miércoles, 24 de junio de 2015

Existence: Capítulo Siete (Parte 2)

El sonido del canto de mi madre y el olor a tocino me despertó. Me estiré y entrecerré los ojos ante la brillantez del sol de la media mañana. Lo que pasó anoche regresó a mí lentamente y me senté en la cama, mirando hacia la ahora vacía silla. Miré alrededor de la habitación y me di cuenta que estaba sola. ¿Me había dejado? Había confiado en él, en que cuidaría. Me puse de pie, necesitando abrir la puerta y estar cerca de mi mamá. Estar a solas no estaba dentro de mi lista de cosas por hacer. Me volteé y noté su guitarra en la esquina y una pequeña cantidad de comodidad regresó, sabiendo que parte de él aún estaba aquí. Sin embargo, una guitarra no era él, así que corrí escaleras abajo.

—Bueno, buenos días, Gloria —dijo mi mamá desde la estufa.

Colocó un pedazo de tocino encima de una toalla de papel encima de un plato.

—Buenos días —dije con voz rasposa por el profundo sueño en el que había estado.

Me sorprendió el sonido de un hombre aclarándose la garganta y me volteé para ver a Peter sentado en el sofá, observándome. 

—Pensaste que me fui. Yo diría que no me fui —dijo con una sonrisa.

Solté un suspiro de alivio y sonreí débilmente.

—Aquí, querida, toma un crepe antes que se enfríe y coge un poco de tocino. El café está fresco por si quieres un poco. —Se rio—. Te ves como si necesitaras un «hazlo por mí».

Sonreí y fui a servirme en mi plato.


—Huele rico —dijo Peter desde su sitio en el sofá. 

Fruncí el ceño, preocupándome por él, por no poder comer. Pero él se rió.

—Está bien Lali, no necesito comida. Es un beneficio adicional. —Serví una taza de café y le agregué azúcar y leche antes de dirigirme hacia la mesa—. Te ves como si hubieses dormido bien —dijo, haciendo referencia a mi apariencia. Me sonrojé, pensando en mi cabello no peinado, que no había arreglado por el escape rápido de mi habitación vacía—. Ni siquiera pienses en peinarlo. Me gusta, es sexy. 

Rodé mis ojos y me hundí en la silla, tomando un mordisco de mi desayuno.

—¿Así que cuáles son tus planes para esta mañana, Solcito? —preguntó mamá desde la cocina. 

Miré hacia ella mientras llenaba su plato.

—Eh, voy a ir a comprar un vestido para el Baile de Bienvenida con Candela, Gastón y Pablo.

Peter rió. 

—¿Así que Pablo estará usando un vestido? 

Lo miré y luego regresé a mi mamá mientras se sentaba en la mesa al frente de mí.

—Oh, ¿así que Pablo te pidió ir al baile? Eso es emocionante. Puedes llevarte la tarjeta Visa contigo. Solo asegúrate de no comprar nada rojo o amarillo. Esos colores no son buenos con tu complexión. 

Asentí y di otro mordisco.

—Azul, azul suave —dijo Peter silenciosamente como si estuviera pensando en ello y no diciéndolo en voz alta.

Mantuve mis ojos en mi comida. 

—Tengo una cita con la computadora el día de hoy. Mi nuevo manuscrito está casi terminado. Estoy emocionada sobre este más de lo que he estado por los otros. —Su voz había tomado una nota alta, como cuando hablaba de sus escritos.

—O aún mejor, uno realmente rosado pálido —dijo Peter y me enderecé.

Sus palabras se sentían como una caricia y me estaba tomando toda mi fuerza para evitar temblar. Él rió y luego se puso de pie, y caminó hacia la puerta. Quería preguntarle a dónde estaba yendo, pero no pude con mi mamá ahí sentada a mi lado.

****

—Finalmente, podemos ir por comida. Me muero de hambre —dijo Gastón, soltando un suspiro de alivio con la bolsa de Candela colgando sobre su hombro.

—Como sea, no fue tan malo. Quiero decir, logramos encontrar los vestidos perfectos en cuatro horas. Diría que fue bastante impresionante.

Candela sonrió con suficiencia y Gastón rió.

—No, tú te tomaste cuatro horas. Lali escogió el suyo después de una hora. Pablo ya tuvo tiempo para llevarla al auto y comprarse un taco mientras esperábamos por ti.

Pablo alzó ambas manos.

—Déjame fuera de esto.

Deslizó un brazo alrededor de mi cintura y se inclinó hacia abajo para besar lo alto de mi cabeza. Estar con él era tan fácil.

—Vamos a darte de comer, Gas, por todo el duro trabajo —dije, bromeando, y Candela rió.

—¿De qué fue todo este duro trabajo exactamente? ¿Sentado en una silla y diciendo: “Eso es hermoso, cómprate ese”, a cada vestido que me probaba?

Reí y Gastón se encogió de hombros.

—¿Qué? ¿No puedo pensar que eres hermosa sin importar lo que te pongas?

Candela le sonrió y deslizó su brazo alrededor de su cintura.

—Te amo —dijo, sin dudar.

Me puse un poco incómoda en los brazos de Pablo. Esperaba que no obtenga ninguna idea porque esas no eran palabras listas para usar de ninguna forma.

—Te amo más —replicó Gastón, devolviéndole la sonrisa.

—Consíganse una habitación —dijo Pablo, bromeando, y mi tensión se calmó.

Parecía siempre ser capaz de hacer eso por mí. Observé un alma deambulando, estudiando a las personas como si estuviera perdido. Eso pasaba a veces también. Siempre me preguntaba si existían nuevas almas, confundidas de lo que les había sucedido. Siempre me ponía triste. El alma miró hacia mí y le di una pequeña sonrisa, pero luego rápidamente me volteé. No quería que él venga hacia mí y empiece a hablarme. No estaba de humor para hablar con almas en este momento.

—Así que Lali, ¿en dónde quieres comer? —preguntó Pablo y alcé la mirada hacia Gastón, quién me estaba diciendo con los labios: «Comida Mexicana»

Sonreí y me volteé hacia Pablo.

—Tacos suena bien.

Pablo rió.

—¿Estás segura? Puedo ver y leer labios también, aunque Gastón cree que no puedo.

—No, en serio. Quiero comida Mexicana. Salsa y chips suena bien.

—Mexicano será.

Todos nos volteamos y nos dirigimos hacia el restaurante Mexicano localizado dentro del centro comercial. La sensación de hormigueo de que alguien me estaba observando causó que me voltee. El alma que había notado más temprano nos había seguido y estaba a unos pasos detrás, mirándome. Podía decir por su expresión perdida que era un alma normal. La clase con la que había lidiado toda mi vida. Me volteé como si no lo hubiese visto. Ignorarlo era lo mejor. De esa forma él continuaría en lugar de perder su tiempo conmigo. No había nada que pudiese hacer por él.

****

Por favor, que estés en mi habitación, por favor, que estés en mi habitación. Cantaba en mi cabeza mientras subía las escaleras y pasaba la habitación de mi madre, donde la había escuchado escribiendo vigorosamente en su computadora. Entré y casi suspiro de alivio ante un Peter bastante asombrado, recostado cómodamente en mi cama.

—Te dije que estaría aquí. ¿Por qué dudas de mí? 

Me encogí de hombros y pensé sobre el hecho que él no había estado conmigo en todo el día.

—¿Realmente quieres que te siga con tu cita? —preguntó y sonreí y sacudí mi cabeza—. No lo creo. Además, estabas con tus amigos en público. Todo estaba bien. Me estaba asegurando de ello. —Habló con un tono casual como si no estuviera hablando sobre hechos sobrenaturales. Asintió con su cabeza hacia el vestido colgando en mi ropero—. Rosa pálido. Me gusta.

Me sonrojé, pensando sobre el hecho que solo me había probado vestidos rosa pálidos. La forma en que me había sentido cuando él me había sugerido rosa pálido continuaba reproduciéndose en mi cabeza y no podía pensar en otro color para usar. Bajé mi cabeza y fui a buscar mi ropa de dormir.

—María estará usando rojo —dijo, con simpleza, y un repentino golpe de celos me sorprendió.

¡Maldita sea! ¿Por qué me importaba? ¿Y por qué tenía que decirme lo que ella iba a usar? María era la última persona en la tierra de la que quería escuchar. Él podía escuchar o sentir mis pensamientos. 

—Eso es genial. Estoy segura que estará hermosa —logré decir con solo una pequeña cantidad de veneno saliendo de mis palabras.

—Odio el color rojo casi tanto como odio el cabello rubio —dijo con un tono sorprendido.

Empecé a responder, pero me detuve a mí misma. No le creía, ¿pero cuál era el punto de discutirle ello? No era como si no pudiese verlos a él y a María todo el día, juntos. Era como si constantemente enterraba un puño en mi estómago cada vez que la tocaba o le susurraba en su oído. Le di la espalda y caminé hacia mi caja de joyas para encontrar unas que combinen. Era mejor que pensar en María en un vestido rojo con las manos de Peter por todos lados.

Calidez se presionó contra mi espalda, causando que un temblor corra a través de mi cuerpo. Alcancé el borde del vestidor para evitar perder mi equilibrio y caerme al suelo. Sabía que Peter estaba detrás de mí. Aunque no lo entendía, sabía que solo su toque causaría esta fuerte reacción. Dejé caer mi cabeza en la sólida calidez de su pecho.

—Ella no significa nada para mí. —La voz de Peter envió un hormigueo por mi cuello y a través de mi pecho—. Nunca te mentiría Lali —dijo, con urgencia contra mi oreja. 

Abrí mis ojos para alzar la mirada hacia él, queriendo ver el verde de sus ojos. Sus labios tocaron la punta de mi oreja e hizo un trazo hacia mi rostro. Sus dos manos estaban apretando mi cintura, jalándome con fuerza contra su cuerpo.

—Me tientas. No puedo ser tentado. No estoy hecho para ser tentado por ti, Lali Esposito, me tientas. Desde el momento en que vine por ti, fui atraído. Todo sobre ti… —Una de sus manos deja mi cintura y se mueve gentilmente para acariciar mi brazo—. Me haces volverme loco con necesidad. Con deseo. No lo entendía al principio. Pero ahora lo sé. Es tu alma llamándome. Las almas no significan nada para mí. No se supone que lo hagan. Pero la tuya se ha vuelto mi obsesión.

Bajó su cabeza hacia mi hombro y besó la curva de mi cuello. Su mano se movió para deslizarse debajo de mi blusa y el calor de su palma se recostaba en mi estómago desnudo. Un pulso de calidez surgió a través de mí y me presionó apretadamente contra él para evitar que me caiga.

—Quiero matar a ese chico cada vez que lo veo ponerte las manos encima. —Hizo un camino de besos por mi cuello y arqueé el mismo en respuesta, para darle mejor acceso. Nada se había sentido como esto. Su toque era como una droga—. Quiero arrancar sus brazos de su cuerpo así no puede volverte a tocar de nuevo. —Un lento y familiar gruñido vibró contra mi espalda—. Pero no puedo tenerte, Lali. No estás hecha para mí.

Su voz sonaba torturada. Quería consolarlo. Él también me había reclamado. De alguna manera, él había entrado a mi mundo y se había vuelto el centro del mismo. Él era todo lo que quería. Empecé a decirle lo mucho que significaba para mí cuando me alzó y me recostó cuidadosamente en la cama, cerniéndose sobre mí. Intenté alcanzarlo, queriendo sentir su cuerpo contra el mío de nuevo, pero se apartó.

—Por favor —susurré.

Peter cerró sus ojos con fuerza como si estuviera sufriendo.

—No puedo Lali. Nos destruiría a los dos.

Y luego se había ido.

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