domingo, 12 de julio de 2015

Existence: Capítulo Quince

No estaba segura de después de cuánto tiempo regresé a casa. El tiempo parecía rodar continuamente. No había noche ni día. Salir de la cama parecía casi imposible a veces. En mis sueños, Peter estaba ahí. Solo quería dormir. Hablar era algo de lo que no estaba lista todavía.

Había visto las preguntas y preocupación en los ojos de Pablo en el vuelo de regreso a casa, pero no le había hablado. No quería enfrentarlo ahora que sabía que yo tenía problemas, incluso si realmente no sabía cuáles eran. Él pensaba que estaba loca y ese no era mi problema para nada. Mi problema era que amaba a alguien que no podía tener. Veía almas que deambulaban en la Tierra, sintiéndose perdidas, y había sido atacada por un alma que tenía la intención de matarme. Yo era la única persona que recordaba que Peter Lanzani había ido a nuestra escuela y si mencionaba su nombre de nuevo, todos realmente pensarían que había perdido la cabeza. Así que sí, tenía problemas, pero psíquicos. Eran sobrenaturales.

Un toque en la puerta de mi habitación me sorprendió y me volteé para mirar la puerta cerrada, sabiendo que era mi madre. Mi muy preocupada madre. ¿Cómo podía explicarle que estaba hiriendo tanto que no estaba segura de ser capaz de recuperarme? Había una pérdida en mi vida como nada de lo que había conocido.

—Entra. —Mi voz sonaba ronca por la falta de uso.

Mi madre abrió la puerta lentamente y metió su cabeza como si estuviera midiendo la atmósfera antes de entrar completamente.

—¿No vas a levantarte para ir a la escuela esta mañana? —preguntó con una sonrisa que no encontró sus ojos.

Me había olvidado qué día era, pero sabía que no estaba lista para enfrentar la escuela. No estaba lista para enfrentar a Candela o Gastón. Necesitaba permanecer en mi habitación y encontrar la fuerza dentro de mí para seguir viviendo. Sacudí mi cabeza y ella dejó de pretender sonreír, un fruncido de preocupación levantándose en su frente.

—Querida, hasta ahora te has perdido una semana de escuela. Te he dejado quedarte aquí esperando que superes el trauma que has experimentado. Pero ahora me estoy preocupando que no vayas a salir de esto. He estado estudiando tus síntomas en Internet y tienes todas las señales de un Desorden de Estrés Post Traumático. Estás teniendo pesadillas horribles y gritas en tu sueño, gritas por algo que no entiendo bien, no puedo entenderlo por los sollozos. No quieres dejar tu habitación y no estás tomando las llamadas ni las visitas. Cuando intento hablarte, s como si me bloquearas. No me estás escuchando.

Me quedé ahí, escuchándola. Yo estaba sufriendo por tener mi corazón roto, más allá del reparo, pero no iba a decirle eso a ella. Solo me quedé en silencio. Ella pareció tomar mi silencio como entusiasmo. 

—He hecho algunas llamadas y te conseguí una cita con un psiquiatra. Necesito que hables con ella. Es realmente buena y trabaja solamente con adolescentes. Es muy recomendada y no tenemos que contarle a nadie que vas a verla. —Lágrimas se acumularon en los ojos de mi mamá. Las limpió y soltó un suspiro—. Yo…la verdad es que, debí haberte enviado ahí años atrás.- cuando eras pequeña le hablabas sobre la gente en las paredes. Pensé que era tu imaginación pero ahora me pregunto si de alguna manera tienes químicos desbalanceados y este trauma que has experimentado ha iniciado algo. —Sorbió por la nariz—. Te hablas a ti misma por las noches. Te escucho hablarle a alguien. Querida, necesitas ayuda.

Asentí con la cabeza. Sabía que ello calmaría su miedo. Estaba tan preocupada y yo no podía explicarle nada sin que realmente ella piense que estaba loca. 

Sonrió a través de las lágrimas y asintió.

—De acuerdo, bien. Te daré un poco de tiempo pero necesitas levantarte y tomar una ducha. Luego vestirte y conduciremos a ver a la Doctora Hockensmith. Ella nos está esperando ahora.

Asentí de nuevo y observé mientras mi madre dejaba la habitación, dejando la puerta abierta como un recuerdo que necesitaba levantarme. Acababa de acordar ir a ver a un psiquiatra. Mi madre estaba perdiendo su dinero, pero supe que tenía que ir o ella sería la que necesitaría ir a ver a un psiquiatra por el estrés que yo le estaba causando emocionalmente. Odiaba ponerla triste, pero no podía encontrar una salida de esto que me estaba consumiendo.

****

La casa de dos pisos tenía vista hacia el Golfo de Mexico. Mi mamá disminuyó la velocidad y alzó la mirada hacia la casa suficientemente grande para albergar al menos cinco familias cómodamente. Pero entonces, no era una casa para una familia. Era un lugar para curar adolescentes mujeres sufriendo de problemas psiquiátricos. Miré hacia mi madre, quién me estaba esperando a que haga el primer movimiento. Había empacado mis cosas conmigo en silencio después de acordar con el psiquiatra que estaba sufriendo de Desorden de Estrés Post Traumático y necesitaba ayuda. Había estado lista para acordar a cualquier cosa con tal de salir de esta oficina donde era obvio que ella obviamente quería cambiar de personalidad con ella para o admitir que me cortaba. Yo no era una psicópata y esto parecía ser uno de los diagnósticos que ella me había dado y que yo estaba dispuesta a mentir sobre ello.

—¿Quieres hacer unas cuantas llamadas antes que te establezcas? Una de las reglas es que no puedes tener tu celular aquí. —La expresión de mamá me dijo que ella tenía miedo que las noticias de no celular iba a ser algo que me rompa. Asentí con la cabeza, pensando en Candela y Pablo. Necesitaba hacerles saber en dónde estaría por un tiempo. Mamá asintió—. De acuerdo. Empezaré a llevar tus bolsos arriba y te registraré —dijo las palabras con un pequeño hipo como si estuviera a punto de romperse y llorar. Estaba lidiando con esto muy bien y había sido tan fuerte, pensando que esto era lo que necesitaba.

Tomé su mano y la apreté. 

—Mamá, estoy bien con esto. Creo que va a ayudarme. No te pongas tan triste. Todo estará bien. 

Asintió con lágrimas llenando sus ojos. Sabía que tenía que ponerme mejor para ella. Tenía que encontrar una manera de vivir con el hueco en mi pecho. Mamá se dirigió hacia las escaleras con mis bolsos en sus manos y yo cogí mi celular y le marqué primero a Candela.

—Bueno, por una maldita vez veo tu nombre aparecer en mi pantalla. ¡Jesús! Lali, me has estado asustando.

Sonreí ante el alivio en su voz. 

—Lo siento. —Tomé un profundo respiro—. Me han diagnosticado Desorden de Estrés Post Traumático. Estoy esperando ser registrada en este centro de rehabilitación para gente con problemas similares. No puedo quedarme con mi celular, pero me dijeron que puedo recibir visitas si quieres venir a verme en algún momento.

Candela se quedó en silencio y empecé a preguntarme si mi celular había cortado la llamada.

—¿Así que ellos pueden arreglarte…quiero decir, esto? —preguntó lentamente, sonando como si estuviera aterrada.

—Sí, si pueden —le dije. Pero supe que no podían sanarme. Nunca sería sanada. Solo aprendería a seguir con las emociones de vivir así aquellos a quienes amaba no se preocuparían por mí.

—¿Le has contado a Pablo? —Su voz había perdido su alegría anterior y odiaba que haya sido mi culpa.

—No, te llamé a ti primero.

Con un suspiro ronco, dijo—: Te amo. —Sentí lágrimas en mis ojos por primera vez. También la amaba—. Llama a Pablo y estaré ahí para visitarte tan rápido como pueda.

—De acuerdo. Te veo pronto. Adiós. 

Presioné finalizar y luego llamé a Pablo.

—Lali. —Sonaba tan aliviado como Candela.

—Oye tú —dije, con necesidad de tranquilizarlo antes de darle las mismas noticias que le acaba de dar a Candela.

—¿Te sientes mejor hoy? Espero que sí, Lali, porque te estoy extrañando muchísimo. 

Sonreí ante la calidez que su voz siempre me había generado.

—Tengo Desorden de Estrés Post Traumático, Pablo. Fui a ver un psiquiatra.

—¿Qué es eso? ¿Te están dando medicina para arreglarlo? —Su voz sonaba con pánico.

—Es exactamente como suena. Estoy teniendo problemas en funcionar normalmente por un trauma que todos hemos experimentado. Todos ustedes lidiaron con ello de forma normal. Yo no. Podría ser un desequilibrio químico, no están seguros. Pero estaré un centro psiquiátrico por un tiempo. Se supone que deben de ser capaces de curarme aquí. No voy a poder usar mi celular pero puedo tener visitantes. 

Pablo pareció tomar una respiración profunda. 

—¿Así que puedo ir a verte? ¿Cuánto tiempo estarás ahí?

—Sí, puedes, y aún no estoy segura.

—Siento que esto te esté sucediendo Lali. Lo siento mucho. —Su voz sonaba llena de dolor y culpa.

—Escúchame Pablo. Estoy lidiando con esto por las cosas que están mal conmigo. Lo que vimos solo lo encendió. Mejoraré.

Necesitaba escuchar esa mentira tanto como él. Después de tranquilizarlo más veces, colgué y dejé el celular en el asiento del pasajero en el auto. Mi bolsa de noche era todo lo que quedaba en el asiento de atrás así que la cogí y me dirigí hacia las escaleras, hacia mi nueva casa, al menos por ahora.

****

La habitación amarillo pálido que me habían asignado contenía una pequeña y redonda ventana que veía hacia la playa. Abracé a mi madre y le dije adiós en la planta baja hace treinta minutos. Me recordé a mí misma que estaba haciendo esto por ella. Le ayudaría a lidiar con sus miedos de yo estando loca. Y estar lejos de mi habitación donde tantos recuerdos existían de Peter, me ayudaría a encontrar una manera de vivir sin él.

Una mujer mayor estaba fuera en la arena con una bolsa de lo que parecía un sándwich, lanzándolo al aire mientras gaviotas estaban a su alrededor. O no era de aquí y no se daba cuenta que era una buena forma de que los pájaros la caguen, o era una paciente de psiquiatría que estaba muy loca como para preocuparse sobre una caca de pájaro.

Me alejé de la cantidad de gaviotas y estudié la pequeña habitación al menos la mitad de tamaño de una habitación regular. Considerando que este lugar tenía veinte y cinco pacientes al mismo tiempo, y diez enfermeras y dos doctores, las habitaciones no podían ser demasiado grandes incluso si la casa fuese realmente una enorme de dos pisos. Una cama simple estaba al medio de la habitación con una mesa blanca pequeña y redonda, que sostenía una lámpara. Un espejo ovalado colgaba de una pared sobre un ropero con tres cajones. Un ropero bastante pequeño, lo suficientemente largo para colgar quince prendas y guardar tres pares de zapatos, estaba en la pared opuesta. Solo tenía permitido una hora en mi habitación durante el día. Podía usarla toda seguida o dividirla durante el día. Era su forma de lograr que los pacientes se rodeen de otras personas. 

Miré hacia el pequeño reloj alarma que habían dejado en la mesa redonda. Había utilizado diez de mis minutos en mi habitación. Necesitaba ir a caminar y ser vista así tendría tiempo para regresar después. Caminé hacia el pasillo y cerré la puerta detrás de mí. La pequeña llave que me habían dado estaba en mi bolsillo y le puse seguro a la puerta. Aparentemente, había preocupación sobre ladrones entre los pacientes. No tenías permitido traer nada de valor contigo, pero aquellos que sufrían de desórdenes de personalidad tomarían cualquier cosa y necesitaba mi ropa. Solo me habían permitido una pequeña cantidad y necesitaba lo que tenía.

Una puerta se abrió por el pasillo y una chica me miró, y luego rápidamente cerró la puerta de un golpe. Escuché el sonido del pestillo detrás de ella. Estaba fácilmente sorprendida y asustada. Debe ser alguien realmente sufriendo de Desorden de Estrés Post Traumático. Miré hacia las otras puertas cerradas preguntándome si todos en este pasillo tenían el mismo desorden. Si era así, iba a haber bulla de noche con los gritos causados por las pesadillas.

Bajé las escaleras hacia la sala de estar principal, o lo que se llamaba la Gran Habitación. Era donde los televisores reproducían comedias y juegos de mesa en las mesas. No había computadoras o Internet permitido para los pacientes. Una enfermera me sonrió brillante mientras pasaba con una canasta llena de bocadillos.

—Estaremos comiendo nuestros bocadillos pronto. Quédate por aquí y podrás obtener algo de comer y conocer a otros pacientes. Tenemos varios de tu edad.

Conocer a adolescentes con desórdenes psiquiátricos no era algo que me llamara la atención. Pero no dije nada. En lugar de eso, caminé hacia las puertas dobles de vidrio que llevaban hacia la recepción.

—No serás capaz de abrirlas. Les ponen seguro. Ya sabes, para nosotros que estamos locos y pueden tomar una noción loca de querer ver si podemos volar. Aunque, me imagino la arena no nos matará cuando la toquemos.

Me volteé para ver una joven chica con cabello rubio que supuse que probablemente le llegaba por la cintura. Lo tenía amarrado en varias colas. Tenía puesto lápiz labial rojo.

—Gracias.

Se encogió de hombros.

—No hay problema. Si quieres salir y disfrutar de la playa, puedes decirle a una enfermera que vaya contigo. Les gusta tener una excusa para salir.

Recordé a la chica afuera más temprano, dándole de comer a las gaviotas. Había estado a solas. Realmente no quería saber quién era, así que de nuevo asentí y dije—: Gracias.

Ella inclinó su delgado rostro de un lado a otro y actuó como si estuviera examinando algo dramático. 

—¿No tienes problemas mentales, verdad?

No esperaba que esta chica extraña haga tal observación efectiva. Después de todos, los doctores creían que necesitaba ayuda. Me encogí de hombros, insegura de cómo responder.

—Bueno, ellos parecen creer que lo estoy.

Alzó sus cejas.

—Pueden estar equivocados. Lo han estado antes. —Me preguntaba si se estaba refiriendo a sí misma. Miré hacia la enfermera que estaba sentada detrás de un escritorio, trabajando en una laptop. No pareció reaccionar a la acusación que tenían personas que no pertenecían acá—. Esperanza sabe que es verdad. Solo no lo admitirá. ¿Verdad, enfermera Esperanza? —La rubia estaba sonriéndole a la enfermera, quién alzó la mirada y rodó sus ojos afectivamente y regresó a tipiar de nuevo—. Ella lo sabe pero está muy ocupada en Twitter para admitirlo.

La enfermera palmeó la pila de papeles que tenía al lado de ella antes de alzar la mirada de nuevo hacia la rubia.

—Estoy escribiendo sobre medicinas y resultados de exámenes.

—Blah, blah, blah. No dejes que te vea de tonta, es una perra de Twitter. Todo el maldito tiempo.

La enfermera le lanzó una mirada de advertencia.

—Lenguaje por favor. Perderás diez minutos más de tu habitación si no tienes cuidado.

La rubia se encogió de hombros y me miró de nuevo.

—Como dije, no siempre tienen razón aquí. Puedo verlo en tus ojos. Estás muy sana no tienes los demonios en tus ojos como la mayoría de aquí. —Se puso de pie y se estiró, mostrando su estómago plano y pálido. Tenía un arete negro en su ombligo—. Soy Rochi, por cierto. —Estiró su mano para que la sacuda y justo cuando la iba a agarrar, ella la apartó—. Regla número uno, no sacudas la mano de ninguna persona. Este lugar está lleno de locos.

Sonreí.

—Sé que tú no eres uno de esos.

Soltó una risa.

—Oh no, estoy tan arruinada como ellos. —Se alejó y golpeó los papeles que la enfermera estaba usando—. No escribas mucho en Twitter Esperanza, es malo para los ojos. Debes salirte de esa mierda.

—Diez minutos, Rochi —dijo la enfermera sin alzar la mirada.

Rochi volteó la mirada hacia mí y guiñó el ojo.

—No les gusta las palabras sucias así que si tienes una boca sucia, necesitas hacerla reinar.

—Diez minutos, Rochi —dijo de nuevo la enfermera, aún enfocada en la pantalla.

Rochi se rió de nuevo y se dirigió hacia el comedor.

La enfermera alzó la mirada hacia mí.

—Rochi definitivamente es un caso especial. Aprenderás a ignorarla. Es hora de los bocadillos en el comedor si quieres coger algo de comer y conocer a nuevos pacientes.

Sonreí.

—Gracias pero realmente no tengo hambre. ¿Puedo quedarme aquí y ver la televisión?

La enfermera Esperanza asintió con la cabeza y siguió con su trabajo. Me acurruqué en una silla y miré en blanco a la televisión, sintiéndome más sola que nunca.

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