Me desperté de un salto. Maxi estaba
inclinado sobre mi cama, sus manos moviendo mis hombros.
—Buenos días, sol.
Intenté rodar, pero sus brazos me tenían
aplastada en el lugar. —Es domingo —protesté
—Tengo una sorpresa para ti. Una buena.
—La única sorpresa que quiero son dos horas
para dormir.
Retiró de un golpe las sábanas y me
estremecí, cogiéndolas inmediatamente.
—¡Te importa respetar!
—Lindo pijama.
Estaba usando una camiseta negra de Peter y
apenas me cubría.
—Bien —dijo, bufando y tapándome con las
sábanas. —Te veré afuera.
Después de ponerme mmi ropa de correr y mis
zapatillas, salí. Maxi no estaba en la pista, pero lo sentí cerca, casi por el
bosque. Sin duda, había traído a un amigo. Solo que, por la mirada de su amigo
– dos ojos negros, un corte de labio, un mentón desencajado y un golpe en su
frente – los dos no se encontraban en buenos términos.
—¿Lo reconoces? —preguntó Maxi, cogiendo al
herido Nephil por el cuello.
Me acerqué, insegura del juego que estaba
siguiendo Maxi. —No. Está muy golpeado. ¿Tú le hiciste esto?
—¿Segura que no te da idea de quién es? —preguntó
de nuevo. —Estaba hablando de ti anoche. Estaba diciendo que te había dado una
buena golpiza. Por supuesto fue ahí cuando captó mi interés. Le dije que nunca
había hecho, y que si era cierto entonces, digamos que no me llevo bien con la
gente que no respeta a sus líderes.
—Fue una broma —dijo el Nephil. —Pensé que
veríamos lo sincera que ella seria sobre seguir la visión de la Mano Negra. Ni
siquiera nació siendo Nephil. Pensé que podríamos mostrarle un poco….
—¿El chico del sombrero de vaquero? —solté.
Su desfigurada cara finalmente me recordó al Nephil que me había metido a su
auto, me había atado y amenazado.
—¿Broma? —dijo Maxi. —Si eso significa broma
en tu mente, tal vez encontrarás gracioso en lo que estamos por hacerte.
Maxi golpeo al chico tan fuerte en su cabeza
que colapsó de rodillas.
—¿Puedo hablar contigo? —le pregunté a Maxi.
—¿En privado?
—Por supuesto. —Apuntó con un dedo de
advertencia al Nephil. —Haces algo y sangrarás.
—¿Qué sucede? —dije una vez que nos
alejamos.
—Ayer estuve en el bar y este imbécil estaba
diciendo que te había usado como su bolsa personal de boxeo. Al principio pensé
que estaba escuchando mal. Pero mientras más alto hablaba, más me daba cuenta
que no estaba escuchando mal; estaba haciendo toda una historia. ¿Por qué no me
dijiste que alguno de tus soldados te atacó? —demandó Maxi. Su tono no era de
enojo. Estaba herido, tal vez, pero no enojado.
—¿Estás preguntándome porque estás
preocupado sobre lo que esto significa para mi calificación al resto o estás
preocupado por mí?
Maxi sacudió su cabeza. —No digas eso. Sabes
que no estoy pensando sobre tus números. La verdad es que, dejé de preocuparme
por eso inmediatamente. Esto se trata de ti. Ese idiota de ahí colocó tus manos
en ti, no me gusta. Nada. Sí, él debe respetarte como la líder de un ejército
del que él clama pertenecer, pero es más que eso. Debe respetarte porque eres
una buena persona, y estás dando lo mejor de ti. Yo lo veo, y quiero que él
también lo vea.
Estaba incómoda con su honestidad e
intimidad. Especialmente después del beso que casi me da a través de la
manipulación mental. Sus palabras parecían ir más allá de lo profesional, y de
eso se trataba nuestra relación. Ahí quería que se quede, en lo profesional.
—Aprecio todo lo que acabas de decir —dije. —Pero
utilizar la venganza no hará cambiar su mente. Él me odia. Un montón de Nephils
lo hacen. Esta puede ser una buena oportunidad para demostrares que pueden estar
mal sobre mí. Creo que debemos dejarlo ir y continuar con el entrenamiento.
Maxi no se vio conmovido, su rostro mostraba
decepción y tal vez impaciencia.
—No debemos ir por la compasión. No esta
vez. Ese idiota de ahí solo hará que este caso sea más fuerte si tu se lo dejas
fácil. Está intentando convencer a la gente que tú no estás lista para liderar
este ejército, y si se lo dejas fácil, solo probará su punto. Hazlo sufrir un
poco. Hazlo pensarse dos veces antes de hablar o tocarte.
—Déjalo ir —dije, con mayor firmeza. No
creía en la violencia.
Maxi abrió la boca, poniéndose un poco rojo,
pero lo corté. —No voy a seguir con esto. Él no me hizo daño. Me llevó a su
auto porque estaba asustado y no sabía qué más hacer. Todos están asustados.
Cheshvan ha llegado y nuestro futuro está en una balanza. Lo que hizo estuvo
mal, pero no puedo irme contra él por intentar hacer algo que alivie sus
miedos. Baja tu violencia y déjalo ir. Lo digo en serio, Maxi.
Maxi dejó soltar un suspiro largo y de desaprobación.
Sabía que no estaba feliz, pero también creía que estaba tomando la decisión
correcta.
—¿Así que eso es todo? —preguntó Maxi,
claramente no satisfecho.
—Eres libre de irte —hablé bastante alto
para que me escuche el chico del sombrero. —Me disculpo por cualquier
inconveniente generado.
El chico del sombrero se nos quedó mirando,
su boca abierta en desconcierto, pero no queriendo presionar su suerte, se
escapó por el bosque, como si fuera perseguido por osos.
—Así que… —le dije a Maxi. —¿Qué
maquinaciones crueles has planeado para mí hoy? ¿Entrenar para una maratón?
¿Mover montañas? ¿Partir océanos?
Una hora después, los músculos de mi brazo y
pierna dolían por el exhausto. Estábamos en nuestra salida del bosque cuando
alcé mi brazo inmediatamente, cogiendo a Maxi por el pecho. Sostuve un dedo
contra mis labios, en señal que no haga ruido.
A la distancia, pude escuchar pasos.
Maxi debió haberlo escuchado también.
—¿Ciervo?
—me preguntó.
Miré en la oscuridad, pero era difícil ver
algo.
—No,
el ritmo es otro.
Maxi golpeó mi hombro y apuntó hacia el cielo.
Al principio no entendí, luego capté su señal. Quería que subamos a los
árboles, dándonos una visión de halcón desde arriba. A pesar de estar exhausta,
escalé con bastante rapidez. Maxi subió al árbol vecino.
No esperamos mucho. Momentos después de
estar seguros, seis ángeles caídos aparecieron debajo de nosotros. Tres hombres
y tres mujeres. Sus torsos desnudos estaban marcados con extraños jeroglíficos
que se parecían a la pintura que llevaba Peter en su muñeca, y sus rostros
estaban pintados con sangre roja. Reconocí a uno de ellas, uno de los que había
estado en el bar y había atacado a una chica bastante parecida a mí. Ahora
buscaba entre los árboles. Su pecho tenía una herida circular, un pedazo de
carne había sido cortada. Algo frío brilló en sus ojos y me estremecí.
Maxi y yo nos quedamos en los árboles hasta
que los ángeles se fueron. Cuando estuvimos de vuelta en el suelo, dije: —¿Cómo
nos encontraron?
Sus ojos se fijaron en los míos, fríos. —Cometieron
un gran error al venir tras de ti así.
—¿Crees que nos han estado espiando?
—Creo que alguien les ha avisado.
—El chico larguirucho. Lo he visto antes, en
el bar. Atacó a una chica Nephil que se parecía a mí. ¿Lo conoces?
—No. —Pero pareció hacer una pausa antes de
responder.
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