sábado, 27 de junio de 2015

Existence: Capítulo Ocho (Parte 2)

El momento en el que la camioneta se detuvo fuera de mi casa, cogí mi bolso y salté afuera. Necesitaba distancia. Nada sobre esto tenía ningún sentido y quería entender. Me volteé para cerrar la puerta con un golpe y vi a Peter de pie en su camioneta con una expresión de derrota en su rostro. Me detuve. La urgencia de llamarlo era tan fuerte, pero me resistí y cerré la puerta suavemente. No podía entender por qué él se rehusaba a explicar lo que me estaba sucediendo. Quería odiarlo pero él había aclamado parte de mi alma y no había nada que pudiese detener mis sentimientos por él. Su apariencia en mi vida había empezado toda su locura. Me había ofrecido darme cualquier cosa en el mundo más que las respuestas que quería y necesitaba. Solté mi mochila en la encimera de la cocina y caí en un asiento de la barra. Esta noche Pablo vendría y trabajaríamos en su discurso de esta semana. Todo sería cosas normales de adolescentes. Pretendería que no vivía en un mundo de actividad paranormal. Tal vez incluso le cocinaría la cena. Todo normal, todo muy normal.

Terminé de cortar las quesadillas y el timbre sonó. Cogí el plato y lo coloqué en la mesa de la cocina en mi camino a la puerta.

Pablo sonrió y entró.

—Lo que sea que huelo es el cielo. Por favor, dime que es para mí porque me estoy muriendo de hambre. —Me puse en puntas de pie y lo besé castamente en los labios antes de regresar a la cocina para obtener bebidas del refrigerador.

—Hice quesadillas esta noche. ¿Quieres crema o guacamole? —pregunté, volteándome para mirarlo.

—Crema —replicó. 

Todo muy normal. Ningún alma loca rubia intentando asustarme. Solo yo y mi novio, trabajando en nuestra tarea.

—De acuerdo, comemos primero y luego trabajamos en tu discurso sobre… ¿de qué es esta semana? —pregunté mientras colocaba las bebidas, la crema y el guacamole en la mesa.

—La importancia de un grado universitario —respondió, sonriendo con una quesadilla ya a mitad de su boca.

Me senté al otro lado de él.

—Eso debería de ser suficientemente fácil.

Pablo asintió y tomó otro mordisco de crema con quesadilla. Movimiento al otro lado de la habitación captó mi atención. Sorprendida, empecé a ponerme de pie, lista para saltar cuando Peter entró a la habitación. Me saludó y subió las escaleras a mi habitación. Lo observé irse, sintiendo la tristeza abrumarme. Había sido ruda esta tarde y él había venido a mí de todos modos. Secretamente, me había preocupado que él no se muestre esta noche después de la forma en que me había alejado de él. Miré hacia Pablo quién estaba tomando n sorbo de su bebida.

—Um, necesito correr arriba y coger algo, quiero decir, hacer algo. Volveré enseguida, uh, sigue y come hasta que estés lleno.

Me sonrió y tomó otro mordisco. Me dirigí hacia las escaleras y entré a mi habitación, inmediatamente mirando hacia la cama vacía. En lugar de estar recostado en mi cama, lo encontré en mi silla con la guitarra en sus manos.

—Ey —dije, insegura de para qué había venido hasta acá.

Su sonrisa luciendo su hoyuelo me hizo estremecerme.

—Ey —replicó mientras empezó a tocar la guitarra.

Me quedé por un momento y lo escuché tocar el tono que lo había escuchado cantar en la noche cuando él pensaba que estaba dormida. Me senté en mi cama y lo observé tocar. Era una contradicción. Un alma que no era alma pero podía hacer cosas que un alma podía hacer. Una estrella de rock que se supone que debería de estar en una banda en la que nunca estba.a no había pensado en esto antes.

—Peter, ¿por qué estás aquí? Si cantas en una banda, quiero decir, ¿qué te trajo aquí? 

Sonrió tristemente y miró hacia la guitarra en sus manos.

—Sí canto con la banda cuando tienen conciertos. La banda todavía no es conocida. Puedo ir y venir fácilmente, Lali, ya lo sabes. Seguir con mi otra vida es lo suficientemente fácil.

Por supuesto que lo tenía todo bajo control. Era un maestro de todo: enloquecedor de chicas de secundaria, cantante en una banda, un fantasma cuando quiere serlo, y mi guardaespaldas. Sus ojos me miraron de vuelta.

—¿Por qué estás aquí arriba cuando el Sr. Maravilloso está abajo? —preguntó y el sonido de la guitarra se detuvo.

Me encogí de hombros.

—No lo sé, solo te veía como si me necesitaras —dije, odiando la forma en que sonaron mis palabras.

Dejó la guitarra y se puso de pie. Lo observé mientras se arrodillaba justo en frente de mí. Me quedé hipnotizada mientras trazaba la línea de mi mentón con su dedo y luego gentilmente tocaba mis labios. El deseo surgió a través de mi cuerpo con tanta fuerza que cogí un puñado del edredón sobre el que estaba encima.

—Te necesito. Nunca dudé que te necesitaba. Pero ahora mismo no es el momento para explorar mi necesidad. Tienes a un chico enamorado abajo necesitando tu ayuda con su tarea —dijo gentilmente mientras se ponía de pie y retrocedía lejos de mí antes de darme la espalda y desaparecer. 

Me quedé en mi habitación vacía y tomé varias respiraciones para estabilizar mi corazón acelerado antes de volver abajo para ayudar a Pablo con su ensayo. Me di cuenta que mis manos estaban temblando cuando cerré la puerta de mi habitación detrás de mí. Si solo su toque me hacía reaccionar con tanta fuerza, ¿qué tanto más sus labios me afectarían? Cerré mis ojos de nuevo ante la necesidad de maldecir y mentalmente me sacudí.

Esa noche, más tarde, después de mi ducha, entré a mi habitación para encontrar a Peter ya sentado en la silla de la esquina, tocando su guitarra. No alzó la mirada hacia mí. Decepcionada de que no quería verme terminar lo que habíamos empezado más temprano, aparté las sábanas de la cama y entré. Quería preguntarle por qué se había ido pero él no parecía querer hablarme. ¿Había visto a Pablo darme un beso de buenas noches? ¿Estaba enojado? No había escuchado el gruñido familiar que normalmente significaba que Peter había visto a Pablo besándome. Ya no me hacía sonreír. Hizo que mi corazón duela un poquito. No me gustaba la idea de hacerle daño.

—Peter —susurré en la oscuridad, pero él no alzó la mirada hacia mí.

Su voz se unió a la música y luché contra la urgencia de cerrar mis ojos y dejarme llevar por el sueño que la comodidad de su voz parecía inducirme. Lo observé, silenciosamente rogando con él que me mire. ¿Le había hecho daño?

—Cierra tus ojos, Lali, y deja de preocuparte por mí. La vida que he colocado para mí es una que debo de soportar. No tienes motivo para preocuparte que me causes daño. Haces exactamente lo opuesto para mí de lo que temes.

Lo observé, insegura de a qué se refería al hacer lo opuesto.

—Y por el beso, tienes razón. No me gusta verlo. Si escojo verlo, será mi culpa. Lidiaré con ello. —Alzó su cabeza de su guitarra en sus manos esta vez y me miró fijamente—. La emoción que evocas en ti no es fuerte. Solo hay comodidad más no pasión, corriendo por tus pensamientos cuando él te sostiene. —Su atención regresó a la guitarra en sus manos.

—¿Me abrazarás esta noche? —pregunté.

Sus hermosos ojos se alzaron y me miraron con tanta emoción que me quitó la respiración.

—No hay nada más que haría, pero esta noche mi fuerza está débil. No puedo abrazarte ahora mismo. Lo quiero demasiado. Por favor, Lali, esta noche solo duerme.

Lo observé tocar los acordes de su guitarra hasta que mis ojos se pusieron pesados. Peter tenía razón. Pablo era mi refugio. Mi piedra de la normalidad. Era un amigo. Era Peter quién me consumía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario