viernes, 17 de abril de 2015

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 52

Thiago

La habitación es un caos.

Me recuerda al día en que mi madre y Hermana murieron. Los teléfonos no dejan de sonar. Son como zombies todos. Están vacíos, esperando sin fin por algo. Lo entiendo. 

Hay fotos por toda la habitación de una chica que debería conocer, pero no lo hago. Una chica con vestidos de colores pasteles, con lazos en su cabello, sonriendo y tocando el piano en varias imágenes. 

Sus dos papás están al teléfono y la línea fija no deja de sonar, pero nadie contesta porque los reporteros siguen llamando. Finalmente, su padre arranca el cordón de la pared y luego hay silencio. 

Simón y yo nos sentamos a un lado en la habitación. Separados física y emocionalmente del resto de la familia. Del resto de la familia. Me conozcan o no, también formo parte de esa categoría. Ella se aseguró de eso, sin que me importe pensar lo contrario. Ahora ella también se ha ido. Encaja.

Su hermano llega al poco rato. Carga libros de composición en blanco y negro. Los pone en la mesa de café en mitad de la habitación. Solo puedo ver el frente del libro que está en lo alto de la pila. Química está escrito con marcador rojo en la cubierta. Es la caligrafía de Rayito de Sol y verlo me rompe un poquito. Su madre se acerca hacia la pila de libros, como si fuera una bomba.

—¿Son esos? 

Su hermano asiente. Está pálido y se ve mayor que la primera vez que lo conocí. Todos se ven mayores aquí. Como si hubiesen visto tantas cosas horribles y ahora sólo están cansados. Me pregunto si yo también me veo así.

Su madre coge el libro y lo abre, pasando las primeras hojas. —Solo son notas de química —dice, aliviada, pero confundida.

—Sigue, Mamá.

Un momento después, su rostro se contorsiona con la expresión más miserable y su mano se dirige hacia su boca y yo aparto la mirada porque verla se siente como una invasión. Se ve exactamente igual que Rayito de Sol. Simón no aparta la mirada solo la mira. También se ve mayor.

—¿Le tomó todo esto para escribir esto? —le pregunta a nadie en particular. El papá toma el libro de sus manos y ella sacude su cabeza. Como si ella le dijera que no, no quiere que lo vea. Se ve como cuando te dicen que no veas un cuerpo muerto porque quedara en tu cabeza por siempre y no podrás dar vuelta atrás. 

—No —dice su hermano—. Es todo lo mismo, en todos. Lo repite, una y otra vez—. Su voz se quiebra y empieza a llorar pero nadie lo consola. 

Hay un golpe en la puerta y una chica entra. Ella no dice nada, solo camina directo hacia el hermano de Rayito de Sol y envuelve sus brazos a su alrededor. Y extraño a Rayito de Sol.

El humor en esta habitación es tan familiar. Nadie siente nada pero todos siguen moviéndose porque hay muchas cosas que hacer. Pero ahora mismo nadie parece saber qué son. 

La policía dice que Juan Cruz admitió haberla visto el día anterior, pero continúa negando tener algún contacto con ella el día de hoy. Nadie sabe si es verdad o no. Pero ni siquiera hay por dónde empezar.

Cuando su familia va a buscarla, su madre me ofrece ir a su habitación. No sé si estoy preparado.

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