sábado, 28 de junio de 2014

Ángeles Caídos #4: Trece

Me desperté, reconociendo que estaba en una cama familiar, un cuarto oscuro que olía a calidez y a tierra. Un cuerpo estaba estrechado a mi lado, y se movía.

—¿Ángel?

—Estoy despierta —dije, alivio llenándome al saber que Peter estaba cerca. No sabía cuánto tiempo había estado desmayada, pero me sentía segura aquí en su casa, con él cuidándome. —Blakely estaba poseyendo el cuerpo de Paula. No lo sentí y caminé hacia él sin la ligera pista que era una trampa. Intenté advertirte, pero Blakely me tenía en una especie de burbuja, no podía hablar por la mente.

Peter asintió, colocando un cabello suelto detrás de mi oreja. —Lo vi salir del cuerpo de Paula y escapar. Paula está bien. Algo asustada, pero bien.

—¿Por qué tuvo que apuñalarme? —Hice una mueca mientras me alzaba la blusa para ver la herida. Mi sangre Nephil debería haberme curado para entonces, pero la herida seguía fresca, con un tono azulado.

—Él sabía que si estabas herida, me quedaría a tu lado en lugar de ir tras él. Una movida que va a costarle —dijo Peter, con su mandíbula rígida. —Cuando te traje aquí, tu cuerpo entero estaba radiando luz azul, de la cabeza hasta los pies. Parecías estar en coma. No podía alcanzarte, ni siquiera hablando por la mente, y eso me aterró—. Peter me apretó contra él, curvando su cuerpo protectoramente a mí alrededor, sosteniéndome fuerte, y fue ahí cuando supe lo preocupado que había estado.

—¿Qué significa esto para mí?

—No lo sé. No puede ser bueno que te hayan forzado a ingerir devilcraft a tu cuerpo dos veces.

—Maxi lo está tomando diario—. Si él estaba bien, yo también lo estaría. ¿Verdad? Quería creer en eso.

Peter no dijo nada, pero tenía una buena idea de hacia dónde estaban yendo sus pensamientos. Como yo, él sabía que tenían que haber efectos negativos de ingerir esta bebida.

—¿Dónde está Paula? —pregunté.

—Alteré su memoria así que no me recordará haberme visto esta noche, luego le dije a Agustina que la lleve a casa. No me mires así. Estaba sin opciones, y tenía el teléfono de Agustina.

—¡Eso es lo que me preocupa! —Instantáneamente hice una mueca de dolor cuando mi reacción causó que mi herida palpite.

Peter se inclinó para besar mi frente, rodando sus ojos mientras lo hacía. —No me hagas decirte de nuevo que no hay nada entre Agustina y yo.

—Ella no te ha superado.

—Está pretendiendo sentir algo por mí para antagonizarte. No se lo dejes fácil.

—No la llames para favores, como si fuera parte del equipo —dije. —Ella intentó matarme, y te haría daño en un latido, si la dejas. No me importa cuántas veces lo niegues. He visto la forma en que te mira.

Peter se veía como si tuviera algo que responder, pero se forzó a no decir nada y rodó fuera de la cama. Su camiseta negra estaba arrugada, su cabello revuelto, dándole la apariencia de un pirata perfecto. —¿Puedo traerte algo de comer? ¿Beber? Me siento inservible, y me está volviendo loco.

—Puedes ir tras Blakely, si estás buscando algo que hacer —dije bruscamente. ¿Qué haría falta para deshacerme totalmente de Agustina?

Una sonrisa que era tanto astuta como siniestra llenó la expresión de Peter. —No tenemos que encontrarlo. Él vendrá a nosotros. Para escapar, tuvo que dejar atrás su cuchillo. Él sabe que lo tenemos, y sabe que es evidencia que puedo llevarle a los arcángeles para probar que está usando devilcraft. Él va a venir a buscar el cuchillo. Pronto.

—Hay que avisarle a los arcángeles ahora. Dejar que se preocupen sobre erradicar el devilcraft.

Peter quiso soltar una risa, pero la sostuvo. —Ya no confío en los arcángeles. Pepper no es el único malo. Si les cuento esto a ellos, no tengo garantía que se encargarán de este desastre. Solía pensar que los arcángeles eran incorruptibles, pero han hecho un buen trabajo convenciéndome de lo contrario. Los he visto jugar con la muerte, ver el otro camino en ofensas serias de la ley, y castigarme por crímenes que no he cometido. He cometido errores, y he pagado por ellos, pero sospecho que no se darán por vencidos hasta que me encierren en el infierno. No les gusta la oposición, y esa es la primera palabra que viene a la mente cuando piensan en mí. Esta vez tomaré los asuntos bajo mis propias manos. Blakely vendrá por su cuchillo y cuando lo haga, estaré listo.

—Quiero ayudar —dije inmediatamente. Quería bajarme al Nephil que había sido lo suficientemente tonto para apuñalarme. Blakely estaba apoyando al ejército de Nephils, pero yo lo estaba liderando.

Peter hizo contacto con mis ojos, estudiándome sin decir palabra, como si estuviera juzgando mi habilidad para ir contra Blakely. Para mi profunda satisfacción, asintió. —Muy bien, Ángel. Pero primero lo primero. El juego de fútbol terminó hace dos horas y tu mamá empezará a preguntarse dónde estás. Momento de ir a casa.

***

Las luces estaban apagadas en casa, pero supe que mamá no se dormiría hasta que yo llegara. Toqué suavemente en la puerta de su habitación, la abrí, y susurré en la oscuridad: —Ya llegué.

—¿Te divertiste? —preguntó, bostezando.

—El equipo jugó bastante bien —dije, tratando de evadir la pregunta.

—Paula llegó a casa hace unas cuantas horas. No dijo mucho, solo fue directo a su habitación y cerró la puerta. Se veía…silenciosa. Triste, tal vez.

—Probablemente se trata de su periodo.

Probablemente estaba haciendo todo en su poder para no entrar en pánico. Había sido poseída con anterioridad, y las palabras no podían describir lo violada que me sentí. Pero no me estaba sintiendo especialmente simpática con su situación. Si Paula hubiese hecho lo que le dije, nada de esto hubiese sucedido.

En mi cama, me quité la ropa y examiné una vez más la herida. La tinta azul eléctrica se estaba yendo. Lentamente, pero yéndose. Tenía que ser una buena señal.

Acaba de acurrucarme en la cama cuando hubo un golpe en la puerta. Paula la abrió y se quedó en la entrada. —Me estoy volviendo loca —dijo, y realmente parecía decirlo en serio.

Le hice una seña para que entre y cierre la puerta.

—¿Qué sucedió? —demandó, su voz quebrándose. Lágrimas en sus ojos. —¿Cómo tomó mi cuerpo de esa forma?

—Blakely te poseyó.

—¿Cómo puedes estar tranquilo con esto? —chilló. —Él estaba viviendo dentro de mí. Como una clase de…¡parásito!

—Si hubieses seguido el plan, esto no hubiese sucedido.

Apenas lo dije, me arrepentí de haber sido tan dura. Paula había hecho una cosa estúpida, ¿pero quién era yo para juzgar? Yo también había tomado decisiones impulsivas.

Suspiré. —Lo siento. No quise decirlo de esa forma.

Pero era muy tarde. Me dio una mirada herida y se fue.

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