lunes, 6 de julio de 2015

Existence: Capítulo Doce

—¿Qué hiciste todo el fin de semana? Pablo dijo que no te sentiste bien después del concierto. Pensé que escucharía algo de ti. Pero no obtuve nada, nada. Alma Fría estaba increíble. Debiste quedarte después que terminó. Conocimos a la banda, excepto al líder, Peter. Él se fue más temprano o algo. No me importó, ¡fue increíble! Podía haber besado el rostro de Papá por ello. —Candela envuelve un brazo dentro del mío mientras continúa hablando. Miro el pasillo, necesitando ver a Peter en algún lugar entre el mar de rostros—. ¿A quién estás buscando? —Hay un toque de interés en la voz de Candela. Peter no estaba en ninguna parte entre la multitud, sin embargo, María si estaba y estaba coqueteando abiertamente con Victorio. Eso se veía extraño.

—¿Has visto a Peter esta mañana? —pregunté mirando a Candela y rezando que ella no lea más en mi pregunta.

Su frente se arruga con un fruncido.

—¿Peter, el mismo Peter Lanzani, el cantante de Alma Fría?

Asentí y busqué entre los casilleros. —Sí, Peter —repetí. El fruncido de confusión en el rostro de Candela envió una alarma en mi cabeza.

—Um, ¿estás tomando esas pastillas para el dolor de nuevo, querida? ¿Por qué el cantante de Alma Fría estaría aquí?

Algo andaba muy mal. Pánico llenó mi pecho.

—Buenos días —dijo Pablo mientras caminaba hacia mí y deslizaba un brazo alrededor de mis hombros.

Candela alzó la mirada hacia él con una sonrisa de preocupación. 

—Buenos días Pablo. Es tan dulce que consigas todos sus libros el minuto en que llegan. ¿Pensarás en darle algunos datos a Gas?

—No hay forma. —Rio Pablo y apretó gentilmente mis hombros gentilmente. Normalmente tenerlo tan cerca me ayudaba cuando estaba al borde del pánico. Sin embargo, ahora necesitaba saber en dónde estaba Peter y por qué Candela no parecía saber de qué estaba hablando.

Alcé la mirada hacia Pablo.

—¿Has visto a Peter? —El mismo fruncido confundido vino sobre su rostro.

—¿Quién? —preguntó, igualmente confundido.

—Me preguntó exactamente lo mismo. Creo que puede estar tomando de nuevo medicinas para el dolor esta mañana. ¿Sigues herida? ¿Sabe tu mamá? Porque, chica, estás en algo si crees que Peter Lanzani está en nuestra escuela.

Candela y Pablo, ambos, me estaban mirando como si los estuviera preocupando. Miré sobre María, quién estaba envuelta en Victorio.

—¿María está saliendo con Victorio ahora? —pregunté con un tono que esperaba que fuera de conversación y no traicioné el pánico rugiendo dentro de mí.

El fruncido de Pablo se profundizó.

—Han estado saliendo por un mes ahora. ¿Estás bien, Lali?

Forcé una sonrisa y asentí.

—Oh, um, me olvidé. No, estoy bien. Solo necesito hacer una parada en el baño antes de ir al primer periodo.

Me puse de puntas de pie, besé a Pablo rápidamente en los labios y me dirigí hacia el otro lado. Necesitaba escapar de su escrutinio así podía pensar. Peter se había ido y nadie lo recordaba.

El baño estaba sagradamente vacío. Solté mis libros en la encimera y me incliné contra la pared para soporte. Mi corazón se contrajo con tanto dolor en mi pecho que temí que dejara de funcionar. Alguien entró y me volteé para entrar a una de las compuertas. Necesitaba privacidad para mi quiebre menta. Pero después de dar solo dos pasos, me di cuenta que la puerta al baño nunca se había abierto. Me congelé, tomé una profunda respiración, y luego miré hacia el otro ocupante. Una adolescente con cabello castaño se había desvanecido a través de la pared. Me volteé y tomé un paso hacia ella y me notó. Se veía sorprendida que pudiese verla y su sonrisa se rompió en su rostro.

—¿Quién eres? —pregunté, pero ella solo me observó—. ¿Puedes hablarme? —Ya no estaba preocupada sobre ignorarlas. Tal vez tenían respuestas. Sacudió su cabeza y su sonrisa se volvió triste. Se acercó a mí y tocó mi cabello. Nada. Ningún estremecimiento o escalofrío. Era como si no estuviera ahí. Esto era lo que siempre supe de las almas—. ¿Por qué no puedes hablar? —pregunté, y ella se movió hasta que estuvo de pie en frente de mí. Sacudió su cabeza hacia mí como si me corrigiera por hacer esa pregunta—. ¿No tienes permitido hablarme o no puedes?

No le tenía miedo. Supe que ella no tenía poder para hacerme daño. Su fruncido se volvió más agitado y sacudió su cabeza de nuevo y se alejó de mí lentamente. Tomé un paso hacia ella.

—Por favor, necesito algunas respuestas y creo que tú podrías ayudarme.

Su fruncido se volvió temeroso y continuó sacudiendo su cabeza y alejándose de mí como si fuese algo a lo que debía de temer.

—Por favor —rogué y ante mi último ruego, se volteó y se desvaneció en la pared.

Miré fijamente la pared hasta que la puerta del baño se abrió y una chica de primer año entró. Se detuvo y me estudió. Debo de haberme visto como una idiota de pie ahí, mirando una pared vacía. Le sonreí. Tal vez este incidente no llegaría a toda la escuela. No es que me importara que la gente hable de mí. Solo no necesitaba que Candela y Pablo se preocupen más por mí. Además, necesitaba respuestas y estaba tan cansada de esperar a que Peter me las dé. La joven alma no había sido capaz de ayudarme por razones que no podía entender. Sin embargo, tenía el presentimiento que si seguía buscando, pronto encontraría a alguien que estaba listo para hablar o que podía hablar.

Los pasillos ya estaban vacíos lo que significaba que estaba tarde para Literatura Inglesa. El anhelo regresó ante la idea de enfrentar la clase sin Peter. Incluso cuando él me había estado ignorando, era capaz de escucharlo hablar y sentir el calor de su mirada. Ahora, ni siquiera iba a tener un poco de comodidad. Lo que dolía más era cómo nadie parecía recordarlo. Era como si él nunca hubiese existido. Me detuve justo afuera del salón. Entrar parecía insoportable. Envolví mis brazos alrededor de mi estómago para sostener el dolor de romperme y me incliné contra la pared. Miré hacia el pasillo vacío, deseando que otra alma deambule por ahí. En lugar de eso, el silencio vacío permaneció. Por primera vez en mi vida, quería ser molestado por la presencia de almas y no había ninguna alrededor. Si tan solo pudiese ir algún lado que estuviese infestado con almas que deambulaban entonces podría preguntarles a todas. Podría preguntarles y preguntarles hasta que encuentre a una que pudiese hablarme. Algo sobre el alma joven en el baño me dijo que ella hubiese hablado si hubiese podido. Estaba asustada. ¿De qué? ¿Qué tenían que temer las almas? Estaban muertas después de todo, o al menos sus cuerpos lo estaban.

—El hospital —susurré en voz alta, recordando que en el que había visto almas deambulando era ahí.

Me volteé y me dirigí hacia las puertas principales de la escuela. Iría ahí y empezaría a cuestionar a cada alma que encontrase. Una de ellas podría responder. Descubriría cómo encontrar a Peter. Él era real. Lo había conocido. Lo amaba. Lo encontraría.

—¿Srta. Esposito? Nuestra clase es por aquí —La voz del Sr. Vásquez cortó mis pensamientos y me detuve, suspirando con derrota antes de darme la vuelta y enfrentar a mi profesor de Literatura Inglesa.

—Sí señor, yo estaba, eh, iba a obtener un pase de tardanza. 

Sonrió y sacudió su cabeza.

—No hay necesidad, pero por favor, apresúrate, estamos por empezar en la belleza que es la ficción. Entra ahora.

Dio un paso hacia atrás, esperando a que yo entre primero. Caminé hacia la clase, queriendo darme la vuelta y escapar corriendo hacia la otra dirección. Sabía que si mamá recibía una llamada de que me había escapado, ella estaría furiosa y mis chances de encontrar a Peter serían reducidas a nada una vez que estuviera encerrada en mi habitación por el resto del año.

Entré al salón y caminé hacia mi asiento vacío por la ventana. La silla detrás de mí estaba vacía. Miré hacia María y la silla detrás de ella estaba llena de Victorio. Él justo había entrado y había tomado el asiento de Peter. Disgustada, me volteé de nuevo. ¿Cómo podía haber sido tocada por Peter y haberlo besado y tan fácilmente olvidar que existía? Yo no me había olvidado. ¿Cómo ella sí? ¿Cómo no podía sentir el dolor de su ausencia? Él era muy bueno para ella. ¿Por qué él había perdido tanto tiempo en ella? Me hundí en mi silla y tragué el nudo de emoción formándose en mi interior. No podía sentarme en esta clase sin él aquí.

—La tarea para hoy es leer silenciosamente en sus carpetas. No hablen con sus vecinos. Quiero completo silencio mientras inhalan la belleza de la palabra escrita. Tómenla. Déjenla hundirse en sus venas y que los llene con tanta gloria que positivamente empiecen a brillar. —Gemidos se escucharon en el salón—. Shh, shh. Déjense ser emocionados por la palabra. Emocionados sobre esta belleza. 

Siguieron las quejas mientras los sonidos de papees removiéndose llenaron el salón. Esto sería un momento para que la mayoría de estudiantes tomen una siesta detrás de sus libros de texto. Abrí el mío, queriendo encontrar algo para sacar mis pensamientos de Peter. Cuando el día terminara, iría al hospital y empezaría a hacer preguntas. Algún alma en algún lado tendría respuestas.

—Ugh, esto es cosa de poetas. —Una voz de queja vino detrás de la habitación.

El Sr. Vásquez alzó la mirada de su libro en sus manos.

—Ah, sí, lo es, Sr. Recca, tan lindo de usted que lo note.

Más quejas y encontré la página especificada en la pizarra. Sentí la urgencia de gemir con desesperación. Estudiar el inicio de la Era Romántica no era algo que necesitaba ahora mismo. ¿En dónde estaban los escritos trágicos cuando los necesitabas?

—¿Cómo este desastre nos ayuda en el mundo real? —dijo Victorio con una voz arrogante. 

Risitas se escucharon a través del salón.

—Escuchen, escuchen —alguien dijo con un golpe en su carpeta.

El Sr. Vásquez alzó su mirada una vez más con una expresión ligeramente enojada en su rostro.

—Señores, si alguien no estudia las palabras de los famosos poetas románticos, ¿cómo alguien aprenderá a cortejar a la mujer que un día amarán? Puedo asegurarles que Tito el Bambino no tiene palabras de instrucción en sus creaciones líricas.

Sus palabras causaron unas cuantas risas. Hubiese encontrado esto bastante sorprendente si el concepto de leer a Tito el Bambino no parecía tan atractivo en este momento. Bajé la mirada hacia el poema que teníamos que leer y escribir sobre ello en dos hojas. Para una joven mujer, por William Wordsworth. Solo podía esperar que no fuera un poema de amor duradero.

“Querido Hijo de la Naturaleza, ¡déjalos poner límites!”

—Hay un nido en un valle verde, 

Un puerto y una bodega,

Donde Esposa y Amigo, veréis

Tus propios días encantadores, y que sea

Una luz para los jóvenes y los viejos.

Ahí, tan saludable como un chico pastor

Como si tu herencia fuera alegría,

Y el placer tu trato,

Tú, mientras tus Bebés alrededor se aferran,

Mostradnos lo divino que una cosa

Puede ser hecha en Mujer.



Tus pensamientos y sentimientos no deben de morir,

Ni dejarte, cuando los cabellos grises estén cerca,

Un esclavo de melancolía

Pero una edad avanzada, viva y brillante,

Y amorosa como una noche Laponia,

Deberá llevarte a tú tumba.

“—El placer es expandido a través de la tierra

En regalos callejeros a ser reclamados por quien sea que los deba de encontrar”



Mi corazón destrozado palpitó. Empecé a escribir. El dolor dentro de mí se volcó en el papel. Casi me sentía como si estuviera sangrando cada palabra que garabateaba. Perdida en mi necesidad de expresar a alguien el dolor por dentro, me sorprendió cuando mi papel fue tomado por debajo de mi mano. Mi cabeza se alzó de golpe. El Sr. Vásquez me dio un pequeño asentimiento y se aclaró la garganta.

—Ah, parece que la Srta. Esposito conoce a William Wordsworth o ya ha leído su tarea. —Miró hacia la clase—. Lo que es más de lo que puedo decir sobre muchos de ustedes. —Volvió la mirada a mi papel y enderezó su cuerpo—. Wordsworth estaba recordando a su hermana, a quién había reprochado por tomar largas caminatas en el país. Estaba pensando sobre su vida y la llenura que experimentaría. La felicitó o la alabó en sus esfuerzos por disfrutar de la belleza alrededor de ella en lugar de seguir las reglas.

La campana sonó y los estudiantes empezaron a moverse para salir del salón por temor a que el Sr. Vásquez fuera a forzarlos a escuchar más de mi papel, o aún peor, coger los suyos parra leerlos en voz alta. Regresó mi papel a mi carpeta y me sonrió.

—Realmente eres un deleite, Lali. Estaré buscando leer el resto de esto en la mañana.

Se volteó y se dirigió hacia su mesa con un anadeo.

Pablo entró al salón, sonriéndome.

—¿Vienes, hermosa? Sé que te gusta Literatura Inglesa pero ya terminó por el día.

El Sr. Vásquez me sonrió.

—Ah, sí, pero en cualquier momento que quieras detenerte a discutir su belleza, por favor, siéntete libre de hacerlo.

—Gracias Sr. Vásquez.

Eso no sucedería, pero realmente era un hombre dulce y viejo. Un poco excéntrico, pero dulce.

—No le de ninguna idea, Sr. Vásquez —bromeó Pablo mientras tomaba los libros de mis manos.

—Ah, el hombre guapo quién posee su corazón no quiere compartir —dijo el Sr. Vásquez con una sonrisa.

Pablo rio.

—Tiene razón.

****

—Ahora, dime de nuevo qué es lo que vas a hacer que es más importante que comprar las perfectas botas de invierno. —La mano derecha de Candela estaba pegada en su cadera mientras me miraba como si yo hubiese hablado en otro idioma. 

Deslicé mi mochila más arriba en mi hombro y mantuve mis ojos en el estacionamiento.

—Voy a inscribirme para hacer trabajo voluntario en el hospital. 

No tenía la verdadera explicación moral para esto. No podía decirle a Candela cómo sentía la necesidad de darme a mi misma, o lo que sea que uno diría cuando siente la necesidad de ayudar a los enfermos voluntariamente. La verdad es que odiaba los hospitales y Candela sabía eso. Ella no sabía por qué los odiaba. Solo sabía que lo hacía. Nunca había sido capaz de explicarle cómo las almas que deambulaban, que llenaban los pasillos de los hospitales, me molestaban.

—Así que, ¿ya superaste el disgusto por los hospitales ahora que has pasado una semana ahí? —preguntó curiosamente.

Me encogí de hombros porque mi estadía no tenía nada que ver con ello.

—Supongo.

Era una buena excusa como cualquiera.

—De acuerdo entonces, si debes ir a hacer algo por el bien de otros mientras yo hago algo por el bien de mi ropero de invierno, entonces supongo que estoy bien con ello.

Le lancé una sonrisa y luego me dirigí hacia el auto de Pablo. Él me había dejado sus llaves y me había dicho que Victorio lo llevaría a casa. También le había dicho lo mismo a él. No era una mentira completa. Había decidido que esta era la mejor forma de ver suficientes almas sin que alguien me admita en el mundo de la locura por deambular en los pasillos, hablando conmigo misma. De esta forma, tenía una razón para estar ahí y encontraría suficientes almas a las que podía tratar de hablar. Eventualmente, me encontraría con una que lo hiciera.

—Llámame cuando llegues a casa de tus buenas tareas y yo llevaré mis compras y te las mostraré.

—De acuerdo, buena suerte —dije, mientras abría la puerta del auto y me deslizaba dentro.

Por primera vez en tres días, tenía algo de esperanza. Seguía recordando la mirada en los ojos de Peter el viernes por la noche mientras me sostenía. Había sido real. El hecho que nadie parecía pensar que él había caminado por los pasillos de nuestra escuela no significaba que me estaba volviendo loca. El hecho era que había estado viendo gente que nadie más podía ver desde su nacimiento. Algo era diferente sobre mí. Esto no era noticia. Peter tenía secretos y yo iba a romperlos. Necesitaba saber porque lo necesitaba a él. La razón de su partida era uno de esos secretos y supe que si pudiese descubrirlo, entonces podía encontrarlo y traerlo de vuelta.

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