domingo, 15 de marzo de 2015

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 42

Thiago

Cuando termina, ambos estamos temblando, y por un momento estoy confundido y consolado y amado y luego estoy perdido. No sé qué sucedió. Solo que lo hice.

Y ella está aquí, pero no lo está. Y quiero estar feliz pero no puedo porque ella está llorando debajo de mí. Al principio, es solo suave y apenas se escucha y me cuesta reconocer qué sucede porque nunca la he visto llorar. Luego su cuerpo empieza a temblar así se ve todo mal. Aun se escucha un poco el sonido del llanto, pero el temblor es peor y se roba cada pedazo de alegría que acaba de sentir hace un momento atrás.

Necesito salir de aquí. Desearía que ella deje de llorar porque no creo pueda soportarlo ni un Segundo más y no es que sea alto o melodramático. No lo es. Es solo que me rompe el corazón.

No sé lo que hice así que solo la sostengo y le susurro que lo siento porque no sé qué más hacer. Lo siento. Una y otra vez contra su cabello. No sé cuántas veces lo digo o por cuánto tiempo, solo que no puedo detenerme. Pero ella no deja de llorar y sé que no es suficiente. 

***

Por la mañana ya no está y no sé si se ha ido de la cama, de la casa o de todo.

No está en la escuela. La llamé a su celular tres veces aunque se supone que no debería de hacerlo, pero no respondió. No esperaba que lo hiciera. Quería escribirle un mensaje de texto pero no podía pensar en ninguna palabra que no suene desesperada. 

Cuando llego a casa, ella me está esperando en mi garaje. Está en la encimera donde suele sentarse y su silla está vacía al otro lado.

Presiono el botón y la puerta automática se cierra, trayendo todo el terror a este momento. Camino hacia la casa porque no quiero hacer eso en mi garaje.

Hoy, ella es Mar de la escuela. El cabello, el maquillaje, la ropa, todo negro como lo usa en la escuela, excepto que hoy, es para mí. Sacudo mi cabeza. Nada sobre ella es real. La he tenido sentada en frente de mí por meses y no la veía, no la escuchaba. No sé nada más que los demás. Siento como si hubiese fallado de algún modo.

Me fallé a mí mismo, le fallé a ella, nos fallé.

No digo nada y ella tampoco. Empiezo a preguntarme si tal vez nunca hablaremos de nuevo y luego mi boca se abre.

—¿Te perdí? —No es lo que esperaba preguntar pero quiero la respuesta.

Su rostro no cambia y me doy cuenta que me he olvidado lo blanca que era su expresión.

—Yo te perdí.

—Imposible —respondo, pero la palabra apenas sale.

—Tú no me quieres —su tono es plano y tiene esta calma extraña que me hace querer gritar.

Quiero decirle que no recuerdo cómo es no quererla, que tal vez no hay nada más que quiera. Quiero preguntarle quién diablos es para que me diga qué hacer. Pero nada sale de mi boca y tal vez ella cree que eso significa que estoy de acuerdo con ella.

—¿Así que esto se ha terminado? —pregunto.

—¿Qué queda? —Aquí es donde finalmente ella mira en mis ojos y sé que es porque lo dice en serio.

—No me dijiste —le digo porque no estoy listo para decir que no queda nada.

—¿Decirte qué? —Está jugando a la tonta y nos insulta a los dos.

—Ya sabes qué.

—No preguntaste.

—¿Preguntar? —Creo que mi voz sube de volumen porque no puedo creer esto. —¿No pregunté? ¿Es lo que quieres? ¿Quieres que empiece a hacer preguntar? ¿Ahora? ¿Tengo permiso? Porque no creo que quieras eso, pero ya, vayamos por eso. ¿Qué diablos le pasó a tu mano?

Se estremece. Tal vez por la pregunta o tal vez porque ahora estoy gritando.

—¿No? ¿No esa? ¿No es buena? ¿Entonces qué diablos pasó ayer? 

Quiero esta respuesta mucho más de lo que quiero la anterior. Ella no responde lo que es ligeramente sorprendente, pero no necesito que lo haga porque estoy al borde y no tengo intención de detenerme.

—¡Dímelo! Tú eres la que vino aquí se insinuó en cada parte de mi vida y luego esperas a tener cada pedazo de mi existencia envuelto sobre ti y luego te vas. ¿Por qué? ¿De qué se trata? ¿Fue una borma? ¿Estabas aburrida? ¿Pensaste que sería divertido joderme?

—Estoy arruinada.

—¿Qué? —Ni siquiera sé qué significa eso. —¿Porque eras virgen?

Suena estúpido y me doy cuenta de lo mucho que odio esa palabra. Tal vez soy un estúpido. De hecho, soy un estúpido por haber asumido que conocía algo sobre esta chica. 

—¿Entonces por qué? ¿Por qué te acostaste conmigo? —Odio la desesperación en mi voz.

—Porque sabía que lo querías—. Directo. Frío. Un hecho. Vacío. Ella sabe que una mentira.

—Estupideces, Rayito de Sol—. Ya no estoy controlando mi voz. Estoy más que enojado. —¿Perdiste tu virginidad porque yo quería? No te atrevas a ponerme en esa posición. Yo nunca te hubiese hecho eso.

—No me hiciste nada. Yo te lo hice a ti. Te usé—. La calma en su voz es frustrante.

—¿Para qué? —Estoy temblando ahora porque estoy muy enojado.

—Era la última cosa de mí que no estaba arruinada. Solo quería terminarlo—. Está dibujando círculos en el suelo con sus pies.

—¿Qué mierda significa eso? —Nada, eso es lo que estoy obteniendo. Eso es lo que valgo para ella.

—¿Me estás diciendo que me usaste para arruinarte? Eso tiene un maldito sentido. 

Me río y es amargo.

Camino al otro lado de la habitación y mi puño se estalla contra la puerta de la habitación. La madera se rompe en mi mano. La veo temblar un segundo antes de recuperarse. Luego la expresión de nada regresa y todo lo que queda es la antigua Mar.

—¿Entonces qué? ¿Lo hice? ¿Te arruiné?

Ella asiente. Y me río de nuevo porque es el único sonido que sale.

—Jodidamente increíble—. No puedo dejar de reír y creo que debo estar loco. Alzo mis manos porque ya he terminado. —Felicitaciones entonces. ¿Querías ser arruinada? Bueno, lo hiciste major porque me rompiste a mí también, Rayito de Sol. Ahora ambos valemos mierda.

Ella no se mueve. Solo mira fijamente al suelo. Sus manos están en puños como las mías.

Me siento porque creo que mis rodillas también están temblando. Me inclino y presiono mis palmas contra mis ojos. No puedo verla pero sé que ella sigue ahí.

—Lárgate de mi casa.

—Te dije que no me amaras —susurra, casi como si se lo estuviera diciendo a sí misma.

—Créeme Mar, no lo hago.

Sale y cierra la puerta silenciosamente detrás de ella. Es la primera vez que he dicho su nombre.

***

Mar

Mar. La palabra suena como vidrio roto saliendo de su boca. Acostarme con Thiago no es lo que me arruina. Esto es lo que me arruina. Su voz. Su rostro. Su horror ante toda esta jodida situación. Él me miró como si no pudiese creer que estaba haciendo esto y no puedo culparlo porque yo tampoco lo creo. Pero lo hice de todos modos, porque eso es lo que hago.

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