jueves, 4 de junio de 2015

Existence: Capítulo Cuatro (Parte 1)

Pablo no vino ayer para terminar el discurso que era para hoy. No venir no era algo particular de él. Mientras más tarde se hacía sin tener una llamada de él, más enojada me ponía. Al final, yo misma terminé el discurso y lo imprimí. En el fondo creía que él tendría una buena excusa y dejarlo que obtenga una mala nota se veía cruel. Busqué en mi mochila su discurso mientras caminaba por el pasillo. Solo esperaba que cuando lo encontrase y le entregara el papel, él tuviese una razón legítima para no haber ido ayer por la noche. Admitirme a mí misma que necesitaba que tuviese una buena excusa no había sido fácil. Había dejado que me preocupara demasiado por Pablo Martinez.

—Oye chica, ¿cómo estás? Te extraño.

Candela deslizó su brazo alrededor de mi cintura y recostó su cabeza en mi hombro. Yo también la extrañaba. El año pasado, cuando ella y Gastón empezaron a salir, yo estaba con Benjamín. No me había hecho sentir aislada de mis amigos cuando estaban solos. Conmigo estando soltera ahora y los otros dos en mi trío siendo pareja de nuevo, no podía evitar sentirme como «violinista».

—Yo también te extraño. Tenemos que salir una noche. Tal vez una noche de chicas —sugerí mientras buscaba entre el tumulto de estudiantes en el pasillo a Pablo.

—¡Eso suena genial! Hay que planear hacerlo una noche de este fin de semana. —Se detuvo y frunció el ceño—. O tal vez el próximo fin de semana. —El fruncido no usual en ella era prueba suficiente que odiaba decirme que estaba ocupada.

Me encogí de hombros y forcé una sonrisa.

—No te preocupes. Cuando tengas tiempo. —Miré por el pasillo y esta vez logré ver un atisbo de Pablo en su casillero, su espalda enfrentaba la multitud—. Necesito darle esto a Pablo. Te alcanzo en el almuerzo.

El tumulto parecía reducirse mientras llegaba al final de los casilleros. Una vez que rompí contra el último grupo de estudiantes entre nosotros, noté a María inclinada contra su casillero, sonriéndole. Pensé en voltearme, no queriendo entregarle esto en frente de ella cuando recordé que tenía Oratoria en el primer periodo. Reduje el paso y me detuve detrás de él. Mientras me estiraba para golpearlo suavemente en el hombro, María se estiró y corrió sus dedos a través del cabello de Pablo. Ere enfermizo de ver. Él era tan buen chico y ella era pura maldad.

—¿Crees que haber venido anoche no fue gran problema? Odiaría malograr las cosas entre tú y tu novia —arrulló.

—Ya sabes que no es mi novia, María. Déjala de llamarla así. Iniciarás el chisme. —Su voz sonaba enojada. ¿La idea que alguien piense que yo le gustaba era tan repulsivo para él? Un nudo se formó en mi estómago y empecé a voltearme para irme antes que note mi presencia.

—Pasas mucho tiempo en su casa y siempre te está mirando. 

—Ella es mi tutora y no, no me está mirando. Solo estás siendo paranoica cuando no tienes razón para estarlo.

Convertí mi mano vacía en un puño pensando en todas las veces que él me había engañado pensando que era un lindo chico. Era tan molesto y calculador como María. ¿Realmente era adoptado o había sido esa una mentira bastante elaborada para que sienta pena por él? De hecho me convencí a mí misma que Pablo podía ser material de potencial relación. La próxima vez que viniera a la mesa en el almuerzo y preguntara si iría a su partido, intentaría decir que sí y ver si eso llevaba a donde Gastón creía que llevaría.

—¿Estás seguro que ella sabe que no es tu novia porque parece que te está acosando? —ronroneó María. 

Me volteé, odiando el calor en mis mejillas. Mi rostro probablemente era rojo brillante.

—Oh, eh, Lali. Iba a buscarte y explicarte sobre anoche. —Asentí, no queriendo discutir esto después de todo lo que había escuchado y le entregué el papel—. Pensé que necesitarías esto.

Miró el papel en mi mano antes de tomarlo. Me volteé para irme.

—Espera, iba a llamarte anoche. Solo se me complicó. Gracias —dijo, sosteniendo en alto el papel.

María deslizó un brazo dentro de él y le sonrió dulcemente. 

—Eso no es cierto, Pablo, nunca te até[1].

Luego dirigió su mirada hacia mí y me dio una sonrisa de triunfo. Mientras yo me había quedado hasta tarde terminando su discurso, él había estado con María. ¿Qué tan estúpida podía ser? Perdí mi tiempo escribiendo un discurso para alguien que pensé que necesitaba mi ayuda, todo este tiempo pensando que era un buen chico que podía, posiblemente, gustarme. O incluso salir. Tal vez no lo había juzgado tan injustamente antes. Tal vez Pablo Martinez encajaba con la descripción que le había colocado todos estos años. Dolía descubrir que el chico que pensé que era, era una ilusión. Que me había convertido en una idiota al quedarme despierta y escribiendo el discurso para él. Me hizo ver como una de su grupo de fans.

Me las ingenié para mantener mi casillero abierto y encontrar los libros que necesitaba para mi primera clase a través de mi neblina de enojo. Me detuve, cerré mis ojos y tomé un profundo respiro. Acababa de aprender una lección y no quería olvidarla. Dos lágrimas se escabulleron y rápidamente las limpié antes de cerrar mi casillero. Ahora me tenía llorando. Perfecto.

—Lali.

¡Diablos! Había venido tras de mí. No podía dejarlo verme llorar. Humillación no sería una palabra suficientemente fuerte para expresar lo que sentiría si Pablo se enterara que había llorado por esto. Forcé una expresión despreocupada en mi rostro y me volteé.

—¿Sí?

Parecía triste. Desearía poder convencerme de su sinceridad. 

—Mira, sobre anoche, realmente lo siento. No esperaba que terminases el discurso por mí. Lo arruiné e iba a recibir la mala nota. Debí llamar pero…

Sacudí mi cabeza para detenerlo.

—No es un gran problema. Sin embargo, de ahora en adelante, ¿por favor, podrías hacerme saber desde un inicio cuándo no vas a poder llegar a la hora de la cita para tu sesión? Ahora, si me disculpas. —Lo bordeé y me dirigí a la clase. 

—Lali, espera, por favor. 

Me detuve y consideré decirle que se vaya al infierno, pero decidí que no antes de voltearme hacia él.

—¿Qué?

—Estaba yendo y María me llamó.

Sacudí mi cabeza.

—No me importa. Solo llama la próxima vez, por favor. 

Me volteé y me dirigí hacia mi clase, pero cuando llegué, solo seguí caminando. Entrar a una clase tarde con todos mirándome no se veía posible en ese momento.

Abrí la puerta principal de la escuela y salí. Normalmente no me ponía así por causa de nadie. Hoy cometí el error de hacerlo y me quemé. Solo quería irme a casa. Lidiaría con mi orgullo herido a solas.

—No te vayas. Él no lo vale. —La voz familiar casi sonó como si estuviera rogando. Estaba caminando a mi lado. Su rostro estaba tenso y la sonrisa de superioridad a la que estaba acostumbrado no estaba.

—No quiero quedarme. Estoy enojada y solo quiero irme. 

—Por favor, Lali, no entres a tu auto. Entra de nuevo. Olvida a es estúpido chico y disfruta del resto del día. No dejes que algo que ese idiota hizo te envíe corriendo. 

Dejé de caminar y lo miré. 

—¿Por qué te importa si me voy? ¿Eres el nuevo vigilante del pasillo y yo me perdí las reglas?

Su ceño se profundizó, sus ojos verdes volviéndose hielo como si un fuego los hubiese iniciado. 

—Te estoy rogando que vuelvas dentro de la escuela.

—¿Por qué?

Corrió su mano a través de su cabello y gruñó con frustración. 

—¿Tienes que preguntar todo? ¿No puedes escuchar por una vez?

Eso fue todo. Había tenido suficiente por un día. Primero Pablo probó que era un idiota de clase A, y luego el alma que no podía dejarme en paz decidió enojarse conmigo.

—Voy a irme de aquí. No puedes detenerme. No tengo que escucharte. Si no tienes una buena excusa, entonces no hay razón para que me quede. 

Casi corrí hacia mi auto. Los chicos eran pesados, vivos o muertos, parecía no importar su condición. Rápidamente encendí el motor y me enfoqué en salir del estacionamiento. No quería que nadie me viera y me reporte antes de salir de aquí. No podía creer que de hecho había soltado una lágrima por esto. Llorar no era lo mío. Tenía que ser una humillación. No estaba acostumbrada y obviamente no sabía lidiar con ello.

Ajusté el espejo retrovisor para ver si me veía tan mal como temía, en caso mi madre salga de su escondite de escritura cuando llegara a casa. Si mi rostro se viera demacrada, ella lo notaria. No sería capaz de esconder la frustración. Sonrisas falsas no eran un talento mío. Suspirando, miré de nuevo a la pista. Atentando arreglar mi rostro sin la ayuda del jabón y el agua era una causa sin sentido. 

El señal de pare que conocía me sorprendió. No había estado prestando atención y me había olvidado de disminuir la velocidad. Fue muy tarde para golpear los frenos. Miré justo a tiempo para ver a un camión viniendo directamente hacia mí y en un segundo, la realidad me golpeó: no sería capaz de detenerme a tiempo.

Todo se puso negro y las ruedas chillantes y bocinazo cayeron en silencio. Una sensación de estar dando vueltas y un dolor filudo se lanzó a través de mi cuerpo. Intenté gritar por ayuda pero nada salió. Empecé a sofocarme. Algo pesado estaba presionado contra mi pecho y no podía respirar. Jadeé y me moví entre la oscuridad en busca de ayuda. Me sofocaría si no quitaba el pesado peso de encima de mi pecho. Luché por abrir mis ojos pero la oscuridad me mantenía ahí. Calidez se esparció sobre mí mientras cogía algo en la oscuridad. Me congelé, insegura de lo que había encontrado cuando me di cuenta que podía volver a respirar. Las luces de pronto volvieron y el mundo se volvió brillante. No podía abrir mis ojos por el dolor. Alguien me cargó por una corta distancia y luego sentí el suelo frío bajo mi espalda. Los brazos anormalmente calientes abrazándome, desaparecieron. Intenté protestar. No quería que mi rescatista me deje, pero no pude encontrar mi voz. Intenté sentarme y un dolor intenso tomó mi cuerpo. El mundo se volvió silencioso.

Un sonido inquietantemente dulce sonó en la oscuridad. Volteé mi cabeza para encontrar la fuente de la música. Mi cuello estaba duro y mi cabeza empezó a golpear tan fuerte que borraba el sonido de la melodía que había estado intentando encontrar. Dejé de moverme y mantuve mis ojos cerrados, esperando a que el dolor cese.

—Y ella se despierta —dijo una voz en la oscuridad. La reconocí inmediatamente y en lugar de temerle al sonido, me tranquilizó.

La música empezó a sonar de nuevo y me di cuenta que era un sueva sonido de guitarra. Un leve tarareo se unió y me quedé ahí, escuchando en la oscuridad, y agradecida que esa música llenara el vacío, asegurándome que no estaba sola. 

Necesitando verlo, abrí mis ojos y me di cuenta que las luces estaban apagadas. Yacía recostada mientras mis ojos se ajustaban a la habitación oscura. No estaba en mi cuarto. La máquina a mi lado y la aguja en mi brazo eran las únicas pistas que necesitaba. Estaba en un cuarto de hospital. La guitarra dejó de sonar. Con miedo a voltear de nuevo mi cabeza, cuidadosamente moví mi cuerpo.

El alma estaba sentando en la esquina más lejana, observándome.

—¿Qué haces? —me las ingenié decir con un susurro ronco.

Él sonrió, se puso de pie y caminó hacia mí.

—Bueno, pensé que sería obvio. —Sostuvo la guitarra en sus manos. No solo podía hablar esta alma, también tocaba instrumentos musicales. Quería preguntarle más pero mi garganta dolía demasiado. Él se sentó en una silla que alguien había colocado al lado de mi cama—. Probablemente no necesites hablar. Estuviste en un accidente de auto y sufriste una contusión seria junto a una costilla rota. Además de eso, estás herida gravemente.

Recordé la señal de pare y el camión que había estado viniendo hacia mí tan rápido. Sabía que sería incapaz de detenerme.

—Estabas usando tu cinturón de seguridad y el camión golpeó la parte trasera de tu auto y te hizo dar vueltas unas cuantas veces.

¿Sabía mi mamá? Estaría aterrada. ¿Cuánto tiempo había sido? ¿Y por qué era el alma la única persona conmigo? Miré sobre la máquina hacia los cables que estaban atados, y como si estuviera lOyeendo correctamente, entonces sí estaba viva. El repentino susto de la idea de que estaba muerta se tranquilizó y miré de nuevo hacia esos ojos verdes intensos. 

—¿Mamá? —logré preguntar a través de mi garganta seca.

El alma sonrió.

—Acaba de salir por un poco de café hace unos momentos. Mis expectativas es que regresará pronto.

Mamá estaba aquí y la vería en pocos minutos. Me sentía como una niña pequeña, con miedo a la oscuridad. Lágrimas coparon mis ojos mientras miraba hacia la puerta, esperando que se abra para revelar a mi madre. Una mujer con cabello marrón corto y ondulado entró a mi habitación sin usar la puerta. La estudié y me sonrió pero su mirada pasó desapercibida de la otra alma en la habitación.

Una vez, cuando tenía diez, estaba en el hospital por neumonía, y me di cuenta entonces que las almas perdidas y que deambulan estaban en abundancia dentro de los hospitales. Esta se fue directo hacia unas flores que no había notado antes, por la ventana. Pareció estarlas oliendo y le dio un gentil tirón al grupo de globos «que te mejores» atados a una docena de margaritas. Miré de nuevo al alma que estaba sentado a mi lado. Parecía estar estudiándome intencionadamente. 

—La ves, ¿verdad? —preguntó y yo asentí. Observó a la dama mientras ella me miraba de vuelta una vez más antes de desaparecer a través de la pared—. ¿Siempre los has visto?

Logré una sonrisa ante la forma en que se refería a las almas, como si él no fuera una. Alcé mis cejas y lo miré fijamente. 

—Tú eres una de ellas —dije con un susurro.

—Sí, supongo, para ti, debe ser de esa forma. Sin embargo, hay una diferencia entre las almas y yo.

Fruncí el ceño.

—¿Qué?

Sabía que él podía hablarme y las almas nunca pero él aún era un alma sin cuerpo.

—No puedo decirte qué soy. Ya he roto suficientes reglas.

Estudió la máquina a mi lado en lugar de encontrar mi mirada. La puerta a mi habitación se abrió y mi madre entró. Sus ojos encontraron los míos y jadeó antes de correr hacia mí.

—¡Lali, estás despierta! Oh, cariño, siento mucho no haber estado aquí cuando despertaste. Completamente sola y confundida en una habitación oscura de hospital. 

Miró detrás de ella y veo el alma de pie ahí, observando con su sexy sonrisa de suficiencia, la que me está comenzando atraer hacia sus labios perfectos.

—Sólo necesitaba un pequeño café y luego corrí a obtener esta revista —dijo, sosteniendo una bolsa plástica verde—. Déjame llamar a la enfermera, tú solo quédate quieta. Estás un poco golpeada pero vas a estar bien. —Lágrimas se acumularon en sus ojos y se cubrió su boca con su mano—. Lo siento —dijo, mirándome con ojos mojados—, es solo que, sigo pensando sobre tu auto y cómo podría haberte destrozado completamente si no hubieses sido lanzada desde el asiento del conductor. Siempre te digo que uses tu cinturón de seguridad y el hecho de no haberme escuchado te salvo la vida. —Soltó un pequeño sollozo y me sonrió con disculpa—. Oh, bebé, solo estoy agradecida que hayas abierto tus ojos.

Le sonreí intentando ocultar mi confusión.

—Está bien —susurré.

Se inclinó y me besó en la frente.

—Volveré enseguida, necesito traer a una enfermera. Han estado esperando a que te despiertes.

Se dirigió hacia la puerta y yo miré hacia el alma de pie en la esquina, con la guitarra en su mano. Me sorprendía que sostuviera una guitarra. ¿Las personas veían una guitarra flotando en el aire? Mamá parecía no haberlo notado, pero ella tampoco no había apartado los ojos de mí.

—El cinturón —susurré a través de mis labios secos. 

Había estado usando mi cinturón, siempre lo hacía. Incluso él había dicho que era algo bueno que lo hubiese estado usando. ¿Por qué mi madre creía lo contrario y que no usarlo me había salvado la vida? Él dio un paso adelante, observándome de cerca. La expresión en su rostro dijo que él no sabía cómo responderme. Antes que pueda replicar, la puerta se abrió de nuevo y él retrocedió hacia la esquina. Una enfermera vino, entrando con mi mamá detrás de ella.

La respuesta a mi pregunta tendría que esperar.




[1] En el original, él dice: “I got tied up” que quiere decir “se me complicó” o “estuve ocupado”, sin embargo, la frase “tied up” significa atado. Por ello, más adelante, María hace un juego de palabras con esta frase. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario