viernes, 17 de julio de 2015

Existence: Capítulo Dieciséis (Parte 1)

El comedor era una sala grande con cinco mesas largas en la que entraban diez personas en cada una. Una cafetería de estilo buffet estaba armado, donde las enfermeras llenaban los platos de los pacientes. Esta era la única sala con ventanas grandes. Toda la pared sur era primordialmente de varias ventanas mirando hacia la playa. Le agradecí a la enfermera mientras me entregaba la bandeja de rojo brillante llena de fideos y queso, pedazos de pollo a la parrilla, una ensalada César, frijoles verdes, y un pequeño pedazo de algo raro que supe que no iba a probar. Las mesas más cerca de las ventanas parecían ser las más populares pues ya se estaban llenando y unos cuantos pacientes estaban sentándose en lugares específicos. Decidí sentarme en una de las mesas lejos de las ventanas. No quería tener que lidiar con el asiento de alguien. Tomé un vaso de plástico lleno de té helado y me volteé hacia la mesa.

—Probablemente vayas a querer ponerle algo de azúcar. El té no tiene nada de dulce y es horrible.

Una chica con cabello marrón y enormes ojos se quedó frunciendo su ceño al vaso en mi mano. Sus dientes frontales parecían salirse un poco y su nariz estaba cubierta de granos. Me recordaba a alguien a quien encontrarías en alguna granja.

—Oh, um, gracias, pero no tomo azúcar con mi té helado —le expliqué y ella hizo un sonido con su nariz.

—Tú debes ser de Florida, entonces. No he descubierto por qué ustedes se comportan como si fueran del norte. Ustedes son más del sur que los que somos de Mississippi and sabemos que el té helado necesita azúcar.

Luché por entender su acento, pero sonreí y me volteé de vuelta a la mesa a la que me había estado dirigiendo cuando noté que ahora tenía a dos ocupantes más: la chica que había tirado la puerta de un golpe y se había encerrado adentro después de verme, y Rochi. Me pregunté si tal vez debía de irme a otra mesa cuando Rochi me lanzó una sonrisa retadora. Me di cuenta que mejor seguía con mi plan. Rochi esperaba que fuera a cualquier otro lugar y no quería que piense que ella me asustaba. Yo estaba un poco sorprendida que esté sentada con la otra chica. Rochi no parecía ser la clase de persona que es nerviosa o aterrada. 

—¿No estarás pensando sentarte con esas dos chicas, verdad? —preguntó la chica de granja.

Me encogí de hombros.

—No veo por qué no.

Rió.

—Porque Rochi está loca, ese es el motivo. Sin duda, muy loca, te lo digo.

Me aguanté una sonrisa ante el hecho que este lugar era para los distorsionados mentalmente. ¿Acaso no todos estaban un poco locos?

—Eh, gracias, pero he conocido a Rochi y se ve bien.

La chica a mi lado me miró como si me estuviera estudiando cuidadosamente.

—No eres una Esquizofrénica también, ¿verdad? Porque necesito saber. No me siento cómoda alrededor de Esquizofrénicos.

Miré de nuevo a Rochi y me pregunté si eso era lo que ella era. ¿Tenía Esquizofrenia?

Sacudí mi cabeza.

—No, tengo Desorden de Estrés Post Traumático.

Sonrió.

—Oh, bien que pueda lidiar con eso. Eres fácil de controlar. Yo, soy Bipolar. Mamá me trajo aquí porque intenté suicidarme hace un tiempo. 

Me enderecé, mirando a esta chica simpática con una apariencia de una chica inocente, preguntándome cómo alguien como ella podía intentar terminar con su vida.

—¿Por qué? —me escuché a mí misma preguntar. 

Se encogió de hombros.

—A veces, me pongo tan triste que solo suena bien —dijo toda seria y me estremecí.

Nunca me di cuenta que habían chicos de mi edad que parecían normal pero lidiaban con tanto internamente. Coloqué mi bandeja al frente de la chica, supuesta amiga de Rochi.

—Un gusto hablar contigo —dijo la chica de la granja, sonriendo.

—No vas a sentarte cerca de mí, ¿María Eugenia? Por qué, María Eugenia, creo que mis sentimientos están heridos. Pueda que sienta la necesidad de llorar justo aquí en frente de toda la maldita cafetería —dijo Rochi, sonriendo.

—Déjala en paz —siseó la otra chica antes de hundir una cuchara llena de fideo y queso en su boca.

Rochi sonrió hacia la chica.

—Es muy divertido bromearle a María Eugenia. A veces puedo lograr que diga “He tenido suficiente de tus tonterías, ahora déjame en paz, Rochi”, con su acento típico —Rochi imitó el discurso de María Eugenia perfectamente. La otra chica sonrió y tragó toda su comida.

—¿Así que no estás loca? Yo soy Belén, siento lo de más temprano, pero no me gusta conocer a las nuevas locas que llegan. Ya estoy lo suficientemente loca y no necesito más locura a mí alrededor. Paso mucho tiempo con Rochi para eso.

Rochi sonrió y sacó su lengua, que también tenía un arete, pero este era plateado. Me quedé mirando, sorprendida por la apariencia de su lengua y ella rió.

—Relájate Lali. No muerdo, al menos, no muerdo a otras personas. —Rió ante su comentario y Belén también—. Le dije a Belu que no se ponga mala contigo. Te he visto y no hay nada malo contigo. Pero eres interesante. Podemos tratar de buscar lo que ellos creen que tienes. 

Moví la comida alrededor de mi plato pero nada parecía convencerme. 

—Desorden de Estrés Post Traumático —dije, mirándola.

—Ah, así que creen que tienes un trauma y te ha arruinado. ¿Qué es lo que anda realmente mal desde que sabemos que no estás loca? ¿Qué hiciste para que te enviaran aquí? —preguntó Belén antes de hundir otra cuchara llena de fideos y queso en su boca. 

Volví la mirada atrás hacia las enfermeras quienes ahora habían empezado a patrullar por todos lados.

—No es algo que realmente quiera discutir. 

Hundí mi cuchara en algo, esperando que si empezaba a llenar mi boca ellas dejarían de esperar que hable. Rochi asintió y luego golpeó a Belén en su lado.

—Mira hacia Guadalupe. Está por golpear a Roberta por tocar su plato. Ah, diablos, ahí la enfermera Esperanza. Se está llevando a Guada para que saque un nuevo plato y se lave las manos. —Rochi me sonrió—. Guada es el mejor caso mental con el que lidiar.

—Ella tiene trastorno obsesivo compulsivo —terminó Belén para ella, sonriendo.

Aparentemente el pobre problema de Guadalupe era el punto de entretenimiento. Rochi jugó con su arete en sus dientes. 

—Mierda divertida —dijo ella, sonriendo.

—Diez minutos mañana, Rochi. —La voz de la enfermera Esperanza vino detrás de mí.

Belén rodó sus ojos.

—¿Por qué haces eso cuando sabes que ella puede oírte?

Rochi se encogió de hombros. 

—Porque puedo. O porque no me gusta estar a solas en mi habitación. Ya sabes que las voces en mi cabeza se ponen un poco altas cuando estoy a solas. —Rochi me lanzó una sonrisa y tomó un mordisco de su pie de manzana.

**** 

Estuve aliviada de ir a la cama. Después de cenar, nos habían mandado a nuestras habitaciones para «Tiempo de Discusión», que significaba que animaban a todos a hablar. Yo no quería hablar. No tenía nada qué decir. Me había cansado tanto que me había encontrado a mí misma buscando almas que deambularan. Después de no tener ninguna señal de una por horas, me di cuenta que no había visto ninguna desde que puse pie en la casa. Aparentemente, las almas tenían miedo de este lugar. No podía culparlas. Podía escuchar las olas golpeando afuera y esperaba que ese fuera el único sonido que escuchara esta noche. 

Como si fuera adrede, escuché un grito. Me acurruqué y me hundí debajo de las sábanas. No es que me dieran miedo, pero me dolían. Ellos realmente lidiaban con cosas que yo no entendía. Otro grito hizo eco por el pasillo. Alguien había abierto su puerta y había soltado su terror. Miré hacia mi puerta para asegurarme que le había puesto seguro. Una enfermera le estaba hablando a la paciente que gritaba y varias puertas se abrieron y se cerraron. 

—Nunca voy a poder dormir —murmuré en la oscuridad. 

Salí de la cama y caminé hacia la ventana para observar las olas de la luz de la luna golpeando contra la orilla. Las olas me recordaban de la última noche que pasé con Peter. Me había salvado la vida del intento de las olas de quitarme la vida. Había estado lista para que suceda hasta que su brazo se envolvió a mí alrededor. Dolor atravesó mi corazón y me tuve que sentar en la cama y sostener mi estómago con presión para poder sostenerme a mí misma. Otro grito vino de unas habitaciones más allá. Una lágrima caliente bajó por mi rostro. Estaba a solas por primera vez en mi vida. Me recosté con mis rodillas contra mi pecho y mis brazos envueltos apretadamente contra ellas. Mis párpados se volvieron pesados y los gritos empezaron a alejarse. 

Mientras caía en mis sueños, música empezó a sonar. Luché por despertarme. Mi música favorita era mi canción de cuna. El cansancio por el día y mi sensación de soledad parecieron desaparecer mientras la música sonaba. La calidez de la voz de Peter llenó mi mente y dormí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario