado y las luces apagadas así que pensé que estabas dormido y usé mi llave. Entramos a la casa y, ¿adivina qué escuchamos?

—Ella entró contigo—. No es una pregunta. 

—Pensé que verte sería la única cosa que la ayudaría—. Se nota el sarcasmo en su voz.

—¿Qué dijo? —pregunto, pero lo digo bajito porque no sé si realmente quiero saber.

En todo lo que he pensado desde el día en que se fue de aquí ha sido en el día en que ella volvería. Y esta noche lo hizo.

—Nada. No ha dicho ni una palabra desde que entró acá.

—Necesito verla.

No quiero verla, no quiero ver el rostro que sabe lo que hice. No quiero enfrentar que sé lo que hice. Pero necesito verla. Necesito ver que ella aún está ahí y está bien, incluso si me odia. Su dolor puede que me mate pero puedo sobrevivir con su odio.

—No.

—¿No?

—No —es absoluto.

—¿Quién diablos eres para decirme que no puedo verla?

—¿Quién diablos eres tú para decir que sí puedes?

—¿Qué se supone que significa eso?

—Significa que ella se veía como la mierda cuando entró a tu casa y se vio peor cuando salió.

Me siento enfermo, como si fuera a vomitar ahora mismo. Mi rostro debe decirle algo porque su tono se aligera algo. O tal vez solo estoy cansado de toda esta noche de mierda.

—Thiago, incluso si pensé que estaba bien, que es no, porque ahora mismo estás actuando como yo y no me gusta mucho. Pero incluso si dijera que sí puedes verla, no depende de mí.

—Ella no me verá.

—Así es —confirma—. ¿Alguna vez me dirás qué pasó entre ustedes?

—No.

—Bien. ¿Vas a decirme qué estabas haciendo? ¿Teniendo sexo con Luna? —Su tono es tan frío como su expresión.

—He estado tirándome a Luna por años.

De hecho, nada de lo que hice esta noche está mal. No me aproveché de nadie, no hice trampa. No dejé a Mar a solas con un imbécil borracho. Puedo sacar todos los argumentos que quiera, a Simón, a Rayito de Sol, a mí mismo, pero saber lo no lo malo que fui no me hace sentir menos idiota. Puedo incluso decirte por qué lo hice, por la misma razón que lo hice la primera vez y las veces posteriores. Era consolador y me hacía sentir normal. Luna venía, decía hola, y como siempre, era la cosa más fácil y natural del mundo. Se sentaba en el sillón y veíamos televisión hasta que ella se inclinaba y me besaba y yo la dejaba porque no había un precio por pagar o una opción a hacer. Rayito de Sol había tomado esa decisión por mí. Luna cogió mi mano y fuimos a mi habitación. Por una noche, solo quise pretender que no había nadie a quién extrañar. 

—No la amas —es una acusación y si no hubiera nada de humor en esta situación, me reiría, porque no tengo idea de cómo Simón dice esto con el rostro fijo. Quiero golpearlo por eso y por otras cosas más, pero hay una parte de mí que sabe que no necesito más cosas de las que estar enojado conmigo mismo sobre esta noche. Tal vez debería golpearlo para que me devuelva el golpe, porque eso es lo que merezco. Quiero que me golpee. Quiero que me golpee para sentir solo dolor.

—Estas no son noticias, Simón. ¿Por qué no dices cualquier estupidez que quieres decirme y te vas?

—La amas.

—Creo que acabamos de establecer que no lo hago.

—No a Luna. A Mar. Amas a Mar. 

Estoy cansado y dolido y no tengo ganas de negarlo.

—Ella no lo sabe —digo, mirando a Simón.

—Thiago —dice—, todo el mundo lo sabe.

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