Me despedí de ella hace dos días; dos días después de descubrir la verdad. Dos días que regresó a mí. Dos días de hacerme la idea sobre perderla.
Estaba planeando irme el día de mañana pero sé que debo irme hoy.
Ambos estamos recostados contra el lado de mi auto, mirando el suelo que sostiene todos los secretos del universo. Su mano es un puño y está trazando círculos de nuevo con su pie y lo odio porque me recuerda de cosas en las que no quiero pensar.
Ella le dijo a sus padres que estaba considerando regresar conmigo y a ellos no les gusto, pero la conocen suficiente para darse cuenta que decirle eso no ayudaría mucho. Y aun así, eso es lo que estoy planeando hacer. Sostengo sus dos manos y la coloco en frente de mí porque quiero enfrentarla cuando le diga todo lo que tengo que decir. Y tal vez es un error porque cuando la miro ahora, pienso, por un segundo, que Dios no me odia tanto después de todo. Pero luego la miro de nuevo y todo lo que puedo ver es el adiós alrededor nuestro y necesito tocarla una vez más. Si debe haber una última vez para besarla, quiero saber que será la última. Trazo la línea de su cicatriz por su cabello. No sé quién se mueve primero, pero sus labios están en los míos y mis manos en su cabello y nos besamos con el remordimiento y desesperación de tantos días. Su cuerpo está aplastado contra el mío y la sostengo con tanta fuerza como si estuviera tratando de absorberla.