sábado, 14 de junio de 2014

Ángeles Caídos #4: Diez

A las cinco de la mañana, mi cama se hundió con el peso de un segundo cuerpo. Mis ojos se abrieron de golpe y encontraron a maxi sentado al pie de la cama, con una expresión sombría.

—¿Y bien? —preguntó.

Había pasado todo el día anterior, en la noche, intentando pensar, y finalmente había tomado una decisión. Sus ojos se alzaron, en pregunta.

—¿Eso significa lo que creo que es?

—No estoy entrenando con ángeles caídos, ¿verdad? —No era exactamente una respuesta directa y esperaba que Maxi no presionara.

Sonrió. —Cinco minutos.

—Pero no más de esa cosa azul —dije. —Lo digo solo para asegurarme que estamos de acuerdo.

—¿El prototipo de ayer no te convenció? —No se veía con remordimiento, sino más bien con decepción. —Si cambias de opinión, está en la casa.

Decidí tomar ventaja del curso de la conversación. —¿Blakely está desarrollando otras bebidas mejoradas? ¿Y cuándo crees que expandirá su prueba de grupo?

Se encogió de hombros. —No he hablado con Blakely durante un tiempo.

—¿En serio? Estás probando el devilcraft para él. Y ambos fueron cercanos a Hank. Estoy sorprendida que no hayas mantenido la relación con él.

—Tenemos una estrategia. Blakely desarrolla un prototipo en su laboratorio y alguien más lo envía para mí. Si algo le sucede a uno de nosotros, el otro está a salvo. No sé dónde está Blakely, así que si los ángeles caídos me atrapan y torturan, no puedo decirles nada útil. Procedimiento estándar. Empezaremos con correr quince millas, así que asegúrate de estar bien hidratada.

—Espera. ¿Qué hay del Cheshvan?

—Nada —dijo él.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Hasta donde sé, ningún ángel caído ha poseído a su servidor anoche.

Me senté. —¡Eso es algo bueno! ¿Verdad?

—No sé qué significa. Pero no creo que sea bueno. No se abstendrían sin alguna razón, una muy buena —dijo, dubitativo.

—No lo entiendo.

—Bienvenida al club.

—¿Podrá ser guerra mental? ¿Crees que estén intentando descolocar a los Nephils?

—Creo que ellos saben algo que nosotros no.

Después que Maxi cerró la puerta de mi cuarto, saqué mi ropa y mentalmente aparté esta nueva información. Necesitaba una explicación de Peter. Desde que era un ángel caído, de todas maneras tenía una explicación más detallada. ¿Qué significa todo esto?

Decidí dejar de lado todos esos pensamientos y terminar de cambiarme para empezar el entrenamiento. Durante éste me di cuenta que el efecto del delvilcraft ya se había evaporado, ya no era tan rápida como Maxi ni tenía tantos poderes; sin embargo, sí había ganado ciertas habilidades físicas y según lo que me dijo Maxi eso mejoraba si continuaba tomando la bebida. No va a suceder.

Este entrenamiento fue diferente porque, no solo corrimos como siempre, sino también aprendí a realizar trucos mentales. Maxi me enseñó a ingresar en su mente y lograr crear una imagen para asustarlo. Y realmente lo hizo, porque le hice sentir ciego, que no veía nada, como si se hubiese desmayado. Nunca había visto algo así Lali, buen trabajo.

Troté el resto del camino a mi casa y me detuve abruptamente al frente de la entrada. El auto rojo de Paula estaba estacionado en mi puerta. Con un revoltijo en el estómago, caminé hacia la casa; varias cajas de mudanza estaban en el suelo.

—¡Ahí estás! —exclamó mi mamá, saliendo de la cocina. —¿Dónde has estado? Paula y yo hemos pasado la última media hora intentando descubrir dónde podrías haberte escapado a esta hora.

Paula se sentó en mi mesa de cocina, sus manos alrededor de una taza de café. Me dio una sonrisa inocente.

—Me fui a trotar —dije.

—Puedo ver eso —dijo mamá. —Desearía que me dijeras esas cosas. Ni siquiera te molestaste en dejar una nota.

—Son las siete de la mañana. Se supone que deberías estar en la cama. ¿Qué hace ella aquí?

—Estoy aquí —dijo Paula, dulcemente. —Puedes hablarme.

Fijé mis ojos en ella. —Bien. ¿Qué estás haciendo acá?

—Te lo dije. No me estoy llevando bien con mi mamá. Necesitamos un respiro. Mientras tanto, creo que es mejor si me mudo aquí con ustedes. Mi mamá no tiene problema con ello.

—¿Por qué crees que sea una buena idea?

Paula rodó sus ojos. —Hola. Somos familia.

Mi mandíbula se abrió y mis ojos inmediatamente miraron a mi mamá. Para mi desconcierto, ella no se veía confundida.

—Oh, vamos, Lali —dijo. —Todos lo sabíamos, incluso si nadie quería hacerlo. Bajo las circunstancias, Hank hubiese querido que tome a Paula con los brazos abiertos.

Estaba sin habla. ¿Cómo podía ser tan dulce con Paula? ¿No podía recordar nuestra historia con su familia?

—Paula es familia, ella hizo bien en venir con nosotras. ¿Si no puedes contar con tu familia, con quién lo harías? —continuó mamá.

Aún estaba mirando fijamente a mi mamá, frustrada por su actitud sedada. Seguro que Hank había dejado una especie de hechizo y la estaba manipulando con el devilcraft. Hasta que se prendió una lucecita en mi cabeza.

¿Estás haciéndole trucos mentales a mi mamá? —le dije acusatoriamente a Paula. —¿Es eso? Sé que estás haciendo algo, porque no hay manera que mi mamá, en su mente racional, te deje mudarte con nosotras.

La mano de Paula se movió a su cabeza. —¡Aw! ¿Cómo hiciste esto?

No juegues a hacerte la tonta conmigo. ¿Ahora eres una Nephil, recuerdas? Puedes hacer trucos mentales y puedes hablar con la mente. No sé qué estás tramando pero no voy a permitir que continúes con tu plan.

Bien —lanzó Paula. —Sé sobre hablar por la mente. Y sé sobre trucos mentales. Pero no los estoy usando con tu mamá. Mi mamá justifica toda su actitud loca diciendo que mi papá también hubiese querido que sea de esta forma. Probablemente él les hizo algo a las dos antes de morir. No hubiese querido que nuestras familias peleen. No me culpes solo porque soy un objetivo disponible para lanzar tu enojo.

—Paula, dejaré limpia la habitación de invitados para ti, así puedas tenerla ahora cuando regreses del colegio —dijo mamá. —Debes perdonar a Lali por ser tan maleducada. Solía ser la hija única que salía con lo que quisiera. Tal vez esta nueva vida la haga cambiar.

—¿Solía salirme con la mía? —la reté. —Paula también es hija única. Si vamos a decir cosas puntuales, seamos justas

Paula sonrió, juntando sus manos. —Muchas gracias señora Esposito. Realmente lo aprecio. —Tuvo la viveza de abrazar a mi mamá.

—Mátame ahora —murmuré.

—Cuidado con lo que desees —dijo Paula.

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