viernes, 27 de marzo de 2015

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 45

Mar

Puedo decir que no tengo idea de por qué acordé a esto, pero sería mentira. También extraño a Simón. Y estoy cansada de mí misma. Prefiero tomar cerveza y salir con gente que no me gusta. Nadie en esa fiesta me odiará tanto como me odio a mí misma, así que será una mejora.

La casa de Matt ya está llena cuando llegamos. La música está altísima y me pregunto cuánto tiempo podrá demorar hasta que los vecinos llamen a la policía. Espero que lo hagan, así me puedo ir, porque ya estoy arrepintiéndome. No me importa la gente, sino la bulla.

Sigo a Simón por la casa, mis dedos atados en su cinturón así no lo pierdo. Él quiere que yo esté sobre él esta noche y lo estoy cumpliendo. 

Samuel Perez, el peor de todos, nos encuentra primero.

—¡Simón! —Ya está borracho. —Mierda. Yo sé que tú la tuviste primero pero no pensé que regresarías con ella después de Bedoya. Hombre, sí que tienes bolas. 

Se está riendo. Y Simón también. Yo ya ni siquiera estoy en la habitación. Oh, espera, lo estoy, pero no parecía por la forma en que están hablando. Lo bueno es que no me importa una mierda.

Luego los ojos de Samuel se amplían como si hubiese descubierto el tormento. —¿Ustedes han estado compartiéndola todo este tiempo? 

Tal vez no me importe una mierda. Al menos un poco, porque ya no estoy escuchando esto. Cojo la mano de Simón y empiezo a apartarnos. Creo que él también ha tenido suficiente, porque no lucha. Y ahí está Valeria, por la que me están usando de escudo. De pronto, solo quiero que los dos arreglen su mierda, pero sigo con mi hipocresía. 

Llegamos a la cocina en la parte trasera de la casa donde hay un montón de gente. Empiezan a gritar el nombre de Simón como si fuera su Dios. En unos segundos todos estamos llenos de vasos con cerveza caliente y estamos luchando para salir de la cocina.

Una hora y cuatro vasos y medio de cerveza después, estoy recostada contra una pared mientras Simón habla con una chica con un top bien pequeño, que no tiene vergüenza de coquetear con él en frente de mí. Simón sigue llevando el mismo vaso de cerveza desde el inicio. Yo no estoy completamente mal, pero estoy cansada y quiero irme a casa. Ya estoy lo suficientemente torpe como para que mi cerebro me diga lo idiota que soy. De hecho, está susurrándome que llamar a Thiago no sería tan malo. Llamarlo borracha, a ese chico perfecto, increíble y maravilloso, que hice enojar, me haría ganar una medalla de oro en egoísmo. No llego a analizar bien ese pensamiento porque tengo que regresar al presente.

Valeria empieza a caminar en nuestra dirección y la chica del top se va. Valeria es así, nadie se mete con ella y quiero abrazarla y decirle que es tan increíble, y tal vez estoy algo borracha, más de lo que pensé. 

Doy un paso para colocar mi cerveza llena en una mesa realmente horrible (ahora noto estas cosas); no necesito tomar más. Una vez que pueda apartar a Simón de Valeria, habré cumplido con mis responsabilidades y podré lograr que me lleve a casa. Pero cuando volteo, Simón no está ahí. Y tampoco Valeria.

Empiezo a hacer mi camino entre la gente, buscándolos. Finalmente termino contra la pared, lejos del centro del caos, cuando Matt me encuentra.

—¿Disfrutando de la fiesta?

¿Eh? ¿Espera que responda? Le muestro mi mano con mi dedo pulgar hacia arriba e intento seguir caminando. Simón me debe algo por esto. Empiezo a pensar en una lista de cosas de lo que quiero. 

—¿Quieres tener sexo conmigo? —pregunta Matt.

Intento alejarme de él y su ego. Obviamente él está borracho y yo estoy comenzando a ponerme más sobria. Realmente quiero irme a casa y quiero patear el culo de Simón. 

—Podemos ir a mi habitación —continúa—. Nadie lo sabrá. Vamos, bebé, por favor.

Sacudo mi cabeza con un no definitivo y sigo caminando. Por suerte, se rinde y no me sigue. Aunque, me dio una idea, porque si no encuentro a Simón en diez minutos, me iré. Pero los diez minutos siguientes son horribles y espero diez minutos más, hasta que finalmente me rindo. Le escribo un mensaje de texto a Simón preguntándole en dónde está pero no obtengo respuesta. Le envío otro diciéndole que estoy subiendo, esperando encontrar alguien que me lleve a casa. Pero no obtengo respuesta.

Me quedo debajo de las escaleras por unos cuantos minutos, y cuando una chica empieza a jugar con la cerveza en la cocina, uso esa distracción de todos para esconderme arriba así puedo usar mi teléfono. Nadie me sigue y me meto a un cuarto. Me quedo contra la pared hasta que encuentro la luz. La habitación está vacía. Saco mi teléfono, sabiendo que solo puedo llamar a dos personas.

Quiero llamar a Thiago pero no sé si eso está todavía permitido. Luego está Rama, a quien tendría que enviarle un mensaje de texto, pero lo podría haber hecho abajo. Subí por una razón y es porque quiero llamar a Thiago. 

Llamo y espero, pero no hay respuesta. Salta directamente la casilla de voz. Así que cuelgo, es muy patético pensar que puedo dejarle un mensaje. Así que decido escribirle a Rama, preguntándole si me puede recoger, pero antes de que pueda escribir algo, la puerta se abre.

Y Matt está ahí.

—Pensé que cambiarías de idea.

Intento sacudir de nuevo mi cabeza pero ahora está en frente de mí. No estoy escapándome o diciendo que no o empujándolo. Porque, en serio, no me importa. Si quiero arruinarme a mí misma, entonces esta es mi oportunidad. Thiago se ha ido, como todo lo que se me ha quitado en la vida y todo lo que yo he apartado. Ya no hay ningún Thiago Bedoya para mí. Realmente ya no hay nada.

Ese es el único momento en que tengo que pensar antes que su lengua esté en mi boca y sabe a cerveza y probablemente yo también, y todo sobre esto es asqueroso, pero lo merezco. Está cogiendo mi pecho a través de mi vestido con una mano y corriendo la otra por mi muslo. Mis brazos están colgados a mis lados y cierro mis ojos y simplemente lo dejo hacer. Empieza a bajar mi ropa interior y luego se detiene para deshacerse de mi vestido. Lo alza por arriba y puedo sentir el aire helado en mis muslos internos y contra mi estómago, recordándome que debo ser usada y también botada. 

Luego su mano está entre mis piernas y jadeo en su boca cuando siento sus dedos. Y tal vez ya he tenido suficiente y no escogeré este dolor. Me aparto de su boca y su mano y me bajo el vestido. No puedo mentirme a mí misma; no puedo mentirle a Thiago. No destruí ninguna parte de mí cuando tuve relaciones con él, incluso si destruí todo después. Sabía que no era verdad cuando lo dije y ahora lo sé. No me arrepiento de ningún minuto que pasé con Thiago. De lo que me arrepiento es cada segundo que pasó después. Me arrepiento de haberle arrancado su corazón. Me arrepiento de habernos enviado a los dos al infierno. 

Si dejo que Matt haga esto, si me dejo a mí misma hacer esto, entonces esto, aquí, ahora, será lo que destruya lo último bueno de mí. Esto sería algo imperdonable. Nunca regresaré después de esto porque no habrá absolutamente nada que quede en mí que valga la pena. Y por una vez, en mi estúpida y enojada vida, no puedo hacerlo. O, más importante, tal vez no lo haga.

Empujo mi mano contra su pecho. Sin violencia. Solo con decision. Sacudo mi cabeza. No. Intento verme como pidiendo perdón. Me siento culpable. ¿Se supone que debo sentirme mal de esta situación? Ni siquiera sé las reglas. Bajo mi vestido con fuerza, hasta el final, pero no parece suficiente.

—¿Qué diablos Mar?

Sacudo mi cabeza de nuevo. Hago mímica de las palabras que no puedo decir porque necesito asegurarme que él entiende. Lo entiende pero no le importa.

—¿En serio vas a dejarme aquí acá, en mi propia maldita fiesta? 

No tengo ni tiempo de inclinarme y subir mi ropa interior porque él me coge y me besa de nuevo y no necesito una invitación. Le piso su pie y me dirijo hacia la puerta, pero mis manos están temblando y está con llave y no puedo lograr que mis dedos trabajen lo suficientemente rápido. Logro sacar el seguro pero no tengo suficiente tiempo para abrirla. Debí golpearlo más fuerte pero creí que no era necesario. Solo quería hacerle saber que esto no estaba sucediendo.

Su mano se envuelve alrededor de mi brazo, volteándome para enfrentarlo y yo cojo su dedo meñique y lo doblo hacia atrás. No estoy en una posición para noquearlo y solo quiero escapar. Eso es todo. Escucho su dedo crujir y su otra mano inmediatamente se alza y me golpea. No estoy segura que se haya dado cuenta de ello, es una reacción instantánea. El golpe va directo a mi mejilla y pierdo el equilibrio, así que el impacto hace que mi rostro se voltee primero contra el borde de la mesa de noche al lado de la cama. Puedo sentir la sangre corriendo por el rabillo del ojo y la aparto.

Desde esa posición, me levanto e intento golpearlo pero él coge mi talón y me aleja de la puerta. Mi ropa interior está por mis rodillas, el pánico empieza a empujar la bilis en mi garganta y siento que dejo de respirar.

Estoy entrando en pánico como si fuera una pesadilla. Se está riendo como si fuera un juego.

—Vamos. Viniste aquí y me hiciste pensar que ibas a arruinarme. Al menos podrías chupar mi pene. 

Es increíble que tuve que llegar hasta aquí para darme cuenta que aún queda algo bueno en mí, que no quiero quemarme completamente. Soy una maldita estúpida. Mi karma solo me está tratando de dar lo que dije que quería. Romperme de una vez por todas. Siento mi mejilla arder donde él me golpeó y la sangre está corriendo por mi ojo y estoy intentando enfocarme porque tengo miedo de que en cualquier momento voy a dejar esta habitación y estar de vuelta en los árboles, con tierra y sangre en mi boca. 

Y luego perderé todo control, dejaré de luchar completamente. Matt será capaz de hacer lo que quiera, y luego lo dejaré porque ni siquiera estaré aquí arriba. Mi enfoque es casi imposible cuando mi cerebro está dividido entre mantenerse despierta en esta habitación e intentar pelear. Él está sobre mí, empujando mis brazos y piernas contra el suelo y empujando su boca contra mí de nuevo. Tiene cada extremidad inmovilizada. Ni siquiera me puedo mover. Me inclino hacia él para poder alzar mi cabeza y golpearlo porque esa es la única opción que realmente tengo. Estoy tratando de buscar el puente de su nariz pero mi posición no es la adecuada y mi frente golpea contra la suya. Es un error pero él está tan borracho que es suficiente. Mi cabeza me está gritando por el impacto mientras su cuerpo sudado cae encima del mío, rompiéndome con el peso de cada mala decisión que he tomado en los últimos tres años. 

—¡Hombre! Olvídalo—. Hay saliva corriendo por el lado de su boca.

Parece que finalmente lo golpea, en su momento de borracho, lo que está sucediendo, porque me mira como si por primera vez me viera sangrar en el suelo de la habitación con él. Se inclina sobre su espalda y ni siquiera he tenido tiempo de voltear mi cuerpo y liberarme cuando abruptamente la puerta se abre y estoy mirando desde el suelo, debajo del cuerpo de Matt, el rostro de Simón.

—¿Qué diablos Simón? —espeta Matt. 

Finalmente podemos liberarnos el uno del otro. Por un minuto o tal vez un segundo, Simón está congelado. Hay tantas emociones en su rostro que no puedo unirlas. Confusión, disgusto, enojo, culpa, miedo, horror. Matt está de pie ahora y yo estoy un poco mareada mientras me paro, mi cabeza aun doliendo por haber golpeado la suya. Antes de que pueda registrar qué está pasando, el puño de Simón está en el rostro de Matt y él está en el suelo de nuevo. Miro a Simón y está temblando.

Hay algo tan malo en ver a Simón golpeando a alguien. Se supone que Simón es todo bueno y libre de cualquier preocupación en el mundo. Ni siquiera hay un atisbo de violencia en él. Desearía que no lo haya hecho. Desearía no haberlo visto así, porque tan loco como sé que suena, siento que él acaba de perder su inocencia. Simón está de pie en frente de mí, sus nudillos sangrando. Creo que debería consolarlo pero no puedo. Ahora que todo ha terminado, mi adrenalina está comenzando a caer y quiero escaparme de aquí, porque huelo a Matt y también estoy empezando a temblar. 

Me inclino contra la pared para equilibrarme. Simón maldice, colocando su manga sobre su muñeca e intentando limpiar la sangre de mi ojo. —¿Puedes caminar? —susurra.

Mi mirada le dice que puedo y que no aprecio la pregunta. No digo nada. Caminamos hacia la puerta y me doy cuenta que mi ropa interior sigue en mis talones. Me detengo y me quedo ahí, mirando. Simón se voltea para descubrir por qué me he detenido, sus ojos yendo hacia mis pies, y luego todos mis músculos se tensan cuando él ve por qué no estoy caminando. Maldice de nuevo y yo me inclino para subirlo porque no puedo mirar su rostro ahora mismo.

—¿Quédate detrás de mí, de acuerdo? —Suena como si estuviera sufriendo. 

Toma mi mano con fuerza. Veo a Valeria observarnos en el pasillo. Coloco mi cabello sobre mi rostro y me inclino contra la espalda de Simón, como si estuviera borracha, hasta que pasamos a todos y salimos. Mi rostro está sangrado e hinchado pero no me importa. Por primera vez en mucho tiempo, tomé la decisión de no hacer una mierda mi vida y ni siquiera puedo estar feliz por eso porque lo hice cinco minutos muy tarde. 

—¿Estás bien? —pregunta Simón cuando ya hemos subido a su auto. 

—Estoy bien —digo—. Tu mano. 

—No me importa una mierda mi mano —dice, alzando la voz y retrocedo por instinto—. Lo siento, lo siento.

Se estaciona en el estacionamiento de una tienda y apaga el motor.

—¿Qué sucedió?

—Solo una situación estúpida que se me fue de las manos.

—¿Eso crees? —Su tono es duro.

—¿Estás enojado conmigo? —pregunto.

—No, estoy enojado conmigo mismo?

—¿Por qué?

—Porque es mi culpa que estuvieras en esa habitación en primer lugar. Finalmente vi mi celular y vi tu mensaje. Pensé que te encontraría arriba sentada y esperando, no en el suelo con Matt encima de ti. Thiago me va a matar.

—A Thiago no le va a importar.

—Tú sabes que eso no es verdad, así que no lo digas. No estoy con ganas de discutir contigo ese tema esta noche.

—Si supieras lo que le hice a Thiago, también me odiarías. A él no le importa y no lo culparé por no hacerlo. 

—Tienes razón. No sé qué le hiciste a Thiago. No tengo idea de lo que pasó ahí porque ninguno de los dos me lo quiere decir. Pero sí sé que lo que sea que pasó no será suficiente para detenerlo de sentir algo si alguien te lastima.

Miro por el espejo y reviso el golpe en mi rostro y el corte en mi ojo. Realmente no está tan mal, pero mi mejilla y mi frente ya están comenzando a hincharse y mañana se verá peor.

—Tenía puestos sus pantalones —dice, jugando con el timón.

Asiento, aunque sé que no me está mirando.

—Así que él no…

—No —respondo. Ya no quiero hablar de Matt. —¿Alguien más lo vio? —pregunto.

—No creo. Vale sí, pero ella estaba buscándonos así que… —se detiene—. No creo que nadie estuviera prestando atención.

Nos quedamos un rato en silencio.

—No debí dejarte.

—¿Tú y Valeria? —pregunto, ignorando lo anterior.

—No sé—. Sacude su cabeza y enciende el motor. —Necesitamos ponerte hielo en el rostro.

Simón no me dice a dónde estamos yendo, no pregunta a dónde quiero ir. Me lleva a donde necesito ir y tal vez a dónde él también necesita ir. Me lleva a la casa de Thiago.

El garaje está cerrado cuando llegamos, pero Simón y yo tenemos llave. Él abre la puerta y me hace entrar. Cuando llegamos y estamos en la oscuridad de la entrada, nos toma un minuto procesar lo que estamos escuchando. Y luego deseo no haber tenido llave.

2 comentarios: