miércoles, 15 de abril de 2015

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 51

Thiago

Mi teléfono suena y lo agarro sin ver quién llama, esperando que sea ella.

—¿Sabías de esto? —pregunta Rama, sin decir ni hola.

—No —digo, pero no tengo energía para decirlo brusco. Todos asumen que yo debería haber sabido de esto. Debí, pero no sabía nada.

—¿Es ella, verdad? —pregunta, esperando una confirmación que no necesita.

—Es ella.

—Ayer la vi con él.

—¿Con quién?

—Juan Cruz, el de las noticias, el chico que confesó.

—¿La viste con él? 

¿Cómo es eso posible?

En la competencia de arte. Él era uno de los finalistas. Cuando salí de mi entrevista, ella estaba en la sala con él.

—¿Qué estaban hacienda?

—No lo sé. De pie, mirándose fijamente el uno al otro. Fue raro, pero pensé que tal vez él intentaba hablarle y ella no respondía y se estaba volviendo loco. ¿Ella está bien?

—No lo sé. Nadie sabe en dónde está —digo, al borde que mi voz se quiebre.

El hermano de Mar regresa luego de un rato y yo sigo en el teléfono.

—Mis papas llamaron a la compañía de tarjeta de crédito. 

Le digo a Rama que venga hacia aquí así que cuelgo para poder escuchar lo que está diciendo el hermano de Mar. Él nos dice que ella usó la tarjeta en una estación de gas, algo cerca de su antiguo hogar, más temprano esta mañana. Él va a recoger unas cosas en casa de Cielo y luego regresa. Está más allá de mí por qué es importante que deba ir a recoger algo donde Cielo antes de buscar a su Hermana, pero no estoy en posición de hacer ese tipo de comentarios. 

Le dije que la amaba y mira lo que he hecho. 

—Ayer ella estuvo con él—. Mi estómago se retuerce cuando lo digo. Temo que ahí hay respuestas en las que no quiero pensar todavía.

—¿Qué? —No sé quién lo dice.

Tal vez todos.

—Con Juan Cruz, el chico que confesó. Rama me dijo que los vio juntos en la galería de arte. Él estaba ahí —digo, con dolor.

—¿Quién diablos es Rama?

—Él hace dibujos de ella. Ella fue con él a una competencia estatal ayer. Me dijo que los encontró en una sala juntos, y cuando vio las noticias hoy, lo recordó.

—¿Sabes algo más? —pregunta su hermano, ansioso.

—No lo sé. Le dije que venga para acá.

Rama llega a tiempo y lo bombardeamos de preguntas. Nos cuenta lo que sabe, que no es mucho. En resumen, no escuchó nada de la conversación que mantuvieron y una vez que Juan fue llamado a su entrevista, no lo volvieron a ver. Luego de eso, Rama dejó a Mar en casa y eso fue todo.

—Estaba bien en el camino a casa, se veía bien. No es como si hablara. Estaba triste en la mañana, pero en la tarde, nada inusual.

—¿Por qué estaba triste? —pregunto, porque es la primera vez que lo menciona.

—No lo sé. Miró por la ventana todo el tiempo y cuando llegó allá, estaba llorando. Ha estado un desastre desde lo que sea que pasó entre ustedes—. Me mira, pero es casi como disculpándose, como si no hubiese querido mencionarnos a los dos pero tenía que hacerlo. 

—¿Estaba llorando? —dice su hermano, como si no entendiera. Supongo que ella tampoco llora en frente de él.

—No estaba sollozando, solo habían lágrimas. Ni siquiera me había dado cuenta hasta que la miré. No pensaba decirle nada, ¿quién sabe qué pasa por su mente?

—Nadie —dice su hermano, y si es posible, se ve más devastado que antes. 

—Pensé que conocías a tu hermana —digo, diciendo las mismas palabras que él me dijo porque me estoy asustando y convirtiéndome en un imbécil.

—Nadie conoce a mi hermana —dice.

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